LA MALA COSTUMBRE DE DEJAR TODO PARA DESPUES

EL COMERCIO 10 de septiembre de 2008

LA MALA COSTUMBRE DE DEJAR TODO PARA DESPUÉS
El vicio de postergar
Por Kathy Subirana

Es increíble la facilidad que tenemos para cargarle las cosas al mañana. Mañana lo hago, más tarde, aún tengo tiempo. Al grito de "¡Arregla tu cuarto!", siempre la respuesta será: "Ya, ma', en un rato". Y ese rato puede demorar horas e incluso días. Eso puede responder a un trastorno que va más allá del mero hecho de ser solo desordenado o desorganizado: se llama procrastinación.

Procrastinar es postergar actividades importantes por otras irrelevantes, pero que proporcionan mayor satisfacciones en corto plazo (dejar todo a última hora o empezar tareas y no concluirlas o concluirlas fuera del plazo).

La licenciada Doris Argumedo, coordinadora de la especialidad de Psicología en la PUCP --al analizar un estudio realizado en Lima Metropolitana--, dice que las condiciones sociales para que la procrastinación se desarrolle en nuestro país son evidentes, sobre todo en los dobles discursos. Por ejemplo, si por un lado se pone un plazo para pagar impuestos, por otro quienes no pagan a tiempo saben que tarde o temprano llegará una amnistía que los exonerará de todo problema. Entonces, ¿cuál es el sentido de poner una fecha límite?

El estudio de la licenciada Argumedo (de la mano de otros especialistas) arroja datos interesantes. Por ejemplo, la tendencia a procrastinar es mayor en los adultos jóvenes (entre 20 y 35), tal vez por la necesidad de experimentar altos niveles de activación al vivir en el límite del tiempo. O sea, subir la adrenalina.
Las causas aparentes pueden ser distintas: estados depresivos, inseguridad o bajo nivel de autoaceptación, excesivo nivel de autoconfianza. En cualquiera de los casos, escapar de la realidad que exige una responsabilidad es el camino recurrente.

AFRONTANDO LA REALIDAD
Hay dos tipos de procrastinación: la situacional (por ejemplo, solo postergamos lo académico) y la crónica, que implica que la procrastinación llegue a convertirse en nuestro leitmotiv, ya que sería el reflejo de comportamientos adquiridos, y que son difíciles de desaprender.

La doctora Ana María Montero, jefa del Departamento de Psicología de la U. Ricardo Palma, tiene una respuesta para esto. Primero, reconocer la necesidad de deshacerse de las prácticas aprendidas en el pasado y crearse un presente para programar un futuro con metas a corto plazo. Ciertamente, sin la certeza de un presente, ¿cómo plantearse un futuro?

La doctora Montero destaca que el problema es que el procrastinador termina postergándose a sí mismo. ¿Por qué? Porque una parte dentro de nosotros disocia las necesidades de la mente, los sentires y la realidad sensorial. El explorar dentro de uno, saber lo que se es y lo que se quiere, para vivir una vida real y no una virtual es una buena medida para programar nuestras prioridades y no vivir en constante postergación. Sobre todo ahora, que las distracciones en el mundo virtual abundan.

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