JAIME DE ALTHAUS: "ALAN GARCIA ES EL CULPABLE DE QUE YO SEA PERIODISTA"


PERU 21 JUNIO 15, 2010

“Alan García es el culpable de que yo sea periodista”

Desde su programa de entrevistas políticas, La Hora N, Jaime de Althaus se ha convertido en uno de los periodistas más poderosos del país. Autor de La revolución capitalista en el Perú, en esta entrevista nos habla de su trayectoria periodística –empezó en 1987– y de sus ideas.
Autor: Gonzalo Pajares C.

En el 67 ingresé a Derecho en la Católica. Al año me retiré en medio de una clase de Héctor Cornejo Chávez. Él era un jurista importante, un gran orador y fundador de la Democracia Cristiana, pero su curso –Familia– resultó paporretero. En una clase, mientras Cornejo leía los requisitos para el matrimonio (ríe), me levanté diciéndome: 'No he nacido para aprenderme de memoria los requisitos del matrimonio’. No volví más a Derecho”. Jaime de Althaus, conductor del programa La Hora N y columnista de El Comercio, nos habla de su desilusión con Derecho.

Y se fue a Ciencias Sociales…
Antes pasé un semestre en Literatura y viajé, tirando dedo, a Europa. Al regresar, me matriculé en Antropología, donde me enseñó Fernando Fuenzalida, un hombre brillante que les daba batalla a las ideas marxistas. Era la época en la que uno era o revolucionario o hippie.

¿Se hizo revolucionario o hippie?
Bueno, al principio, muy al principio, tenía ideas de izquierda, pero rápidamente me fui desengañando. Antropología, en la PUCP, tenía la Escuela Inglesa, y no era marxista. Claro, en esa época, intelectualmente, el marxismo parecía imbatible. Además, ejercía el 'terror ideológico’: si uno no era marxista, se convertía en un apestado. A mí me costaba mucho elaborar argumentos contrarios, pero aprendí a construirlos poco a poco.

¿Cómo se hace periodista?
Cuando Alan García era presidente, escribí un artículo contra una medida suya que afectaba a los más pobres. Se lo envié a Manuel Ulloa –dueño de Expreso– y, para mi sorpresa, se publicó un domingo. El lunes me llamó Manuel D’Ornellas, el jefe de la página editorial, a felicitarme y pedirme un texto nuevo. Y, desde allí, empecé a escribir todos los domingos. Yo acababa de publicar dos libros que no había leído nadie, pero en el diario tenía muchos lectores. A los pocos meses, Ulloa me llamó y me dijo que D’Ornellas iba a ser el nuevo director y me ofreció la jefatura de la página editorial. Acepté y así entré al periodismo. Y todo por la culpa de Alan García.

Usted apoyó a Fujimori…
Su plan económico, pero no el plan político. Condené el golpe del 5 de abril, el cierre del Congreso y, desde Expreso, propusimos buscar una salida: la elección de un Congreso Constituyente, lo que al final se hizo. A partir del 96 me opuse a la re-reelección y condené los gestos autoritarios del régimen.

¿Es cierto que en el 90 invitó a Fujimori a comer a su casa?
Sí. Manuel Ulloa hijo llegaba a Lima y yo quería presentárselo al presidente. Yo no tengo ni tuve ninguna simpatía personal hacia Fujimori. Aprobaba su política económica, pero desaprobaba su relación con los militares y su estilo político autoritario.

Además de Expreso, también estuvo en Cable Canal de Noticias (CCN). ¿Siente que salió limpio de allí?
¿Yo? Sí, porque siempre mantuve mis puntos de vista y no participé en ninguna de las cosas que pasaban allí.

Está en contra de la sentencia a Alberto Fujimori, ¿no?
Así es. Creo que debe ser procesado, enjuiciado y, eventualmente, condenado por el golpe del 5 de abril, por haber sojuzgado a las instituciones, por temas de corrupción –si es que se le encuentra corrupción–, pero no por temas vinculados a la lucha contra Sendero porque, en ese tema específico, utilizó una estrategia vencedora y respetuosa de los derechos humanos.

¿Y el grupo Colina?
De acuerdo. Pero, en el caso de La Cantuta hay que demostrar que dio la orden o aprobó la matanza de los estudiantes.

¿Y los mecanismos que creó para encubrir a los asesinos?
Bueno, que se le acuse por encubrimiento, pero no por asesinato.

¿Qué piensa de Alan García '2’?
Es un milagro. El problema es que se ha pasado al otro extremo. Quizá, por expiar sus culpas, se ha preocupado solo por atraer a la gran inversión –nacional y extranjera–, lo que no está mal, pero le falta un poco de populismo sano, estar más cerca del pueblo, en el campo, dirigiendo los programas de lucha contra la pobreza, preocupándose por la pequeña empresa, por la pequeña agricultura de la sierra... Le falta identificarse con la gente pobre.

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