"LAS HUACAS SE VEIAN COMO 'COSAS DE INDIOS'"


EL COMERCIO ABRIL 1, 2012

"Las huacas se veían como 'cosas de indios'"

José Canziani, experto en arquitectura prehispánica, analiza el punto de origen de la antigua ciudad de Lima y menciona la necesidad de reconciliarnos con ella para evitar una mayor destrucción

JAVIER LIZARZABURU

Le ha dedicado más de 40 años de su vida a estudiar la ciudad prehispánica y hoy lo reconocen como uno de los profesionales más influyentes en ese campo. Su libro más reciente, “Ciudad y territorio en los Andes”, es una exploración científica de las urbes que se levantaron en nuestro territorio antes de 1535. Lima, una de ellas.

Por eso es relevante cuando un hombre de ciencia como José Canziani habla también como un hombre de sensaciones. Al referirse a esa ciudad antigua, le resulta difícil no hablar del lugar como si se tratara de una persona. Para él, la ciudad enterrada está viva.

Este arquitecto siente el adobe de una manera particular. Cuando menciona el estado actual de la mayoría de las huacas, señala: “es como si te hubiesen secuestrado, torturado, violado y a la hora de liberarte te dejan encarcelado”. Las huacas no pueden hablar, señala, pero eso es el equivalente de lo que se les ha hecho.

LA CIUDAD PRIMIGENIA
Antes de ir al tema de qué podemos hacer con esas estructuras de barro, el objetivo es aclarar nociones sobre la ciudad del pasado. Por ejemplo, ¿podemos efectivamente hablar de ciudad? Si es así, ¿cuándo surge esa primera ciudad limeña?

Otro reconocido arquitecto en este campo es Juan Gunther. Según la teoría urbanística, explica, hay dos tipos de ciudades: “la ciudad que se levanta en el cruce de dos caminos, o en el cruce de un camino con un río suficientemente importante para que haya transporte. En el caso de Lima ambas cosas sucedieron. Las acequias también eran caminos, y todo eso formaba una red”.

Para Canziani, nuestra primera ciudad surge hace unos dos mil años, y precisa que esta se levantó en lo que hoy es el Parque de las Leyendas. “En la época lima (200-600 d.C.) tenemos una enorme entidad urbana, que es Maranga. Sus huacas son los rascacielos de esa época, y tenían un eje organizado de un kilómetro y medio”. O sea, sus edificios se desplegaban a lo largo de 15 cuadras según parámetros actuales.

Entonces, de lo que tenemos certeza es que la primera ciudad empieza con los lima. “Tenían una ciudad principal, que es Maranga, y una ciudad secundaria, que en esa época era Pachacámac. Con los ichma, Pachacámac recién se convierte en un centro fundamental”, aclara. Los otros centros importantes fueron Cajamarquilla y Armatambo.

TERRITORIO CREATIVO
De otro lado, vale la pena resaltar la manera cómo los antiguos limeños enfrentaron el espacio y le encontraron una respuesta eficiente. José García Calderón, arquitecto y profesor universitario de historia de Lima, dice: “el limeño prehispánico tenía conciencia de que estaba ocupando un territorio y que había que acondicionarlo”.

Él sostiene que en esa época “ellos no se veían como habitantes de una ciudad o del campo. Se veían como habitantes de un territorio, porque este concepto era mucho más integral”. Una visión que nadie disputa.

Si bien es cierto que en Lima hace 4.000 años ya teníamos arquitectura monumental (como la huaca El Paraíso, en San Martín de Porres), no podemos todavía hablar de ciudad, afirma Canziani. En esa época “no era ciudad porque no tenía la masa poblacional, ni la complejidad en la actividad de sus habitantes. Es un embrión de ciudad, si se quiere”.

El otro punto neurálgico tiene que ver con nuestra actitud frente a ese pasado, y la actitud que hemos tenido en los últimos 100 años frente a su protección.

PERDÓN Y MEMORIA
“No se respetó nada, por ceguera y por una actitud de desprecio que era racista. Las huacas se veían como ‘cosas de indios’”, denuncia Canziani. Con esta actitud, dice, el patrimonio “se vuelve un objeto que termina metido en una urna en un museo, desligado del monumento, de la gente que lo produjo y del territorio”.

