¿POR QUE SE VAN LOS MAESTROS CHALANES DEL PERU?


EL COMERCIO FEBRERO 11, 2012

¿Por qué se van los maestros chalanes del Perú?

Cada vez más emigran los mejores entrenadores de caballos de paso. Afuera ganan bien y tienen casa, pero aquí dejan un vacío

(Foto: Paola Flores)

GONZALO GALARZA CERF

El chico camina descalzo sobre el pasto, atento al andar del caballo peruano de paso. Una patada que lo mandó al suelo le enseñó que no debía distraerse al conducir con cuerda a un animal tan fuerte. El contacto visual y la escucha son claves en los entrenamientos. Lo otro es el habla: el chico, que se llama Tony Frank Flores León, les habla: “Aio, aio”. Eso le aconsejó su tío Agustín León, reconocido maestro chalán, antes de partir a Ecuador. “No pegar, hablando nomás”. Y él, a sus 16 años, quiere ser como su tío. “Sueño con ser maestro chalán. Ir a conocer más el mundo. No puedes conocer acá nomás. Mi tío Agustín se fue”.

Y hace menos de un mes también se fue su hermano Carlos. Partió con un grupo de chalanes a Panamá, país al cual Tony quiere llegar como primer destino. Los otros países a los que podría llegar son Canadá, Estados Unidos, Guatemala, El Salvador, Nicaragua, Costa Rica, Ecuador, Chile, Argentina, España, Italia, Alemania… El caballo peruano de paso ha llegado a todos esos lugares, en casi todos se realizan concursos, se iza la bandera y se canta el himno nacional. Y no salen en los comerciales de marca Perú.

“El mejor mercado que tienes ahorita es Centroamérica: está fuerte”, ilustra Julio Soto, chalán curtido con 30 años de experiencia, 22 de ellos radicado en Estados Unidos, donde todavía continúa su padre trabajando con el caballo peruano de paso. “Aquí sacan entre 250 y 350 soles a la semana. En Estados Unidos percibes mucho más. Pero es durísimo. Alejado de la familia. Sin hablar el idioma al inicio. Se gana un promedio de dos mil dólares al mes. Y te dan vivienda. Sé de otros que están en tres mil”, dice. “Lástima que la economía se haya afectado en los últimos años. Con el cierre de los ranchos, muchos se están quedando sin trabajo”.

En los últimos cinco años –cuenta Luciano Boggio Lavaggi, gerente de la Asociación Nacional de Criadores y Propietarios de Caballos Peruanos de Paso– los mejores entrenadores se están yendo al extranjero: “Eso es bueno, reconocen la calidad de nuestra gente. Pero tenemos que seguir buscando y fabricando más enfrenadores (entrenadores de caballos). Es uno de los problemas que hay en el Perú”.

El chalán Julio Soto, que en Estados Unidos limpió corrales, bañó, entrenó y sacó campeones a varios caballos peruanos, muestra su preocupación: “Es alarmante que se esté perdiendo la tradición de enfrenadores: son contaditos los que hay. Y si se pierde la tradición se pierde el caballo. El caballo ha evolucionado, pero no el entrenador. En Mamacona hay 20 chalanes para cerca de 200 caballos. Se pide a gritos medidas. Porque el Perú sigue siendo el centro y el lugar donde más se invierte en caballos peruano de paso”, señala Soto. Hace falta mano entrenada para aquí y para el mundo.

Esta migración de los enfrenadores empezó a pequeña escala hace 50 años, en la década del sesenta, según Mariano Cabrera, criador apasionado, cultor del caballo peruano y juez de concursos en todo el mundo. Pero en la última década el vacío que han ido dejando los que parten ha llevado a Cabrera a pensar en un centro de formación: “El mundo de la tradición tiene mucha importancia. Es el soporte de los enfrenadores. Debe haber un marco que respetar y defender. Por ello quiero crear este año una escuela de chalanes en Ica”. Es más que una carrera.

NACIDO CON LOS CABALLOS
En el mundo de los caballos peruanos de paso uno empieza de cero, como Tony. Limpias los corrales, peinas, bañas al caballo. Convives con él, que todo lo percibe. Con los años le pones la montura. Supervisas sus pasos al jalarlos con una cuerda, como lo hace él. Después les pones el bozal. Y al final colocas el freno, lo que te convierte en enfrenador. En tres años y medio un caballo peruano debe estar listo para competir. “Toma harto tiempo”, dice Tony, quien empezó a los 10 años.

Hoy, con 16, piensa en Panamá, en Centroamérica, en conocer más que la cuadra de Mamacona donde trabaja para la familia Risso, casta de criadores del caballo peruano de paso. Con los Risso, digamos, se ha dado un cruce perfecto. Los León, la familia materna de Tony, es una estirpe de chalanes de Trujillo, de Paiján, que data de varias generaciones, y con varios campeonatos alcanzados. Tony gana S/.150 a la semana. Y este año, dice su madre Delia, volverá, tras dejar un año, a la escuela nocturna para continuar sus estudios.

