LA NOCHE EN LA QUE JUAN DIEGO FLOREZ COMPROBO QUE ES "LA VOZ" DEL PERU


EL COMERCIO ABRIL 11, 2012

CRÓNICA: La noche en la que Juan Diego Flórez comprobó que es “la voz” del Perú

El tenor peruano dio memorable estocada musical en un Jockey Club que reventaba. Marco Zunino lució su histrionismo y entonó dos temas junto al cantante

(El Comercio)
MARÍA PÍA BARRIENTOS
Redacción online

Cierra los ojos. Sus manos se contorsionan acompasadas, elegantes. Acompañan su conciso cantar, lo adornan. Su voz grave, pero sinuosa corta y teje; propone y dispone. Su voz es la ama y señora de la noche. Lo llena todo, lo cambia todo, lo envuelve todo. Su voz es la merecida protagonista de una velada en la que más de 8.000 personas cayeron rendidas a sus peruanísimos pies. Es que ayer Juan Diego Flórez dejó algo claro: es la indiscutible voz del Perú.

PRIMER ACTO
En el Jockey Club Lima espera expectante. La cuestión comienza puntual. A las 9 de la noche la orquesta Sinfonía por el Perú (integrada por jóvenes entre los 12 y los 25 años) empieza a hacer gala de su magia. Los brazos del director Espartaco Lavalle se mueven frenéticos. El batallón musical que lidera regala la Obertura de Nabucco de Verdi, aperitivo musical que cumple a la perfección con su función: abrirnos el apetito.

Un elegantísimo Juan Diego Flórez irrumpe luego en escena. No se demora. Se para erguido frente al micro y abre la boca sin titubeos. En ese momento todo parece detenerse. Para comenzar, el tenor nacional interpreta una de las arias de La Traviata de Verdi. Entiendo por qué prácticamente no hay un solo sitio vacío. Comprendo por qué en 2003 Pavarotti lo proclamó su próximo sucesor. Luego se va.

La orquesta continúa sola. Tras una pieza el tenor vuelve a escena para interpretar “Amapola” de José M. Lacalle y “Granada” de Agustín Lara. Luego vuelve a repetir el consabido ritual. Entra y sale. Viene y va. Nos da de a pocos, pero en cada ataque se entrega entero.

MARCO MUSICAL
Cinco muchachitas embutidas en centellantes vestiditos de lentejuelas le dan un giro de 180° al timón. Se contonean sensuales, mientras cantan en inglés. “Y ahora nuestro invitado especial… Marco Zunino”, anuncia una grave voz en off.

El valiente que se atreve a cantar al lado de uno de los grandes entra confiado. Para no decepcionar parece tener una buena estrategia entre manos: echar mano de todo su carisma. “All I care about is love” (de “Chicago”) entona de frente como para que nos acordemos de que acaba de regresar de hacerla linda en aquel Broadway que se intuye tremendamente lejano. “Es un honor para mí cantar con una de las mejores voces del mundo”, afirma Zunino tras hacerle propaganda a la obra que pronto presentará, la versión nacional de “Chicago”. Luego Juan Diego se le une y comienza lo bueno.

Marco el histriónico no se deja opacar. Baila, sonríe sin parar y con una interpretación segura, pero a la altura, cumple con la misión que tiene entre manos: cantar con Juan Diego Flórez sin quedar en ridículo. “Volare”, entonan a dos voces. “New York, New York” aterriza luego para comprobar que nuestro tenor es capaz de interpretar lo que le venga en gana imprimiéndole a todo siempre su poderoso estilo. “Tengo el placer de conocer al compositor de esta canción. Estaba encantado de saber que Juan Diego iba a cantar su canción. Hizo un arreglo especial para nosotros”, explica el actor de “Al fondo hay sitio”. Tras ser abrazado y agradecido por el rey de la noche, Marco Zunino se va para ya no volver.

POR ESO TAMBIÉN ME LLAMO PERÚ
Un nuevo tramo en el viaje por el extenso repertorio de Flórez se inicia. La travesía llega a su punto central en un apartado dedicado a nuestro Perú, a nuestras raíces, a nuestra riquísima cultura.

Aquí todo es fusión, es mezcla. Es combinación de lo cásico y lo popular, de lo sabroso y lo elegante, de la internacional voz de un grande y las letras más representativas de todo un pueblo.

Las grandes pantallas anuncian las canciones que vendrán. “Popurrí de Huaynos: ‘Ojos Azules’ y ‘Valicha’” se lee en el monitor. La multitud suspira y Juan Diego le da una estocada directa al corazón. Canta, encanta y remueve emociones, especialmente al entonar “Valicha” en quechua. El público acompaña su faena musical con las palmas. Al terminar (en un tono altísimo que lo invade todo) deciden rendirle tributo y por primera vez en la noche lo aplauden de pie.

El grande vuelve a retirarse y la orquesta aprovecha su ausencia para presentarnos una marinera peculiar: interpretada al son de violines, arpas, chelos, entre otros clásicos instrumentos.
A continuación, el tenor le da una estocada a los nostálgicos con un popurrí de valses que incluye las criollísimas cortavenas “Regresa” y “Ódiame”. “Viva el Perú y Sereno” llega después para hinchar el rojo y blanco corazón, mientras que las luces del escenario se tornan del color de nuestra bandera bicolor.

Tras una peculiar versión interpretada únicamente por la orquesta de la normalmente jaranera “Préndeme la vela”, el artista sorprende con una íntima (pero ya muy difundida) versión de “La flor de canela”, interpretación que gusta, pero que no consigue despegar al público de sus asientos.

LA ÚLTIMA LLAMA
Tras la descarga nacionalista, el cantante retorna a lo más tradicional y nos regala aplaudidísima interpretaciones de las emblemáticas “La donna e mobile” y “O sole mio”.

“Quería decirles que con su presencia están ayudando a la fundación Sinfonía por el Perú”, recordó el tenor en uno de los pocos momentos en los que le habló a la multitud. Cabe precisar que la presentación fue a beneficio de la organización sin fines de lucro que el artista creó y que busca acercar a los niños a la música.

Un popurrí latinoamericano con mucha personalidad y la potencia de siempre llega después. El peruano entona con su avasalladora voz temas como “Se me olvidó otra vez” y “La barca”. Está a punto de despedirse, pero el público le pide un poco más.

Dicen que hay que batallar hasta quemar el último cartucho y como buen peruano, Juan Diego Flórez cumplió y lo dejó todo en la cancha. El tenor nos regala nuevamente “Ojos Azules”, canción que es celebrada a punta de palmas y de pie. “Muchas gracias y que tengan buenas noches”, replica escueto un grande y se va para ya no volver.

Su voz sigue retumbando. El corazón de Lima sigue desbocado. Juan Diego Flórez regresó para comprobar que vale un Perú.

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