El reto que nos ofrece este legado es reconocer los errores, sostiene. “Ha habido una destrucción muy importante de patrimonio, y hay que hacer un acto de contrición, porque si no hay arrepentimiento la reconciliación no funciona. Tenemos que saber que eso no lo podemos volver a hacer”.

De igual modo, cree que hay que restaurar la memoria de Lima. No para reproducir lo que había aquí, pero sí para que los ciudadanos sepamos de dónde venimos, y lo que le dio sentido a este espacio.

“Pueden ser cosas tan sencillas como poner un panel de información en el paradero del bus, que le diga a uno por qué una calle va en diagonal, como Paseo Parodi, o cuán viejo es el trazo de una avenida, como Camino Real”. Visto de otro modo, se trata de una cuestión de continuidad en una ciudad que no la tiene.
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EL COMERCIO MARZO 25, 2012

“Se necesita una gran alianza para preservar el patrimonio”

Backus, una de las mayores empresas del país, se unió a la campaña de Lima Milenaria, y su vicepresidente pidió a autoridades del Gobierno que asuman liderazgo para convocar al sector privado en esta tarea

De izq. a der.: Fernando Herrer, ministerio de Cultura; Elías Mujica, arqueólogo; Enrique Peramás, alcalde del Rímac; Luciana León, congresista; y Felipe Cantuarias, Backus.

Javier Lizarzaburu

Hace unos días se produjo una reunión sin precedentes. Alrededor de una mesa alargada en las instalaciones del club de fútbol Sporting Cristal, en el Rímac, se encontraban reunidos, si vale el símil, perro, pericote y gato en temas de cultura.

Ahí se encontraba la empresa privada, representada por Backus; el gobierno, representado por el Ministerio de Cultura; la autoridad edilicia, representada por el alcalde del Rímac; el experto, representado por uno de los principales arqueólogos del país; y un medio de comunicación, El Comercio.

En esta reunión sin precedentes (se sabe que algo parecido solo sucedió hace años, con el Patronato de Lima, para discutir el legado colonial), se encontraron los actores principales que deberían estar presentes en cualquier proceso de recuperación de patrimonio.

En este caso, el punto de partida era la huaca La Florida, un templo en U que fue uno de los mayores centros ceremoniales del antiguo Perú, con unos 3.800 años, y que por ahora se yergue anónima a un lado de las instalaciones del club de fútbol.

La reunión había sido organizada por la congresista Luciana León, en su calidad de presidenta de la Comisión de Turismo y Comercio Exterior del cuerpo legislativo, para lanzar su iniciativa Salva una Huaca, que busca que la empresa privada sea parte de la recuperación del patrimonio arqueológico de la capital [ver recuadro con el resumen de esta iniciativa].

Entre las empresas contactadas por ella están Edelnor, que ya instaló nuevas luminarias alrededor de la Florida, y Backus, que se comprometió a compartir su experiencia en el manejo de las huacas del Sol y de la Luna, en Trujillo, que son consideradas uno de los ejemplos más exitosos de gestión de patrimonio cultural en el país.

Más tarde, en entrevista con este Diario, el vicepresidente de Asuntos Corporativos de Backus, Felipe Cantuarias, subrayó la importancia del papel del gobierno y las autoridades de Cultura para estimular la participación de la empresa privada en esta tarea[más en la entrevista], “para que la gente sienta que la protección de nuestro patrimonio puede generar beneficios”.

En otro momento indicó que en esta primera etapa de la campaña, cuando se busca que el sector empresarial se incorpore en esta tarea, más importante que el dinero es tener un buen plan de gestión.

“El problema no es el financiamiento”, explicó, sino el modelo de gestión. “Tenemos que desarrollar un esquema que sea sostenible y replicable por las empresas en toda Lima porque dinero hay”, acotó. Y finalizó que Backus “se ha comprometido con la campaña”.

* “Que la gente comience a sentir que salvar nuestro legado puede ser beneficioso”
Entrevista a Felipe Cantuarias, vicepresidente de Planeamiento y Asuntos Corporativos de Backus, empresa que se ha unido a Lima Milenaria

Javier Lizarzaburu

¿Cómo ve Backus el patrimonio?
Nuestro patrimonio cultural no solo es fundamental para mantener nuestra historia viva, sino que su puesta en valor puede ser una buena forma de generar empleo y de crear ciudadanía.

