EL CARICATURISTA ES UN HOMBRE SERIO


SUPLEMENTO DOMINGO LA REPUBLICA JUNIO 12, 2011

El caricaturista es un hombre serio

Nadie en este país es capaz de desnudar a los políticos con trazos tan certeros como despiadados. Carlos Tovar, el popular Carlín, pone en evidencia la demagogia, la inconsecuencia y la improvisación de muchas figuras públicas. Aquí el registro de un encuentro con el tipo de mirada severa y adusto semblante que nos mata de la risa cada mañana.

Por Liz Mineo
Fotos José vidal

Carlos Tovar, quien bajo el seudónimo de Carlín publica desternillantes caricaturas políticas en este diario desde hace nueve años, pertenece a esa estirpe de humoristas que no tiene la risa fácil.

“Soy serio, muy a mi pesar– dice Carlín–. Me lo han echado en cara muchas veces. Cuando se enteran de que yo soy Carlín, la gente dice: ‘¿Ese es? No puede ser’... Soy tímido además. ¿Sabes que Borges era muy tímido? Pero era graciosísimo”.

En su territorio, la viñeta de la página dos del diario, Carlín también lo es.

Con un humor ácido y certero, Carlín desnuda el mundo absurdo de la política y ridiculiza a una gama variopinta de personajes públicos a los que no les perdona nada. Y lo viene haciendo desde hace más de 30 años, durante los cuales los presidentes que se sucedieron entre la dictadura militar de Francisco Morales Bermúdez y el segundo gobierno de Alan García, pasando por Fernando Belaunde, Alberto Fujimori y Alejandro Toledo, han sido sus blancos favoritos.

La columna del sabor

En esta última campaña electoral, sus caricaturas han seguido de cerca el drama y el absurdo de la primera y la segunda vuelta. Carlín se ha convertido en el columnista político preferido por muchos. Entre algunas inolvidables de esta temporada figura aquella viñeta que retrata al candidato Luis Castañeda rezagado en la pista gritando enfurecido: “No me importa quedar quinto en la primera porque en la segunda les gano”.

O aquella en la que dibuja a Alejandro Toledo, quien se desinflo después de liderar las encuestas, en un salón repleto de alumnos presentándose como el profesor que reemplazará a Lourdes Flores en el dictado del curso “Cómo perder una elección”. Y esa otra que muestra a Keiko declarando a la prensa que no pidió plata a su padre para pagar sus estudios usando los correos electrónicos que mencionaba una denuncia periodística sino otros cuyos nombres eran “Kewena Tuyuka”, “Tekito Laguita” y “Akino Mekedo”.

Carlín marca la agenda política, dice Omar Zevallos, caricaturista y autor del libro Trazos y Risas sobre los caricaturistas arequipeños.

Con su crítica feroz al poder, los caricaturistas cumplen una función muy importante. “Muestran el lado oscuro de los políticos, pero también brindan al lector un espacio de reflexión”, dice Zevallos.

Carlín tiene buena compañía. Junto con otros caricaturistas de nota como Alonso Núñez y Mario Molina en El Comercio, Heduardo en Caretas y Juan Acevedo en Perú 21, continúa la tradición de Julio Málaga Grenet, el más grande caricaturista peruano, según muchos.

El fino humor de Carlín ha hecho que el politólogo Eduardo Dargent sea uno de sus fans. “Sus caricaturas son lo primero que leo en el diario”, dijo a Domingo. “Su aproximación al poder es muy saludable. Critica a los políticos que se creen merecedores de admiración, respeto y hasta de miedo, pero viene un caricaturista y los muestra crudamente, tal como son”.

La historia detrás

La caricatura es el arte de la exageración de los rasgos físicos, pero la meta es capturar el alma de los retratados, dice Carlín.

Para hacer sus retratos corrosivos, Carlín estudia fotografías de sus víctimas de turno hasta encontrar el gesto que delate la estulticia, el doblez o la ambición desmedida. Según su colega Alonso Núñez, Carlín logra encontrar el gesto más ridículo y más revelador en los políticos. “Penetra en el personaje y hace una radiografía, un escaneo de su alma”, precisa.

Para Carlín, sus caricaturas ayudan a hacer pensar y, a veces, hacer reír. Su misión es revelar las contradicciones en las que suelen caer los políticos y confrontarlos con principios y con las promesas que hicieron para llegar al poder. Lo que siente por sus personajes es una mezcla de acidez con ternura.

“Es que a veces los veo como criaturas. Me provocan ternura porque me han hecho reír tanto en la realidad. Pero García sólo me provoca acidez”, asegura.

Sus detractores le achacan que es un humorista de izquierda y que se mofa más de la derecha y de lo que ella representa, y mucho menos de la izquierda. Carlín, quien dice que el humor es crítico, está en desacuerdo.

