EL ODIO ES CERO GLAMOUR


 
 
 
PERU 21 ABRIL 14, 2013

El odio es cero glamour

Domingo 14 de abril del 2013 | 00:09
Coincidimos el jueves, en asientos contiguos, en el front row del desfile de Gerardo Privat en la Semana de la Moda y, al hallarnos frente a frente, Magaly y yo, todo aquel antiguo rencor pareció evaporarse, como si la resaca de todo lo sufrido se esfumara en el alma, yo no sé.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Comencemos reconociendo con hidalguía que le debo mi primera-primera plana. En aquellos días de fines de los 90, algo aburrido del tradicional semi-anonimato o seudo famita del aguerrido reportero dominical, confundido al extremo de creer que debía confundirme siempre con mis propias primicias y, seguramente convencido de que ocupar la portada completa de un diario pondría a la gente a pedirme autógrafos, me aumentaría el sueldo o significaría en mi vida algo verdaderamente trascendental, tome la decisión consciente de besarla esa noche, en los labios, a como diera lugar. La Chola Chabuca nos había invitado a su show y yo aproveché aquellos verdaderos cinco minutos de fama para abalanzarme sobre Magaly con desenfrenada y oportunista pasión. Eso pasó en la televisión pero no en la vida real. Si nos preguntan si alguna vez nos hemos besado, lo negaremos con total firmeza. Muchas veces, la tele es un universo imaginario y las cosas que suceden allí nunca ocurrieron en realidad. Cualquiera que haya trabajado en ella sabe de lo que hablo: con rarísimas excepciones, la gente que se declara su amor ante cámaras no se ama en realidad, la gente que se pelea ante cámaras no se pelea en realidad, la gente que se desmaya ante cámaras no se desmaya en realidad, la gente que se propone matrimonio ante cámaras no se casa en realidad, la gente que se revienta cohetes ante cámaras no se revienta ningún cohete en realidad.
La foto del pico, efectivamente, fue titular. La mandé enmarcar y todavía la tengo guardada, envuelta en periódicos amarillentos, en alguna de esas cajas que, mudanza tras mudanza, no me he animado, en años, a desembalar. La frágil notoriedad alcanzada gracias al piquito con La Urraca se evaporó en cuestión de dos o tres días en los que seguramente tuve que trepar a la punta del cerro a hacer mi siguiente reportaje y todo volvió, sin pena ni gloria, a la normalidad. Un año antes, algo aburrido del tradicional semi-anonimato o seudo famita del aguerrido reportero dominical y, seguramente convencido de que volverme flaco pondría a la gente a pedirme autógrafos, me aumentaría el sueldo o significaría en mi vida algo verdaderamente trascendental, había tomado otra de mis habituales decisiones delirantes: me había hecho la lipo en TV nacional. No era, por supuesto, una lipo cualquiera, la mía era una mega-lipoescultura. Tan mega, pero tan mega que hubo que hacérsela en dos tandas porque todo aquel bofe acumulado en todos los intersticios de mi fatigada anatomía no se podía aspirar hacia afuera de un solo viaje. Dolió, sí, pero no mucho. Dolió como si me hubieran pateado en el suelo entre veinte para ser aceptado en las filas de la Mara Salvatrucha. Pero, en honor a la verdad, tuvo también su recompensa y pude volver a las tiendas a comprarme ropa como la gente normal sin tener que pasar por la humillación de salir del probador a devolver una montaña de pantalones 38 que no me entraban. Eso me pasó en la televisión y también en la vida real. ¿Valió la pena? Seguro que sí porque, gracias a aquella mágica lipo, una influyente damisela empezó a piropearme públicamente llamándome cuero y otras cosas semejantes a las que yo no estaba –ni estoy, ni estaré jamás– acostumbrado. Era Magaly, por supuesto. Y yo, que todavía no tenía claro que la gente que te coquetea en pantalla no te coquetea en realidad, caí redondito y me la creí y me puse a mandarle flores con mensajitos en verso que ella leía de modo muy travieso en su programa a lo que yo, que no tenía programa propio, respondía buscando nuevas y variadas formas de llamar su atención y, de taquito, la atención de toda la población. Los pertinaces coleguitas del espectáculo empezaron a buscarme con el mismo interés cultural con que hoy buscan a Andy V y comenzaron a tomarme en cuenta, por ejemplo, para encuestarme en notitas cojudonas del tipo “¿cuál es el lugar más insólito en el que has hecho el amor?”.
A partir de aquel romance televisivo ocurrió en mi vida algo muy extraño y desconcertante: todos en la calle me reconocían pero nadie sabía quién era ni a qué me dedicaba, ni siquiera cómo me llamaba. Lo único que sabían era que yo era el “novio” de Magaly. Y, fuera adonde fuera, Lima o provincias, todos me gritaban: te busca Magaly, ahí viene Magaly, suave con Magaly. El vacío existencial me devoraba. Era, más o menos, como ser López, el perro de Raúl Romero. Era como ser famoso pero al revés. Un buen día –muy esperado, claro– ella me invitó a su programa. Yo no había hecho shows en vivo todavía y esa noche, en medio de mi natural ataque de pánico escénico, me tomé tantos vodkas para aplacar los nervios que salí al aire absolutamente zampado. Proferí tal cantidad de sandeces que terminamos trenzándonos en un duelo altisonante y absurdo que, nadie sabe cómo, degeneró en odio irracional, horror y desolación, en años y años, en década y media del más cruel e inacabable derramamiento de sangre: el expediente y la vida secreta, mi madre y su hijo, la carta y el libro, la picatodo y la discoteca, el exilio y la cárcel, el valor y la verdura, el perrito y la calandria. Y, de repente, al filo de una pasarela, el último jueves nos vimos las caras y fue como si nada de todo esto hubiera pasado y todo lo que tuvimos para decirnos fue: Hola, qué tal, ¿qué te cuentas?, ¿cómo te fue en París? Eso pasó en la televisión y también en la vida real. Quizás sea que, a nuestra edad, hayamos entendido que, antes que destruir a su blanco, el rencor destruye primero a quien lo incuba. Quizás sea que estamos en un momento de la vida en el que no podemos darnos el lujo de perder el tiempo desatando otra carnicería humana. En suma: quizás sea que ya estamos grandecitos para cojudeces. Para ser verdaderos, los odios tienen que ser sostenidos porque el odio que no es sostenido no es odio. Y para serles absolutamente franco: qué flojera, el odio, qué flojera. Quizá para conjurarlo del todo baste con reconocer con hidalguía que el odio siempre oculta un trasfondo de genuina y contenida admiración.
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PERU 21 ABRIL 7, 2013

Levántate, Maicelo

Domingo 07 de abril del 2013 | 00:09
Maicelito: Acabo de leer tu mensaje de las tres de la mañana de ayer: Solo te escribo porque estoy algo triste pero muy sereno porque hoy aprendí a levantarme y acepto mi derrota con mucha humildad. No estés triste, batería. ¿Triste porque te caíste? Tranquilo. No hay nada de qué avergonzarse cuando uno cae peleando.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Maicelito:
Acabo de leer tu mensaje de las tres de la mañana de ayer: Solo te escribo porque estoy algo triste pero muy sereno porque hoy aprendí a levantarme y acepto mi derrota con mucha humildad. No estés triste, batería. ¿Triste porque te caíste? Tranquilo. No hay nada de qué avergonzarse cuando uno cae peleando. Total: hasta al más Rocky Balboa, tarde o temprano, le llega su Iván Drago. Alégrate, huevón. Estás vivo y te fue muchísimo mejor que al pobre mexicano que en paz descanse. Yo sé que esa abollada duele bien feo, pero el dolor pasa, la rabia se enfría y la hinchazón baja con hielo. Eso sí: nunca vuelvas a publicar fotos de tu cacharro chancado, por favor. Nadie podrá decirte que arrugaste, te batiste como un animal endemoniado hasta el final. Te noquearon pero es la primera vez, y lo primero que vas a aprender es que nada te hace más sabio que una caída aparatosa: morder el polvo de verdad te enseña más que cinco años de universidad, compadre, créeme, desplomarse delante de todos es la mejor lección del mundo. A cada persona de este planeta debería ocurrirle por lo menos una vez en su vida.
A veces, el box se parece peligrosamente a la vida. Cuando haces algo bien, nadie lo recuerda. Cuando haces algo mal, nadie lo olvida –nos enseñó Mohammed Alí, que no tenía ni una gota de esa famosa humildad que todos te exigen ahora. Yo te prefiero creyéndote más alto, más guapo y más colorado que ese tal Rustam que acomplejándote y meándote en los shorts como hacen tantos futbolistas que aflojan la huacha apenas tienen delante un europeo. Tú nunca te has sentido menos que nadie. Y ahora, menos. Nunca se me va a olvidar esta historia que George Foreman contaba: El día antes de pelear con Alí en Zaire, la gente me miraba con terror, decían: “¡Mierda, ese es el tipo que va a pelear con Alí”, pero no se atrevían ni a pedirme un autógrafo. Después de que perdí la pelea, venían y me ponían una mano sobre el hombro: “Lo hiciste bien, George, ya habrá otra oportunidad…”. Pasar de ser temido a ser compadecido, eso es una caída.
Has jurado revancha, mi querido Depredador de San Judas Tadeo. Has dicho que le vas a dar al Perú lo que se merece: que nos vas a dar nuestro merecido. El Perú se lo merece todo, por supuesto, pero –cuidado– no todos los peruanos se merecen que les dediques tanto sacrificio, sería bueno que lo tuvieras claro. Tú sabes qué salió mal y qué tendrás que mejorar para la próxima, y lo que no sabes se lo preguntas a tu entrenador pero, por favor, no escuches a absolutamente nadie que te venga con: Ay, sí, que peleaste con paquetes; ay, sí, que te volviste muy farandulero. Son cojudeces. Los peruanos nos creemos los grandes expertos en decirle al boxeador cómo boxear, al médico cómo operar y al caballo cómo cabalgar. No escuches a nadie, campeón. Cágate de risa de todos los babosos que no tienen nada mejor que hacer con su tiempo que inventar ‘memes’ con tu foto para celebrar que por fin hiciste lo mismo que ellos han hecho desde que nacieron: perder. Cágate de risa de todos los pobres diablos que salen a tirar serpentinas y pica-pica porque perdiste una pelea. Te han derrotado, sí, pues, caballero. Derrotado pero no destruido. Solo se cae el que está de pie. Esos que nunca se han caído es porque probablemente se han arrastrado, toda su vida, como lombrices por el suelo. Tú estás condenado a ser el más grande.
¿Sigues allí tumbado en la lona? Levántate, carajo. Para bombardearme de correos y romper las pelotas con tus clásicos Hazme el cherry de la mecha, causa, que nadie me para balón. Achórame con una entrevista elegante, causita… para eso sí eres paloma, ¿no? Ahora, te me levantas. Levántate, negro, porque tu viejita –que te hizo lo que eres limpiando jatos que no eran suyas– te está mirando en el LCD gigante que le compraste, en la sala de esa jato que tú le construiste con tus manos. Levántate porque la noche del viernes, cada vez que el narrador de ESPN te llamaba “El Inca”, se nos inflaba el pecho de emoción. Levántate porque hay miles de niños peruanos que, en los recreos, juegan a ser tú, porque prometiste a tus alumnos de Educación Física de Los Reyes Rojos que un día serías campeón del mundo. Levántate porque, para todos los chibolos de Los Barracones del Callao, tú que te fuiste a Nueva York eres la única prueba viviente de que hay una vida más allá de la humareda maldita que les ahoga la existencia. Levántate, Maicelito, porque cuando te subes a un ring, todos ellos se suben contigo. Levántate y haz lo que mejor sabes hacer: golpea, baila, resiste, gana. Ahora que los golpes duelen todavía, guarda este recorte y, cuando suceda, te acordarás de mí: el día que seas campeón mundial, todos los que ahora joden, todos los que nunca hicieron nada por el Perú, gritarán “ganamos”. Ganamos es mucha gente. Que no sean pendejos porque la gloria será íntegramente tuya.
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PERU 21 MARZO 24, 2013

Hacer TV es fácil

Domingo 24 de marzo del 2013 | 00:11
Ahora que absolutamente cualquier cristiano puede tener programa de televisión, hemos querido obsequiarte este sencillo decálogo para que sepas todo lo que necesitas saber antes de tu grandioso debut.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Del género y del formato: Si tu programa es femenino, nunca partas del supuesto de que las mujeres son unas bobitas que solamente trapean, bordan, guisan y se maquillan. Si tu programa no es de concurso, no le pongas premios ni castigos. Si quieres hacer un programa divertido, asegúrate de no llenarlo de cadáveres, y si quieres hacer un programa sobre cadáveres, asegúrate de que no sea divertido. Si tu programa no es gastronómico, no te pongas a comer en él: a menos que seas Gastón (y sepas decir “mmm” igualito que él), anda come en tu casa, no queremos verte sorbiendo leche de tigre con yuyo, a toda pantalla, en nuestro LCD de 60 pulgadas. Pregúntate primero qué programa quieres hacer, y si no tienes la respuesta, será mejor que no lo hagas. Si debutas creyendo que lo averiguarás después, lo más probable es que nunca lo sepas. Y si tú no lo sabes, nadie se tomará el trabajo de verte para tratar de descubrirlo.
De las lágrimas: Muy importante este asuntito de aprender a dominar los fluidos corporales en pantalla. Es cierto que, a veces, es incontrolable pero hemos de tratar, a toda costa, de evitar el llanto frente a cámaras. El advenimiento de las lágrimas debería ser, por su propia naturaleza, un evento íntimo, privado. El televidente sagaz sospechará automáticamente de una persona que, pudiendo llorar en cualquier otra parte, elige hacerlo en televisión nacional. Y sospechará el doble cuando quien llora es la animadora del programa abrazando a un cojo que ha arrojado las muletas.
De los desnudos: La lógica es muy simple: si un personaje nos resulta repelente estando vestido, probablemente lo será mucho más si nos lo ofrecen calato. Algunos productores parecen creer que la desnudez humaniza a los cretinos. O peor, que democratiza. Error. Nada nos hace menos iguales ante los ojos de los demás que un striptease. Ojo. No es moral nuestro reparo. Celebramos como nadie la gloriosa belleza de los cuerpos siempre que podamos ahorrarnos el inconveniente de someterlos a esas impúdicas preguntas de cultura general.
De las locuciones: Quizás no sea el único daño que le han hecho a la televisión los pacharacos anfitriones del telemercado, pero lo cierto es que, en años recientes, muchos reporteritos y reporteritas de televisión –y muy especialmente los de farándula– confunden locución con pregón y no locutan: barritan sus textos en off con el exasperante sonsonete de una humitera de antaño o de un catre-botellas guarapero. Coleguitas del futuro, háganse un gordo favor y ahórrense ese maldito canturreo de payaso de plazuela o chocherita péndex. Nos queda claro que ya se saben la música pero, por Dios, primero apréndanse la letra.
De los bailes: Si tu programa no es de baile, no hay razón para bailar desde que empieza hasta que se acaba. Nadie está tan contento que necesite ir por la vida bailoteando ininterrumpidamente. Y si no eres Nureyev ni Isadora Duncan, si no danzas extraordinariamente como para merecer bailar en televisión, no te va a pasar nada si paras, es más: puedes dejar de hacerlo en este instante.
De los romances entre famosos: Los televidentes tenemos razones para la suspicacia cuando el conductor invita permanentemente a su célebre flaca al set. También cuando habla permanentemente de ella, la llama por teléfono al aire o la ampaya con otro usando las cámaras del programa. Peor aún si llega al extremo de reencontrarse en pantalla con su ex o si tiene la ordinariez de organizar un karaoke de boleros cantineros y rancheras de despecho reuniendo en el set a los sucesivos y ciertamente nostálgicos ex de su ex.
De los romances entre conductores de un mismo programa: Siempre son de mentira pero nos encaaantan. Como el horóscopo, ¿no? Ejem. Fin del comentario.
De los accidentes aparatosos en los reality shows: Ver ítem anterior.
De los enanos y los obesos: Empecemos diciendo que es discriminatorio llamar enanos a las personas pequeñas y obesos a las personas grandes. Y lo es aún más limitarlas a los programas cómicos en los que, las más de las veces, se reirán de ellos y no con ellos. Intentar suavizar la cosa diciéndoles enanito o gordito no ayudará mucho del mismo modo en que usted no deja de decirle a alguien maricón cuando le dice mariconcito. Basta ya. No existirá una real igualdad hasta que, en los así llamados “programas serios”, no se imponga una mínima cuota, un porcentaje reglamentario de enanos, obesos y mariconcitos. Entiéndase como mariconcito al emplumado y laberintoso, claro, no a los que lo ocultan (con poco éxito) o a los que (casi) no se nos nota. Que el programa de la competencia tenga su pájara propia no significa necesariamente que el tuyo también deba contratar otro como contrapeso.
Del talento: Aunque la TV insista en ir en sentido contrario, está más o menos demostrado que no basta con ser mariconcito para tener programa. Como dijo Franco De Vita: no basta. Algún talento adicional habría que tener. La misma regla puede aplicarse para cualquier índole de wachiturras y culisueltas. Pastelero a tus pasteles. Si eres un periodista, no te computes pulposa vedette. Si eres payasa, no entrevistes; si eres galancete, no te sientas un Luther King, y si eres la candelejona de la novela, no te alucines Indira Gandhi.
De las preguntas de los reporteros: ¿Qué expectativas para hoy? ¿Cuánto tiempo dedicado a esto? ¿Qué recuerdos de sus inicios? ¿Qué tal el cebiche/el pisco sour? y ¿Qué proyectos para el futuro? Estas deberían ser las cinco primeras preguntas del inexistente Manual de Preguntas Imbéciles del Reportero Mediocre. Primero, hay que hacer todos los esfuerzos necesarios para que nuestra pregunta contenga un verbo: “¿Qué expectativas?” no es una pregunta, es la mitad. Segundo, ¿de dónde hemos sacado que el único tema del que se puede hablar con un extranjero es nuestra excelsa cocina? Cuando te entrevistan en México no empiezan preguntándote cuán ricos te han parecido sus tacos y su tequila. Tercero, cuando sales a cenar con un amigo nunca le preguntas qué expectativas tiene para la cena, hace cuánto tiempo que acostumbra cenar, qué recuerdos tiene de su primera cena o cómo cree que será su última cena, de modo que no asumas que la persona que vas a abordar con tu impertinente micrófono es más idiota que tu amigo. Y si no tienes nada más interesante de qué conversar, tropiézate con un libro más a menudo, bájale horas al Facebook y al Play o, por lo menos, tómate un tiempecito para pensar y así preguntarás cada vez menos cojudeces.
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PERU 21 MARZO 10, 2013

Música contra miseria

Domingo 10 de marzo del 2013 | 00:11
La comparación sonará cruel, pero me sirve para lo que quiero ayudar a demostrar. Déjenme proponer el siguiente ejercicio: pensemos en dos jóvenes peruanos contemporáneos, ambos de edades similares, ambos famosos por las razones más opuestas, el uno en las antípodas del otro. Pensemos, por un instante, en Juan Diego Flórez y en Canebo. Imaginémoslos de niños, en sus casas. La misma época difícil, el mismo difícil país. Imaginémoslos a ambos, de diez años. ¿Clases sociales distintas? Seguro. ¿Padres ausentes? Los dos. Uno creció rodeado de instrumentos musicales. El otro, de armas de fuego. ¿Qué es lo que hizo que el uno optara por el bel canto y el otro, por el crimen? ¿Qué catapultó a uno a los grandes escenarios del mundo y precipitó al otro al abismo sin fondo de las prisiones? ¿La pobreza, solamente? ¿El talento, nada más? En una de estas dos infancias existió algo que en la otra no. En una de estas dos vidas se cultivó el espíritu: la armonía, el arte, la música, la belleza.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
¿Cuánta música existió en tu vida? Yo no sé tocar ningún instrumento, no tuve esa suerte, pero mis padres, los fines de semana, escuchaban longplays de la Deutsche Grammophon y supongo que, mal que bien, sé lo que es un saxofón, sé cómo luce y puedo reconocer su sonido en una orquesta. Lo que no sabía era que existían diferentes tipos de saxofones. Ignoraba cuál era la diferencia entre un saxo barítono, un saxo tenor, un saxo alto y un saxo soprano. Ahora la sé porque ayer me la enseñaron los niños músicos del Núcleo Manchay del Sistema de Orquestas Infantiles y Juveniles ‘Sinfonía por el Perú’. La mañana que lo entrevisté y lo escuché hablar con tanta ilusión de este inmenso sueño, Juan Diego Flórez prometió que nos permitiría –a mis camarógrafos y a mí– acompañarlo en esta esperada visita que, para él, lucía tan o más importante que interpretar el rol de Arnaldo en la ópera Guillermo Tell. Nos encontramos en el elegante lobby del Miraflores Park Hotel, desde donde partimos en una moderna van: botellitas de agua mineral helada y el aire acondicionado a máxima potencia. A bordo, una entusiasta delegación de filántropos amigos de la música –llegados desde todas partes del mundo– observaban por las ventanillas, asombrados, cómo, en cuestión de minutos, el arbolado paisaje de los distritos turísticos de Lima iba cambiando violentamente para dar paso a las calcinantes y desérticas arenas de una de las zonas más pobres de nuestra urbe: Manchay. Cuando las puertas del vehículo se abrieron, todos los visitantes fuimos abrasados, al unísono, por el rigor de la canícula y la chispeante algarabía popular. Aunque jamás fueron a la ópera, eufóricas madres batían pancartas y cartelones vitoreando a Juan Diego cual si estuvieran pidiéndole el mítico bis de La figlia del reggimento en la Scala de Milán. Estaba cantado que, para ellas, el glamoroso Juan Diego se ha convertido en una extraña especie de revolucionario superstar.
“Lo más trágico de la pobreza no es la falta de pan o de techo. Lo más trágico de la pobreza es la sensación de no existir, de no ser nadie” –dijo la Madre Teresa. Y al legendario director de orquesta venezolano José Antonio Abreu le gusta citarla en cada entrevista que ofrece. Abreu es el genio visionario que, hace 36 años, se propuso sembrar todo Venezuela de orquestas de niños y jóvenes para rescatarlos de la marginalidad. “La música cambia vidas”, repetía y, por supuesto, lo creían un loco y se reían de él. Comenzó con once chicos ensayando en un garaje. Hoy, tras haber recibido el decidido apoyo de ocho gobiernos consecutivos de su país y muchos de los premios de cultura más importantes del mundo, 400 mil muchachos de las poblaciones más deprimidas de Venezuela son el testimonio vivo de que no se equivocó: chicos que estaban destinados a empuñar un revólver empuñaron una flauta dulce o un violoncello y protagonizaron un auténtico milagro. Un milagro de amor al que, escuetamente, llaman ‘El Sistema’. A Juan Diego Flórez le gusta citar siempre a José Antonio Abreu como inspiración, y esta mañana, mientras nos explica sus gigantescos planes, se le infla el pecho de emoción. Como prueba irrefutable de que la maravillosa fórmula funciona, nos propone a otro venezolano universal: el archicélebre Gustavo Dudamel, un ex alumno de los núcleos de Abreu quien hoy, a sus 32 años, es director de la Orquesta Filarmónica de Los Ángeles, de la Sinfónica de Gotemburgo y de la Sinfónica Simón Bolívar, íntegramente formada por músicos de ‘El Sistema’, todo un prodigio que, valgan verdades, fue una de las máximas obsesiones de Hugo Chávez y arrancó lágrimas de emoción al mismísimo Plácido Domingo.
“Cuando estos chicos tocan por primera vez ante su familia, en ese instante mágico nace un nuevo ser humano”, continúa Juan Diego predicando, en fervoroso inglés, el Evangelio Abreu. “Ocurre una revelación y, también, una revolución. Sus vidas se transforman. En ese instante, ese niño comienza a ser alguien, a tener una nueva identidad y una nueva dignidad, a ser el orgullo de sus padres, de sus hermanos, de su barrio, de su comunidad. Deja de ser uno más del montón y se convierte en el músico, el importante, el artista”. Lo dicho: no hay peor miseria sobre la Tierra que la de no ser importante para nadie. Adentro, en el calor feroz de los salones parroquiales, la sección de cuerdas ensaya al lado de la de vientos generando un pandemónium majestuoso. Los pequeños concertistas de tuba, trombón, oboe y fagot lucen concentrados, circunspectos, impecables. “Mente limpia. Manos limpias. Instrumentos limpios” rezan los letreros en los ambientes que el curita cascarrabias les presta feliz para sus ensayos. Paciencia. Puntualidad. Dedicación. Tolerancia. Pasión. Constancia fueron algunas de las respuestas que me dieron los chicos cuando les pregunté qué les estaban enseñando además de la música. Lo que quizás no saben es que sus padres terminan aprendiendo también todas esas virtudes. Las imitan de ellos. Y los números demuestran que sus notas mejoran, su conducta mejora, su autoestima mejora, sus destrezas sociales mejoran, todo mejora, todo.
Los planes de Juan Diego y ‘Sinfonía para el Perú’ no conocen límites. Los núcleos se están extendiendo poco a poco, comenzaron por los barrios de Lima y Callao, pero ya se empiezan a formar también en muchas ciudades del interior. Ya existe incluso un sofisticado taller de luthiers (fabricantes de instrumentos musicales) en la Iglesia de Andahuaylillas, en el Cusco. Hay, en proyecto, un coro de sordomudos cuyas voces serán reemplazadas por sus manos, enguantadas de blanco, danzando sincronizadamente en el aire al ritmo de la –para nosotros imperceptible– vibración de la música. Y si Dios quiere, en los deprimentes, hórridos patios de los “centros de diagnóstico y readaptación social de menores infractores”, como Maranguita y demás depósitos humanos, algún día no muy lejano, los pandilleros, los faites precoces, las ‘Gringashas’ y los ‘Gringashos’, a los que todos –hasta el propio presidente– llamamos “miserables”, dejen de tajarse los brazos de tedio o a colgarse directamente de una viga de la pura desesperación. Ojalá los cuatro ministerios que podrían ponerse las pilas, y asumir como propia esta cruzada, descubrieran que, tan solo cambiando chairas por arcos de violín, y quetes por clarinetes, miles de jóvenes tristes podrían hallar por fin la alegría que les es tan esquiva, la que se oculta en el corazón fantástico de la música. La idea es tan simple como perfecta: La cultura para los pobres no puede ser una pobre cultura porque el hambre y la necesidad en el Perú son también –y sobre todo– espirituales. Ya estuvo bueno de limosnas y mendrugos disfrazados de Responsabilidad Social. Ejecutemos esta Sinfonía por el Perú. Todos. Por una vez en la vida, juntos. Y, por favor, no desafinemos. No dejemos pasar esta gloriosa oportunidad de servirle para algo a este país.
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PERU 21 MARZO 3, 2013