¿En qué se basa para decir eso?
En nuestra experiencia de haber desarrollado los proyectos de puesta en valor de las huacas del Sol y la Luna, en Trujillo, que luego de 20 años de trabajo es un proyecto sostenible. Esto, fuera de la misma puesta en valor, ha creado oportunidades para el turismo y ha generado empleo, y además una relación de pertenencia por parte de la comunidad.

Eso les ha permitido definir un modelo de gestión de patrimonio.
Exactamente. Que se basa en cuatro componentes: el científico, que es la investigación. Luego está la conservación; el de uso público del sitio, que implica poner los planes de negocio para optimizar el turismo de manera sostenible. Y el cuarto, promover oportunidades de generación de empleo a la comunidad.

Dado el desarrollo urbano complejo que ha tenido Lima, ¿cree que es viable recuperar sus huacas?
Creo que el punto central, en base a nuestra experiencia, es la necesidad de crear una coalición, una serie de aliados que generen una actitud positiva en relación con este tema, que la gente comience a sentir que la protección de nuestro legado cultural puede generar una serie de beneficios.

¿Cuál podría ser el mayor obstáculo para las empresas privadas?
Primero, yo creo que la mayoría de las empresas no ven el tema de la preservación de nuestro patrimonio cultural como una oportunidad.

¿Deberían?
Yo creo que tienen que verlo así. Esto se sigue viendo solo como un tema de responsabilidad social, pero eso no es sostenible porque el día que yo le quito el subsidio, muere el proyecto.

¿Por qué pasa eso?
Yo creo que falta explicar que hay una oportunidad. Creo que hay muy poco conocimiento. Somos un país donde el tema de poner en valor nuestro patrimonio cultural es nulo. El sector privado casi no tiene participación en eso, a diferencia de otros países, como el caso de México, que es ejemplar.

¿Qué pasa allá?
En México el sector privado sí se involucra en poner en valor su herencia cultural, y fíjate que el ‘boom’ del turismo no solamente está atado al tema de las playas en la Rivera Maya. Está atado a la cultura, en un trabajo entre el sector público y el sector privado.

Donde se crean las sinergias…
También creo que el Ministerio de Cultura y el gobierno tienen un rol muy importante que jugar como articulador. Por ejemplo, junto a esta iniciativa debería estar el ‘endorse’ prioritario del gobierno. Ellos realmente deben mandar el mensaje de por qué preservar nuestro patrimonio es tan importante.

Hay un fuerte vínculo entre patrimonio y ciudadanía…
Los conflictos sociales se explican en gran medida por la falta de confianza que existe en nuestra sociedad, y eso es falta de capital social, como dice Fukuyama. Esto pasa en buena parte porque no nos sentimos una nación. Nos sentimos varias naciones. Y eso tiene que ver con el hecho de que nosotros no utilizamos nuestra historia y la cultura como un mecanismo de unificación nacional.

¿Cuál es el compromiso de Backus con la campaña?
Hemos ofrecido compartir nuestra experiencia del norte, y queremos ayudar a desarrollar un modelo en Lima que sea replicable porque, de lo contrario, a la primera que baje el apoyo del sector privado, el monumento histórico va a terminar peor.

¿Qué cree que debería pasar?
Lanzada la iniciativa, se necesita armar una gran alianza para la preservación de nuestro patrimonio cultural. A todos los agentes que sean parte de esto hay que traerlos a la mesa y tomar decisiones.

Difícil, ¿no?
Un problema que existe es que hay una gran desarticulación entre todos, y tenemos que encontrar una manera de organizarlos y articularlos. Esto es un obstáculo que hay que superar y se puede superar.
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EL COMERCIO ENERO 8, 2012

Los canales que hicieron posible la vida en Lima

Hace 3.000 años se inició uno de los procesos creativos más importantes en estas tierras: convertir el desierto limeño en grandes valles productivos

JAVIER LIZARZABURU
El Comercio

Es una tarde de enero. La brisa sopla a lo largo de la playa y la crin de los caballos se alborota. Los estandartes flamean seguros. Los jinetes avanzan desconcertados, pero con una buena dosis de sorpresa.

