EL AÑO EN QUE HABLAMOS CONVENCIONALMENTE....A PROPOSITO DE LAS ELECICONES EN USA

EXPRESO 08 de septiembre de 2008

El año en que hablamos convencionalmente

Washington D.C.- Un académico conservador, enfurecido conmigo por haber acudido a la televisión y criticado el discurso de investidura de John McCain como candidato, se desahogaba con un amigo: “¿De qué parte está?”
Por Michael Gerson

¿Qué tal de la parte con discursos bien redactados que defienda y explique políticas innovadoras y en ocasiones te obligue a pensar? Según estos estándares, en ambas convenciones fue el año en que hablamos convencionalmente.

La iniciativa de Barack Obama resultó amodorradoramente crítica en su retórica, sus argumentos y su política –la forma Platónica del monólogo demócrata– diseñada para disipar la preocupación de los electores motivada por la novedad y los riesgos de su candidatura, asegurándoles que él es indistinguible de cualquier otro político demócrata. En esto tuvo éxito –y, en año demócrata, su enfoque podría traer ventajas políticas–.

Pero en el proceso, Obama desperdició un importante momento histórico, junto a la promesa inicial y el idealismo de su candidatura.
El discurso de aceptación de McCain intentó llenar los vacíos dejados por el estrecho margen de atractivo demócrata de Obama, evitando incluso la apariencia de partidismo y ofreciendo en dos ocasiones una mano forzada al otro partido. Sus críticas a la corrupción republicana y los excesos del gasto en los ocho últimos años fueron políticamente necesarias y obviamente sentidas –¿alguien cree que McCain está contento bajo los líderes republicanos actuales, a los que utiliza regularmente para practicar el tiro?– . Una y otra vez, McCain se posicionó como un guerrero de los intereses de la ciudadanía y la nación frente a las exigencias de política y partido, incluyendo al Partido Republicano.

Ni interesante, ni arriesgada
Y a continuación llegó la política –igual que un caprichoso torrente de agua por un cauce amplio y seco–. Prometió vetar el gasto a espuertas, apoyar los centros comunitarios, estimular las escuelas concertadas y la libre elección escolar, recortar los impuestos, construir plantas nucleares y perforar las bolsas de petróleo. Todas estas cosas pueden ser necesarias.

Ninguna de ellas es creativa, interesante ni arriesgada. No hubo ninguna propuesta en el discurso que apelara inesperadamente al centro político, que creativamente arrancara algún electorado demócrata, o que modificase valientemente la marca republicana. ¿Hay alguien que se siente en las sesiones de estrategia de McCain, levante la mano e insista en que “esta política es convencional y débil”?
En un momento del discurso, McCain decía que los americanos son “ambiciosos por naturaleza”. Pero los discursos son ambiciosos por diseño y por intencionalidad. Y este discurso, en asuntos políticos, fue tibio.

Otras elecciones de la noche del jueves también fueron cuestionables. ¿Era necesario de verdad que un candidato de su edad recordase a los jovenes que él recuerda de primera mano Pearl Harbor? Al igual que en el discurso de Obama, las líneas de McCain creadas para provocar el aplauso mostraron poco ingenio o cuidado –“¡Vamos a cambiar eso!”, “¡Los americanos valen más que eso!”–, (el contraste con la memorable, original y refinada formulación del discurso de Sarah Palin fue radicalmente llamativo). Partes del discurso –“Mantendré bajos los impuestos y los recortaré siempre que pueda. Mi contrincante los subirá... Yo recortaré el gasto público. Él lo elevará”–, se encaminaron a ser simples y claras.

Sorprendieron por simplistas más que simples. Y con las disculpas a Bill y Sue Nebe, de Farmington Hills, Mich –gente buena sin duda– el uso de historias de los estados bisagra encaminadas a crear simpatía es claramente una habilidad más demócrata que republicana.

El desafío de McCain
Pero conforme el discurso de McCain se aproximaba a su final y se volvía más personal, su ambición finalmente afloraba, su tono cambiaba y todo el esfuerzo era echado a perder casi por completo. El relato del jueves de la historia personal de McCain tuvo un giro creativo y conmovedor, enfatizando las lecciones que aprendió McCain de su aceptación de la realidad en lugar de su desafío o su fortaleza. Había sido “bendecido por el infortunio” y reclamado por el egoísmo por la extraña gracia de su propio sufrimiento y fallos. “Mi país me salvó”, explicaba con simplicidad genuina. Y nosotros le creímos, entre lágrimas y sobrecogimiento.

En esta campaña, el relato de McCain es una novela épica, mientras la experiencia personal de Obama es un inspirador artículo sacado del Reader's Digest. Pero la fortaleza de las partes personales del discurso de McCain, y la debilidad de su política, ilustran un desafío mayor para la campaña de McCain. Bob Dole fue un candidato con biografía y sin atención a la política. Bill, el Nuevo Demócrata, y George W. Bush, el Conservador Compasivo, tenían biografías más clásicas, pero desafiaron las convenciones ideológicas de su tiempo de formas atractivas y radicales.

John McCain es un héroe que reclama el manto de la reforma. Algunas reformas reales y sorprendentes ayudarían a su causa.
© 2008, The Washington Post Writers Group

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