Con una ayudita de mis amigos

Domingo 03 de marzo del 2013 | 00:09
En el saludable afán de chambear menos por mi cumpleaños, pedí a mis amigos que me escribieran alguna escena extraída de la película asombrosa y, a veces, terrible que han compartido conmigo. El espléndido resultado fue esta especie de tributo a la amistad que me ha dejado con la dulce sensación de que me he muerto y me están recordando. Que la gente les siga preguntando: ¿Cómo pueden ser amigos de Beto Ortiz? Qué suerte tengo. Gracias, muchanchos
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Haciendo cuentas, de los 45 que cumple lo conozco 25. Es decir, el gordo y yo vamos celebrando ya nuestras bodas de plata. Como soy hija única, igual que él, pertenecemos a la misma especie solitaria que busca desesperadamente algún cómplice en la vida. Pero debo confesar que la primera vez que lo vi, en la redacción de Página Libre, no hubiera imaginado que ese chico gordito con polo de Tracy Chapman y que parecía que se había leído todos los libros de la Biblioteca Nacional y que subía pachochón al segundo piso donde estaba nuestro cubil felino del suplemento, sería después, parte de mi corazón. Cuando salí embarazada de mi primera hija nos quedamos sin trabajo. Ideando maneras de ganarnos la vida, a Beto se le ocurrió que con todo lo que sabíamos podíamos hacer talleres sobre periodismo en las universidades del país donde se dictara el curso. Así, mi barriga creció entre aviones y discursos, donde Beto me cuidaba al milímetro: que no se me acercaran mucho, que por favor no me empujaran y hasta me dio el gusto de comer pachamanca en la mitad de la carretera en Cerro de Pasco sólo porque tuve antojo. Eso sí, no le gustaba ver mi barriga. Un día se la quise enseñar y casi se muere. Ya con ocho meses de embarazo tuvimos que subir a un avión para ir a Trujillo, y no me dejaban subir a menos que “el padre” firmara una autorización. Y obvio, para los del aeropuerto, el padre era Beto. No valió que el gordo tratara de explicar, airado, que él no tenía nada que ver con esa creación. Finalmente no le quedó más remedio que estampar su rúbrica en el documento. En algún lugar debe haber quedado registrado que él es el padre de Nonata Ortiz Ursula, mi bebé.
Elsa Úrsula, periodista.
Ser la persona favorita de alguien debe significar el verdadero éxito. Una cosa, mi Guruguru, es que ser un hijo, un primo o un hermanito y otra es que una persona que no nació cerca tuyo piense que el colegio a tu lado hubiera sido mucho mejor, que el nido, que el futuro seria entretenidísimo. Mientras escribo esta carta –esperando a que termines tu siesta para celebrar tu cumpleaños– estoy lejísimos de casa y, conmigo, otras dieciocho personas han venido hasta aquí porque estar en algún lado donde no estés hoy, con tus cuarenticinco añitos, no era una opción válida. Espero que te quede claro que entre todos los que estamos esta noche, hay quizás más de uno para quien eres la persona favorita del universo celeste, pero por lo menos hay una feliz de ser la Bonnie de tu Clyde. Te quiero, Blancanieves.
Carla García, novia oficial.
En la mañana te envié en el twitter, un twitter que decía feliz cumple Beto y mi madre me ha dicho que has recibido muchos twitters y no sé si has leído el mío porque no me contestaste. Te voy a contar de mis caracoles, uno se llama igual que tú. Adiós.
Alejandro Ciriani, autor del blog Yo y el Síndrome de Asperger.
Lo que sus críticos no conocen de él es su gran pasión por la música. Hace varios años me permitió conocer a Erik Satie a través de sus hermosas Gymnopedies. Hoy, cada vez que vuelvo a escuchar esa melodía recuerdo a Beto pero también a Bruno de Olazábal porque Beto me envió aquella melodía desde Estados Unidos como una especie de abrazo a la distancia el día en que Bruno murió. De cosas como esa ha estado llena esta intensa amistad que creo que nadie entiende pues, adonde voy, no falta quién me pregunte: ¿Cómo puedes ser amiga de Beto Ortiz?
Inés Elejalde, periodista.
¿Te acuerdas de David Carradine mechando en Kung Fu? Algo parecido sucede cuando van los políticos a ALO. Suavecito nomás les rompes un brazo o un par de costillas. Ahora entiendo por qué no me hiciste caso cuando te pedí que dejaras la tele y te dedicaras a escribir. Tal vez parte de tu talento radique en que pocas veces les haces caso a los consejos de tus amigos. En especial a mí, el hermano menor mongo. Eso no ha impedido que nos caguemos tanto de la risa todo este tiempo. Compartiendo microbús a la salida de la revista Sí, sorteando travestis para llegar a la redacción de Página Libre, o chupando unas chelas calientes en ese hueco sin muebles de Miami al que llamabas tu casa. Y así, quedamos un día para vernos. Y olvidamos los desencuentros, los años en blanco y los silencios. Nos volvemos a reír a carcajadas. Volvemos a ser, otra vez, esos chibolos que en un micro perdido por Lima tramaban la conquista del Perú.
Andrés Edery, artista.
Me he volteado en cinco pensando. Yo no escribo, tomo fotos o escribo tomando fotos. No eres tú, soy yo. Siempre supe que el hilo conductor entre tú y yo era la huida. Huir, siempre huir. De tus fans, de los pedilones, de los gerentes, de los coleguitas, de los políticos, de los choros. O, por supuesto, huir de un canal. Comprarte el pasaje caleta, el assist card caleta, subirte a mi auto caleta para llevarte al aeropuerto caleta para que te puedas fugar a New York y tomarte la foto caleta y, encima, subir la foto para El Trome caleta y mientras tú te paseas por Central Park, encargarme de tu mudanza caleta y cambiarte de departamento caleta. Creo que ya me di cuenta de quién soy. Soy tu hermana caleta. Soy la wedding planner de tu vida.
Inés Menacho, fotógrafa, asistente de dirección.
Ese día opiné demasiado. “Vaya, no sabía que los editores también hablaban” -exclamó Beto, el jefe. Absorbí aire y un poco tembloroso, novato ante todo el staff de Enemigos Íntimos, respondí: aunque usted no lo crea, señor. Sonido de grillos por un par de segundos y, luego, la carcajada de toda la mancha. Desde entonces,somos amigos y hablar de mi causa Beto Ortiz en reuniones de colegas editores es una verdadera vaina, siempre me dicen: Richi, cuidado, vas a terminar asesinado. Pero ya estamos en el 2013 y sigo en pie y nuestra amistad ha crecido como los cabellos de Sansón. Fuerte y colosal. Sé que editaremos muchas travesuras visuales en el futuro. Que nunca editemos los momentos de furia, tristeza o alegría de que está hecha nuestra vida. Que nos lluevan.
Ricardo Sánchez, editor de TV.
Frances y yo leímos tu nota en Perú21 sobre la Navidad. Obviamente Panchita lloró y yo tuve que hacer esfuerzos para no hacerlo. Nos conmoviste con tu sinceridad, con tu tristeza. ¡Qué paradoja! Has hecho cosas grandes pero estás solo. Buscando amor, mientras lo encuentras, recuerda que tienes otro amor, el de tus tantos amigos que te queremos incondicionalmente. De los que estamos juntos en la mala hora y también en tus días de gloria, los que disfrutamos siempre compartir nuestra mesa contigo, los que seríamos, sin ti, una cofradía imposible.
Nicolás Lúcar, periodista.
Sentada en el avión, camino a Cusco para celebrar tus 45, me pongo a pensar que tengo que quererte mucho para escribir, como tú sabes soy más oral que escrita. Tengo muchos recuerdos contigo: recuerdos de días en que he querido matarte y también recuerdos de los buenos. Lo que nunca olvidaré es cuando me acompañaste a comprar unos malditos ositos de peluche para mis hijas. Recorrimos todo Los Ángeles con tus papás, con los que te acababas de reencontrar después de varios años de exilio. Mientras empujabas la silla de ruedas de tu mami, alucinaste viéndome comprarle politos, zapatitos, mochilita, gorritos para esos peluches que se rellenaban de algodón y hasta se les ponía un corazón. Ahora miro hacia atrás y pienso que tú estabas pasando por unos de tus peores momentos. Cuando me dejaste en mi hotel y nos despedimos, tu mami me miró y pareció regresar desde su lejano mundo para regalarme una tierna sonrisa. Recuerdo su carita de niña traviesa y, ¿sabes?, me encantaría tener el poder de regalarte un minuto de aquella sonrisa por tu santo.
Frances Crousillat, productora de TV.
Fue por un mail que nos enteramos que la celebración por tu cumpleaños se iniciaba no en tu set, ni en el vuelo 2041, tampoco en el puputi del mundo, sino aquí, escribiéndote todos tu columna. Entonces decidí meterme un viajecito en la máquina del tiempo: mis viejos álbumes de fotos, y encontré la postal que me regalaste cuando cumplí 25. Mi querido Gordiux, siempre has sido un especialista en hacer regalos; generoso, detallista. La postal: una foto en B/N de la guapísima Michelle Pfeiffer en smoking, cigarro en mano y luciendo un coquetísimo bigote estilo lápiz de los 50. Lo mejor estaba a la vuelta . Escribiste:
“Si yo fuera jerma, sería tu hembrita. Si tú fueras hombre, también. Si yo fuera hombre, plancha quemada. Si tú fueras jerma, también. Si yo fuera léxera, sería tetona (y no me querrías). Si tú fueras gay, serías locaza (y tampoco; budín). Si tú tuvieras, por unos días, lo que yo tengo, probablemente romperías. Si yo tuviera por unos días lo que tú tienes… ¡qué nervios! Lo nuestro, por lo tanto, es imposible. Qué suerte ¿no?”.
Y como si nada pasaron veinte años. Dos décadas en las que he sido Celestina, terapeuta de pareja, compañera de salidas de boletazo, secuaz para urdir un plan de fuga por Tacna (que nunca ocurrió) y hasta testigo auditiva involuntaria de tus faenas amatorias (estaba en el cuarto contiguo pues). Nos hemos peleado. Por supuesto. Amigo con el que no te has peleado, no es realmente tu amig@.
Y me han preguntado, más de una vez, ¿cómo puedo ser tu amiga? ¡Cómo no serlo! El amor ya cruzó la barrera del tiempo y como Polystel se mantiene joven aunque pasen los años. Cuanta gente tiene la suerte de encontrar en su vida a un genio-loco, un poco –bastante– inestable e impredecible y al mismo tiempo integro y bondadoso, que gracias a su memoria selectiva, risa fácil y agudo sentido del humor te produce amnesia y piensas ¿por qué nos peleamos?
Oye, en unos 25 años hay que pensar en esa casa de reposo exclusiva para gays, ¿te parece? La vamos a pasar de puta madre.
Bibiana Melzi, periodista.
Había una vez una amistad que sufrió un terrible accidente. En coma durante varios años, un día despertó y los dos amigos se abrazaron. Sabían que había que volver al km 96, donde todo se nubló. Sabían que el camino sería largo. Pero confiaron otra vez y de inmediato se echaron a andar…
Claudia Cisneros, periodista.
Me voy del Perú. Dejo el periodismo porque no puedo estar más tiempo acá. Eso me dijiste, luego de recibir tu llamada de urgencia una noche del 2003. Nos encontramos en la esquina de la avenida Arequipa y Risso. Sólo atiné, desencajado, a preguntarte por qué. No hubo explicación alguna más que una despedida. Nadie más sabía de tu decisión. Fue la primera vez que nos dimos un abrazo interminable y un beso en la mejilla con el miedo de no volvernos a ver. Han pasado diez años de eso y aquí estamos, como siempre, más grandes, más fuertes, invencibles cuando estamos juntos, más amigos que nunca.
Martín Suyón, productor general.
Hace 20 años, cuando todavía vivías en San Borja con tus papás, te fui a buscar montando bicicleta y salió a abrirme tu mamá y me dijo, cariñosa y extrañamente apurada, que tenía que hacer unos encargos. Detrás de ella apareciste tú con esa sonrisa tierna de cuando quieres cuidar a quien amas pero sabes que las cosas ya no son ni serán como todos quisiéramos que sean. Tu mamá entró de nuevo, pues obviamente no tenía que hacer ningún encargo, y tú con ojos de dolor y fascinación me dijiste: mi mamá acaba de armar el árbol de Navidad. El detalle es que estábamos en junio. Ese día pedaleamos hasta La Herradura y fuimos felices pese a que la vida no era lo que queríamos que fuera.
María Luisa del Río, escritora.
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PERU 21 FEBRERO 25, 2013

Mi familia elegida

Domingo 24 de febrero del 2013 | 00:09
A los parientes no los escoges, a los amigos sí. Tu familia sanguínea puede ser el puto infierno pero tu patota, collera o batería nunca lo será porque cada uno de sus miembros la ha ido diseñando a su medida. Amiguitos: esta vez quiero escribir del tremendo lujo de su dulce compañía pues soy un hijo único que, si no cuenta hermanos con los dedos de las manos, es porque tiene la enorme suerte de poseer, en este mundo, más de diez. Los amigos, ya se sabe, son hermanos que se eligen.
Beto Ortiz,Pandemonio

Un amigo al que quiero de verdad –y, hasta hace no mucho, incluso más que como amigo– ironizó el otro día, no sin cierto irreconocible mal humor, sobre aquellos a los que él llama mis amigos de moda: “¡Claro, pues, tus a–mi–gos!, ¡esos que solo te rodean cuando estás de moda!” Como la mayoría de mis amigos ha estado a mi lado, en promedio, un par de décadas, me quedé pensando un rato en lo que me dijo: A ver, a ver…¿Pasamos de moda los viejos amigos, como los zapatos viejos? ¿No es acaso la prueba del tiempo, la que mejor certifica la auténtica amistad? ¿Estaba su amargo reclamo demostrando que uno de los dos –o quizás ambos, en simultáneo– habíamos arrojado al otro, sin querer queriendo, al polvoriento cajón de los recuerdos?
Puedo jactarme de viejos amigos y de amigos viejos. No es lo mismo. Tengo amigos veinticinco años más jóvenes y amigos veinticinco años más viejos. Tengo amigos nuevos a los que pareciera que conozco desde otra vida. Tengo amigos que viven en otro continente y les hablo a diario –por el Féis- y tengo amigos que viven en el mismo distrito que yo y no nos saludamos ni para las pascuas. Tengo amigos que ya murieron y sin embargo me acompañan como si estuvieran vivos. Y tengo amigos que siguen vivos pero hace tanto que no sé de sus vidas que podrían perfectamente haberse muerto. Algunas de mis amigas me celan como si fueran mis esposas y algunos de mis amigos me celan como si fueran mis maridos. Y ambas cosas me encantan, por supuesto. Bueh. Lo subrayo en el supuesto negado de que decir que “ambas cosas me encantan” resulte aún gran novedad. Salvo muy raras excepciones, les caigo bomba a todas las esposas de mis amigos y también a todos los esposos de mis amigas. Quizás se deba a que alguna vez he escrito aquí que algunos amigos –y algunas amigas- se han ido, como es normal, a la cama conmigo alguna vez. Aunque si hacemos un poquito de contabilidad, he de admitir, mal de mi grado, que han sido más los amigos y amigas que no atracaron y se negaron hidalgamente a sacarle la vuelta a su cónyuge conmigo, quizá por alta fidelidad, quizá por puro buen gusto, quizá por no mezclar papas con camotes o quizá simplemente porque, a las finales, se me encogieron las boloñas. Dice una ancestral ley caldeo-asiria que nunca hemos de confundir la amistad con el fornicio. O sea: que no hay que tirar jamás con los amigos. Mentira, esa no es ninguna ley caldeo-asiria pero si lo fuera, sería la norma más violentada y rota de toda la historia de la humanidad.
Pocos cómplices en la vida pueden llegar a compenetrar tanto su alma con la tuya que ni siquiera necesitan hablarte para saber lo que estás pensando, les basta mirarte a los ojos para saber lo que estás sintiendo y lo que estás a punto de decir. O de callar. Esa magia me ocurre con M. No en vano hemos conformado en el periodismo de TV la dupla más temida del oeste salvaje. No en vano llevamos 17 años chambeando en pared y continuamos combinando tan bien como el whisky y el hielo. Con algunos amigos me siento muy mayor y muy papá como con el travieso B. y con otros –especialmente, con otras– me siento muy chibolo y muy hijo como con I. que se preocupa por absolutamente todo, desde que me entere del último flash noticioso hasta de que no se me venza el recibo de la luz. Disfruto engreír y que me engrían. También resondrar y que me resondren, sobre todo cuando lo hacen llamándome por mi apellido: ¡Ortiz, Ortiz, Ortiz! Ninguna amistad es lo suficientemente intensa si no ha sido sacudida, aunque sea una sola vez, por la tempestad pavorosa de una buena pelea. Como amo a muerte a mis amigos, cuando me peleo con ellos, también es a muerte. He dicho “amo” porque estoy convencido de que uno se enamora de todos sus amigos. Esto se lo escuché decir, en una entrevista, al escritor Pedro Lemebel pero cuando lo escuché tuve la sensación de que yo se lo había soplado al oído. Solo el amor puede explicar que llores cuando te peleas con un amigo y que vuelvas a llorar cuando te amistas.
“Tienes la concha de ser cruel con los amigos que más te queremos” –me decía Bruno cuando vivía y tenía razón. Ahora, a mi edad, trato de serlo cada vez menos. Hace pocas semanas, tras cuatro años de silencio, me amisté al fin con mi querida C. Nos abrazamos fuerte apenas nos vimos, nos bajamos juntos una botella de champán y dejamos las explicaciones incómodas para el postre. El caso que más me jode es el de F. Hemos llegado hasta a la violencia de las cartas notariales, hasta a retirarnos ediciones íntegras de libros de circulación pero… por más que me esmero, fracaso a la hora de odiarlo, pesan mucho más en la balanza su sabiduría y sus providenciales cartas de mis días peores en que, a la distancia, me alentaba a no sucumbir con su ya clásico: “¡Resiste!” Hasta ahora tengo una pegada en mi refri con un imán de Alegría del Cirque Du Soleil. Hasta ahora resisto. Me gusta cuando compruebo que puedo dejar de ver diez años a G. pero cada vez que nos reencontramos, mariconeamos como si fuera 1993 y nos cagamos fabulosamente de la risa como si nunca hubiéramos dejado de vernos. Quizás no lo sabe pero mi hermana y coleguita E. siempre fue mi inspiración periodística y hasta literaria. Quiero volver a decirle aquí que me resulta enloquecedor ser testigo de la manera en que ha dejado en stand-by su talento para escribir y que no pararé hasta convencerla de que abandone el dudoso confort de su importantísima organización internacional y regrese conmigo a las calles, a las crónicas, al vértigo de las islas de edición, por la puta madre, que es inútil seguir fingiendo porque no existen los ex reporteros. Hay amigos tan parecidos –por dentro– a ti que estar frente a ellos es estar frente a un espejo. Me pasa con J. que cada vez que se enamora de dos al mismo tiempo le adivino siempre lo que al final le va a pasar porque a mí me pasa todo el tiempo. Hay amigas como C. con las que te quieres casar mañana mismo sin preocuparte ni por un instante de cuál sea su “opción” sexual.
No sé a ustedes, pero a mí, la vida me ha galardonado con amigos de tamaña elegancia y vaya que ahora, a pocos días de cumplir 45 febreros, le agradezco. Le agradezco haberme enjoyado con semejantes rubíes, zafiros y diamantes de tan distinto fulgor, belleza tan diferente y tan soberbios kilates.
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PERU 21 FEBRERO 17, 2013

Marrakech

Domingo 17 de febrero del 2013 | 00:11
Meterse de extra en una vieja película de Semana Santa. A eso se parece esto de sumergirse en el frenesí del zoco de Marrakech. Encantadores de cobras y músicos nómades del Sahara, vendedores de té de jengibre y calígrafos que te escriben indescifrables profecías en la piel.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
He venido a Marruecos a lo mismo a que vinieron Bowles y Capote y Williams y Burroughs y Ginsberg y Gide y Genet. ¿Qué puedo yo, pintoresco pigmeo sudamericano, tener en común con semejantes colosos inmortales? Me les parezco en una sola cosa: en que tampoco he venido hasta Marruecos a escribir. Montañas de frutas relucientes me rodean: altísimas cordilleras de naranjas desde cuyas cumbres unos jóvenes tuareg te ofrecen el zumo recién exprimido entre guiños ambiguos, besos volados y palabras dichas sin ton ni son en el primer idioma que les viene a la cabeza. Un mercader de pañuelos me ha interceptado de pronto y, sin más bandera que su sonrisa desdentada, se ha puesto a hacerme un turbante que me tapa la cara dejando apenas al descubierto mis ojos de beduino miope. Le pago unos treinta dirhams sin chistar y continúo mi camino. De modo que esto es el África, por fin. Todos los ocres posibles, todos los rojos del mundo en los puntiagudos montículos de curry que se elevan hasta los tres metros de altura. Cerros de damascos, dátiles, aceitunas y almendras que procedo a probar cuidando siempre de llevármelos a la boca con la mano derecha, que es la única mano con que debemos comer, jamás la izquierda, que es la misma mano que empleas para limpiarte. Y mientras tanto, en las montañas del Alto Atlas que se divisan no muy lejos de aquí, ya han de estar encendiendo la leña para el almuerzo las mismas mujeres berber que tejieron a mano esta alfombra suntuosa que ahora cargo contento sobre mis hombros como si fuera el cuerpo de un león recién cazado.
***
Dos de la madrugada. Una música de odaliscas asciende hasta mi cuarto desde el festín que se ha armado en el patio del riad, tricentenaria casa de huéspedes en el corazón de la medina, la antigua ciudad que palpita aún tras las rojas murallas de arcilla. Allí están otra vez esas melodías envolventes como sedas. Allí, todas esas mujeres de rostros cubiertos y ojos inmensos, esos hombres que, envueltos en túnicas blancas, danzan sobre sus divertidísimas babuchas amarillas. ¿Cómo hacen para alcanzar tan elevados niveles de alegría si solamente se permiten beber té? Alcohol no, alcohol jamás. Ni siquiera en el desodorante. Los envidio. Ni varias botellas de champán al hilo me proporcionarían la cuarta parte de la felicidad que estos morocos derrochan blandiendo radiantes sus teteritas de plata. Pero ahora sólo escucho la respiración del que duerme a mi costado y el murmullo de las olas. Allá abajo, en el boulevard de la Corniche, el rumoroso mar de Casablanca ronronea como un gato consentido. Hundo la cara en la almohada
palabra árabe: almuhádda y dejo que todo se impregne de este silencio salvaje de címbalos y corazones en suspenso. Los sentidos todavía embotados por el latido incesante de los tambores de la noche, la humareda del sándalo, el perfume incomprensible del almizcle.
***
“Y su trono se construirá sobre las olas..” -dice un versículo del Corán. Y fue allí que su majestad, el metrosexual Hassan II, decidió construir su impresionante la segunda mezquita más grande del mundo, justo en el medio de Casablanca, en un apacible paseo marítimo que muy bien podría confundirse con la Rambla de Montevideo, con el Malecón de la Habana, o con el de La Punta, sin ir más lejos. Pero mejor no nos hagamos ilusiones, Casablanca (o, simplemente, “Casa” para los locales) no es Tánger, Essaouira, ni Fez, ni mucho menos. Es una ciudad más bien plúmbea, algo ostentosa de su presunta bonanza, aburridamente occidental. Y si tenemos presente que la mítica película de Bogart y Bergman tampoco fue filmada aquí, será más fácil hacerse a la idea de que el único sitio que valdrá la pena visitar será este templo desmesurado, desde cuya torre de doscientos metros de altura se llama a los fieles a oración mezclando cánticos de al-adhán con rayos láser que apuntan directamente hacia La Meca. Imposible no sentirnos empequeñecidos y hasta culposos al despojarnos de nuestras zapatillas terrenales en la ominosa puerta de esta alucinación de mármol que costó quinientos millones de euros al país y ocho largos años de trabajos a trece mil exangües obreros marroquíes. Mujeres y varones han de separarse también a la hora de rezar. Como esta es la única mezquita del mundo en la que los independientes somos bienvenidos, nos deslizamos hacia dentro, siguiendo el rastro de esta peregrinación de hombres y niños cuidando de no emitir juicios, en estricto recogimiento y obediencia proverbial. Bajamos todos por unas graderías hasta los sótanos que, más que oratorios son, más bien, el hammam, los lavatorios en los que se da inicio a la parte primera y fundamental del rito: las abluciones. Lavad primero, alabad después. No se puede saludar a Dios con las manos sucias ni caminar por su morada con la mugre adherida a las plantas de los pies. Muchísimo menos llevando a cuestas los hediondos despojos que hemos acumulado a lo largo del día en el intestino grueso, de modo que la primera parte de la ceremonia consistirá en acuclillarse contritos en el profano silo. Una vez completado ese trámite obligatorio, con una humildad que sobrecoge, grandes y pequeños se sientan como hijos en banquitos de madera al pie de una larga hilera de prosaicos grifos desde donde el agua brota sin cesar. Allí lavamos nuestros ojos de todas las suciedades que hemos visto, nuestras orejas de toda la maldad que hemos oído, nuestras narices de todo el hedor que hemos aspirado, nuestras bocas de todas las crueldades que hemos dicho.
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Viajar en tren ha de ser la mejor manera de evitar la vida. Vagón de primera clase. Servicio expreso a Marrakech. Mediodía. Cavilar, leer o dormitar a través de las horas mientras transcurre la existencia sin rozarte, mientras el mundo es perfecto porque es borroso e improbable. Y de rato en rato, un toro, una estación fantasma, un tractor, una mansión insólita en mitad de la nada. Sentado justo frente a mí con el i-pod puesto, un muchacho egipicio de porte severo, muy intrigado por descifrar quién sabe qué, bebe, ceremonioso, su té de mandrágora y me observa con suma atención, con inquietante extrañeza. Hermosas y muy largas sus pestañas de camello mientras repasa su lección de geometría plana: teorema de Euclides, si la memoria no me falla. Se llama Essaid, pero eso yo lo ignoro pues no domino el árabe ni el francés. Lo único que está claro aquí es que no vamos a poder decirnos nada. El sol magrebí me sonríe por todo lo alto, se derrama obsceno y feliz como si fuera una yema de huevo. Dentro de los vagones reina un resplandor extraño: incandesce el rotundo verde de los campos que se despliegan a ambos lados como un manto generoso. Essaid mira su reloj, termina su té, cierra su cuaderno y se pone de pie, entre ansioso y sombrío, acaso resignado a una crudelísima verdad: no volverá a verme nunca más. Esboza apenas una tímida sonrisa mientras lo ayudo a bajar su pesado morral de soldado en la estación de Gare du Berrechid, tras cuyos andenes, efectivamente, desaparece de mi vida para siempre. ¿Y ahora? Fuerza, Essaid, sobrevivirás. Que te llueva finito. Que un viento terco hinche tus velas. Por el altavoz se repiten recomendaciones de seguridad en todos los idiomas, menos en el mío. Como un animal cansado que se despereza hasta hacer crujir sus huesos, el tren se estremece y bufa y vuelve a partir. Y de repente, el minarete de una mezquita intentando elevarse hasta esa última palabra que, religiosamente, exclaman todos los hombres bomba cuando les falta solo un segundo para estallar: Alá.
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PERU 21 FEBRERO 10, 2013

Alguien encuéntreme alguien

Domingo 10 de febrero del 2013 | 00:11
“Todo lo que quisiera –con orgullo extravagante– es que me amaras. Que le dieras a mi carne fatigada la ocasión de envejecer perfectamente entre tus manos”. Maldita Ternura.


Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Yo no estoy solo, soy solo. No es lo mismo. No es lo mismo estar enfermo que ser enfermo. Tampoco estar feliz es igual a ser feliz. Yo soy solo. Ojo. Lo menciono sin ánimo de excederme en melodrama. Lo digo como una simple constatación, como si estuviese llenando un formulario: soy periodista, mi sangre es O positivo, mido un metro setenta y cinco, soy peruano. Yo no estoy solo, soy solo. No sé muy bien de qué habla la gente que vive huyéndole a la soledad, que trata de no nombrarla o habla de ella escandalizada: “¿Te has ido al cine solito? ¡Pobrecito!”. Dejando de lado la comida, el sexo y la conversación –que también se disfrutan de lo lindo a solas–, todas las cosas que me gustan prefiero hacerlas en el tranquilo placer de mi compañía: viajar, dormir, montar bicicleta, dibujar, leer, cocinar, escribir, beber, nadar, ver películas y, también, hablarles a las cámaras. Todas esas cosas me salen mejor si las hago solo. Apenas aparece alguien más, el guión se me complica. Sabrán disculparme. Soy hijo único y he sido solo desde que nací. Verme obligado a jugar con otros niños siempre me arruinó la diversión porque si, en mi fantasía, un simple bloque de madera era un hombrecito perdido en una isla desierta, es seguro que, en la cabeza del advenedizo, la maderita en cuestión era un robot o una astronave de combate, y así jamás nos íbamos a poner de acuerdo. Las películas que uno se pasa, las historias que uno ha tramado para sí, ¿se escribirán mejor a cuatro manos? ¿Dos cabezas pensarán, en realidad, mejor que una? Una cosa sí es segura: dos cabezas nunca sueñan mejor que una.
Mis padres, seguramente angustiados de verme crecer como un niño solitario, se esforzaron mucho en procurarme compañía. Recuerdo con nitidez que, cuando yo tenía cuatro años, me traían a casa a un pobre vecinito llamado Walter –que siempre me ha parecido uno de los nombres más feos que existen– y le encomendaban la ominosa labor de hacerme jugar, de arreglárselas conmigo. Nadie se imaginó jamás lo mal que la pasábamos. Era un suplicio indecible para ambos. Él, que era un niño normal, quería jugar pelota o hacer carreras de autitos Matchbox o construir un fuerte apache con el Lego. Yo, que, por supuesto, tenía cantidades absurdas de pelotas, autitos y cajas de Lego que no me interesaba abrir ni por curiosidad, solo quería que Walter se callara o, mejor, que se fuera a su casa y me dejara leer mi revista ‘Anteojito’ y dibujar en paz con mis crayolas, de modo que, juntos, nos aburríamos miserablemente. Al final de la tarde, mis papás dejaban irse a casa a mi veintiúnico amiguito no sin antes recompensarlo con unas cuántas monedas de a sol que, entonces, eran tan toscas que más parecían fichas de sapo. Quizá –sin querer– al hacerlo me enseñaran algo que hoy compruebo contemplando con sorpresa esa feroz ansiedad que padecen casi todos mis amigos por estar acompañados, emparejarse y, luego, separarse y rápidamente volver a emparejarse una vez más, y así sucesivamente. Que en esta vida es menester invertir en una compañía –es decir, en una presencia– que, al final, se sobrelleva con resignación, una precaria presencia que, la mayoría de las veces, ni siquiera disfrutas pues creíste haberla deseado con toda tu alma pero, apenas la consigues, quieres otra.
Supongo que, a estas alturas, ya debo parecer un lobo que aúlla desde las tinieblas de su cueva. No lo soy. Sonará inverosímil, pero vivo acompañado. Comparto apartamento con un room mate fantasmal. Un espíritu inquieto que, para mi suerte, gusta de brillar, la mayor parte del tiempo, por su ausencia. Llega muy tarde únicamente para dormir y se marcha por las mañanas. Todo el resto del tiempo, elegantemente desaparece. Quiero decir con esto que comparto apartamento con el ruido de unas puertas que se cierran, el sonido de la ducha matutina, celulares que timbran de madrugada, el rumor de unos pasos en el corredor, una toalla blanca que flamea en el tendedero, un cepillo de dientes olvidado en el baño de visitas, innumerables frascos de yogur dietético con linaza fosilizándose en la refri y galoneras gigantes de una presunta proteína en polvo con la que es posible preparar unos pavorosos milkshakes muy saludables que yo no pienso probar ni así me maten. De vez en cuando, nadie es de fierro, también recibo visitadores, por supuesto. Visitadores, sí. Ya ustedes me entienden. Friends with benefits. Siempre los mismos, siempre puntuales, haciendo gala de la inconfundible fidelidad de los auténticos caseritos. Sonará un poquito controversial, pero estoy convencido de que esta sabia modalidad de relación de camaradería puede llegar a ser muchísimo más fluida y honesta que la penosa pantomima que son la mayoría de matrimonios que conozco. En mi caso, no me hace falta hacerle creer a nadie que es titular. Mucho menos creérmela yo. No necesitas ocultar nada porque todos los jugadores saben que no están solos en el juego. A nadie engañas y, en consecuencia, a nadie haces sufrir. Son amigos entrañables y, eventual, esporádicamente, protagonizan contigo alguna que otra colisión, arañazo o volcadura. Y listo, todos contentos. Sabes de cada quién lo que recibes y sabes a cada quién lo que le das.
Nada de eso me impide, sin embargo, vivir enamorado. Suena idiota, pero no importa. Soy un enemigo acérrimo de la idea de que el amor otorga derecho de posesión sobre las gentes. No me siento nunca celoso ni engañado. No demando contrato de exclusividad. No siento que esa parte mía del corazón ajeno me la tenga que arranchar con nadie más. Esta es mi vida y si no les gusta, no importa, porque a quien tiene que gustarle es a mí. Habrá quien crea detectar aquí un cierto resabio de amargura o desesperanza. Todo lo contrario: es una canción de amor a la soledad. Es volver a rezar la misma oración que rezaba Whitman por las noches: Me canto y me celebro, me celebro y me canto. Y si me canto y me celebro, te celebro y te canto. Porque todo átomo que me pertenece, te pertenece. Porque todo átomo que te pertenece, me pertenece. Por eso yo digo que no estoy solo, soy solo. Esta es mi vida y me parece perfecta como está. Solo soy y no me compadezcan. Ahora, si no es mucha molestia, tengan la bondad de apurarse un poquito con lo de aquella antigua plegaria de Queen que, abrazados por el medio de la pista, cantábamos aullando hasta el borde de la afonía. Can anybody find me somebody to love? Alguien encuéntreme alguien para amar.
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PERU 21 FEBRERO 3, 2013

Muera Mariátegui

Domingo 03 de febrero del 2013 | 00:10
Por razones que lucen muy misteriosas, el periodista más aborrecido y también el más poderoso de la prensa escrita según la última Encuesta del Poder en el Perú de Ipsos-Apoyo, Aldo Mariátegui Bosse, fue intempestivamente despedido esta semana de la dirección del diario “Correo” y de la vicepresidencia periodística del grupo Epensa que publica “Ojo”, “Ajá”, entre otros. No hubo cartas abiertas de respaldo ni comunicados de IPYS al respecto. Tampoco marchas de solidaridad ni cadenas de oración. Todo lo contrario: júbilo unánime –pero silencioso– entre los innumerables enemigos que Aldo ha sabido coleccionar a punta de centenares de tremebundas portadas, rabiosas columnas y malévolas “chiquitas” que, para muchos, tuvieron el pavoroso efecto de un arma de destrucción masiva. Lo echaron nomás y nadie dijo esta boca es mía. ¿Y por qué nadie protesta, ah? Porque no es de los nuestros. Parece que la libertad de expresión se volvió exclusiva para socios.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
“No estoy en absoluto de acuerdo con tus ideas, pero daría mi vida por tu derecho a defenderlas” –dicen que dijo Voltaire y yo le creo. Estoy en desacuerdo con Aldo Mariátegui en, prácticamente, todo. Si él opina blanco, yo opino negro. Si él dice potéito yo digo potato. Me aburre, por manoseada, la palabrita caviar. No creo que Cipriani sea necesariamente un santo varón ni que Javier Diez Canseco sea un miserable, no hago mofa de la ortografía de Hilaria Supa, sí me gustó La Teta Asustada y no aliento el uso del napalm como alternativa ante a los conflictos sociales. Fui uno de los primeros en avinagrarse cuando, en los pasillos de Frecuencia Latina, se comenzó a hablar de la remota posibilidad de que la auténtica bête noire del liberalismo o derecha nacional viniera a conducir un programa en vivo que –según suponíamos algunos- sería algo así como la gran muralla de concreto armado que detendría el avance inexorable del ex anticristo Ollanta Humala. Sin conocerlo más que por lo que escribía, tuve siempre la impresión de que el eterno polarizador Mariátegui era la encarnación de Pepe Cortisona, un verdadero saco de plomo. Y, cuando a inicios del 2009, su tan comentada contratación en el canal se hizo realidad, comencé a temer que se avecinaban tiempos tempestuosos. No me equivoqué: bastó que Aldo y yo estuviéramos frente a frente por primera vez para que, sin siquiera haber sido presentados, en pleno comité de prensa y frente a todos los directores, alzara su vozarrón para sacarme al fresco por algo faltoso que yo había dicho alguna vez –en pantallas- sobre él. La pechada en cuestión versó, más o menos, así: “Mira, Ortiz, si tú tienes algún problema conmigo me lo dices en mi cara, salimos afuera y lo arreglamos ahorita mismo.” La serena mediación de los presentes evitó lo que hubiera sido un inútil derramamiento de sangre. Mía, por supuesto. Pero, pasado el mal rato, la reunión continuó sin sobresaltos. Acostumbrado como estaba yo al colegaje reptil que te pela las muelas y luego
al primer chancedesenvaina la fulera, quedé gratamente sorprendido de que alguien, por fin, tuviera el coraje de decir, de frente, lo que pensaba. Él no lo sabe pero comencé a respetarlo a partir de aquel ruidoso desplante bravucón. En los tres años que siguieron hemos compartido un solo café –de la paz- durante el cual reveló sus obvias dotes de conversador ilustrado, nos hemos sentado casualmente juntos en un auto, regresando de un aburrido almuerzo con alguno de los primeros ministros de este régimen (ver fotito) y hemos intercambiado tres (3) correos electrónicos con información científica sobre los avances contra el Alzheimer. A eso se reduce toda nuestra inexistente amistad. A eso y a mis numerosos intentos, siempre infructuosos, por invitarlo a mi set porque creo que sería un magnífico entrevistado. A estas alturas y sin necesidad de que me lo diga, me queda meridianamente claro que Mariátegui me mastica pero no me traga. Mejor así. El único vínculo genuino que puede existir entre dos periodistas es la sospecha.
Esta semana, la quirúrgica frialdad de que hizo gala la redacción de la noticia que informaba de su despido pareció digna de la sección necrológica: Mediante una circular firmada por el presidente ejecutivo del Grupo Epensa, Luis Agois Banchero, se informa que Aldo Mariátegui dejará de prestar servicios en esta casa editora a partir del 30 de enero del 2013. El Grupo Epensa agradece a Aldo Mariátegui por sus más de siete años de permanencia en esta institución (sic). Y listo. Fin del responso. Acabáramos. Solo faltó ese sarcástico párrafo en que las empresas que despiden le desean siempre “los mayores éxitos en su futuro profesional” a sus despedidos. Pero hay un datito que faltó consignar: ¿Por qué lo botaron,ah?, ¿de parte de quién? Las hipótesis abundan. El congresista Mauricio Mulder ha escrito ayer en este diario, que es demasiada coincidencia que tantos periodistas hayamos sido despedidos en el pasado justo cuando osamos decir algo que desencadena las iras del ex presidente Alejandro Toledo. Me encantaría estar de acuerdo pero dudo que por allí vengan los tiros en este caso particular. Me parece que las últimas portadas de “Correo” que, hasta ayer, mostraban panameñas revelaciones sobre la mansión Fernenbug, hacen rodar por tierra esa posibilidad. Si Mariátegui hubiera sido sacado a causa de alguna presión –o negociación- para que se parase la mano con el temita Toledo, el diario no continuaría publicando, como lo hace, el resultado de sus investigaciones sobre el envidiable upgrade inmobiliario del Cholo a toda tapa. Carezco de elementos suficientes para decir, con nombre y apellido, quién es el autor del extrañísimo derribo del exitoso Mariátegui pero sí quisiera llamar la atención sobre dos aspectos muy puntuales: 1) Su salida no es sino una expresión más de los extremos de fanatismo a los que está llegando esta Yihad entre izquierdas y derechas nacionales enfrentadas a muerte en torno a la cédula de revocatoria municipal. Las izquierdas viven enamoradas de la libertad mientras son clandestinas, rebeldes y combativas pero apenas llegan al poder, automáticamente se desenamoran y las detestan. Pregúntenle, si no, a Castro, a Chávez, a Cristina K. Pregúntenle a mi amiga Mocha García Naranjo, que aplaude desde su twitter cada nuevo ataque del presidente ecuatoriano Rafael Correa contra los periodistas de su país. No nos olvidemos que ese enemigo jurado de la libertad de prensa fue recibido con alfombra roja cuando vino en 2011, como invitado de honor, a esa gran fiesta de las ideas que es la Feria del Libro de Lima. Allí, el totalitario Correa se despachó en agravios contra la prensa, flanqueado por los muy complacidos y sonrientes funcionarios del gobierno, Humberto Campodónico y Alberto Adrianzén, demócratas preclaros e incuestionables. 2) ¿A quiénes estaba perjudicando realmente el creciente e indisimulable entusiasmo de “Correo” por terminar de tumbarse a la magulladísima alcaldesa Villarán? ¿A Fuerza Social y su futuro político o a las millonarias inversiones de las transnacionales que ya obtuvieron la buena pro de los mega proyectos municipales.? Mmm… tengo la impresión de que Aldo se puso demasiado monotemático y no se lo perdonaron. Tengo la sensación de que se lo dijeron cantando: Você abusou. Tirou partido de mim. Abusou. ¿Presión o negociación? ¿Pressão o o negociação? Esa es la questiao. Mientras tanto, canten conmigo: Você abusou. Tirou partido de mim. Abusou.
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PERU 21 ENERO 27, 2013

Basta de decencia

Domingo 27 de enero del 2013 | 00:09
Estoy muy confundido con toda esta histeria anti-racista, anti-clasista o anti-discriminacionista que ataca Lima. ¿De qué clase son esos blanquitos de los que, según Marcus Tulius, se ha rodeado la campaña por el NO? ¿De qué raza exactamente son esas señoras sanjuaninas que ahora llegan a lavar ropa a La Molina a una velocidad nunca antes vista?

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Estoy comenzando a sospechar que acá nada tienen que ver la raza ni la clase. Es esta una bronquita completamente infantil, ridícula, escolar. Una enemistad de clase, sí, pero de salón de clase. No me extrañaría que, así como se descalifican entre sí por amarillos o verdes, mañana salieran a decir: “¡Ajjj! ¡La alcaldesa se ha rodeado de gordos!” o “¡Fúchila! ¡Los revocadores son demasiado feos!”. A esos niveles conmovedores de imbecilidad estamos llegando. Sucede simplemente que Lima todavía no es una ciudad, es apenas tu salón de clase del cole. Que los demás te admiren o te repudien, que sobrevivas o sucumbas, dependerá solamente de dos factores clave: con quiénes te juntas y a quiénes les pegas. Si aprendes a escoger los amiguitos adecuados, si te apestan los que te tienen que apestar, quizá ni siquiera tengas que pegarle a nadie. Y si les pegas a todos, un éxito, los amigos se te pegarán solitos como moscas a la miel.
Revisemos algunos didácticos ejemplos, discriminado lector. Ejemplo 1:Kina Malpartida. Kina es recontra chévere. Kina siempre está allí donde revienta el cohete. Presta su imagen a la campaña de Keiko, recibe un depa nuevo regalado por Alan García y, también, sale a hacer campaña por el NO, codo a codo, con la alcaldesa Villarán. Kina es la imagen de zapatillas, cremas dentales, supermercados. También de complejos de departamentos que jamás se construirán. No importa. ¿Por qué? Porque ella es la guapa Kina y aparecerá, continuando el legado de mamá Susy Dyson, en la edición Abril de Vogue Francia, fotografiada por Mario Testino. En suma: es regia. Cuando Kike Pérez cuestionó la fragilidad de sus oponentes, ella lo mandó a “meterse sus palabras en el ano”. En junio hizo noticia por no pagarle la carrera a un taxista, y esa misma noche le quitaron el brevete por manejar con varios tragos entre pecho y espalda. Este fin de semana no solamente se dio el lujo de sacar el carro estando prohibida de hacerlo sino que hasta lo chocó y, para remate, se dio a la fuga. No importa. Todo bien. No pasa nada. ¿Por qué, ah? Porque es Kina y es regia. Es nuestra campeona mundial, es un símbolo del éxito y está por encima del bien y del mal.
Ejemplo 2: Doña Rosita Fernemburg. La señora madrecita de Ilián, la suegrita de Toledo. Se ha comprado la mega-jatazo en Casuarinas. Según tardía explicación de El Cholo Sano y Sagrado, trátase del billete que la venerable matrona ha acumulado tras recibir una cuantiosa reparación civil del gobierno alemán por haber perdido tres generaciones de su familia en el Holocausto y otra más por haber enviudado de dos cónyuges acaudalados. Precio de la casita: tres palos setecientos cincuenta mil cocazos. Si fuera la suegra de Keiko o la de Castañeda, olvídense, ya se estaría organizando la segunda Marcha de los Cuatro Suyos con el gentil auspicio de George Soros depositado en las cuentas gringas de Coqui Toledo. Pero, claro, no importa, no es la mafia, es Toledo, el intachable. Nunca mejor definido que en la columna de ayer de mi buen amigo –y chico símbolo de una prestigiosa marca de cerveza– Augusto Álvarez Rodrich: “Toledo siempre se ubica en el lado correcto del tablero: contra la indecencia”. Joder. Qué tal veneración. No me atrevería a escribirle semejante panegírico ni siquiera al Dalai Lama. Qué lejanos lucen los días en que Augusto y yo zamaqueamos el toledato sacando a la luz en este diario el audio Almeyda, el mayor escándalo de corrupción de aquel gobierno del que el Perú prefirió ahorrarse una segunda parte. El buen escudero Juan Sheput me explicó que la cosa tampoco era para tanto, que ahora un buen depa del Golf te cuesta dos palos, que cuatro por una casa estaba dentro de lo normal, que tampoco estábamos hablando de una cifra exorbitante. Acabáramos. Yo creía que cuatro palos verdes era plata. Ahora descubro que, al lado de cualquier político promedio, soy un misio de mierda.
Ejemplo 3: Máximo San Román. Ungido como Presidente Constitucional tras el autogolpe de Fujimori, el exitoso empresario panadero y socio de PPK, Lourdes, Acuña y Yehude atropelló en noviembre del año pasado a la señora Sonia Yangali, de 54 años, una recicladora de desechos que cruzaba la carretera con su carretilla de trabajo. Desgraciadamente, la mató. San Román fue detenido y puesto en libertad esa misma noche “tras llegar a un acuerdo económico con la familia de la fallecida”. A ver. Un momentito… ¿en qué parte del Código Penal se establece que un conductor puede causarle la muerte a un peatón y, luego, “arreglar con la familia”? ¿Qué corona tiene el señor San Román, que no acabó en la cárcel como el chofer de la coaster que mató a Ivo Dutra o el chofer del camión que acabó con la vida de cuatro cocineros en Ayacucho? ¿En qué casos son más o menos culposos los homicidios en las pistas? ¿De qué depende que uno pueda “arreglar”? ¿Depende de cuánta plata tiene la víctima o de cuánta plata tiene el chofer? Señor, ¿por qué los seres no son de igual valor?
Ejemplo 4: Los fabulosos Zileris. Esta semana, el Décimo Quinto Juzgado Penal sentenció al director de CARETAS, Marco Zileri, a dos años de pena privativa de libertad suspendida por el cargo de difamación al publicar una información falsa que vinculaba al hijo del exministro Javier Reátegui Rosselló con el clan Sánchez Paredes, una familia investigada por lavado de activos y narcotráfico. Semejante acusación fue, por supuesto, un grosero misil contra Perú Posible durante la campaña presidencial del 2011. A diferencia de la condena a Magaly Medina, que fue noticia por meses y meses, nadie publicó la noticia de esta sentencia. Parece que en prensa también es posible “arreglar” porque todos callaron en siete idiomas. Obvio. A nadie le conviene pelearse con los Zileri. El viejo Enrique es un tótem del periodismo. Es, a la vez, propietario de un medio de comunicación “independiente” y asesor “de alto nivel” del premier Juan Jiménez en la Presidencia del Consejo de Ministros, según Resolución Ministerial N° 246-2012-PCM, del 23 de setiembre de 2012. Además, su regia hija Drusila es la novia del regio Diego García Sayán Larrabure, presidente de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, figúrate. Un partidazo. No importan los veinte procesos judiciales que tiene la familia dueña de la revista –entre calumnias varias y difamaciones–, tampoco los miles y miles de soles que le deben a la SUNAT y a los montones de periodistas que, por años, han trabajado gratis para ellos y que ni siquiera reclaman sus sueldos impagos porque se mueren de miedo de que, por hacerlo, se les cierren todas las puertas o de que algún día les saquen una portada y empapelen Lima con su foto. Todo eso ocurre desde siempre pero no importa, no los sancionan. Al contrario, los premian con regias asesorías en Palacio de Gobierno. Inclusión social, que le dicen, es lo que este país te tiene reservado si eres regio. Y los Zileris son intocables. Tienen inmunidad absoluta por eso, porque son Zileri, porque se casan siempre con el que la lleva, porque son regios.
Esta es la gentita decente de Lima. Esta es la decencia que todos necesitamos.
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PERU 21 ENERO 20, 2013