Unos metros más adentro el desierto se convierte en enormes campos de cultivo. En ese momento no conocen bien los nombres de los productos que comen sus habitantes: son plantaciones de palta, camote, papa, maíz, pallares, frejoles, rocoto, ají, maní. Los sabores más dulces los dan la chirimoya, la lúcuma, el pacae.

Uno de los rasgos más llamativos de este lugar, que la población local insiste en llamar Limaq, es que está atravesado por muchos ríos y riachuelos.

Lo que tampoco saben los visitantes a caballo es que este escenario no es natural. Son valles artificiales que, hasta ese momento, habían tomado más de 2.500 años en crearse. Valles que habían sido arrebatados al desierto a pulso.

EL CORDÓN UMBILICAL
Los más educados de ellos empezaron a escribir. Pedro Cieza de León, uno de los primeros en ver esa Lima sentenció: “Es una de las buenas tierras del mundo”. Agustín de Zárate, contador y cronista, anotó que “en cada casa hay una acequia de agua sacada del río, que podría hacer moler un molino”.

No cabía duda. Esta tenía que ser la nueva capital, y así dejaron constancia ese 18 de enero de hace casi 500 años. Con frecuencia, y con el humor negro con el que el limeño trata a su ciudad, se decía que de haber pasado en invierno estos caballeros habrían seguido de largo.

Lo que parece más cierto hoy es todo lo contrario. Lima estaba destinada a ser la capital. Una de las razones para eso eran sus canales de irrigación. “Sin la Lima prehispánica, la Lima española no habría sobrevivido”, dice el arquitecto Juan Gunther, reconocido experto en la historia de la evolución de la ciudad.

Para eso debieron tener un profundo conocimiento del suelo, “porque hacer un canal no es cualquier cosa; no es simplemente abrir una zanja”, dice. Además, ninguno de los ríos podía regar todas las chacras al mismo tiempo.

SUELO Y ANTIGÜEDAD
Desde el Centro Histórico hasta Chorrillos, hay un declive en el terreno. “Entre Ate y Miraflores hay una pendiente permanente y por cada 100 metros baja 1,33 metros. Esa es la pendiente de Lima”, cuenta Gunther. Esto quiere decir que no se podía hacer un canal perpendicular, porque el agua habría erosionado el fondo. Tampoco en otro sentido paralelo, porque el humus se habría asentado, levantando el fondo del canal. “Se necesitaban ángulos muy precisos para que el sistema funcionase”, explica el arquitecto Gunther.

En cuanto a su antigüedad, por años se había sostenido que los más antiguos podían ser del 200 a.C. Según Joaquín Narváez, un arqueólogo que ha trabajado su tesis doctoral sobre estos canales, se puede asegurar, sin lugar a dudas, “que empezaron a construirse 3.000 años atrás”. La medición la hace extrapolando elementos como arquitectura y cerámica.

Incluso sostiene que es posible que se hayan empezado a construir mucho antes, pero faltan estudios para asegurarlo de manera definitiva.

Lo que han dejado en claro las investigaciones que se han venido realizando en este campo es el tipo de sociedad que los creó, porque –señala– no se pudo construir algo de tal magnitud sin haber tenido una sociedad organizada y altamente calificada, donde tenían lo que hoy llamaríamos ingenieros, administradores y jueces.

CANALES MADRE
En esa sociedad organizada había que decidir quién recibía el agua, cuándo, por cuánto tiempo, en qué cantidad, quiénes recibían más, quiénes recibían menos. Antes, como hoy, en Lima no llovía, por lo que estos valles tenían que regarse de manera eficiente con agua que provenía de algunos de los tres ríos de la capital, a través de sus múltiples canales.

El sistema que se encontró cuando llegaron los españoles consistía de cuatro canales madre: Ate, Surco, Huatica y Magdalena. Según el arqueólogo Rommel Ángeles, del museo de Pachacámac, los canales principales podían llegar a tener de tres a cuatro metros de ancho, por lo que en la Colonia dieron por llamarles ríos.

Los secundarios, para regadíos menores, podían tener un metro de ancho, y luego había una cantidad enorme de acequias. Se cree que la profundidad no era mayor de un metro, en los principales, y menos de 30 cm. para las acequias.

