Elecciones: Qué no nos gane el pesimismo

EL MONTONERO

Elecciones: Qué no nos gane el pesimismo

18 de Enero del 2016
Sobre la conducta de los electores y los políticos

La política se ha convertido en vil actividad. Y no es percepción, sino afirmación de una población que ve a los políticos como corruptos y ladrones, que mienten con desparpajo para ganar votos en toda elección, sin importarles el país sino sus propios intereses. La gente está furiosa frente al festín de planchas presidenciales, candidaturas y jales oportunistas que no responden a conductas políticas alineadas a principios e ideas. La población sabe que los políticos migran donde sus conveniencias personales pueden llegar a mejores puertos y, por tanto, no confían en ellos. La incredulidad ha extendido su reinado. La fe no existe. La confianza ha sido burlada ene veces. Sin embargo, parte de esa población sabe cómo sacarle ventaja a la situación sin que nada la afecte.

El oportunismo del elector pedigüeño es la respuesta frente a tantos candidatos buscando votos hasta con desesperación. Así también, ciertos electores se organizan para ser parte del festín electoral, para “desplumar” al candidato, para pedirle de todo, para hacerle firmar compromisos que saben no se cumplirán. “Hay que bajar a bases”, les dicen avispados “asesores” a los aspirantes a elegirse. Van donde saben quien dice ser el que controla mercados, ferias, asentamientos humanos, comerciantes e innumerables asociaciones. “Ya sabes cómo es”, les dicen éstos golpeando un puño en mano abierta, recordándonos las lentejas que pidiera ese dirigente Pepe Julio a la minera Southern para que la población diera luz verde al proyecto Tía María.

Ya se ha dicho que en las elecciones regionales pasadas no fueron suficientes los polos, almanaques, kilos de cualquier abarrote, pachamancas y caldos de gallina con presa cerca a los centros de votación. La gente quiere más. Quiere becas de estudio, electrodomésticos y dinero en efectivo. Y ya sabemos que más de uno compra todo. Comprar votos no les incomoda, no altera su moral, no afecta su estructura humana.

Las campañas políticas son muy caras. El mermeleo provinciano no se detiene, se alimenta de autoridades mafiosas que por cualquier adefesio de obra presentada contratan en los medios de comunicación publicidad pagada por las municipalidades y gobiernos regionales. Esas autoridades tienen sus candidatos al Congreso. Ya sabemos quién financiará esas candidaturas, de donde saldrá la marmaja, de qué proveedor, renta, canon o regalía.  

Los hombres de bien no tienen universidades que les sustente una campaña electoral, ni donaciones de desconocidos, ni ese contacto que abre puertas hasta del mismo infierno. No tienen los recurseos de temporada; de bases, partidarios y portátil porque ya no quedan suficientes militantes que con la suya se movilizan voluntariamente. El último recurso para los “aguja” incursionando en política son los parientes, amigos, chocheras y causitas, que improvisados y sin experiencia, hacen lo que pueden. Y lo que pueden no es suficiente para ganar una elección.

Los tontos con iniciativa recurren a todos los recursos vedados que los sensatos hombres de bien no se atreven. Ni en sus peores pesadillas cruzarían los límites de la corrección.

Así estamos. El pesimismo le estaría ganando a los entusiasmos después de observar a los potenciales candidatos en sus angustias por ser los elegidos. Una competencia no sólo de capitales, sino además de megalomanías, narcisismos, egocentrismos, guapuras, complejos, frustraciones, taras, mañas y otras desviaciones sicológicas y hasta psiquiátricas que ya comenzamos a ver.


Por: Manuel Gago

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