Ama tu Lima

Domingo 20 de enero del 2013 | 00:14
Ya estuvo bueno de viejos vinagres que salen de nuevo a recordarnos lo hórrida, repugnante y pestífera que es Lima y a lamentarse de tener que vivir en ella sin merecerlo, pese a lo muy frustrados que están y a lo mucho que la aborrecen. Paren de sufrir. Por el momento, vecina: Lima es lo que hay. Y al que no le guste, que se mude a Londres. O se meta un clavado desde el puente Balta en las tornasoladas aguas del Río Hablador.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Lima es la casa, y todos sabemos, desde chiquitos, que la casa, por muy triste que sea, se respeta. Yo no creo que Lima sea una ciudad fea en sí misma. Los feos, en todo caso, somos nosotros, que la hacemos inviable, inevitable, invivible, inhabitable. Para comenzar diré en su defensa que Lima, por todas partes, tiene mar y, en consecuencia, amplia ventaja sobre muchas capitales del mundo: Lima tiene amplia ventana al infinito. El océano curte el espíritu y las pieles y ennoblece a quienes vivimos frente a él aunque por tantísimo tiempo le hayamos vuelto la espalda, traicioneros, condenándolo a ser traspatio, pampón y botadero. Lima no tiene cielo, también dicen sus difamadores. Su cielo es ceniciento, plúmbeo, panza de burro. El cielo sin cielo de Lima (Zavaleta dixit). Pero alguna vez oí a alguien decir que el cielo de Lima no era gris sino plateado, y la idea me encantó. Me quedo con eso: el acero y la plata son menos pomposos y, aunque solo fuera por esa razón, siempre serán más elegantes que el oro pacharaco de los templos del verano. Lima es plateada y palteada: metal y melancolía. ¿Lima limita? Limita con la locura y coquetea con el abismo. Lima es pudorosa y putilinga. Rucona y monjil, sobrada y humilde. Vieja pobre y nueva rica. Lima es y no es. Es fina misia, regia chusca, analfabeta viajada y cholona señorial. Lima no es ni fu ni fa, pero sí fo. Wachiturra culta. Blanquiñosa y sacalagua, fina y ordinaria, siliconeada y pelopintado, callejonera y balnearia. Sublime y pedorra. Huachafita ficha. Lima limón es limonada pero, esencialmente, es chicha. Lima es rechicha y también rechucha.
La gente se queja de que Lima es triste porque es nublada, porque es muy húmeda, porque no es todo lo verde que debería, porque jamás cae lluvia, porque chorrea apenas una raquítica garúa, porque no hay las suficientes buganvillas en flor. La gente de Lima se queja porque quejarse es lo que mejor le sale. De todo lloriqueamos los limeños, de todo reclamamos, somos expertos en armar la gran pataleta, la cagazón del año por cualquier cojudez. ¿De dónde nos vendrá todo ese espantoso engreimiento?, ¿qué virrey cretino nos habrá hecho semejante daño?, ¿quién nos convenció a los limeñitos de que teníamos derecho a vivir lamentándonos de todo?, ¿de dónde sacamos esta manía estúpida de creernos siempre la divina pomada? Ay, sí, los ambulantes me crispan, ay, sí, la luz de Lima me deprime. Pero por supuesto que Lima es triste, nunca seremos Río de Janeiro ni queremos serlo. Es precisamente ahí donde radica su belleza, aturdidos. En cualquier calle del centro es posible encontrar a la poesía que no es necesariamente el carnaval, que es, más bien, la elegancia de la pena. Es en esta ciudad de tristes corazones donde mis padres –todavía jóvenes enamorados y ya pensando en la casa propia– alguna vez abrieron un restaurant que no llegué a conocer y al que llamaron Limeñísima. Es este el lugar en el que trabajaron de sol a sol, en el que se rompieron los lomos sin descanso para que algún día ocurrieran aquí sus mejores sueños. Yo, por ejemplo.
Lima es mi casa porque es el lugar que escogieron mis padres y los padres de mis padres. Para que yo viera la suerte que tenía, un señor caminante de maletín negro, ese distinguido visitador médico que es mi papá, me llevaba de peregrinación por Villa María del Triunfo cuando no era un distrito sino una gran barriada polvorienta donde las casas eran tan frágiles como en el cuento de los 3 chanchitos, donde el agua la traían en camiones. Y las sabrosas calles de Breña las conocí muy chico de la mano de la estricta señora directora de un colegio del jirón Restauración. Un colegio que era tan pequeño que no tenía patio, de modo que, para salir al recreo, había que recorrer varias cuadras hasta llegar al complejo deportivo, un colegio que no tenía nombre sino número:1022 y al que yo asistí desde los 3 años porque la estricta señora directora no tenía con quién dejarme y me llevaba diariamente a su trabajo, donde era muy feliz dibujando y leyendo, leyendo y dibujando, para que vean ustedes la suerte que yo tenía. En esta ciudad transcurrieron mis más fantásticas aventuras: tomar por asalto los torreones del Castillo Rospigliosi cuando vivía, rodeado de canales de TV, en la austera Santa Beatriz, o internarme de explorador en esos extensos sembríos donde, mientras se cavaban los primeros cimientos de una futura urbanización, todavía pastaban con desgano las holgazanas vacas de San Borja. Es por estas calles que más he guerreado y reporteado, paseado mi humanidad, perreado y mataperreado. Es por estas veredas que he buscado lo inencontrable, suspendido la realidad y arrastrado el alma. En Lima nací, en Lima aprendí a caminar, leer y escribir; en Lima fui a mi primer tono, fumé mi primer cigarro y me pegué mi primera bomba; en Lima me enamoré la primera vez y me enamoraré la última; en Lima aprendí el periodismo y salí a cubrir mi primera comisión cuando los carros circulaban por el Jirón de la Unión y también reventaban, de vez en cuando, cargados de anfo y dinamita en las esquinas. Aquí me he sentado a conversar con presidentes, sabios, putas y narcos. Aquí me han invitado a grandes coloquios y banquetes, y me han llevado, de grado o fuerza, a tribunales. Es este el lugar de la tierra donde más me he sido agraviado pero es, sobre todo, el lugar de la tierra donde más he sido abrazado, de modo que es en este aire que hoy respiro donde quiero que algún día se esparzan mis tóxicas cenizas. ¿Cómo podría yo atreverme a renegar de esta ciudad?
Pero desde la puerta de esta crónica yo miro la avenida Tacna con amor: automóviles, edificios desiguales y descoloridos, esqueletos de avisos luminosos flotando en la neblina, el mediodía gris. ¿En qué momento se había jodido el Perú? ¿El Perú? El Perú no se ha jodido, miserables.
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PERU 21 DICIEMBRE 30, 2012

Especial: Nadine Heredia, la jefa

Domingo 30 de diciembre del 2012 | 00:13
¿Cuál será el secreto encanto de esta chica que, en las bohemias tabernas de Barranco, otrora interpretaba las más encendidas canciones de protesta de Silvio Rodríguez y que hoy no duda en fotografiarse al lado de Mick Jagger y Gene Simmons de Kiss o de seguir, cual fan enamorada, al transgresor boricua René Pérez, el Residente de Calle 13? Quizá sea ese gracioso par de incisivos superiores que el escritor Alfredo Bryce describió alguna vez como terroncitos de azúcar.
Beto Ortiz,Pandemonio
Nunca había aceptado ninguna de mis incontables invitaciones al noticiero, pero –acaso para no parecer descortés– una mañana de noviembre del año pasado, en premio a mi terquedad, la Primera Dama Nadine Heredia tuvo la fineza de invitarme a verla. Lo hizo para volver a decirme que no. No importa. Igual aprecié el gesto. Me recibió en su oficina del ala izquierda de Palacio de Gobierno, muy cerca de la Presidencia del Consejo de Ministros. Aunque tal vez sería más exacto decir que me recibió en su gabinete, si nos remitimos al significado original de esa palabra de acuerdo con la Real Academia Española: habitación más reducida que la sala donde se recibe a las personas de confianza. Yo no lo soy –huelga decirlo– pero, por alguna razón, su estudio me pareció, en realidad, el living de su casa, un ambiente muy cálido y poco pomposo que transmitía, de entrada, la sensación de que ella se pasaba allí la mayor parte del día. De hecho, todas las tardes, Samín o Samito, el benjamín que no estaba en los planes, corretea entre los sillones –cual John John en el Salón Oval– mientras la workaholic de su mami chambea duro y parejo. Al verme entrar, la primera mujer peruana de la historia que ha encabezado la Encuesta del Poder me recibió con esa encantadora sonrisa que es ya su marca registrada. Al primer golpe de mirada vi a una mujer que había aprendido a llevar la elegancia con sencillez. Y la sencillez con elegancia. Atrás quedaban el tristemente célebre disfraz de escarapela del debut y el infausto abrigote palo rosa de la parada militar. Esa mañana llevaba puesto un vestido azul sin mangas muy distinguido, discreta joyería de plata peruana y el perfume que sirve de clásico preludio a su llegada: Very Irresistible de Givenchy. Hice el amago de ceñirme al protocolo y estrecharle la mano, pero –sin llegar a los extremos de Toledo con la Reina– terminé pasándome de confianzudo con un breve besito en la mejilla. Algo me hizo olvidar que era la primera vez en mi vida que la veía en persona. Me pareció realmente guapa, más chibola que en las fotos, y su trato jovial, campechano, hizo que rompiéramos el hielo con facilidad. He olvidado casi toda nuestra charla. Creo que hablamos del CADE, de Conga y otros fríos asuntos de coyuntura. Lo único que sí recuerdo perfectamente es que, en un momento de la conversación, al escuchar que me refería a su esposo como “Humala”, Nadine levantó los alarmados ojazos de la pantalla de su ya legendario Blackberry y, con una sonrisa imperceptiblemente irónica, me corrigió con dulzura:
- Humala es mucha gente. Por favor, llámalo Ollanta.
En la intimidad, le dice Tita. Así le dice ella a él. Nadine a su esposo, digo. No es broma. Lo llama Tita por Ollantita: ¡Tita, baja a almorzar! Siéntanse libres de llamarlo, de cariño: Presidente Tita, a partir de hoy. A mediados de diciembre, mientras encendía las luces del arbolito navideño de la Plaza Mayor, la alcaldesa de Lima cometió un tremendo lapsus que desnudaba, de un solo viaje, el inconsciente nacional. Al momento de dirigirse, muy ceremoniosa ella, hacia la pareja presidencial, muy claramente dijo: “Señor Presidenta…”. Lo dijo. Todos la escuchamos. El Presidente Tita y La Presidentita. Nada de eso, por favor. Todavía no. Todavía no le interesa que la vean como mandataria. No le hace ninguna gracia que la llamen así. Odia que le digan la jefa, la asesora, la generala. No, señor. Pero los “lapsus” de este tipo han abundado. Ella misma se refirió en público a la titular de Educación como “mi ministra”: ¿Dónde está mi ministra? –exclamó para escándalo de algunos. Y ya son dos los premieres que han patinado estrepitosamente a la hora de describir, frente a cámaras, su rol: “La señora Nadine concurre a algunos Consejos de Ministros” –dijo Siomi Lerner y, a las pocas horas, tuvo que rectificarse. “La señora Nadine hace un extraordinario trabajo en el Ejecutivo” –dijo Óscar Valdés, quizá sugiriendo lo obvio: que ella estaba (muy) por encima de él. “Soy el soporte emocional de mi esposo” –ha repetido ella a todo aquel que quiera escucharla. “¿Soy su persona de confianza? Naturalmente: ¡soy su esposa!”.
Su ilustre suegro don Isaac no se cansa de lanzarle dardos envenenados. Dice de ella que está borrachita de poder. Que ya es el colmo que compita en las encuestas con su marido. Que en política está perdida en el espacio. En esto último sí que se equivoca el patriarca lenguaraz. Nadine tiene clarísimo a dónde quiere llegar. Tiene clarísimo que si Ollanta es la cabeza del gobierno, ella –desde su estratégico (y súper político) rol en los programas sociales– tiene que ser el corazón que le bombea la sangre del Perú profundo y lo mantiene vivo. Su suegra doña Elena Tasso, que es, a la vez, su prima lejana, se cuida siempre de no opinar contra ella, pero los temibles cuñaditos Humala nunca pierden oportunidad de hacerle la vida a cuadritos. Antauro, con sus desmanes patibularios. Alexis, con sus ricos negocitos en ultramar. Ulises, con sus constantes diatribas que han llegado incluso hasta a compararla injustamente con Montesinos. Pero ella está muy bien entrenada para trompearse de igual a igual con los varones. Creció al lado de dos hermanos con quienes no tenía ningún problema en dirimir diferencias en implacable duelo de karate si era menester. Siempre se jactó de ser una chica con punche. Lo demostró cuando tuvo que afrontar solita el duro trance de la detención de su compañero tras aquel levantamiento de Locumba que ella misma lo había ayudado a planear contra Fujimori en el 2000. Una vez, mientras completaba su maestría de Sociología en la Católica, el Ejército envió a Ollanta –sin mayor trámite– a un remoto destacamento en provincias, y ella decidió que no estaba dispuesta a truncar sus estudios por acompañarlo. Los suegros pusieron el grito en el cielo y, apelando a sus deberes conyugales, la conminaron a venirse a vivir a la casa de ellos para “cuidarla” hasta que el esposo volviera. Naturalmente, Nadine les dijo que no.
Esa fortaleza de carácter –tan hábilmente suavizada con sonrisas– le granjeó la automática simpatía de los esposos Pérez de Cuéllar durante la agregaduría militar que Toledo le confió a Ollanta en París, haciéndole realidad a Nadine el sueño de la maestría en Ciencias Políticas en La Sorbona. Una vez ganada la elección del 2011, a doña Marcela Temple de Pérez de Cuéllar le bastó invitarla a uno de sus regios almuerzos de señoras para que todo su círculo de amigas –muchas de ellas legionarias de Keiko o esposas de connotados empresarios de la derecha más recalcitrante– le dieran la más entusiasta bienvenida a la inminente primera dama y, en ella, al otrora revolucionario gobierno de la tan temida inclusión social. Cuánta agua había corrido bajo los puentes del Páucar del Sara Sara, en Ayacucho, donde aprendió a comer –jamás a preparar– el enigmático qapchi con que sorprendió a los periodistas limeños en el desayuno electoral. Cuánta agua desde que cierta rancia aristocracia periodística convertía en cuestión de Estado hasta el reloj Tag Heuer que le había regalado a su marido por su aniversario de bodas. Mientras posaba, codo a codo, con todo aquel ramillete de damas de sociedad, Nadine –nombre francés, diminutivo de Nadia, que significa esperanza– volvía a sonreír pensando que en el solitario telefonito que vibraba en el fondo de esa cartera que la asesora de imagen le acababa de endilgar había más poder que en la suma de los montos máximos de las tarjetas platinum de todas sus novísimas amigas.
Fue justamente desde el Primer Smartphone de la Nación –adminículo que, hoy por hoy, es su herramienta preferida– que el 19 de octubre del 2011 lanzó, a través del Twitter, la más feroz y famosa de sus sentencias: Es tan difícil caminar derecho??!! Así, con ese doble signo de interrogación y admiración que reflejaba su doble indignación. El impacto fue letal: 266 de sus casi 350 mil seguidores replicaron el mensaje. El obvio causante –y destinatario– de sus iras era el Vicepresidente Omar Chehade, más conocido en el ámbito gubernamental como Ken por su parecido –improbable– con el fanfarrón noviete de la Barbie. Pese a que llegó a ser su abogado, Ken nunca fue santo de la devoción de Nadine. Siempre le pareció un patita medio alucinado, un arrogante con poses de dandy ilustrado. Ollanta, en cambio, creyó ver en él a un paladín y hasta a un erudito y, desoyendo a su compañera, lo incluyó en su lista y hasta en su plancha presidencial. El nefasto incidente con generales en Las Brujas de Cachiche no hacía sino demostrar que, desde el inicio, Nadine había tenido la razón una vez más y su histórico tweet equivalía, entonces, a un contundente “¿Ya ves? Te lo dije”. Hoy, Ken ya no es más el vicepresidente y tampoco se puede decir que sea precisamente el Mister Carisma del Congreso. La señora de la casa (de Pizarro) vencía una vez más. Y, a estas alturas del partido, podemos coincidir con las encuestas en que, para ella, más frecuentes han sido las victorias. Por lo menos, hasta ahora. “La señora es muy política” –dijo a mediados del 2011 Jorge del Castillo, sugiriendo, antes que nadie, la necesidad de que el Legislativo se apresurase en ponerle barreras a su posibilidad de candidatear en el 2016. Un temor que, para cierta oposición, empieza a adquirir alarmantes ribetes de histeria colectiva. Aborrecen la sola idea de que la señora vaya a lanzarse alguna vez pero, al mismo tiempo, parecen obsedidos con repetirla y repetirla hasta que sea cierta.
Una vez, antes de la primera vuelta, cuando Ollanta todavía no se animaba mucho a dar entrevistas a la TV abierta, a la que –con toda razón– consideraba territorio enemigo, le pedí al entonces candidato al Parlamento Daniel Abugattás que me hiciera el puente con Nadine. Su reacción me dejó de una pieza: ¿Quieres entrevistarla? ¿A ella? ¿Para qué? Saltaron a la vista los celos de aquella cúpula con la única persona que podía darse el lujo de susurrarle cosas al oído al máximo líder. Una sola vez la vimos molesta. Era octubre de este año y se celebraba la cumbre de países árabes. Un resfriado, un dolor de barriga o algún problemita de salud del pequeño Samín la obligó a quebrar su maniática puntualidad y retrasarse unos minutos. Ollanta, entonces, debió sobrellevar, algo agestado frente a las cámaras del mundo, el poco envidiable papel de único anfitrión de los enturbantados dignatarios visitantes. Al verla llegar con retraso, el fastidiado primer esposo de la nación masculló entre dientes alguna seca amonestación que la enfureció. Y aunque no llegamos a escuchar aquel evidente intercambio de ‘flores’, entendimos perfectamente lo que el lenguaje corporal de ella le estaba diciendo a su marido y, de taquito, a todos aquellos máximos representantes del machismo universal: “Habla con mi espalda, varón”.
Pero, ¿cuál será el secreto encanto de esta chica que, en las bohemias tabernas de Barranco, otrora interpretaba las más encendidas canciones de protesta de Silvio Rodríguez y hoy no duda en fotografiarse al lado de Mick Jagger y Gene Simmons de Kiss o de seguir, cual fan enamorada, al transgresor boricua René Pérez, el Residente de “Calle 13” ? Quizá sea ese gracioso par de incisivos superiores que el escritor Alfredo Bryce describió alguna vez como terroncitos de azúcar. Quizás sea esa asombrosa facilidad para mimetizarse con la gente y mezclarse genuinamente con ella sin parecer jamás una dama filántropa, una monja misionera ni una turista vivencial. Quizá sea esa arrolladora juventud que la hace lucir impetuosa, infatigable, muscular, casi una fuerza de la naturaleza. Quizá sean esos ojos vivaces y chisporroteantes que delatan su intuición femenina, su olfato político, su astucia felina. Quizá sea esa atractiva estampa de girl next door, esa espigada figura que luce inmune a los efectos secundarios de los chocolates que –según versión de testigos– se administra en dosis cada vez mayores a manera de antídoto contra el voraz estrés palaciego. Un estrés que, según se murmura por esos pasillos señoriales, más que sacarle canas verdes, estaría haciendo mermar, últimamente, su azabache cabellera. Un estrés que se esparce como una epidemia entre su staff que –al primer rumor de que ella había sido vista ingresando en una clínica– se precipita a emitir un comunicado de prensa para anunciarle a la Nación una operación a la vesícula. Lo más probable es que, mientras yo termino a duras penas de escribir algo que se asemeje a su perfil, ella ya haya terminado de acostar a los niños y esté escapándose, a hurtadillas, rumbo a la función de trasnoche de algún cine, sustrayéndose de la agobiante protección de los guardaespaldas con la ilusión traviesa de su primera cita clandestina, bien prendida de la cintura del Excelentísimo Presidente de La República que, sin ella, sería el hombre más solitario del planeta.
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PERU 21 DICIEMBRE 23, 2012

Villancico feroz

Domingo 23 de diciembre del 2012 | 00:12
El año pasado hice el sobrehumano esfuerzo de imbuirme artificialmente de ese contagioso espíritu navideño, al que hace mucho soy inmune, y acudí con mi listita de regalos –como todo comprador compulsivo que se respete– al shopping más atestado, luminoso e infernal.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Como se supone que la Pascua es, ante todo, un fiesta infantil, mis regalados eran, en su mayoría, niños: los hijitos más o menos recientes de algunos grandes amores, amantes y amigos. Algunos pocos de ellos, mis ahijados además pero niños desconocidos, al fin y al cabo. Tanto que, para poder elegir el obsequio adecuado, a veces tenía que preguntarles a sus papis si era mujercita o varón, cuántos años habían cumplido y cómo se deletreaba el nombre que debía escribir en la etiqueta autoadhesiva. Mi lista era, entonces, una nómina de pequeños extraños, una enumeración de niños sin rostro que, esa Nochebuena, probablemente sonreirían al abrir un misterioso obsequio de procedencia desconocida que sus padres harían pasar como suyos atendiendo un expreso pedido mío. Como diría el papá de Mafalda: todo un terrorista de la felicidad.
Debo admitir aquí que siempre he disfrutado mucho regalar. Me queda claro que no todo el mundo encuentra placer en hacerlo. Ni todo el mundo es necesariamente bueno para eso. Yo sí. Quizás sea un talento que heredé de mi madre, que era la única en mi numerosísima familia que se tomaba el trabajo de buscar un regalo especial para todos y cada uno de sus infinitos hermanos, cuñados, concuñados, primos y sobrinos. Y como ricos nunca hemos sido, algunos de esos generosos detalles eran objetos que ella misma fabricaba con sus manos: pequeñas joyas del bricolage que preparaba con conmovedora anticipación y le costaban semanas de amoroso trabajo. Recuerdo haberme pasado, de niño, días enteros ayudándola en largas maratones de envoltura de obsequios y tratando, ilusionado, de adivinar –por descarte– cuál de todos esos coloridos paquetes sería el mío. Recuerdo también que, en las postrimerías de la cena, cuando la casa de mi abuela en Santa Catalina era ya un reguero de papel celofán, panetón a medio comer, tazas de chocolate frío y cajas vacías, volvíamos a constatar, en silencio, la infalible vigencia de esa severísima Ley de Murphy navideña: cuanto más regalitos entregues, menos regalitos recibirás. Pero, al final, eso era lo que menos importaba porque en casa siempre fuimos miembros del Club de Fans de Fray Francisco, el de Asís: Señor, que yo no busque tanto ser amado como amar, ser comprendido como comprender, ser regalado como regalar.
Pero estábamos en que era diciembre pasado y en que yo desplegaba desesperados esfuerzos para abrirme paso entre las hordas enloquecidas del Jockey Plaza como todo un buen burrito tabanero sin dejar caer de mi lomo ni uno solo de mis pródigos costales. Pasé varias horas sumergido en el horror de esas jugueterías abarrotadas de esposos bravucones y mujeres histéricas que se arranchaban conmigo el último Barney, la última Barbie, el último Optimus Prime de la tienda. Pasé varias horas más haciendo un colón para pagar y otro colón para que me empaquetaran de una vez el puto muñeco porque ni a cañones me iba yo a sentar, a estas alturas del partido, a tararear el villancico de Qué lindo churumbel con mi tijerita punta roma, mi papel platina y mi cinta scotch decorada con bastoncitos de caramelo. Al fin de la batalla y muerto el combatiente, pude constatar que mi noble ‘depita’ de soltero maduro –que carecerá siempre de pesebre, guirnalda y arbolito– hubo adquirido, con aquel chuchonal de vistosas cajas de moños brillantes, una inusitada calidez casi pascual. A la mañana siguiente, cual puntuales trabajadores que tramitaran su clásico vale de pavo de 11 kilos en el departamento de Recursos Humanos, los convocados se fueron apersonando, uno por uno, a recabar jubilosos sus respectivos juguetes que, en un arranque de camaradería o patológica nostalgia familiar, estaba repartiendo inexplicablemente, cual candidato en campaña, El Tío Betito. Como todas las noches, ese 24 me fui a dormir a las 10. Entrenado en la Cordillera del Cóndor para que ni una lluvia de misiles tierra-tierra ecuatorianos turbe mi sueño, (pregúntenle al general Chiabra si creen que fanfarroneo), no se me movió ni un pelo a la hora aciaga de las mamarratas. Tampoco supe nunca qué cara pondrían todos esos enanos en el momento irrepetible de la magia. ¿Cómo podría si, en la mayoría de los casos, ni siquiera supe nunca qué cara tenían? Al mediodía del 25, cuando se hubieron disipado los efectos de una sustancia que solo uso para saltearme la Nochebuena – el alprazolam – y pude salir del profundo coma, lo primero que hice fue revisar el registro de mi Blackberry en busca de llamadas no atendidas. Y como es dando que uno recibe y es olvidándose que uno encuentra, ninguno de los citados galifardos ni ninguna de sus respectivas malagueñas salerosas había tenido la mínima elegancia de llamar a decir pucha, te pasaste, qué fino, qué rico y qué bonito, aun en el caso de que hubiera sido todo ordinario, barato y feo. Señor, que yo no busque tanto ser llamado como llamar, ser agradecido como agradecer, ser mensajeado como mensajear.
Por eso y muchas cosas más, escribo esto sentado en el avión en el que, en esta época del año, acostumbro huir de la Nochebuena como solo se huye de la peste. Por eso y muchas cosas más, suscribo al cien por ciento el feroz villancico de Los Prisioneros: Es una noche ideal en la ciudad como si fuera una tarjeta de Navidad. Es tan justa la gente, tan de su hogar, que no puedo aguantar las ganas de… lloriquear. Bueno, la letra original no decía exactamente lloriquear, pero vamos a dejarlo así porque este es un diario familiar. Familiar. Cabe la posibilidad de que en esa palabrita esté la clave de mi particular Síndrome de Belén. La gente se queja de que escriba siempre contra la Navidad. De que siempre la critique, la trivialice o me burle de ella. ¿Por qué la odias tanto? –me preguntan. Y les respondo aquí que no la odio, la sufro. En el fondo, daría un brazo por volver a tener una y envidio profundamente a quienes todavía la tienen. Cuando empieza a acabarse noviembre, me invade una especie de vacío, un hueco en el estómago, un estremecimiento de terror. Por eso, es el único momento del año en que, de verdad, se me hace insoportable la existencia y me veo obligado a suspenderla con una pepa. La razón es simple: la Navidad es la fiesta de la familia y yo ya no tengo ninguna. Ya no la tengo, pero alguna vez la tuve y no se me ha olvidado qué se hacía en estos casos. Lo que se hacía en mi casa, por tradición, era preocuparse de que a nadie le faltara nada. Ni abrazo, ni panetón, ni regalo, ni tarjeta, ni nada. Pero esto de que la Navidad vaya por dentro no me ha funcionado. Como Papá Noel he fracasado trágicamente. Quizá por eso me haya mandado mudar amargo con mi música a otra parte. O más que amargo, aburrido de tanto todo-me-lo merezco y tanto bienpagado de su suerte que este año tendrá que disculpar la pequeñez de que no les regale nada. Pero, claro, al final uno es lo que le enseñaron de chico y así va a ser siempre hasta que se muera, y yo no pude con mi genio y le terminé regalando un billetito al gordo chofer que me llevó al aeropuerto, me ayudó con la maleta y se despidió de mí con un abrazo como si fuéramos amigos. No me voy a olvidar nunca de su carita de absoluto deslumbramiento. Sin proponérselo, logró que me fuera feliz. En la conmovedora incredulidad de su sonrisa creí ver la de algún niño agradecido.
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PERU 21 DICIEMBRE 16, 2012

El custodio fiel

Domingo 16 de diciembre del 2012 | 00:39
En un lugar de la costa norte de cuyo nombre no quiero acordarme, alguna vez me asignaron un joven y atlético efectivo de la PNP como resguardo personal. Ahora que un reglamento estuvo a punto de prohibirles el amor que no se atreve a pronunciar su nombre, quiero dedicar este pequeño pero significativo homenaje al disciplinado agente que me amó.