RICA HERENCIA
Según el arquitecto José García Calderón, durante la cultura Lima (200-600 d.C.) se produjo la primera y mayor expansión de la frontera agrícola del valle de Lima. “Muchos asentamientos comienzan a aparecer después de que se amplían los canales, como Huallamarca y Pucllana, con lo que se permite que la ocupación del valle sea mucho mayor”, explica.

Estos canales hicieron posible también la Lima colonial, porque aquí se establecieron las haciendas que subsistieron durante más de 400 años hasta los años 60, cuando la expansión urbana de la capital empezó a avanzar sobre los antiguos campos de cultivo.

Hoy podemos afirmar que el ingenio de esos antiguos limeños le dio vida al territorio que habitamos. Los canales que construyeron permitieron la domesticación de las plantas, tan fundamental y necesaria para el desarrollo de la gastronomía actual. Sin ese trabajo ancestral, Lima aparecería hoy en los mapas del mundo no como una compleja y palpitante capital, sino como un punto más en un vasto y nublado desierto.

PRINCIPALES CANALES PREHISPÁNICOS
ATE (LATI:
11 km, llamado río Vitarte. La bocatoma está a la altura del puente Huachipa. Riega desde Santa Clara a Puruchuco y Rinconada.

SURCO (SULCO:
29,5 km, llamado también río Surco. Es el más largo y caudaloso de los cuatro. Sale de la zona de Ate, más arriba de La Atarjea y riega la parte baja del valle hasta Chorrillos.

HUATICA (GUATCA:
8 km. Sale de La Atarjea, sigue paralelo al río y entra por Barrios Altos. Llegaba hasta Limatambo y Pucllana y los distritos de San Isidro y Miraflores.

MAGDALENA:
8 km. La bocatoma estaba detrás del actual Palacio de Gobierno.

Regaba el valle hasta Magdalena. Se dividía en dos canales menores: Maranga (Malanga): 5 km, que iba de San Miguel al mar, y La Legua (Guala): 10 km, que iba de Maranga a La Legua.

Había varios otros canales en los valles de Chillón y de Lurín, así como una serie de lagunas de depósitos.
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EL COMERCIO ENERO 1, 2012

Lima Milenaria: científicos peruanos buscan salvar muros de Pachacámac

Ellos trabajan con arqueólogos para conocer más sobre las piezas milenarias y, sobre todo, conservar ese patrimonio monumental

(Foto: Consuelo Vargas)
GONZALO GALARZA CERF
El Comercio

La sospecha se acrecentaba con el trabajo, pero no llegaba a convertirse en certeza. La arqueóloga Gianella Pacheco cargaba consigo los resultados de los análisis hechos a los pigmentos de los murales de Templo Pintado (650 D.C.). El rojo es hematita y sulfato; el negro, carbón; el verde, la incógnita. Su teoría: se trataba de una ofrenda traída por los peregrinos. Con la asesoría de la doctora Dalva Faria, de la Universidad de Sao Paulo, obtuvo la respuesta: el verde es un mineral de cobre que, a diferencia de los otros que sí se encuentran en las canteras de Pachacámac, es de procedencia desconocida. “Por haber sido dispuesto de manera selectiva y especial al igual que los spondylus, creemos que es un pigmento que habría sido usado como ofrenda”.

Llegar al origen de las cosas en el Santuario de Pachacámac, al sur de Lima, parece una labor sostenida por la fe. El sol inclemente, la humedad, el paso del tiempo, la erosión, el tránsito vehicular, las invasiones, los sismos, la falta de presupuesto, todo eso y más han hecho que su historia, levantada y delineada en cientos de muros de adobe, sea declarada en emergencia. No se sabe cuántas paredes podrían venirse abajo, aunque estiman que son más de cien. Templo Pintado, incluso, es la huella del principal oráculo de la costa central y, a la vez, el recordatorio de una lamentable realidad: sus figuras no se notan más, salvo por detalles que con los relatos adquieren relieve.