“Yo nací de los caballos, mi mamá nació de los caballos, mi abuelo nació de los caballos”, dice Tony. “Yo me he metido en cancha, ya estoy en cancha”, se refiere a los concursos. Ha obtenido el segundo lugar en su categoría de tiro. Pero los que saben de caballos huelen que será campeón. Por ahora se despide y corre hacia su cuadra, descalzo.

CONCURSO DE VERANO
En Lurín
El viernes 24 y el sábado 25 de este mes se realizará la XXVIII edición del certamen de caballo peruano de paso en Mamacona. Informes en el 447-9793.

¿Por qué compiten?
Se participa por el prestigio. Y después, claro, ese caballo se vuelve requerido.
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EL COMERCIO JULIO 28, 2011

Historia de peruanidad: Qué hermoso que es mi chalán

El le debe parte de su majestuosidad a su entrenador. Esta también es una historia de amor, de identidad

RENZO GUERRERO DE LUNA

A lo lejos, diminuto en el camino de tierra cercado por árboles y muros de adobe, removiendo polvo, aparece imponente Compañero, un elegante caballo de paso. Carlos Coronado Fuentes es el chalán que lo monta. Ambos forman un solo ser, una estampa de peruanidad que tiene, en la nobleza del animal y en la pasión de quien lo lleva, a un ícono de tradición nacional.

Carlos empezó hace diez años –desde antes ya admiraba y jugaba con los caballos en su natal Cajamarca– como un ayudante de chalán. Don Alamiro Mendoza le enseñó todo lo que sabe sobre limpiar corrales, jalar potrillos, embozalar y hacer trabajos de enfrenadura, es decir, hacerle llevar la cabeza derecha y bien puesta al caballo. Dice que siempre supo que ese era su mundo, más aun después de ver el garbo con el que se desenvuelven los chalanes que van de poncho blanco y sombrero de paja.

Pero su trabajo no es nada fácil, dice mientras prepara la montura de cuero sobre el lomo del animal. Desde muy temprano, Carlos trabajó a tres caballos por la mañana y otros tres por la tarde. Así arma su cronograma, en el que tiene al menos 20 equinos a su cargo.

No todos serán campeones, pero sabe que a muchos de ellos, si siguen trabajando, los puede llevar a la gloria, gracias a la soberbia con que realicen su paso llano en ese desplazamiento armónico que tiene el animal al mover sus extremidades.

Mientras se alista para salir a pasear con otro ejemplar, la bella Flica, una yegua digna de fotografía de almanaque, Carlos comenta que en su familia todos están metidos en la crianza de caballos de paso: tres primos trabajan en fundos en Lima y dos en Ecuador. Se saca la camiseta del Bayern Múnich y se coloca una pulcrísima camisa blanca. Su gorrito rojo también es reemplazado por un sombrero y con ello se hace camino al andar.

“Yo soy muy feliz con los caballos. Más que un trabajo, esto es una pasión”, sostiene Carlos luego de realizar el trabajo del día con Flica. Luego la besa, la acaricia, le dice que debe dejar de ser chúcara. Ella escucha. Ni se queja. Así llega el baño y la cena, para él este animal es su razón de ser, quien vela por su salud, comida y entrenamiento. Es su todo.

El jefe de Carlos también se llama Carlos, pero se apellida Pesantes Campos. Él es propietario del criadero Monserrate y lleva en la sangre la pasión por los caballos de paso: su abuelo y su padre los montaban cuando trabajaban en las haciendas Chuquisongo y La Encalada, respectivamente.

Con los años ese amor creció y ahora pertenece, y lo señala con mucho orgullo, al grupo selecto de 63 criadores clase A, consignado en el libro negro de la Asociación Nacional de Criadores y Propietarios de Caballos de Paso. Él es quien está al tanto de la evolución de los ejemplares, ya que sabe que aquí lo que se necesita es más maña que fuerza.

“He tenido malas experiencias a lo largo de estos 22 años porque no saben trabajar a los caballos. Al animal tenemos que enseñarle quién es el que manda, siempre con buen humor, y así se convertirá en un buen amigo que camina a tu lado”, sostiene Pesantes y Coronado lo escucha atento, mientras acomoda en el suelo unos estribos de cajón.

Ambos son conscientes de que, si bien esto podría ser un hobby, también es una forma de vida. Por eso, pese a que ya se hace de noche, siguen con los preparativos para el concurso Norperuano que este año se realiza (hoy, 28 de julio) en Cajamarca. Van a ir con cuatro ejemplares y esperan ganar algún título. “Sabemos que nuestros caballos tienen elegancia al andar, van con soltura, sin movimientos bruscos, suavemente. Tenemos fe en ellos”, sostiene y se despide, junto a su colaborador Coronado. Los dos sonríen.

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