Beto Ortiz,Pandemonio
Me habían invitado como expositor a una naciente Feria del Libro provinciana y sus diligentes organizadores tuvieron la elegancia de brindarme tan tranquilizadora protección armada 24 horas al día. Aunque no se había definido cuál sería exactamente su trabajo antes, durante y después del evento, era fácil suponer que su presencia tendría por objeto mantener el orden, ahuyentar a posibles faltosos y escoltarme del auto al estrado y viceversa, abriéndome paso entre la muchedumbre que, en realidad, era una poquedumbre porque los soñolientos asistentes llegaban, a duras penas, a la centena. Mientras me afanaba en presentar mi librito frente a aquel público que no tenía intención alguna de comprarlo ni mejor cosa qué hacer un viernes por la noche en su apacible aldea, El Custodio Fiel se mantenía serísimo, inmóvil y, en posición de descanso, a pocos pasos de mí. De rato en rato, mis ojos evadían los bovinos ojos del respetable para buscar solaz en la bien cincelada figura de mi protector, para qué los voy a engañar, toda una lámina Huascarán de anatomía, un portento de chino-cholo que, por no incurrir en la lascivia fácil de los adjetivos, nos limitaremos a describir con la palabreja de moda: escándalo. Era un escándalo. Mi alocución transcurrió sin novedad ni risa ni pena ni gloria. Fiel a la disciplina espartana que le inculcaron en la Escuela, El Custodio Fiel se mantuvo impertérrito durante las dos horas que duró aquella aburridera, la mirada adusta al frente, las manos atrás, la camisa blanca impecable, el aroma del último after-shave de Ebel y el desafiante bulto del pistolón evidenciándose de modo intimidante bajo la casaca de cuero negro.
Cuando los lánguidos aplausos hubieron cesado, El Custodio Fiel me condujo, prácticamente en peso –lo cual ya es bastante decir– hasta el polarizado Elantra plateado que me habían asignado en calidad de limusina. Su intención era cumplir al pie de la letra con el cronograma y conducirme al ágape de bienvenida que los libreros de la ciudad me habían preparado en un espacioso local de parrilladas familiares y en el que, sin lugar a dudas, terminaría por morir del tedio. Mi intención, por supuesto, era otra. Mientras él manejaba en silencio, yo lo observaba de reojo, temiendo que fuéramos a llegar a destino y, sin decir una palabra, me decía a mí mismo: “Habla y te salvas, no seas maricón”.
- Óigame, suboficial.
- Dígame, señor Beto. (Señor Beto. Me encanta lo estúpido que suena).
- ¿Sabe qué? Preferiría no ir al restaurant ese, ahorita no tengo mucha hambre, la verdad. (Mentira. Sí tenía, pero no de parrillada mixta).
- Perdone, pero tengo orden de mi comando de conducirlo hasta ese punto.
- Ah, ya veo, no puedo elegir… ¿estoy detenido, suboficial?
Se rió. Por primera vez en toda la noche se le borró del rostro la pétrea expresión de sheriff del lejano oeste y asomó una franca carcajada de chico de barrio.
- Usted se pasa. ¡Detenido! ¿Cómo se le ocurre? Usted es la muerte, señor Beto.
- No me hable de usted, suboficial.
- Como usted diga, perdón, como tú digas.
- Así está mejor.
- Entonces, ¿hacia dónde nos dirigimos?
- Hacia donde le dé la gana, suboficial.
Cambiamos de rumbo y, por supuesto, terminamos en la barra de un bar caleta donde fue imposible convencerlo de pedir un trago en toda la noche. “Estoy de servicio” –me repetía cada vez que yo volvía a insistir en que, por lo menos, se tomara una chela. De rato en rato sonaba su celular y tanto el tono de su voz como su lenguaje cambiaban de nuevo a modo policial: Sí, mi capitán, adelante. Le copio. Afirma, afirma. Comprendido, mi capitán. Y volvía a soltar su risotada palomilla al transmitirme el encarguito de su capitán: que, si no era mucha molestia, yo le mandara de cortesía uno de mis libros con una bonita dedicatoria para Stephany, su señora. ¡Más pendejo el capi!, ¡su señora no se llama así! –me dijo achinando aún más los ojos y le dio otro sorbo a su gaseosa. Horas después, y ya en el lobby del hotel al que decidí cambiarme, una colección seguramente ilegal de genuinos huacos eróticos me sirvió de pretexto perfecto:
- A ver, ¿Mochica o Chimú?
- Pucha, me agarraste.
- ¿Cómo no vas a saber lo que es?
- De saber, claro que sé, pues. Pero, ¿de qué cultura?… eso sí que no me acuerdo.
En la vitrina estaba en exhibición prácticamente todo el kamasutra precolombino. Y, como lo sabe bien cualquiera que haya visitado un museo arqueológico con alguna atención, muchos de los ancestrales, peruanísimos polvos allí inmortalizados prescindían nítidamente de las damas.
- Decídase, suboficial: ¿Mochica o Chimú? –insistí. – No sé. Depende.
- ¿Cómo que depende?
- Me estás cagando el cerebro. No sé. ¿A cuál de ellos te refieres?
- Me refiero a usted, suboficial. ¿Mochica o Chimú?
- Ja,ja,ja… Según tengo entendido, los Moche eran terribles, ¿no? o sea que…
- ¿O sea que, qué?
- O sea que yo debo ser un Moche.
- Entonces, acompáñeme.
- Lo siento mucho, señor Beto, pero esta noche no puedo, estoy de servicio.
- No me hable de usted, suboficial.
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PERU 21 DICIEMBRE 9, 2012

Terror en el aire

Domingo 09 de diciembre del 2012 | 00:09
No me cansaré de repetir que lo mejor de la televisión en vivo siempre ocurre durante los cortes comerciales. Pero algo que ya parece una demoníaca Ley de Murphy es lo contrario: las peores cosas que pueden suceder en un programa siempre (me) suceden cuando ya estamos en el aire. Dos ejemplos recientes, a continuación:
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
- Son las ocho y tres minutos, estamos de regreso en “Abre Los Ojos” y, para comprender mejor lo que nos jugamos en La Haya, esta mañana nos visita el doctor Javier Valle Riestra, quien nos va a ilustrar con su oceánico conocimiento de la historia del Perú.
- Gracias por lo de oceánico conocimiento, querido Beto, ojalá no vaya a naufragar yo en ese océano.
A sus ochenta egregios años de edad, Valle Riestra es uno de mis entrevistados favoritos, sus sobresalientes dotes de orador, su erudición jurídica e histórica, su solemnidad ligeramente teatral, su memoria prodigiosa y su finísimo sentido del humor lo convierten en algo así como en el viejo sabio de la tribu. Conversar con él es un placer exquisito y una clase maestra también pues siempre se queda uno con la agradable sensación de que algo valioso ha aprendido. El último jueves, sin embargo, algo muy extraño sucedió en el minuto dos de nuestra entrevista. Yo le había pedido que, para que entendiéramos mejor la antigua beligerancia entre nuestros países, nos recordara cuáles habían sido las tres invasiones de Chile al Perú. Valle Riestra empezó su disertación lúcida e impecablemente:
- El Virreinato del Perú comprendía lo que es, hoy en día, Bolivia o Audiencia de Charcas y tenía jurisdicción también sobre la Capitanía General de Chile. El centro de ese poder jurisdiccional era Lima y se extendía por el norte hasta comprender Guayaquil y otras jurisdicciones.
Confiando por completo en la absoluta solvencia de mi interlocutor
que estaba además en plena introducción de su temayo bajé la mirada, como es mi costumbre, para revisar datos de la pantalla de mi lap top. Habían pasado apenas dos minutos de iniciada la entrevista cuando el desastre sobrevino y Don Javier perdió por completo el hilo de lo que estaba diciendo:
- Cuando se produjo la independencia, ehmm, ehmm… da..ehmm…da…
Al escuchar este balbuceo, perdonable en cualquier político promedio pero inimaginable en Valle Riestra, levanté los ojos y lo vi allí confundido, paralizado, con la mirada perdida, como si de pronto hubiera entrado en algún tipo de trance. Evidentemente, estábamos ante una emergencia y, quizás porque a nadie le gustaría que a los padres de uno les ocurriera nunca nada semejante, lo único que me preocupó en ese instante fue salvarlo de la situación. Sonará absurdo pero lo primero que me pasó por la cabeza fue quedarme yo también petrificado, para que pareciera que todo era una falla en la transmisión y nos sacaran del aire. Y ahora que vuelvo a ver el video creo que por un par de segundos casi lo logré pero seguíamos en cadena nacional y todo el mundo nos estaba viendo. Lo que vino después fueron diez segundos de un sobrecogedor silencio que, en televisión, pareció durar doce minutos. Diez segundos aterradores en los que toda mi carrera pasó delante de mis ojos como si fuera una película.
- ¿Se siente bien?
- Sí.
- Ah, okey…
En ese momento, los papeles se cambiaron. Ahora era yo el que, tratando de recordar lo (poco) que le enseñaron en el colegio tendría que dirigirse al país con un buen speech sobre el Mariscal Santa Cruz y la Confederación Perú-Boliviana. Era demasiado pronto para mandar a una pausa comercial y también demasiado riesgoso lanzar otra pregunta sin saber si Don Javier realmente se sentía bien. Lección Uno del Manual del Conductor de TV: los silencios están terminantemente prohibidos. Si el video no llega a tiempo, si el entrevistado se retrasa, si te cae un reflector en la cabeza… habla. Siempre habla. Parcha los vacíos, estira, llena. No me quedaba entonces más remedio que ponerme a improvisar y hablar, por ejemplo, de la infausta batalla de Yungay o del lesivo Tratado Rada y Gamio-Figueroa Larraín. ¿Alguien los recuerda? Ahora el que estaba completamente paralizado de terror era yo.
Mis desvaríos históricos, por suerte, duraron poco pues, de súbito, como si le hubieran presionado el botón de pause y otra vez le hubieran dado play, Valle Riestra me interrumpió y retomó perfectamente el hilo de lo que había estado diciendo en el punto exacto en que se había quedado:
- Entonces la figura concreta es que concluida la independencia de Bolivia…
Pero pronto volvió a derrapar, esta vez, de un modo clamoroso, imposible de disimular:
- Chile va avanzando hasta apoderarse de las células marítimas rajándonos de la carta de lanzas rectilíneas que existían, en consecuencia, perdemos el Tarapacá.
Abajo, Mónica Delta entraba en el switcher, alarmaa, diciendo: Llamen a Alerta Médica.
- Todos los terremotos incluso quedan secuestrados sentenció Don Javier- El tren de Tacna, de Arica dice: lo veremos en diez minutos.
Durante la entrevista le conté incluso que los televidentes, en las redes sociales, habían expresado preocupación por su salud, que si acaso no había tenido una laguna o algo así. El me respondió que no con una sonrisa de indulgencia: Aquí estoy en perfecta forma para responder todas las teorías sobre nuestro mar territorial. (Sé que, para intentar demostrar su espléndido estado, JVR se ha estado paseando por distintos programas en estos días. No creo que maquillar la realidad sea una buena solución a lo que es, un obvio accidente de la edad que, tarde o temprano, nos llegará a todos. No veo de que habría que avergonzarse. No nos sobran las mentes brillantes y yo, por mi parte, sigo preocupado por él. Y estoy seguro de que no soy el único.
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El estudioso de la gastronomía nacional escribió aquella mañana de invierno otra página de terror en la historia de la TV peruana. Había sido invitado para hablar sobre el muy esperado festival culinario y ya estaba sentado a mi lado en el set cuando fue presa de un extraño ataque de algo horrendo que podríamos denominar “diarrea explosiva”. Algo que yo en mi vida he visto jamás y que pareció cosa de magia negra o brujería. Estábamos a mitad de un videotape y ya lo íbamos a presentar cuando de pronto se puso de pie violentamente y salió raudo del estudio. Siendo que mi entrevista habíase quedado sin entrevistado, opté serenamente por presentar otro informe del noticiero pero mientras lo hacía, un hedor nauseabundo se enseñoreó en el lugar, generando un pequeño tumulto entre los técnicos. Aún hablándole a la cámara, tratando de mantener la compostura, miré de reojo para saber qué pasaba y alcancé a distinguir un diminuto pero repugnante montículo amarillo en el suelo.
- “Pobre. Ha vomitado“ -pensé.
Los camarógrafos siguieron cuchicheando pero yo intenté mantener el hilo de mi narración, no darle demasiada importancia al incidente y hacer caso omiso de la pavorosa pestilencia. Sin embargo, a los pocos minutos, El Estudioso regresó al set y se volvió a sentar a mi lado.
- ¿Ya te sientes bien? -le pregunté.
- Sí, sí, todo bien. Empecemos.
Y ya estaba a punto de presentarlo cuando volví a mirar hacia el piso y descubrí
perdónenme el francésun horrendo riachuelo de mierda. El Estudioso había regresado desde el baño
que está como a 20 metros de distanciadejando tras de sí una interminable estela de caquita líquida cual si fuera un rastro de caracol. Con los ojos desorbitados, el coordinador del set me hizo una señal categórica con las manos: se acabó. “Hemos mandado a corte para que pueda ir a….limpiarse, señor.“ -lo escuché decir. Los heroicos trabajadores de mantenimiento jamás lo olvidarán. Aquel había sido el peor día de sus vidas. El apestoso reguero había afectado la silla, los pasillos, las alfombras, las escaleras, el ascensor…No exagero. Por eso digo que parecía una víctima de hechicería. Ninguno de los que estábamos allí dábamos crédito a nuestros ojos. Era difícil creer que todo eso hubiera salido del interior de una sola persona. Hubiera sido de agradecer que, alguien que representa la imagen de una fiesta nacional del buen comer, tuviera un mejor dominio público de sus esfínteres. Pero, en fin, sucede hasta en las mejores familias. Al terminar, todos en la producción estuvieron de acuerdo conmigo en que aquel programa sí que había sido la cagada.
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PERU 21 DICIEMBRE 2, 2012

Hasta morir

Domingo 02 de diciembre del 2012 | 00:11
Intentaba escribir sobre la vida de un amigo que se acaba de morir y terminé escribiendo acerca de varias muertes que me han tocado y ni siquiera acerca de la suya. Quizá sea porque estoy aturdido y todavía no termino de creer que mi amigo realmente se haya muerto.
Beto Ortiz, Pandemonio
bortiz@peru21.com
Arreglando un cajón de mi escritorio, el domingo pasado, encuentro una foto de Juanjo, mi amigo y productor que murió en el 2007. Lo veo sonreír en la foto y sonrío también. Sigo revisando apuntes, garabatos, cartas, viejos papeles en otro cajón y, en eso, zas, otra foto de Juanjo, con su cámara al hombro entre los escombros del terremoto de Pisco, reporteando conmigo entre los muertos. Everything is illuminated. ¿Qué día es hoy? Llamo a mi amiga Maty y le cuento que me estoy encontrando con Juanjo a cada rato y, apelando a su memoria prodigiosa, le pregunto si acaso no fue por estas fechas que él decidió marchar. Mañana se cumplen cinco años –me responde–, te está pasando la voz. Nos reímos con nostalgia o, más exactamente, con saudade, esa mezcla intraducible de ausencia con alegría, esa tristeza agradecida. Caemos en la cuenta de que no hemos ido en años a dejar una flor en su tumba. Sí, pues, pucha –me dice–. El trabajo, los chicos, tú sabes, andamos como locos. ¿Y tú cómo has estado, ingrato? Hay que vernos, pues. Caemos en la cuenta de que nunca hablamos. Oye, no te pierdas, tú tampoco, cariños por casa, nos llamamos, ¿ya? Me quedo pensando. No se me ocurre otra cosa que subir una de las fotos de Juanjo al Twitter y al Facebook. Subo también algunas palabras, una pequeña oración o, lo que es lo mismo, elevo –al ciberespacio– una plegaria para él. I say a little prayer for you. Esa noche me voy a la cama pensando: mañana es 26 de noviembre, tengo que acordarme siempre de esta fecha. Apago la luz y, sin rezar, me duermo.
El 26 de noviembre amanece y ya no me acuerdo ni siquiera de que tengo que acordarme de esta fecha. Como todos los días me ducho, me afeito, me encorbato, me visto, manejo mi carro, entrevisto. Me dedico al periodismo y, por lo tanto, cuento muertos todos los días y, si queda tiempo, también les cuento la historia de los muertos que hubo ayer en el país. La vida transcurre idéntica. Los días son fotocopias infinitas. La trama de mi película presente es sensata y decente. También previsible, pero no me quejo, hay solcito, estoy sano, nada me duele, tengo saldo en el cajero y más tarde, probablemente, alguien me acepte un cebiche y se ría de mis chistes. Todo bien. A mediodía acaba mi jornada. Me aflojo la corbata, me pongo los lentes de sol y salgo a intentar escribir algo que valga la pena sobre la superficie de este flamante día que se despliega ante mí como una página en blanco. A la vuelta de la esquina, un mensaje de texto de mi amigo Iván llega a mi celular: “Hola Beto. Te escribo para contarte que mi padre partió esta mañana”. Su papá tuvo el mismo mal que los míos, y todo lo que hice fue prestarle un mapa del viaje que les esperaba. Esta es una edad en que los padres de todos tus amigos, uno a uno, se mueren. Llamo a la producción solicitando inmediato envío de flores lilas y, sin quitarme los lentes negros, acudo al ritual de los abrazos silenciosos. Es mejor no intentar siquiera decir nada. Escucho al pasar que alguien en el velorio exclama: “Qué horrible debe ser…Si se muere mi mamá, me muero”. Qué fácil es decir “me muero”. Me da ganas de decirle que no sabe de lo que habla, que no se haga demasiadas ilusiones. Conozco perfectamente el dolor de la orfandad pues lo poseo. Cuando la muerte llega, todo el mundo a cerrar el pico. A callar en todos los idiomas. No se ha escrito aún la frase que algún día nos servirá de fórmula para condolernos, para decir que nos duele el corazón que le arrancaron al otro, para decir “te acompañamos en tu dolor”, como si no supiéramos que el dolor no admite compañía. Al morir la tarde, me vuelvo a encerrar solo en mi guarida. Anochece. El violento olor de los jazmines me sirve para extrañar.
“Julio Polar se ha largado de este mundo. Infarto”, dice el primer crudo mensaje que aparece en mi teléfono al aterrizar en Trujillo la tarde del viernes 30. Es mi amigo Juan Carlos que, más que apenado, está furioso con sus colegas dibujantes que ahora se llenan la boca hablando del gran talento de Julio, cuando nunca le dieron una oportunidad. Yo también estoy molesto –pero conmigo– por haberlo abandonado como todos los demás. Alguna vez, hace como siete años, Julio Polar le dijo a mi amigo Andrés Edery –que, hoy con la misma pena que yo, lo ha dibujado en esta página– que se había enterado de que yo había contraído cierta cruel enfermedad. No era cierto e ignoro de dónde lo sacó, pero me molesté tantísimo que no volví a verlo nunca más. Por esa razón ridícula –una cojudez– lanzamos por la borda una amistad fantástica. Cuando yo tenía 18 años y estudiaba Derecho, y estaba aburrido y frustrado porque sentía que lo que quería hacer no era litigar sino dibujar, Julio Polar se apareció en mi vida como un endemoniado genio de la lámpara, como una fabulosa maldición que hoy agradezco por la poderosa influencia que tuvo en mí este loco maravilloso, eterno indignado, chalaco cultísimo y radical, el dibujante al que botaban a gritos de todas partes, el único artista verdaderamente underground que yo he conocido. Qué suerte que la primera chamba de mi vida haya consistido en pasarme las tardes y las noches a su lado, imaginando, escribiendo y dibujando –por kilos– chistes e historietas que pudieran llenar de cabo a rabo el Suplemento ¡NO! Trabajábamos ambos como obreritos asalariados en el taller de un famoso humorista gráfico y, como no debía notarse que entre los dos nos volteábamos las 16 páginas completitas, nos dábamos el lujo de escribir y dibujar con estilos y seudónimos distintos para que nadie se diera cuenta de que éramos un ejército de dos. La mañana del viernes 30, constatando que no me quedaría tiempo para entrevistar como Dios manda al pintor Eduardo Tokeshi, le propuse la idea absurda de caricaturizarnos mutuamente en televisión. Al hacerlo, al volver a dibujar después de décadas de no hacerlo, le estaba rindiendo a Julio Polar un homenaje involuntario, ignorando que, en esos instantes, la feroz molotov que lo había mantenido 67 años jodiendo sobre la tierra acababa de lograr el estallido perfecto. Perdóname la prosa, oh, Viejo profesor de rebeldía. Mañana, cuando regrese a Lima, espero alcanzar a leer en voz alta a Baudelaire sobre el cofre que contenga tus cenizas. Perdóname la prisa, pero hay un solazo allá afuera y yo ya no quiero seguir hablando de tu muerte, de mi muerte, de ninguna muerte. Perdóname la prisa, pero los patas me están esperando con dos cajas de cerveza en la maletera. La vida todavía aguarda allá afuera, esplendorosa, y esta tarde vamos a chupar hasta morir.
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PERU 21 NOVIEMBRE 18, 2012

Melancolía

Domingo 18 de noviembre del 2012 | 00:11
Casi podríamos decir que fue un alivio escuchar a mi neuróloga diagnosticándome depresión crónica aguda y recetándome una tabletita diaria de Anapresín de Laboratorios Bagó inmediatamente después del opíparo almuerzo que pediré una vez más al anexo 124 del room service del hotel en el que habito.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Luego de haberme escuchado monologar como en mis peores faenas de late night show, me dijo que lo que ocurría conmigo era que carecía mayormente de motivaciones, desafíos, vida afectiva, pareja, familia, expectativas y planes para el fin de semana, para fiestas patrias, para el futuro mediano y, también, para el más largo. Que lo que estaba haciendo era manejar mi existencia como un carro en neutro, sin necesidad de encender el motor, como quien dice haciendo muertito, protagonizando una repetitiva rutina con la sonrisa más o menos estúpida de un campeón olímpico de nado sincronizado, planeando sin ton ni son como una bolsa plástica al viento, conformándome con pasar con once o con diez punto cinco… En suma, no siendo del todo chicha ni del todo limonada, no siendo fu ni tampoco fa.
No me lo dijo así, pero me lo dijo.
Pero la doctora insistió en el tema del aislamiento, la pérdida, la alienación, el duelo, la falta de motivación, la escasa autoestima, la inmadurez emocional, el desapego, el desarraigo, el desgano, el escepticismo, el cinismo, el narcisismo y el existencialismo, pero insistió sobre todo en la certeza de que había experimentado una considerable pérdida o deterioro en la capacidad humana de placer o, mejor dicho, de disfrutar el placer. No porque este ya no exista (porque debe existir) sino porque se ha dejado súbita, y más o menos inexplicablemente, de gozarlo. Y no estamos hablando de sexo reiterativo, maníaco, insulso o intrascendente. O no solamente de sexo, en todo caso, sino también de comida, música, cine, lectura, viajes, deportes, shopping y, también, por supuesto, conversación, trabajo, creación y todo aquello que uno supuestamente disfrutaba haciendo y ya no disfruta igual. Por ejemplo, escribiendo porque ya no escribo. Por ejemplo, leyendo porque ya no leo nada que no sea el fucking teleprompter. Por ejemplo, elucubrando ideas descabelladas y llevándolas a cabo contra viento y marea, aunque a nadie le hagan gracia o aunque nadie las entienda, o llevándolas a cabo precisamente para que a todo el mundo le llegue al left egg. Por ejemplo, diciendo las cosas que me gustaba decir y que ahora me da más o menos igual si las digo o si no las digo o si mejor las dice alguna de mis co-conductoras que tienen tantas ganas de decirlas y yo tan pocas. Porque, además, si las digo como tendría que decirlas, como a mí me gusta decirlas, en buen francés, seguro que nos quedamos de nuevo todos sin trabajo y buenas noches los pastores. Bah. Si una flor cae de la rama, a esa rama no volverá, pero la flor de tu amor, esa no se caerá.
Para terminar, la destacada especialista en males cerebrales congénitos y otras demencias me dijo que era necesario someterme a una resonancia magnética con espectroscopía, a una medición de índices neuropsicológicos y a un eco-doppler de carótidas en Laboratorios Roe, todo lo cual le permitirá determinar con algún grado de precisión si –considerando que hace cuatro años que ingresé a la edad del deterioro cognitivo– estoy ya comenzando a tener los primeros síntomas de lo que te conté (o todavía). No olvidemos que, en mis días miamenses, mi ex amigo El Turco siempre se burlaba de mis frecuentes distracciones domésticas llamándome “memento de mierda” en alusión al nombre de aquella película sobre la amnesia en la que el protagonista se tatuaba toda su información vital en distintas partes del cuerpo: nombres, direcciones, números de documentos de identidad, números de teléfonos. Imposible. Los tatuajes no se hicieron para los gordos. Thank you very much. No pienso tatuarme absolutamente nada.
Sostiene la citada galena que, en mi caso, yo me olvido de las cosas porque ando demasiado distraído. Porque, en el fondo, no me interesan, porque me valen madre o me valen verga, porque lo que me dicen me entra por acá y me sale por allá. Porque lo que me dicen me importa tanto como me importa el mundo en particular y en general. Que si me dijeran no te olvides que hay un millón de dólares en efectivo esperándote en tal parque, enterrados al pie de tal árbol, debajo de tal piedra, jamás me lo olvidaría pero, como nada de lo que me dicen me interesa gran cosa, me olvido de las citas, de los almuerzos, de las grabaciones, de los cumpleaños, de las promesas, de las últimas fechas de pago y hasta de los mismísimos polvos pendientes que he coordinado con tanto primor y anticipación. Afirma además que, dado que tengo un nivel de expresión verbal por encima del promedio, será complicado establecer si la fluidez de mi discurso es la misma de antaño o si ha mermado porque, aun si estuviera disminuyendo, los cambios serían apenas perceptibles por cuanto se supone que hablo o hablaba un poco más bonito que el común de los mortales que, en promedio, habla hasta el culo.
Y lo primero que se afecta cuando “eso” pasa es justamente la palabra que, pa’ concha, es mi materia prima.
Lo bueno es que, por el momento, no se me nota. O no se me nota mucho, por lo menos. Y ese es, a final de cuentas, el secreto de mi indiscutible éxito provincial: que todo lo que soy no se me nota o no se me nota mucho en realidad. Aunque es verdad que ya no escribo nada porque me da flojera, siendo esta especie de parte de batalla lo primero que estoy escribiendo en los últimos seis meses, sin contar algún articulito para el diario o el guión de algún documental que, por supuesto, no cuentan porque se supone que eran chamba, y lo que se escribe como chamba nunca cuenta. Y, últimamente, todo lo que signifique escribir, leer, pensar, decidir, insistir, comprometerse, enamorarse, fajarse, apasionarse, mojarse, conmoverse, indignarse, carcajearse, encabronarse… me da una flojera indómita, pero no una flojera de ociosidad, sino una especie de omnipresente y gigantesca y atmosférica flojera de la vida. La buena noticia es que todo eso desaparecerá mañana, como por encanto, después de haberme tomado mi tabletita diaria de Anapresín de Laboratorios Bagó inmediatamente después del opíparo almuerzo que pediré, una vez más, al anexo 124 del room service del hotel en el que habito.
* Epílogo: Esto que les narro me ocurrió más de un año atrás. Luego de googlear un poco para averiguar los efectos secundarios de los fármacos antidepresivos, decidí continuar nomás con mi existencia en neutro, muertito y perfectamente Hakuna Matata, y no tomar ni media pepa de nada, ni regresar donde mi neuróloga, ni hacerme ninguna de esas pruebas de resonancia, eco-doppler o como mierda se llamen. ¿Total? No estaré elegante, pero estoy triste, dijo el poeta Juan Gonzalo mientras se colaba a una fiesta de etiqueta. ¿Total? Mi elegancia es la melancolía.
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PERU 21 NOVIEMBRE 11, 2012