Para apreciar el verde de las supuestas ofrendas hay que ir al Museo de Sitio y contemplar las fotos. En Templo Pintado, donde se ubica la arqueóloga Pacheco, y en el Templo del Sol, donde está su colega Carolina Jiménez, ambas bajo la dirección de Denise Pozzi-Escot, se hacen los esfuerzos por devolver al santuario una labor que se dejó de lado en los últimos años: la conservación.

Por eso han recurrido a la arqueometría: la disciplina que, mediante métodos científicos, permite conocer los pigmentos utilizados en un mural, fechar objetos cerámicos, saber la procedencia de piezas a través de su composición química y conocer la situación de estructuras por venirse abajo, como es este caso. “Desde el 2008 hemos intervenido en más de cien muros a punto de colapsar. Ahorita un equipo está haciendo un inventario. Por eso recurrimos a los científicos, ellos lo interpretan con nosotros. Es un trabajo multidisciplinario”, indica Pozzi-Escot.

Desde los años 90, calculan los especialistas, en el Perú se aplican técnicas analíticas (aunque con limitaciones de presupuestos, herramientas y profesionales especializados) con miras a resolver las incógnitas del antiguo Perú y, sobre todo, a conservar el patrimonio histórico y cultural.

LOS EXPERTOS
Pertenece a ese reducido grupo de especialistas en arqueometría la científica Susana Petrick (jefa del Laboratorio de Datación de la UNI), quien estudia los materiales de construcción empleados en Pachacámac a fin de interpretar sus propiedades mecánicas y evitar que colapsen. Es una labor que ha ido desarrollando ante la necesidad de los arqueólogos, que recurrieron a ella desesperados.

“Estamos viendo cómo recuperar para la arcilla sus propiedades consolidantes sin alterar el monumento y su valor, no solo desde el punto de vista visual sino como material. No se trata de reponer una pared. Hay que estudiar qué ocurre si conseguimos restituir la humedad que ha perdido el muro”, explica.

En su laboratorio hay un equipo de termonoluminiscencia igual al que se usa en el Museo del Louvre: con este puede fechar 48 muestras que han sido expuestas al sol o calentadas en hornos como cerámica, piedras quemadas, sedimentos, arena. Pero por ahora no urge fechar sino evitar que los muros se deshagan.

El suyo es uno de los pocos laboratorios que brindan servicios a arqueólogos; muchas veces en forma gratuita. Esta labor es fortalecida con el apoyo de la Agencia Internacional de Energía Nuclear, que tras un convenio en el 2004 le otorgó a la UNI el equipo de termonoluminiscencia; al Laboratorio de Arqueometría de la Universidad de San Marcos, el de espectroscropía Mössbauer (para cerámica y obsidianas con el fin de determinar procedencia, reconocer pigmentos y fechar) y al Instituto Peruano de Energía Nuclear (IPEN) otros equipos que potencien su análisis de activación neutrónica, cuyo fin es determinar la procedencia de las piezas de cerámica en base a los elementos químicos hallados. Una especie de huella digital del objeto que se contrasta con información química levantada en distintas zonas del Perú, para saber cómo han sido las ocupaciones de los imperios y sus migraciones, por ejemplo. A cambio ellos brindaron un diplomado sobre arqueometría que tuvo dos promociones.

“No hay muchos especialistas. Por eso sería bueno introducir la arqueometría en los arqueólogos. Su rol es muy importante para dar interpretación a los datos químicos y a la estadística”, dice Patricia Bedregal, jefa de la División de Técnicas Analíticas Nucleares del IPEN. “Es un trabajo delicado. Está el tema científico, social y de patrimonio”, agrega la doctora Petrick.

SÍMBOLO DEL PODER
En Pachacámac, el Templo del Sol levantado por los incas posa ante el mar como si fuese un rey caído en el olvido: los vientos del oeste y todas las condiciones mencionadas han puesto sus imponentes fachadas en peligro. Por eso caminamos junto a la arqueóloga Carolina Jiménez y vemos los muros de ensayo que ha elaborado mientras la doctora Petrick trabaja en soluciones posibles. “Ella me ha ayudado no solo a caracterizar el material sino a sumar más datos que no tenía en cuenta para manejar una interpretación mejor y específica del edificio”, dice. La arqueometría –agrega entusiasmada– le ha planteado nuevas interrogantes y nuevas soluciones. Las certezas, sabe, vendrán con el tiempo.

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