–Yo soy un hombre de izquierda, pero no soy un humorista de izquierda.

–¿Hay humor de derecha?

–Lo que hay es humoristas de derecha, pero involuntarios como Aldo Mariátegui.

A los que lo leen no parece importarles mucho su ideología. Un lector dejó un post en el link de sus caricaturas

(www.larepublica.pe/carlincaturas) que le decía: “Me gustan tus caricaturas aunque eres recontra rojo.”

Algunos políticos que suelen ser blanco de su pluma han reaccionado con ira. Una funcionaria de la Dirección General de Migraciones y Naturalización lo demandó en el 2007 por difamación. Carlín fue sentenciado a dos años de cárcel, pero el proceso fue desestimado en segunda instancia.

La ex congresista Anel Townsend, quien también fue blanco del humorista por sus continuos cambios de partido, prefiere tomar las cosas con calma. Los caricaturistas, dice a Domingo, son una necesidad.

“Pueden ser ácidos o críticos, pero nunca dejan de ser útiles”, explica Townsend, quien aún recuerda que Carlín dibujaba a su padre con orejas enormes en el semanario de humor Monos y Monadas que Nicolás Yerovi reabrió en la década de los 70.

Hay ocasiones en las que los políticos con sus dislates facilitan su trabajo. Como Trelles con la frase “Nosotros matamos menos”, o la de Rey sobre las esterilizaciones forzadas contra y sin su voluntad. También hay caricaturas que no son graciosas pero que invitan a la reflexión, dice Carlín. Por ejemplo, la del almirante Miguel Grau, que saca su brazo del cuadro y le increpa a Luis Giampetri por decir que matar a prisioneros rendidos es cumplir con el deber.

En su estudio en el departamento miraflorino en el que vive, sorprenden el orden y la pulcritud. Todo está en su sitio. Los libros en los estantes; los periódicos en una mesa aparte, y sus caricaturas organizadas en files. Carlín acaba de enviar su caricatura del día, tras dibujarla en la pantalla de su computadora Wacom Cintiq.

La máquina le ha permitido reducir su jornada de trabajo de dos a tres días a unas tres o cuatro horas por caricatura. “Soñaba con una máquina así”, dice.

Y también soñaba con vivir de la caricatura. Aunque se graduó de arquitecto en la Universidad Nacional de Ingeniería, nunca ejerció y trabajó como diseñador gráfico e ilustrador por muchos años. Empezó a hacer caricaturas cuando tenía 12 o 13 años y las colocaba en una ventana de su casa para que todos las vieran.

Carlín dice que quisiera pertenecer a la otra colonia de humoristas, aquellos que se matan de risa todo el día y encuentran humor en las cosas más mundanas, no solamente en la política. Admira el humor británico que hace reír haciendo escarnio de uno mismo.

–¿Y cuando haces tus caricaturas te dan risa, te diviertes?

–A veces me río solo. Parezco un loco.

Con eso y con que nos haga reír, basta y sobra.

Marxista convicto

Carlín se declara marxista, pero en sus caricaturas no hace propaganda de sus ideas. Eso no sería gracioso.

Como tampoco lo es el libro Habla el Viejo, que publicó en el 2002 y en el que fantasea y hace hablar al fantasma de Carlos Marx sobre la situación actual, la crisis del capitalismo. Tovar ha leído El Capital, la obra cumbre de Marx en la que critica al sistema capitalista y anuncia su caída. En uno de sus estantes, el Anti-Duhring de Federico Engels comparte espacio con Peanuts, la tira cómica de Snoopy de Charles Schulz.

–¿Debes ser una de las pocas personas que han leído El Capital?, le pregunto.

–Lo leí más de una vez, dice seriamente.

En la misma línea, Carlín publicó en el 2006 otro libro de ensayos titulado Manifiesto del siglo XXI. En él expone la necesidad de reducir la jornada laboral de ocho a cuatro horas.

Carlín en síntesis

• Nacimiento. Lima, 1947

• Estudios. Estudió dibujo humorístico y de historietas en cursos por correspondencia.

• Experiencia. Trabajó en Monos y Monadas entre 1978 y 1983.
Trabajó en El Idiota Ilustrado entre 1985 y 1992.
Colaboró en Día Siete, suplemento del diario Expreso, entre 1995 y 1998.

• Premios. Obtuvo el primer premio en la Bienal Nacional del Humor “Perú Ríe” (1984).

Obtuvo el Premio Periodismo y Derechos Humanos otorgado por la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos (2009).

• Libros publicados.

-Técnica del dibujo y la caricatura (1979)
-¡Basta ya, Carlín! (1982)
-Carlín es una rata (1991)
-Cien personajes en busca de Carlín (2001)
-Habla el Viejo (2002)
-¡Otga vez Caglín! (2004)
-Manifiesto del siglo XIX (2006)

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