Siempre nos queda París

Domingo 11 de noviembre del 2012 | 00:11
Fue el momento más feliz de mi vida y no me di cuenta. De haberlo comprendido, jamás lo habría dejado escapar. Orhan Pamuk.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Cansado de jugar a lanzarme las pepitas del popcorn, el niño que habla en holandés se ha quedado convenientemente dormidito junto a su mami bajo el sol francés. Y mientras la voz en off del guía nos explica la historia de cada iglesia y de cada puente en cuatro idiomas, ella y yo procedemos a besarnos otra vez, separando los labios, rozándolos, mordisqueándolos, separándolos y volviéndolos a juntar. Es por esta recompensa que esperamos tanto tiempo. Total, es París como en las películas y es lo que se supone que hay que hacer en estos casos. Tendríamos que haber comenzado por ahí. Tendríamos que habernos querido mucho, por supuesto, pero primero teníamos tantas otras cosas por hacer. Yo quería ser profeta en mi tierra y tú querías marcharte bien lejos de aquel país que se desfondaba, que se caía a pedazos, que se desangraba. Es un domingo soleado pero no caluroso, un día milagroso, espléndido, perfecto. Un barco que navega por el Sena. Le Bateau Mouche. En la cubierta, quinientos turistas de todo el mundo, la inmensa mayoría proveniente del Japón, bullicioso y temible pelotón de fotografía. En medio de ese muestrario de la raza humana, mi eterno amor de Estudios Generales, Universidad de Lima, período 85-I y yo. Nos hemos encontrado después de veinticuatro años. Veinticuatro. Y por alguna extraña razón sigo recordando que su día es hoy. Mon cher Amèlie Poulain! Lo más probable es que este mail no te llegue jamás pero porsiacasito te aviso que je suis a Paris thinking of you y hoy que es día de tu santo te las cantamos así y ya que estamos menos lejos que nunca, mi número es el 01 56 55 50 04 Hotel 29 Lepic. Habitación 26. Post-data: Je t’aime. Yo tenía que quererte, ciertamente, pero después, más adelante, no todavía. Todavía no había hecho nada interesante de lo que pudieras estar orgullosa, así que primero tenía que escribir y publicar en los periódicos, o mejor aún, salir en los periódicos, o más exactamente en las portadas de unos periódicos que, de haberlos visto, habrías caído fulminada de la risa o la vergüenza. ¿Beto? Is that you? Estoy en Bruselas, pero tranquilo que es apenas una hora de distancia, así que mañana mismo, a las 15:59 en punto, te quiero ver plantadito en posición de firmes en la estación del tren, Gare du Nord. De tu hotel queda a veinte minutos de camino, recógenos, así nos escoltas a mí y a mini-me por las preciosas calles de París. No te vayas a equivocar de andén, despelotado, fíjate bien en los tableros, Bruselas se escribe Bruxelles. ¿Y tú? Tú también tenías que quererme pero, claro, no así, porque el amor no llega así de esa manera, porque tú eras la muchacha bellísima del corte punk, las piernas y la risa subversiva, y yo para ti era apenas el loquito que te escribía cartas de treinta páginas a mano, el hermanito ocurrente y chistosón, el amigo chanquis que te sacaba del apuro y –peor aún– también la amiga. Algo así como la amiguita gordipepa que se conforma con sentarse a escuchar tus penas. Eran otros tiempos. Entonces yo no era quien soy ni tenía aún esta vida imaginaria. No tenía ni una sola de las historias ni de las canas que ahora hacen que te parezca tan interesante y tan seguro de mí mismo –¿estás segura?– ni tenía ni un carajo de ese supuesto je ne sais quoi que me atribuyes, de esa especie de arrogancia que ahora resulta que te encanta.
¿Viste esa noticia de la araña y la mosca prehistóricas que estaban a punto de trenzarse y de pronto les cayó encima una gota de resina de un árbol y se quedaron intactas pero atrapadas por miles de años en el ámbar? Intactos pero atrapados en el tiempo. Fosilizados dentro de una gotita de miel. Romántico, ¿no? Dos insectos congelados de amor. Eso somos. Romantiquísimo. El tiempo no ha podido contra nosotros. El tiempo no nos ha hecho ni cosquillas. Es como si alguien hubiera presionado el botón de PAUSE. Y ahora nos hubieran vuelto a dar PLAY. Esa es la palabra: PLAY. Let’s play. Y entonces ha vuelto a sonar la canción de Depeche Mode que estábamos bailando aquella noche de 1988 en el Mediterráneo Night: Let’s play master and servant. Y hemos vuelto a abrazarnos y a reírnos y a sudar igual. Hemos seguido bailando como si todo nos hubiera pasado. Nuestra música no cambia: Where is your tenderness? There is it. Total, es París, y para que esta película quede perfecta solo nos hace falta un diálogo medianamente inteligente. Es ahí, en la cubierta del navío, donde decido recitar al revés el final de una obra de teatro que vi en Lima y lanzo la pregunta: ¿Quieren casarse conmigo? Tú sueltas una vez más el agua de esa carcajada que amo. Después me das algunos besos más sin decir nada, y así seguimos besándonos hasta que ya no queda ni un solo japonés en todo el barco. Y finalmente me das la única contestación imaginable: ¿Estás tú loco? Je ne sais pas. Dos de la tarde. La navegación ha llegado a su fin, nos bajamos en silencio, recojo del piso la botella vacía de champán, envuelvo al niño dormido con mi casaca y lo cargo hasta el taxi que nos lleva a Gare Du Nord, la estación a la que acaba de llegar el tren en el que regresas a tu vida europea, a tu ininteligible ciudad donde te esperan tu novio internet, tu oficina de ventas, tus clases de holandés. Stop. Leo todo lo que acabo de escribir y siento que es insuficiente, que se queda corto, que no está a la altura. Creo que hay que escribirlo todo de nuevo. Hagamos eso, ¿qué te parece? Escribámoslo todo de nuevo, señorita. Estás loco, repites, riéndote. Estás recontra loco. Pero para que no estés triste te diré algo, querido: tú eres the reluctant peruvian, y ahora que regreses y te tengas que volver a levantar todos los días a las cinco de la mañana y te veas envuelto en tu vorágine de personajes, figuras, eventos, primicias, yo me volveré exactamente lo contrario, el antipersonaje, el antievento, porque voy a ser siempre lo que no va a suceder. Nos escribiremos emails una navidad sí, una navidad no. Pegaremos nuestras fotos con imanes en la refri. Pero las cosas seguirán siendo como tienen que ser.
Por la ventana del vagón que se marcha, alcanzo a verlos jugar con un cursi souvenir que les compré: una esfera de cristal. Dentro de ella, la nieve se precipita suavemente sobre la soñada ciudad en la que por fin fuimos felices.
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EL COMERCIO OCTUBRE 11, 2012

SNRT admitió queja presentada contra "El valor de la verdad"

Alfredo Vignolo González del Valle ha solicitado que el espacio que conduce Beto Ortiz sea levantado del aire
Beto Ortiz
Beto Ortiz, conductor de "El valor de la verdad".(Foto: archivo El Comercio)

El comité de solución de quejas de la Sociedad Nacional de Radio y Televisión (SNRT) admitió a trámite la solicitud presentada por el presidente de la Fundación Ética Periodística, Alfredo Vignolo González del Valle, en contra de Frecuencia Latina y “El valor de la verdad”.
La SNRT ha dispuesto que Frecuencia Latina presente sus descargos en un plazo de tres días hábiles, además de entregar la copia del programa El valor de la verdad a fin de que sea evaluada.
Cabe destacar que Vignolo, basándose en el código de ética de la SNRT y en el código de ética del Consejo Nacional de Autorregulación, busca que el espacio que conduce Beto Ortiz sea levantado del aire. Su queja aborda específicamente aspectos de la producción del programa.
“El canal dice que no tiene responsabilidad en el asesinato de la joven (Ruth Thalía Sayas), pero yo creo que sí tiene responsabilidad indirecta, porque a consecuencia de ganar ráting pusieron a este jovencito (Bryan Romero Leiva) en televisión para que la chica lo ofenda. Cómo puede ser posible que se haga un show y se exponga a un individuo sin cultura de esa forma. Este muchacho reaccionó como lo hizo por cólera y no lo justifico, pero creo que lo que ocurrió es consecuencia de su participación en el programa”, señaló Vignolo González a elcomercio.pe.
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EL COMERCIO OCTUBRE 1, 2012

VIDEO: así confesó Bryan Romero el asesinato de Ruth Thalía Sayas

En su testimonio a la Policía, el homicida confesó que la mató, ahorcándola con sus propias manos. Luego, llevó el cadáver en su mototaxi y lo tiró a un silo sin ayuda de nadie
Un video con la confesión de Bryan Romero Leiva a la Policía fue difundido esta noche. En el interrogatorio, el joven admitió el asesinato de Ruth Thalía Sayas y reveló detalles del crimen. Señaló que actuó solo y que estranguló a la su ex pareja con sus manos.
Esta confesión difiere de otro testimonio que salió a luz. En ella, Bryan culpaba a un amigo suyo (el ‘gordo’) del crimen de Ruth Thalía. Agregaba que todo fue idea de este personaje, eximiéndose de toda responsabilidad. Esta declaración sería posterior al video difundido.
En las imágenes emitidas por “Panorama”, el asesino revela que el 11 de setiembre llamó a Ruth para verse. Bebieron un vino en su dormitorio y luego tuvieron relaciones. Tras ello empezaron a discutir, ella lo abofeteó y él reaccionó cogiéndola del cuello, no “midió su fuerza” y cuando se dio cuenta Ruth ya no respiraba.
Romero escondió el cuerpo en su baño y siguió bebiendo. Al otro día, solo y sin ayuda, llevó el cadáver en su mototaxi hasta un silo, donde finalmente lo abandonó.
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EL COMERCIO SETIEMBRE 30, 2012

Caso Ruth Thalía Sayas: Bryan Romero será trasladado hoy a un penal

El Juzgado Penal 32 para Reos en Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima abrió instrucción a ex enamorado de la joven y a su tío
Asesinatos en Lima, El valor de la verdad, Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero Leiva, Redy Leiva Cerrón
(USI)
Bryan Romero será trasladado en las próximas horas a un penal de la capital luego de que el Juzgado Penal 32 para Reos en Cárcel de la Corte Superior de Justicia de Lima abriera instrucción contra él por el homicidio de su ex pareja, la primera concursante del programa “El valor de la verdad” Ruth Thalía Sayas Sánchez.
Romero y su tío, Redy Leiva, serán procesados por secuestro agravado y robo agravado con muerte subsecuente, informó el Poder Judicial.
“La Corte Superior de Justicia de Lima, mediante un sistema aleatorio ha designado al 44 Juzgado Penal de la Corte Superior de Justicia de Lima, a cargo de la jueza Cecilia Polack Baluarte, para continuar con el proceso penal”, indicó el Poder Judicial en un comunicado.
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PERU 21 SETIEMBRE 30, 2012

El inventario de los adjetivos

Domingo 30 de septiembre del 2012 | 00:09
Opinadores, opinantes y opinólogos. Esta semana, todos tuvieron algo qué decir… me.
Es una tragedia, y este tipo de tragedias, de algún modo, silencian la verdad y siembran temor en los corazones de la gente

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Adrianzén, Eduardo: “Ahora, lector, ya sabe cómo se fabrican esos falsos realities. Se buscan personas con la vida privada más truculenta, sórdida y desagradable que sea posible”. Lo dice el laureado autor del guión de ‘Magnolia Merino’, la miniserie biográfica más truculenta, sórdida, desagradable y, de lejos, la peor bazofia difamatoria de la historia de la televisión peruana. ¡Vaya moralista horrorizado!
Álvarez Rodrich, Augusto: “A mí esto me produce asco”. Aj. Guácala. Pof. Se nos puso asquiento el Colorado. Competimos hace dos años en el horario y desde entonces no ha dejado de ostentar un sólido tercer puesto. Los cínicos no sirven para este oficio, dijo Kapuczynski. Los malos perdedores, tampoco.
ANDA, Comité de Ética: “Tratándose de un caso policial, consideramos que la discusión debe quedar en ese nivel”.
Bozzo, Laura: “A mí también me pasó, una panelista mía fue asesinada a puñaladas. Nosotros le ofrecimos ayuda y ella volvió con su agresor. No hay que echarle la culpa al canal o al conductor, sino ver qué hay detrás de estas mujeres que perdonan a los agresores y de sus familias”. Razón no le falta pero, como era de esperarse, su ardorosa defensa fue usada, obviamente, en mi contra.
Cachetada, La Doctora: “Hay una cosa perversa en programas como el de Beto Ortiz”. Sí, claro. Pero bien que madruga feliz de la vida cada vez que la invito a mi set, ¿no? Sálvese de tanta perversidad y no vuelva a venir, doctora.
Delta, Mónica: “Beto no es mi amigo y alguna vez fue mi enemigo, pero aprovechar el execrable crimen de una joven que participó en el programa de mayor sintonía sabatino para tirárselo abajo es francamente deplorable”.
Kuczynski, Pedro Pablo: “Programas como estos existen en todo el mundo. No seamos más moralistas que el resto. Los romanos entretenían a las multitudes con pan y circo”.
Hildebrandt, César: “Todos los indicios apuntan a Beto Ortiz y su productora…” llegó a escribir esta semana el otrora ganador imbatible de la Encuesta del Poder de Apoyo. Ahora que la ganamos otros, la encuesta ya no le gusta: la detesta y la coloca en su página de humor en calidad de huevada de la semana. Pobre. Tiene que escribirse solito medio semanario y, como tijeretear revistas extranjeras y libros sobre la Guerra con Chile no le basta, acaba de inaugurar ‘Colaboraciones Forzadas’, una nueva e ingeniosa sección consistente en publicar crónicas ajenas sin pagar ni un mango a sus autores. Esta semana, quizá creyendo incomodarme, reimprimió –a dos páginas– una vieja crónica mía sobre Alan García. Mi pluma agradece el homenaje, pero me temo que ahora van a tener que vender 250 ejemplares para poder cubrir mis honorarios profesionales. ¿Mando mi recibo a nombre de Plutón Editores, chato?
Lúcar, Nicolás: “Este crimen ha desatado una reacción increíble, donde lo que se pretende decir es que Ruth murió porque salió en ‘El valor de la verdad’. No hay nada que pueda justificar el asesinato de una mujer. No podemos malentender la competencia en televisión. Es legítimo que se discuta sobre la calidad de un programa, pero no que se pretenda culparlo del asesinato de una persona”.
Mariátegui, Aldo: “No soy fan de Beto, él siempre ha sido polémico y tiene enemigos, pero esto es injusto: no hay relación de causa-efecto entre el programa y la muerte de esta chica; está claro que, aquí, de lo que se trata es de bajarse a Beto”.
Medina, Magaly: El lunes se mostró crítica pero equilibrada y dijo: “Penalmente, el programa no tiene la culpa, Beto no tiene la culpa. Acá en lo que se ha equivocado Beto es en su forma pedante de defenderse” (…) “Yo no voy a hacer cargamontón porque soy tan animal televisivo como él y las personas que hacemos televisión debemos saber hasta dónde llegar y no los mercachifles, productores de balcón los que vengan a decirnos quién debe desaparecer de la televisión”. Pero el martes, al ver su rating y comprobar que ocuparse del asunto le había permitido pasar de modestos 12 a robustos 20 puntos de rating, como en los viejos tiempos se engoriló e hizo un sincero y muy espectacular despliegue del más macerado rencor. Qué no me dijo. Citarlo todo ocuparía este diario entero incluyendo los espacios en blanco del crucigrama.
Miyashiro, Aldo: “Llegaste lleno de oro al barrio de madrugada (…) Tus enemigos comenzaron a salivar y te convirtieron en un asesino. Yo conozco al mejor Beto Ortiz y no creo que seas un asesino”. Gracias, Chino. Que tú me redescubriste. Eso es… verdad.
Palacios, Rosa María: “Que la tragedia de este caso sirva para entender que estas no son ‘cosas de mujeres’ sino la esencia misma de un expandido problema criminal que merece respuestas”. Que toda la antipatía que justificadamente le inspiro no le impida analizar con objetividad me inspira sumo respeto, señora.
Patriau, Mariella: “Un muerto en el pasivo de la competencia”. El pasivo, claro. ¿Captaron la sutil bromita homofóbica? ¿No? El pasivo. Qué dama tan elegante. Competencia, dice. Ostenta un rotundo séptimo lugar en el ranking sabatino. Tu envidia es mi progreso.
Salazar, Federico: “No imaginemos que existe gente buena a la que la TV convierte en mala. Más bien, hay gente mala que se relaciona con la TV como se relaciona con hemiciclos, iglesias o colegios” (…) “La TV levanta pasiones y por eso es difícil pensar en ella como algo distinto a una persona en la que podemos depositar nuestra necesidad de culpar y maldecir”. Compito con Federico y eso no le impide ser imparcial. Cómo se nota que él sí me gana.
Salinas, Patricia: “Los argumentos de Beto para protegerse desde el altar de su rating y la soberbia del que cree que todos lo envidian dan pena”. Y hablando de dar pena, la buena Patty intentó muchas veces hacer TV, pero solo logró una paginita desde la que se consuela disparando con cerbatana su frustración contra los que sí hacemos TV.
Sociedad Nacional de Radio y TV: Jorge Baca, presidente de la SNRTV, confirmó que su institución ha recibido tres quejas contra ‘El valor de la verdad’. Dijo que las dos primeras se refieren de forma genérica a aspectos de producción y que la tercera aborda específicamente el caso Sayas. Interesante. Creíamos que existía un compromiso de confidencialidad en torno a las quejas del público que reciben pero, ahora que comprobamos que no es así, preguntamos: ¿podrían publicar las quejas que existen contra todos los demás programas de la TV nacional?
Schultz, Howard (creador del formato de ‘El valor…’):“First, let me say how sorry I am to read this news. This is a tragedy and these types of tragedies have a way of silencing the truth and putting fear into the hearts of people convincing them to avoid the truth”. (“Primero, déjame decirte cuánto lamento leer esta noticia. Es una tragedia, y este tipo de tragedias, de algún modo, silencian la verdad y siembran temor en los corazones de la gente, convenciéndola de evitar la verdad”).
Vásquez Kunze, Ricardo: “Los quijotes contra la TV basura se regodean en tirársela a esas verdades truculentas que ensucian una TV que quisieran intervenir en nombre de la excelencia, olvidando que ellos son los primeros usuarios de las redes sociales donde millones de exhibicionistas exponen algo peor que verdades truculentas todos los días y gratis: la aburrida certeza de sus tristes vidas”.
Vivas, Fernando: “Este es un caso extraordinario de televicidio, donde hay una responsabilidad de los medios”. Oh, críticos. Oh, eunucos. Siempre saben cómo, nunca tienen con qué.
Zileri, Marquito: ¿El horror de la maldad? Ya, claro: Satanás me queda chiquito. No importa cuántos amigos poderosos le queden a tu papi ni cuántas veces se cambien de razón social para cabecear, evadir y evitar cerrar lo poco que les queda de su pobre revista: igual nos veremos las caritas, tarde o temprano, en el Poder Judicial.
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EL COMERCIO SETIEMBRE 29, 2012

Beto Ortiz sobre de Ruth Thalía: "Estamos llorando su partida"

El conductor le dedicó a la joven asesinada su programa y pidió que el caso sirva “para que el feminicidio deje de ser un flagelo”



Tras el cruel asesinato de Ruth Thalía Sayas Sánchez, el periodista Beto Ortiz le dedicó todas las ediciones del programa “El valor de la verdad”, en el que la joven ganó 15 mil soles por su participación el 27 de junio, donde reveló que trabajó en un night club y que aceptó tener relaciones sexuales por dinero.
“Hoy, más de dos meses después estamos llorando su partida. Ruth es una víctima más de la violencia contra la mujer”, dijo el periodista en dicho programa de TV, que salió al aire a pesar de los cuestionamientos que lo relacionaron con la muerte de Ruth Thalía Sayas.
“Que su muerte sirva para que ningún peruano o ninguna peruana sufra lo que ella sufrió en vida y para que el fiminicidio deje de ser un flagelo”, recalcó.
Ruth Thalía Sayas participó en presencia de su familia y su ex pareja, Bryan Romero Leiva, quien luego se habría encargado de asesinarla en complicidad con su tío Redy Leiva.
Ambos afrontan una acusación por delito contra el patrimonio en la modalidad de robo agravado con consecuencia de muerte, delito contra la libertad individual en la modalidad de secuestro y delito contra la vida, el cuerpo y la salud en la modalidad de homicidio calificado.

* Fiscalía acusó a Bryan Romero por robo agravado con consecuencia de muerte de Ruth Thalía
La ex pareja de la concursante de “El valor de la verdad” y su tío podrían llegar a ser condenados a cadena perpetua
, Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero Leiva
(Captura: Frecuencia Latina)

El titular de Quinta Fiscalía Provincial Penal de Santa Anita formalizó la denuncia ante el Poder Judicial contra los implicados en la muerte de Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero y Redy Leiva.
Ambos afrontan una acusación por delito contra el patrimonio en la modalidad de robo agravado con consecuencia de muerte, delito contra la libertad individual en la modalidad de secuestro y delito contra la vida, el cuerpo y la salud en la modalidad de homicidio calificado.
Esta información la difundió el ministerio público a través de su cuenta de Twitter (@prensafiscalia).
El abogado Mario Amoretti señaló a elcomercio.pe que ambos podrían afrontar una condena de cadena perpetua por el robo agravado con consecuencia de muerte.
Sin embargo, Amoretti también indicó que la denuncia de homicidio calificado podría “hacerle un favor” a los acusados debido a que estos podrían argüir que asesinaron a la joven ex concursante de ““El valor de la verdad””: para ocultar el delito de secuestro, dejando de lado el móvil de robo.
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EL COMERCIO SETIEMBRE 28, 2012

Asesino de Ruth Thalía sería denunciado por secuestro seguido de muerte

Y considerando que Bryan Romero Leiva habría actuado por lucro, le correspondería la cadena perpetua
Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero Leiva
(USI)


La Policía tipificaría el delito cometido por Bryan Romero Leiva (20) como secuestro con subsecuente muerte en agravio de su ex enamorada Ruth Thalía Sayas Romero (18). Y considerando que el asesino confeso habría actuado por lucro, le correspondería la cadena perpetua.
Así lo indicaron a “Perú 21” fuentes de la Dirección de Investigación Criminal (Dirincri) de la Policía Nacional del Perú (PNP), que dieron cuenta de que la misma suerte correría el tío y presunto cómplice de Bryan, Redy Leiva Cerrón (31).
COMENZÓ A ROBAR DESDE LOS 14
En tanto, fuentes de la misma institución también dieron cuenta de que, Romero Leiva contó en la prueba psicológica a la que fue sometido que comenzó a robar a los 14 años en Barrios Altos, la zona de Huaycoloro y el puente Huachipa para comprar licor y regalos para las chicas que enamoraba.
De otro lado, aún se evalúa citar al periodista Beto Ortiz para que confirme si Bryan Romero y su tío intentaron extorsionarlo.
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En nombre de Fernando Yovera
Enviado el: viernes, 28 de septiembre de 2012 12:47 p.m.
Asunto: Ultima edicion de la revista Caretas- La Vida Por el Rating
Importancia: Alta


Edicion 2521 27/Set/2012
Policiales ::::La Vida Por el RatingHasta dónde puede llegar la explotación morbosa en la televisión nacional.

La madre de la muchacha asesinada llora su partida y clama justicia. Ella también fue denigrada en “El Valor de la Verdad”.
El crimen de Ruth Thalía Sayas debería de una vez confrontar a la audiencia sobre los graves problemas por los que atraviesa la televisión nacional. La explotación del morbo es moneda de cambio en una cultura globalizada del entretenimiento, que privilegia la desgracia ajena como cruel escapismo. Pero son muchos los especialistas que en los últimos días coinciden en señalar que este horrible caso marca un nuevo punto bajo. El programa fue cancelado en lugares como España y Colombia. El uso del polígrafo ha sido ampliamente cuestionado. Y como ya lo había advertido CARETAS, además de ser sórdida, la historia en cuestión era también un montaje. ¿En qué país la carrera por el rating obliga a humillar a la madre de una concursante de tal manera? ¿Cómo un programa de televisión arma una tramoya que explota la pobreza y exacerba la degradación de los protagonistas hasta que una joven termina muerta en un silo?

Entrevistado por Mónica Delta en el noticiero de Canal 2, Beto Ortiz, “el periodista más influyente de la televisión” según reciente encuesta de Apoyo, arguyó la noche del lunes 24 que él no decidía el contenido de “El Valor de la Verdad” porque solo era el conductor del programa.

“No soy responsable de nada”, concluyó.

Lo contrario responde el perito español José Fernández de Landa, quien es el que trajo el formato al Perú y al que el propio Ortiz presentó en el canal como el poligrafista de la franquicia.

Fernández de Landa trabajó durante muchos años como agente de seguridad en la Embajada de EE.UU. en Madrid. Luego se integró al primer programa español, en el Canal Antena 3, en utilizar el polígrafo como instrumento para revelar los secretos de sus participantes.

Llegó al Perú el 24 de junio y participó en la etapa de preproducción de “El Valor de la Verdad”, como también en los primeros programas. Volvió a España en agosto, luego de discrepar con Ortiz.

Fernández de Landa concedió una entrevista a CARETAS vía Skype desde la capital española, justo en ese momento convulsionada por las revueltas contra el Congreso. Su testimonio ayuda a entender el espantoso final de la primera concursante de “El Valor de la Verdad”.

“Acabo de conocer hace tan solo un par de horas el triste final de Ruth Thalía Sayas. ¡Estoy horrorizado! Acabo de darle la noticia al dueño del formato, el norteamericano Howard Schultz. Le he pedido que cancele la licencia de producción a Frecuencia Latina por incompetentes”, revela el experto.

“Según he podido leer, el asesino alega que el móvil o causa del asesinato fue haber quedado en evidencia y ser ridiculizado en el programa”.

Y añade: “Si bien hemos de considerar que él fue al programa sin que nadie le obligase, también hemos de ser conscientes de que no conocía las preguntas que Ruth Thalía tendría que responder y, por tanto, tampoco que quedaría ridiculizado de forma evidente”.

Fernández de Landa continúa: “Recuerdo perfectamente que las preguntas fueron elegidas, habiendo conocido previamente los resultados, por (la productora) Susana Humbert y Beto Ortiz en presencia de Howard Schultz, quien siempre podrá alegar desconocer el idioma”.

“Teniendo en cuenta que antes de airearse el primer programa Frecuencia Latina ya contaba con varias grabaciones, se entiende que la intención de Susana y Beto no era otra que crear la máxima polémica, aunque fuera a costa de ridiculizar a una familia y al novio de Ruth”, sostiene el español. “Son ellos pues los responsables del contenido del programa y de alguna forma de sus consecuencias. Si yo fuera la familia de Ruth, pediría el procesamiento de los responsables del programa, pues nadie más que ellos le exigieron que llevase al supuesto novio como acompañante, sin saber ni ella ni él qué preguntas de entre más de 50 se manipularían finalmente”.

De hecho, un conocido abogado afirma que aquí aplicaría una acción de indemnización por responsabilidad extra contractual en modalidad de tercero civilmente responsable.

¿O acaso alguien puede afirmar que Ruth Thalía habría muerto igual de no haber asistido al programa?

“SON UNOS CERDOS”“Yo sí sé que ella (Ruth Thalía) estuvo viniendo (al canal) para cobrar y no le pagaban. Vino varias veces a cobrar porque el novio la estaba presionando, porque el novio le estaba pidiendo un préstamo para arreglar un motor o algo así”, dice Fernández de Landa.

“Entonces, Beto Ortiz agarró a este tipo (Bryan) y le estuvo prometiendo cosas. Yo no hablé con el tipo, pero lo vi ahí. Este Ortiz con todo el mundo hace lo mismo. Vamos a ver, este hombre es un prepotente, que va avasallando a la gente pobre. En ningún país del mundo se ha hecho eso con este formato. Esto es algo que desconoce el propietario del formato, que les ha dado una licencia para una temporada y que renovarán, si no se entera de lo que está pasando”, denuncia.

“Este programa va a causar mucho más polémica. Yo lo que deseo es que con este programa el gobierno (peruano) haga algo y acabe por cerrarles este programa porque estos tíos son unos cerdos”, dice Fernández de Landa. “Lamentablemente la familia de Ruth es pobre, y me temo que el Estado peruano no va a poner el suficiente empeño en que Beto Ortiz Pajuelo y Humbert acaben ante un tribunal”.

CONCURSANTE DESAMPARADALa tragedia se asomó cuando las luces del programa inaugural de “El Valor de la Verdad” se apagaron, la noche del sábado 7 de julio.

“¿Mi sobrino ha sido beneficiado en qué? En quedar mal con toda la gente del barrio, quedar como un imbécil, todos le molestan. Mi familia ha tenido hasta un cruce de palabras con su familia (de Ruth Thalía), pensando que en realidad era su enamorado. Pero yo he conversado y él me dice que solamente le pidió un favor (Ruth a Bryan), ¿me entiende? Además está lo del dinero”, declaró a CARETAS Redy Leiva, tío de Bryan, el pasado 19 de julio. Leiva es hoy acusado de ser cómplice del horrible asesinato y permanece detenido.

Azuzado por el tío, Bryan empezó a exigirle a Ruth Thalía su parte del premio. Ella no tenía el dinero. Ambos acudieron al Canal 2 y se reunieron con Ortiz, pero les pidió “paciencia”.

El miércoles 18 de julio, Ruth Thalía denunció a Bryan en la Comisaría de Huachipa por el robo de su laptop (ver Recuadro).

Él negó el hurto, pero ella no le creyó y ratificó la acusación policial. A partir de entonces Bryan empezó a amenazarla. La muchacha pidió ayuda a Frecuencia Latina, pero nadie le hizo caso.

“Le digo al programa: maldita sea, no pusieron la garantía suficiente para la seguridad de mi hermana. Sabían que en cualquier momento iba a pasar esto”, se lamentó Eva Sayas, hermana de Ruth Thalía, en una entrevista con ATV el domingo 16.

EL ASESINO CONFIESAEl pasado martes 11, a eso de las 7 de la noche, Ruth Thalía recibió una llamada de Bryan. Se encontraba en estado de ebriedad. Celebraba el cumpleaños de su madre, Mery Leiva.

La llamada la hizo desde la casa de sus padres. “Aló, ¿quién es?”, preguntó Ruth. “Bryan, ¿te has cambiado de número?”, insistió.

La conversación se prolongó por lo que tuvo que subir al micro con el celular pegado al oído. Así lo relató un compañero suyo que la acompañó hasta un paradero de Jesús María.

Cuando Ruth llegó a Huachipa, un menor de edad llamó a Bryan. Éste le había pagado S/. 50 para que le sirva de “campana”. Bryan interceptó a Ruth Thalía con su mototaxi. Lo acompañaba un sujeto al que identificó como “El Gordo”.

Según su primera declaración ante la Policía, llevó a la muchacha al segundo piso de su casa, en Huachipa, donde le dio de beber raticida diluido en un vaso de cerveza.

Como el veneno tardaba en hacer efecto, según el asesino, este se puso nervioso. “Le apreté el cuello fuerte con las dos manos. Entiendan, no quería enterrarla viva”, confesó con absoluta frialdad.

Bryan Romero alegó haber sido motivado por el rencor y la venganza. “Por culpa de Thalía todo el mundo me llama ‘cachudo’. Me hizo daño. No debió contar sus secretos en televisión”. Esta versión la dio en presencia del fiscal Manuel Vasco Cumpa.

Posteriormente ofreció una segunda versión en la que dijo que “El Gordo” golpeó a Ruth Thalía hasta quitarle la vida. La Policía sospecha que este segundo sujeto no existe.

“Ni bien se perdió mi hermana, al primer canal que acudieron mis padres fue a Frecuencia Latina en busca de ayuda, pero nos cerraron las puertas. Beto Ortiz no se compadeció de las lágrimas de mi madre y nos cerraron las puertas”, se lamentó Eva Sayas.

SHOW DE LA SORDIDEZ
Peor aún, Ortiz ha querido sacarle provecho al crimen y declaró que el brutal asesinato de la primera concursante de su programa debería unir a los periodistas en una cruzada contra el feminicidio.

Lo extraordinario es que este programa, como lo ha recordado el escritor Gustavo Faverón, propicia precisamente el abuso contra las mujeres al retratarlas como perversas, sucias, promiscuas, indignas. Como objetos lumpenizados que se venden por dinero.

Según repasa Faverón, “El Valor de la Verdad” ha tenido 11 invitados hasta la fecha, de los cuales 7 son mujeres: Susy Díaz confesando miserias, Lucy Cabrera bromeando sobre la paternidad de sus hijos, Susan León admitiendo romances con un narcotraficante, Lucía de la Cruz hablando de alcohol, drogas y estafas; Anhelí Arias enumerando las drogas que consumió y Ruth Thalía aceptando haberse prostituido y avergonzándose de los modales de su madre.

“Es una desgracia. Así como hay una comisión que regula la violencia, acá cuando hay un programa que denigra a la mujer tendría que haber una comisión que pueda censurarlo”, exige la sicoterapeuta Carmen González. Para ella, no hay dudas que el programa fue el “detonante” de la tragedia de Ruth Thalía.

De la misma opinión fue el reputado jurista español José Manuel Balerdi, quien está en Lima para dictar una conferencia sobre feminicidio y violencia de género. “Programas como ‘El Valor de la Verdad’ atentan contra la intimidad de las personas y menoscaban su dignidad humana con tal de ganar audiencia, sin un mínimo de autorregulación o ética profesional”, declaró para esta revista.

LOS ANUNCIANTESPese a ello, la Asociación Nacional de Anunciantes (ANDA) descartó tomar acciones contra el programa y, con esa bendición, los ejecutivos de Canal 2 anunciaron que “El Valor de la Verdad” seguirá trasmitiéndose para “no darle un argumento al asesino” (sic).

Detrás de esta decisión estarían los auspiciadores de Canal 2 que si bien no aparecen como anunciantes directos de “El Valor de la Verdad”, igual colocan publicidad a través de una “pauta rotativa”.

CARETAS 2241 advirtió acerca de la farsa y los riesgos que entrañaba una franquicia cancelada en otros países. Ortiz respondió querellando al director de esta revista, Marco Zileri. La demanda fue declarada infundada por el 57º Juzgado Penal con Reos Libres.

Es cierto, como aúlla Laura Bozzo, que el “rating es el rating”, pero hasta hoy no había ocurrido una tragedia semejante en el país.

El asesinato de Ruth Thalía debería por fin trazar los límites de la‘telebasura’ y de aquellos periodistas que se jactan de ser los más poderosos del país a la vez que trafican con la intimidad, el morbo y la humillación de las personas. (Américo Zambrano, Eduardo García).
Burla y Farsa

Los directivos de Frecuencia Latina convocaron el martes 25 a una reunión de emergencia para evaluar si “El Valor de la Verdad” debía emitirse con normalidad o entrar en la congeladora hasta que cese el escándalo por el crimen de Ruth Thalía Sayas. Al final resolvieron continuar, como si nada hubiese pasado. La próxima víctima es el cantante Iván Cruz. La sorpresa es que en la cola figura Pedro Pablo Kuczynski, quien se sometió al polígrafo el viernes 21, cuando Ruth Thalía seguía en calidad de desaparecida. “Acabo de pasar por la prueba del polígrafo, la primera fase de ‘El Valor de la Verdad’.Estuvo súper divertido”, fue su insólito mensaje en Twitter. El programa se lanzaría el 6 de octubre. Si es que se presenta, PPK donaría su premio a la Teletón. De acuerdo con el perito español José Fernández de Landa, Perú es el único país del mundo en el que un político se presta para someterse a la sordidez de un programa como este.


























Policiales :::: Audio de pesadilla. “Todo el roche que he pasado... Chocaremos, pues”.La Última LlamadaCaretas revela a continuación extractos de dos conversaciones telefónicas sostenidas entre Ruth Thalía Sayas y su asesino Bryan Romero, poco antes que la muchacha desapareciera.

En los diálogos, el homicida le reclama a Ruth Thalía por la denuncia policial que ella le interpuso por el robo de su laptop en la Comisaría de Huachipa, el pasado 18 de julio.

Él alega inocencia, pero es evidente que está mintiendo. Discuten. Ruth Thalía se niega a levantar la denuncia si es que este no le devuelve la laptop.

Bryan le recuerda que ella no cumplió con entregarle parte del pago por haberse presentado como pareja en el programa inaugural de ‘El Valor de la Verdad’,cuando supuestamente no lo eran, y luego la amenaza directamente.

Alarmada, ella le pregunta: “¿Qué cosa me vas a hacer?”.

-Bryan: Aló.

-Ruth Thalía: Aló.

-B: Hola, este… ¿Qué pasó ayer?, ¿por qué fuiste a mi casa?

-RT: Mira, Bryan, yo sé que tú has sacado porque supuestamente yo no te iba a pagar, pero mira, tú devuelves la laptop y yo retiro la denuncia, y yo te voy a dar tu plata. Es que no es para que te robes mi laptop.

-B: Pero yo no he sido pues Thalía este... Cómo yo te voy a robar si yo he venido a mi cuarto el momento en que tú me has llamado.

-RT: Han rebuscado mis cosas personales. O sea, si hubiera sido un choro, se hubiera llevado la plata de mi hermana, se hubiera llevado sus cosas de mi hermana. Solo se llevó todo lo que es mío. Y ha revisado mis cosas, lo que es mío. Entonces…

La llamada se corta.

“VAMOS A CHOCAR”
El diálogo se reanuda poco después.

-Bryan: Aló.

-Ruth Thalía: Ya.

-B: Habla fuerte nomás, no te escucho.

-RT: Solo quiero que me devuelvas mi laptop, nada más. Solo te estoy pidiendo eso. Yo solo quiero mi laptop. Solo te pido que por favor me devuelvas mi laptop. Yo ahorita voy sacar la denuncia. La denuncia ya está hecha. Yo la voy a retirar, siempre y cuando tú me la des hoy en la tarde, en la noche. Entre tú y yo arreglemos las cosas bien, me devuelves mi laptop y ahí que quede todo.

-B: ¿Por qué me haces esto?

-RT: ¿Por qué? Oye, ¡te has llevado mi laptop! Y aparte, ayer me rogabas que saque mi denuncia, una denuncia…

-B: Ayer solo te dije eso porque ya no quería que me molestes más. No quiero tener problemas contigo. Por eso te dije “yo te voy a pagar”. Yo solamente te he dicho “yo te voy a devolver”.

-RT: ¡Quisiste robarme!

-B: No quiero tener más problemas contigo, ni con nadie, ni con la Policía tampoco. Me conoces cómo soy. ¿Por qué me echas la culpa a mí? Y encima te he ayudado en todo lo que me has pedido…

-RT: Eres la única persona…

-B: Encima que te he ayudado todo hacer tu… todo el roche que he pasado, todo te ha llegado. ¿Y ahora vienes a echarme la culpa?

-RT: ¿En qué me has ayudado?

-B: Yo te he ayudado, pues. Ese canal, yo no sé ni qué ha pasado, todo eso te he ayudado ya y…

-RT: Hasta la fecha me paras chantajeando, no sé qué tienes, no sé qué es, porque en serio habla bien las cosas. No, no voy a caer en tus chantajes, Bryan. Así es que por eso te digo: tú me devuelves mi laptop y todo se arregla bien, voy y yo retiro la denuncia. Porque nos llega citación y realmente vamos a terminar mal los dos.

-B: Thalía, pero yo no lo tengo. Te juro que yo no lo tengo.

-RT: Bueno, ya. Lo he intentado de una buena manera que me la devuelvas. Bryan, yo te digo: tú no me conoces tampoco, tú no me conoces bien. Tengo a mi papá, así es que mi papá ahorita está más bien de comisaría en comisaría. Yo no quiero que termines mal tú ni que tengas requisitorias. Pero lamentablemente tú lo has querido así.

-B: Entonces, yo también haré lo mismo…

-RT: ¿Qué cosa me vas a hacer? ¡Qué me vas a hacer…!

-B: Chocaremos, pues entonces.

-RT: ¿Chocaremos? ¿Qué me vas a hacer?

-B: Entonces chocaremos. Ya, bueno… te estoy diciendo que no he agarrado, entonces chocaremos.

-RT: ¿Disculpa?

-B: O dime, ¿te estás inventando esto? o ¿Beto te ha dicho que inventes o querías crecer más?

-RT: Estás demente creo, ¿no? Oye, yo no estoy loca para estar denunciando a gente inocente. Yo no te estoy haciendo nada.

-B: ¿Nada? Como yo he hecho, como te digo chocaremos
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PERU 21 SETIEMBRE 27, 2012

Más confesiones de Bryan Romero: “Perdí los papeles y la estrangulé”

Jueves 27 de septiembre del 2012 | 07:18
Homicida cambia otra vez de versión y ahora sostiene que asesinó a su exenamorada luego de mantener relaciones íntimas con ella en su casa. La Policía llevó ayer al detenido hasta su habitación, luego de que dijera que ahí mató a su expareja.
Bryan ahora dice que asesinó a Ruth en su habitación y que arrojó pruebas al río. (Ernesto Quilcate/USI)
Bryan ahora dice que asesinó a Ruth en su habitación y que arrojó pruebas al río. (Ernesto Quilcate/USI)

Siguen las contradicciones de Bryan Romero Leiva (20). Ahora dice que asesinó a su exenamorada luego de mantener relaciones sexuales con ella en su casa de Huachipa. “Perdí los papeles y la estrangulé” fue su nueva declaración ante la Policía.
Cuando el reloj marcaba las 22:00 horas del último martes, el homicida rompió su silencio en las oficinas de la División de Investigación de Homicidios de la Dirincri. “Voy a contarlo todo”, les dijo a los detectives.
Sin embargo, un problema dificultó el inicio de este nuevo interrogatorio: el fiscal no estaba presente. Los minutos eran claves, por lo que los policías decidieron tomarle su manifestación solo en presencia de su abogado.
Es así que Bryan, quien durante el anterior interrogatorio había dicho que actuó en complicidad con el ‘Gordo’, tal como consta en el documento que mostró Perú21 en su edición de ayer, esta vez sostuvo que actuó solo.
Es más, contó que se encontró con Ruth Thalía Sayas Sánchez (19) y mantuvo relaciones sexuales con ella. “Luego me comenzó a insultar, me dijo que yo no valía nada, que no tenía dinero; entonces me acordé de todo lo que había dicho en (el programa) El valor de la verdad y la estrangulé”, refirió a la Policía.
Sin embargo, para los detectives está claro que la nueva versión no es más que una estrategia para evitar ser procesado por secuestro y homicidio con fines de lucro, por lo que le podría corresponder hasta cadena perpetua.
INSPECCIÓN OCULAR
Tras estas nuevas declaraciones, la Policía realizó ayer una inspección ocular. Cerca de la 1:00 de la tarde, Bryan Romero fue trasladado hasta su “habitación de soltero” en la avenida Huancayo, manzana N, lote 50, en Santa María Baja, Huachipa, lugar contiguo a la casa de su madre.
Ahí contó, paso a paso, sobre el supuesto encuentro íntimo que mantuvo con Ruth Thalía. Esta vez señaló que esa fue la escena del asesinato, por lo que los peritos hicieron pruebas de luminol.
Después sostuvo que cogió los cuadernos y la cartera de su víctima, así como unas toallas que empleó para limpiar las huellas del delito, y que se dirigió al puente Santa Clara para arrojarlos al río.
Los detectives también trasladaron a Bryan hasta ese punto, para que mostrara lo que había hecho con las pertenencias de su expareja. Los pobladores intentaron agredirlo.
Una hora después, el homicida fue llevado otra vez a la sede de la Dirincri para continuar con las diligencias.
SABÍA QUE
- Las pruebas de luminol detectaron restos de sangre en la habitación de Bryan Romero, según informó la Policía.
- También se encontró sangre en el mototaxi debido a que ahí transportó el cadáver que luego enterró.
- La Policía tiene plazo hasta el sábado para culminar las investigaciones. Los agentes señalaron que ha quedado establecido que el móvil fue el dinero.
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EL COMERCIO SETIEMBRE 27, 2012

Poligrafista español: "Nunca vi un perfil psicológico en ‘El valor de la verdad’"

José Fernández de Landa desmintió lo dicho ayer por Beto Ortiz y Susana Umbert. Afirmó que dejó el ‘reality’ porque casos que le proponían “eran abominables”
Beto Ortiz
(Foto: Archivo El Comercio)



El poligrafista español José Antonio Fernández de Landa, quien verificó la aplicación de la franquicia “El valor de la verdad” en Perú, negó que para la emisión del programa que tuvo como protagonista a la fallecida Ruth Thalía Sayas Sánchez se haya realizado un perfil psicológico de esta, lo cual contradice las afirmaciones hechas ayer por el conductor Beto Ortiz y la gerente de televisión de Frecuencia Latina, Susana Umbert.
“Dije que se debían hacer perfiles psicológicos pero eso nunca apareció. Ahora Susana Umbert dice que se le hizo una prueba psicológica. Yo quiero saber qué psicólogo hizo la prueba. Ni uno. Yo no vi nunca un perfil psicológico de ni uno de los participantes. No hubo nunca un psicólogo“, aseguró el poligrafista.
Incluso, Fernández de Landa aseveró que en más de una oportunidad manifestó a la productora del programa de Frecuencia Latina, Jackeline Jorge, que consiga “gente aseada” o “con las manos limpias”; sin embargo ello no se cumplió.
Estuvo llegando mucho psicópata. Por ejemplo, me propusieron a una persona que tenía una serie de antecedentes penales y judiciales y lo rechacé por ser una bomba de relojería Y así pasó con varios. Otro, que fue la gota que colmo el vaso, fue un tipo al que le gustaba tener sexo con personas mayores. Este se presentaba en casa de ancianas como fontanero para ganarse su confianza y luego proceder con su cometido. Ahí dije no vuelvo más, los perfiles aquí con abominables”, comentó en diálogo con Radio Programas.
El experto español dijo también que advirtió al empresario televisivo Baruch Ivcher, en torno al cuidado que se debía tener con las preguntas que se estaban formulando en el espacio y sobre el protagonismo que estaba teniendo el conductor (Beto Ortiz) sobre los concursantes. “Era claro que se erigía como un dios, un divo y no hay mayor prueba que el video de la participación de Ruth Thalia donde él humilla a Bryan Romero”, señaló
MUERTE DE RUTH SAYAS SÁNCHEZ
En otro momento, el poligrafista fue tajante al referir que tanto el conductor y la producción de la versión peruana de “El valor de la verdad” son responsables del trágico final que tuvo su primera participante, Ruth Sayas Sánchez. Ello, según remarcó, debido a que “no fueron fieles seguidores del formato original de Howard Schultz que ha tenido éxito en muchos países”.
Además, el español criticó que el espacio de Frecuencia Latina no haya contado con los recursos necesarios para llevar el formato a la práctica con verdaderas garantías. “Hice hincapié en la necesidad de perfiles psicológicos a los concursantes, de entrevistar a las personas que el concursante lleva al set y de que se hagan una serie de pesquisas, pues era necesario llegar al núcleo donde la persona vive, trabaja y se desarrolla”, subrayó.
Sin embargo, Fernández de Landa resaltó que nada de esto fue posible debido a que en el equipo de producción del espacio eran como máximo seis personas “y nadie salía a la calle” cuando el formato requiere como mínimo a 20 trabajadores para estas funciones.
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PERU 21 SETIEMBRE 26, 2012

Beto Ortiz: "‘El valor de la verdad’ seguirá sin cambios"

Miércoles 26 de septiembre del 2012 | 19:14
El periodista dudó si debía seguir, debido a la muerte de concursante Ruth Thalía Sayas. Espacio se emitirá hasta diciembre y luego se evaluará su continuidad.
(Luis Gonzáles/Perú21)

Beto Ortiz anunció en una conferencia de prensa en la sede de Frecuencia Latina que el programa El valor de la verdad, que conduce los sábados por la noche, seguirá saliendo al aire sin modificacones.
No obstante, el periodista admitió que dudó en seguir al frente del espacio por el asesinato de su primera concursante, Ruth Thalía Sayas, lo que desató una ola de críticas contra él y la producción del espacio de concurso.
“El programa seguirá emitiéndose porque nadie aquí es culpable de lo ocurrido. Se habla de una sospecha de proxenetismo, si esto fuera así, si se comprobara que Ruth Thalía formaba parte de una red de prostitución, entonces esta chica aprovechó esta tribuna para lanzar un grito de auxilio y nadie entendió”, dijo Ortiz Pajuelo.
Explicó también que la temporada de El valor de la verdad culmina en diciembre y que ha sido grabada casi en su totalidad. “Si dejara de grabar el programa, solo faltarían siete ediciones para completar la temporada”, dijo.
En el mismo sentido se pronunció la Gerente de Programación de Frecuencia Latina, Susana Umbert. “Sentimos mucho dolor por la partida de Ruth Thalía. Sentimos una pena profunda. No hemos dejado de tener reuniones y no nos hemos dejado de preguntar si seguimos o no con el programa y llegamos a la conclusión de que nosotros seguiremos con el programa, ya que no es justo que nos culpen de lo que nosotros no hemos cometido”, expresó.
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EL COMERCIO SETIEMBRE 26, 2012

Ruth Thalía y Bryan Romero "no eran enamorados" al grabar “El valor de la verdad”

Familiares del confeso asesino de la joven también coincidieron con lo señalado por el padre y la hermana de la víctima
Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero Leiva
Familiares del victimario y la víctima coinciden en que ambos no eran enamorados cuando acudieron a "El valor de la verdad". Pero se presentaron diciendo lo contrario en el show televisivo. (USI)

Así como lo señalaron familiares de Ruth Thalía Sayas Sánchez (18), la madre y la hermana de Bryan Romero Leiva (20) confirmaron que ambos jóvenes –víctima y confeso asesino- no eran enamorados cuando participaron en “El valor de la verdad”. Como se recuerda, Ruth Thalía fue la primera concursante del programa y ganó 15 mil soles en el programa en donde sí se presentó con el muchacho como pareja.
Según dijo Cris Romero, su hermano y Ruth Thalía tuvieron una relación que “antes del programa se rompió”. Sin embargo, quedaron como amigos y aún se encontraban.
“No eran enamorados, la cosa es que ella le dijo ‘acompáñame’ a él. Mi hermano incluso me dijo: ‘Me ha dicho que la acompañe’. Como ellos se llevaban, no tenían nada de pelea, fueron y regresó mi hermano”, comentó Cris al noticiero de TV “Primera noticia”.
Tras participar en el programa de Frecuencia Latina, Bryan “se sentía mal, porque lo molestaban” y hasta le gritaban “cachudo”, comentó su hermana. Asimismo, agregó que anteriormente, él había perseguido a Ruth Thalía por la zona de Yerbateros para conocer el lugar donde ella trabajaba, pero no tuvo éxito.
Por su parte, la madre de Bryan, Mery Leiva, comentó que no sabía que su hijo iba a ir al programa y que después del mismo, comenzó a cambiar. Sin embargo, le pidió que diga la verdad sobre lo ocurrido.
“A los padres de Thalía, quiero decirles que no estén hablando mal de mi persona, que se informen bien, porque yo no soy cómplice, no sé nada de lo que ha pasado. Que no me estén difamando”, refirió también en respuesta a Leoncio Sayas y Vilma Sánchez, quienes la acusaron de cómplice por supuestamente saber que Bryan tuvo secuestrada a su ex enamorada 5 días en su casa de Huachipa.
Tanto la madre, como la hermana de Bryan Romero, dijeron no creer que él haya tenido la intención de matar a Ruth Sayas, pero quizá “se le pasó la mano”.
MENOR COMPLICA SITUACIÓN DE BRYAN
Ayer declaró en la Dirincri el menor de 14 años que fue contratado por Bryan para avisarle sobre la llegada de la joven al barrio en el que vivían. Según dijo a la policía, vio como la joven era empujada hasta la mototaxi del confeso asesino. “Bryan le tapó la boca con un trapo y Redy [Leiva, tío de Romero] la agarró por las piernas”, dijo el adolescente.

* Asesino de Ruth Thalía Sayas participa de diligencia policial en Huachipa
Peritos habrían hallado rastros de sangre al interior de la casa del victimario de la concursante de “El valor de la verdad”
Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero Leiva
Ruth Thalía Sayas Sánchez fue asesinada por Bryan Romero Leiva, a quien presentó como su enamorado en "El valor de la verdad". Familiares de ambos indicaron que los jóvenes ya habían terminado su relación anteriormente, pero realizaron un acuerdo. (Foto: USI)
Bryan Romero Leiva, asesino confeso de la joven Ruth Thalía Sayas Sánchez, participa de una diligencia policial en el puente Huachipa, del distrito del mismo nombre.
El joven de 20 años estaba al interior de un vehículo de la Policía portando un chaleco antibalas y posteriormente descendió del mismo para dirigirse cerca a un canal de regadío y explicar cómo arrojó las pertenencias de su víctima.
Se espera que repita el recorrido que hizo antes de enterrar el cuerpo de su ex enamorada.
Previamente, el victimario fue trasladado de la sede de la Dirincri, en el centro de Lima, hasta el tercer piso de su casa en la zona de Carapongo, Huachipa, en donde habría mantenido el cadáver de la joven luego de haberla matado.
Según informó RPP, al interior del inmueble se realizó la prueba de luminol por aproximadamente dos horas y el fiscal encargado del caso adelantó que se habría hallado restos de sangre.
Ruth Thalía Sayas Sánchez fue la primera concursante de “El valor de la verdad”. Ganó 15 mil soles luego de revelar aspectos ocultos de su vida, como que trabajo en un night club. Ahí se presentó a Bryan Romero Leiva como su enamorado, pero familiares de ambos jóvenes confirmaron que ellos realizaron un previo acuerdo para acudir al show televisivo, pues ya no eran pareja.
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LA REPUBLICA SETIEMBRE 26, 2012

Ruth Thalía estuvo secuestrada cinco días en vivienda de su asesino

Homicida. El sábado último, Bryan Romero confesó haber asesinado a su ex enamorada. Ahora el mototaxista de 20 años culpa por el crimen a un tipo conocido como 'el Gordo'.
Homicida. El sábado último, Bryan Romero confesó haber asesinado a su ex enamorada. Ahora el mototaxista de 20 años culpa por el crimen a un tipo conocido como 'el Gordo'.

Adolescente que ayudó a Bryan Romero lo acusa de plagiar a la joven. Policía allana casa en busca de evidencia que sustente versión del menor. En tanto, confeso homicida ahora dice que un tal 'Gordo' la mató.
Ernesto Guerrero.
Los últimos instantes de Ruth Thalía Sayas Sánchez no pudieron ser peores. La joven que ganó 15 mil soles revelando sus secretos íntimos en el programa de TV 'El valor de la verdad' permaneció cinco días cautiva, lejos de sus padres, en una casa de Huachipa antes de ser asesinada y sepultada en un silo por su ex enamorado Bryan Romero Leiva.
Este detalle desconocido hasta ayer fue revelado a la policía por un adolescente de 14 años, quien admitió haber ayudado al mototaxista a secuestrar a la joven la noche del 11 de setiembre último.
INSPECCIÓN OCULAR
Efectivos de la Dirección de Investigación Criminal allanaron de madrugada la vivienda donde, según el menor, Ruth Thalía habría permanecido con vida hasta el 16 de setiembre.
Se trata de un inmueble de dos pisos ubicado en el lote 3 de la calle Miramar, zona de Santa María Alta, Huachipa. Los detectives examinaron minuciosamente todos los ambientes interiores a fin de detectar evidencias que sustenten la escalofriante versión del muchacho.
La finca pertenece a Mery Leiva Cerrón (39), madre de Bryan. En un área de la primera planta, carente de techo, los agentes encontraron un motocar, propiedad Redy Leiva Cerrón (31), tío materno del ex enamorado de Thalía, quien también se encuentra detenido por estar involucrado presuntamente en el homicidio.
Fuentes del equipo de investigación revelaron a La República que, a través de la prueba de luminol, se detectaron en el asiento posterior del vehículo vestigios de sangre. Aclararon que aún no se ha determinado si esta corresponde a la estudiante asesinada. Para precisar ello, el motocar fue llevado a la sede de la Dirincri de la avenida España.
Michael V. P., el adolescente que con su versión dio un nuevo giro a las investigaciones, fue confrontado ayer, durante casi 12 horas, con Bryan Romero y su tío Redy Leiva.
LE PAGÓ 50 SOLES
Las fuentes consultadas por este diario aseguraron que el menor aseguró que Bryan le pagó 50 soles y le entregó un teléfono celular la noche del 11 de setiembre para que lo llamara apenas viera aparecer en el paradero del puente Huachipa a Ruth Thalía.
Ella solía bajarse en ese lugar y recorrer a pie hasta su casa después de asistir a la Universidad Peruana de Ciencias Informáticas, donde cursaba el tercer ciclo de contabilidad.
Michael contó haber cumplido con el encargo. Según su manifestación, Bryan y una persona cuyo nombre desconoce fueron al encuentro de Thalía, conversaron unos minutos con ella y luego la subieron a empellones en un motocar y la llevaron hasta la casa de la calle Miramar, lote 3, zona de Santa María Alta, Huachipa, donde estaba su tío Redy Leiva. Supuestamente allí habrían mantenido secuestrada a la muchacha.
Don Leoncio Sayas, padre de la estudiante de 19 años, corroboró esta versión. "Sé que Bryan tuvo cinco días secuestrada a mi hija en la casa de su madre. Toda su familia lo sabía y cuando les fui a rogar para que me dijeran dónde estaba Thalía se burlaron de mí...", recordó, indignado.
LO NIEGA TODO
Se supo que durante la confrontación con el adolescente, Bryan Romero Leiva negó todo lo dicho por su interlocutor y, además, sorprendió a los detectives cambiando radicalmente su confesión.
Después de admitido el sábado último ser autor del asesinato, ahora el mototaxista de 20 años, afirma que Thalía fue golpeada y estrangulada la misma noche del 11 de setiembre por un individuo a quien conoce solo como 'el Gordo' y cuyo paradero es un misterio.
"Él me ayudó a secuestrarla. Subió con ella en el asiento posterior de mi motocar y se le pasó la mano. Yo conducía, cuando vi que estaba muerta la llevamos hasta el silo donde la enterramos", dijo, sin convencer.
Los restos de Ruth Thalía fueron encontrados la noche del sábado 22 de setiembre a seis metros de profundidad, en el silo de una casa rústica ubicada en la comunidad campesina de Jicamarca, distrito de Lurigancho, Chosica, propiedad del tío de Bryan.
EN CUATRO DÍAS SE SABRÁ CUÁNDO MATARON A THALÍA
Peritos del Instituto de Medicina Legal de Lima realizan pruebas especiales a fragmentos de piel y fluidos químicos extraídos al cadáver de Ruth Thalía, a fin de establecer con precisión el día en que fue asesinada.
Portavoces de ese organismo dependiente del Ministerio de Justicia informaron que el estudio forense incluye el análisis de los diversos tipos de larvas de insectos hallados en el cuerpo en proceso de descomposición.
Explicaron que lo último es clave, porque las larvas tienen un tiempo conocido de evolución. "Aparecen 48 horas después de que una persona fallece y tienen corta vida. Determinando el estado de la larva podemos sacar conclusiones", subrayaron.
Las pruebas se iniciaron recién la mañana del domingo y se estima que en cuatro días se conocerán las conclusiones.
GARANTÍAS
Leoncio Sayas y Vilma Rosario Sánchez, padres de la estudiante asesinada, demandaron ayer garantías personales para ellos y sus otros dos hijos, porque temen por sus vidas.
Denunciaron haber recibido llamadas intimidatorias de personas aparentemente vinculadas a Bryan Romero.
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De: valetodo@yahoogroups.com [mailto:valetodo@yahoogroups.com] En nombre de Herbert Mujica Rojas
Enviado el: martes, 25 de septiembre de 2012 08:15 a.m.
Asunto: Valetodo - TV y Beto Ortiz gatillos del crimen contra Ruth Sayas


TV y Beto Ortiz gatillos del crimen contra Ruth Sayas

por Guillermo Olivera Díaz; godgod_1@hotmail.com


24-9-2012

Todo el mundo echa a andar su prolífica imaginación tratando de indagar el porqué de este inesperado desenlace; los profundos motivos, móviles, factores, causas, razones, condiciones o circunstancias que llevaron a producir la temprana muerte de Ruth Thalía Sayas Sánchez (18) a manos de su entonces enamorado Bryan Barony Romero Leiva (20), luego que confesara en televisión su infidelidad y que cobraba dinero por esporádicas y furtivas prestaciones sexuales, ante el polémico Beto Ortíz, demasiado curioso de la intimidad y desgracia ajena sin ver la suya.

La Criminología, pese a que etimológicamente se forma del latín criminis, crimen, y logos, tratado, no es en realidad un“tratado del crimen”. En el contenido espiritual de ciertos vocablos no importan mucho sus etimologías. Como ciencia, se preocupa de algo más específico: de la causalidad del ilícito, o sea, de su origen nefando, en cuya causación hasta la virtud puede tener su parte.

Insurge esta disciplina con rigor científico y sistemático desde los remotos tiempos con César Lombroso (1835-1909), habiéndose especializado en contestar esta interrogante. En su “Tratado Antropológico Experimental del Hombre Delincuente”, de 15-4-1876, conocido como “L’uomo delinquente”, Lombroso creyó encontrar el origen del crimen dentro de ciertas anomalías del cráneo, específicamente en una hoquedad de la foseta occipital media, al lado de otros elementos para él inductores de lo peor.

Ese viejo lombrosianismo causal ha sido superado. No, a lo antropológico; sí, a lo social, como factor prevalente. Quienes asesinan a la mujer que aún aman, como el que roba al fisco o trafica con drogas, así como el déspota gobernante que se organiza para liquidar a sus contrarios, tienen sus profundos por qué, sus móviles o motivos; el crimen inmotivado no existe sobre la faz de la tierra.

Todo hecho ilícito tiene una triple causalidad: bio-psico-social. El que se decide a matar tiene ya una estructura biológica y otra psicológico-social imbricadas, de carácter estable o permanente; es como es a sus 20 años, 30 ó 40, tiene una índole personal que se ha formado en el tiempo de su existencia, sobre la que actúa, asaz de improviso, la causalidad inmediata o desencadenante, que puede ser radial o televisiva.

En el presente caso, el joven Bryan Romero Leiva, a quien no conozco ni he visto, puede que sea celoso, codicioso por dinero ajeno, envidioso, erotomaníaco, moralista o lo que fuere. No escogió ser nada de eso; ha devenido como una suerte de producto social.

Sin embargo, esta estructura permanente hasta sus 20 años no lo había conducido al delito, al cual ha llegado por el concurso de causas desencadenantes o inmediatas, a las que no ha podido resistir. Si no hubiera observado y sufrido el programa “El valor de la verdad”, no habría sabido que su preferida le era infiel, que se vendía por dinero o que sus amigos en su barrio ya sabían que era “cachudo”, lo cual lo percibió ultrajante. Por eso, la televisión y el periodista Beto Ortiz deben ser considerados como puntual causalidad desencadenante del asesinato. A partir de este torbellino de información maciza, filosa, terriblemente urticante, actuante sobre una índole de alfeñique, todo el resto personal de Bryan se derrumbó y terminó en el homicidio de su amada, a quien no pudo perdonar su creída afrenta.

Ver a este tipo de programas televisivos como desencadenantes de horrendos crímenes nos lleva a reprobar las defensivas palabras de Beto Ortíz, cuando afirma que es brindarle “una coartada al asesino”.

He aquí lo que dijo, buscando esquivar su responsabilidad en la causación vitanda: “Nosotros estamos consternados, horrorizados, extendemos nuestras condolencias a la familia. Las puertas de este canal están abiertas para ellos. Afirmar que la mataron por revelar sus verdades en televisión es darle una coartada al asesino. Los medios que dicen eso solo le están haciendo un favor al asesino”. Al parecer ahora quiere victimizar a la familia de la muerta, entrevistándola.

Con el mismo afán defensivo, agregó: Cada quien trata de llevar agua para su molino. Tratan de quitar la culpa al asesino para dársela al programa. Su cómplice es su tío, Fredy Leiva, lo ha manipulado para obtener al parecer un beneficio económico”.

Beto Ortíz, debería estudiar Criminología para no pretender sustraer de sus hombros la causalidad desencadenante del crimen y la del canal televisivo, pues los 15,000 nuevos soles que pagan es precisamente para difundir barbaridades criminógenas.
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EL COMERCIO SETIEMBRE 24, 2012

Audio revela que Beto Ortiz ofreció trabajo al asesino de Ruth Sayas

El periodista habría intentado evitar que Bryan Romero, homicida confeso, revele que el programa “El valor de la verdad” muestra casos armados, informó la revista “Caretas”
Beto Ortiz, Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero Leyva
(Foto: Archivo El Comercio / Captura: Frecuencia Latina)
Tal como lo muestra un audio difundido por la revista “Caretas”, el periodista Beto Ortiz habría ofrecido trabajo a Bryan Romero Leiva, asesino confeso de Ruth Thalía Sayas Sánchez, para que no revele hechos ocultos del programa de TV “El valor de la verdad”.
En el diálogo, Romero llama a Ortiz y le dice “se acuerda lo que me ofreció ese día”, a lo que el periodista responde que “Sí, te voy a llamar a tu celular”. Luego el conductor del ‘reality’ le indicó que estaba en una reunión y no lo podía atender.
Según la revista “Caretas”, Bryan Romero declaró que Beto Ortiz le había ofrecido trabajo “para que no denuncie a la prensa que el primer programa en el que ambos se habían presentado como novios era supuestamente armado”.
Dos meses después, Ruth Thalía Sayas, quien contó en el programa de Beto Ortiz que trabajaba en un night club, fue asesinada y Bryan Romero confesó ser el autor del crimen.
Escuche el audio de la revista “Caretas” aquí (http://soundcloud.com/revistacaretas/audio-beto-ort-z-y-bryan)

* Asesinato de Ruth Thalía "es un caso extraordinario de televicidio", asegura Fernando Vivas
Crítico se pronunció sobre la responsabilidad de “El valor de la verdad” en la muerte de Ruth Thalía Sayas Sánchez y pidió la cancelación del programa



El crítico de televisión Fernando Vivas calificó la muerte de Ruth Thalía Sayas Sánchez como un “caso extraordinario de televicidio”, al encontrar una responsabilidad directa y ética en el programa El valor de la verdad.
“El programa traicionó sus propias reglas al dejar que los protagonistas montaran un engaño, pues todo indica que no eran novios cuando fueron presentados en televisión. Ese engaño tiene relación directa con el asesinato, porque la exposición de Bryan (Romero) en un programa con mucho ráting le cambió la vida inmediatamente. Aunque ya no eran novios, el resto de la gente lo señaló como el cornudo. Eso se convirtió en un móvil para el asesinato. Si a eso le sumas que él quería parte del botín del dinero del premio, allí tienes la configuración de un móvil. El programa ayudó a producir ese móvil. No veo una responsabilidad penal o de autoría mediata, pero veo una responsabilidad ética que, por lo menos, tiene que llevar al canal y al programa a un profundo mea culpa con correctivos.
El canal y el conductor han asegurado que se trata de un caso de feminicidio.
Estamos analizando el efecto que puede tener la televisión en los dramas de la gente. El canal se defiende diciendo que esto es un feminicido y recurre a las amigas feministas para ello. Puede haber elementos de feminicidio aunque la codicia no tiene género, pero feminicidos hay, lamentablemente, otros casos para reflexionar. El caso de Ruth Thalía Sayas es un caso extraordinario de televicidio, donde hay una responsabilidad de los medios. Tenemos ante nuestros ojos el cadáver de una chica cuya muerte ha contribuido a un defecto de los medios de comunicación: el de no medir las serias consecuencias de lo que exponemos. Estamos obligados a reflexionar sobre esto.
¿Debe intervenir el Anda?
Por supuesto, en el Perú los anunciantes tienen una muy importante tradición de reflexión sobre el lado ético de su compromiso con los programas. En el pasado tuvieron un sistema de semáforo ético, donde si un programa entraba en luz roja los anunciantes se retiraban y decretaban la muerte civil del programa. En otras temporadas, un hecho como este hubiera acarreado una luz roja para ““El valor de la verdad”“. De pronto eso es lo que se viene. A mí no me gusta llamar a los fantasmas de la censura, es muy duro tener que pedir que se cancele un programa, pero mi sugerencia es la autorregulación, que el canal vea que lo más conveniente es abortar la temporada, porque igual lo van a hacer luego cuando los interesados en el control de los medios, ya sean políticos y canales de la competencia, entren a tallar. Espero que Frecuencia Latina, que es un canal competitivo y con programas con formatos de mucho éxito, lo haga.
¿Se debe dejar la temporada para regresar con una mejor regulada o se debe cancelar definitivamente?
Con esta experiencia una segunda temporada no va a haber de ninguna manera; aunque tienen una salida intermedia: pueden explicar que hay otros programas muy controlados con famosos. Con los famosos el problema es menor porque el famoso sabe lo que va a decir y calcula, además no están diciendo nada nuevo, sino juntando todos los escándalos desperdigados en su vida. Y, si revelan algo nuevo, son gente que conoce el efecto de los medios. Eso es algo que no pasa con un desconocido, que tras esto ve cómo cambia su vida de una forma que no imaginaba. La televisión tiene que tener la prudencia, la precaución, la humanidad de advertirle las consecuencias que puede acarrearle lo que va a decir. Si además lo que va a decir es una mentira que yo conozco, ya eso es una mala praxis. Esa muerte no ha sido causada solo por el efecto de un programa duro, sino por un engaño. El canal tiene que discernir quiénes son los responsables de esa mala praxis.
¿Hay un vacío legal para este tipo de casos o no se están aplicando las reglas ya existentes?
La diversificación de la comunicación ya sea en las redes sociales o en esta variedad de formatos genera situaciones que podrían tipificarse. Todas estas situaciones están cubiertas genéricamente por las figuras penales existentes, pero en la medida en que algunas se hagan más típicas podríamos plantear que haya nuevas figuras penales. Ya hay delitos informáticos, ¿por qué no pensar que los reality shows puedan generar algunas nuevas tipificaciones delictivas? De hecho va a suceder: el televicidio habrá que tipificarlo.

* Familiares de Ruth Thalía exigieron justicia en entierro en Huachipa
Decenas de familiares y amigos acompañaron en procesión el cuerpo de la víctima. La ministra Ana Jara estuvo en el sepelio
Ruth Thalía Sayas Sánchez, Bryan Romero Leyva
(Foto referencial: Frecuencia Latina)
En una emotiva ceremonia, los restos de Ruth Thalía Sayas Sánchez, concursante de “El valor de la verdad” asesinada por su ex pareja Bryan Romero Leiva, fueron enterrados en un cementerio de Huachipa.
Decenas de amigos y familiares despidieron el cuerpo de la joven en una procesión por más de 40 cuadras, que se inició desde su casa, también en Huachipa, hasta llegar al camposanto.
La ministra de la Mujer, Ana Jara, también acompañó a la familia durante el sepelio. Leoncio Sayas, padre de la joven, exigió justicia.
En tanto, Bryan Romero Leiva y su tío Redy Leyva, presuntos responsables del crimen, permanecen en la sede de la División de Investigación Criminal (Divincri).

* Cadáver de Ruth Sayas presenta "evidencias de envenenamiento", según fiscal de la Nación
También aseguró que ya fue superado el intercambio de opiniones que sostuvo con el presidente de la República sobre operación en el Vraem
El fiscal de la Nación, José Peláez Bardales, indicó que en el homicidio de la primera concursante del programa “El valor de la verdad”, Ruth Thalía Sayas Sánchez, cometido por su ex pareja, Bryan Romero Leiva, hay señales de un “aparente envenenamiento”. “Luego de la acción de muerte y el tratar de ocultar el cadáver”, sostuvo.
Peláez refirió que las pesquisas en torno al crimen determinarán si existe o no responsabilidad de la producción del referido espacio televisivo en la muerte de la joven.
“Si existe me parece que sería una responsabilidad que no tendría un grado de causalidad”, señaló.
Detalló que la fiscalía de turno de Santa Anita quedó a cargo del caso y trabaja en conjunto con el Instituto de Medicina Legal. “Si es un homicidio agravado tendríamos 35 años de pena, si ha sido un homicidio con el agravante de robo sería cadena perpetua”, dijo.
“NO HUBO POLÉMICA CON EL PRESIDENTE”
De otro lado, declaró que ya fue superado el intercambio de opiniones que la semana tuvo con el presidente de la República, Ollanta Humala Tasso. “Dije que la fiscalía tenía bien puestos los pantalones en respuesta a una periodista y no por las declaraciones que dio el presidente (…) No hubo dimes y diretes”, remarcó.
Sin embargo, recalcó que la presencia de un fiscal es importante en operaciones como la ocurrida en Ranrapata, Junín, -que dejó una niña fallecida- para garantizar la legalidad de la acción.
“Creo que en operaciones como las de Ranrapata sí debería estar un fiscal. Los fiscales deben participar para garantizar la legalidad de las operaciones. La fiscal de terrorismo y lesa humanidad en el Vraem ya está investigando el hecho”, subrayó.

* Caso Ruth Thalía: Bryan Romero es llamado "el asesino del ‘reality’"
El asesinato de la ex concursante del programa de Beto Ortiz ha llamado la atención de la prensa en América y Europa




El nombre de Ruth Thalía Sayas Sánchez se está haciendo tristemente conocido a nivel internacional. Medios de varios países informaron sobre el desenlace de la primera concursante de “El valor de la verdad” a manos de su ex pareja Bryan Romero Leiva.
Incluso, el sitio de noticias argentino Infobae.com bautizó a este como “el asesino del ‘reality’”, y destacó lo que dijo durante el concurso al enterarse de todos los secretos que guardaba su supuesta novia (aunque después afirmó que ya no lo era): “No quiero escuchar más”.
Diarios de Suiza, Brasil, España y Reino Unido también recopilan información sobre el caso que ha causado conmoción por tratarse de dos protagonistas de un ‘reality’. Beto Ortiz defendió esta mañana su programa afirmando que quienes le echan la culpa al formato “le hacen un favor al asesino”.
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PERU 21 SETIEMBRE 16, 2012

Tócame que soy calidad

Domingo 16 de septiembre del 2012 | 00:07
La vida es una larga preparación para algo que nunca sucede.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Intensas ganas de miccionar interrumpen un sueño bien bonito que involucraba espectaculares escenas de sexo explícito. Plausible erección obstaculiza el paso de la orina. Cuando regreso a la cama y me duermo de nuevo ya no lo puedo retomar. Es otro sueño que se pierde para siempre.
Al despertarme por tercera vez por la misma razón, empiezo a preocuparme por mi próstata cansada. Solo espero que me siga funcionando bien un tiempo más porque anoche Susan León me ha propuesto que hagamos un hijo. Nos saldrá inteligente y potón.
Suena la infame alarma de un carro. Maldigo al imbécil del dueño. Miro por la ventana y me percato de que el auto que está sonando es el mío. La apago arrochado y me la retiro.
El ulular de las cuculíes al amanecer me recuerda al árbol de suche a cuya sombra escogía semillas y piedrecitas del arroz mi abuela Zoila con paciencia costurera.
El soñoliento portero del edificio me saluda apostando a que El Valor de La Verdura va a estar bien pulenta este sábado: _la gente está que cuenta las horas, pe’ barrio_–me dice.
En cambio, la gorda espectral que barre la calle con fastidio me saluda con la cabeza y sigue barriendo sin mayor interés por lo pulenta que estará nuestro esperado sketch .
Caravaggio incorporaba varios autorretratos grotescos en sus cuadros, colocándolos en los personajes más desconcertantes, por ejemplo, en una cabeza cortada de Goliat. Bendayán hizo lo mismo con su propia cabeza en el Encuentro del Amazonas, personal versión del mural de Calvo de Araujo. Sus fabulosas imágenes se me aparecen con frecuencia mientras escribo. Quizá porque cada sábado escribo sentado frente a uno de sus cuadros más bacanes.
Me alegra que Melcochita me haya invitado a su diablo. Cumple 76. Me río leyendo la ocurrencia que ha mandado imprimir en el sobre: “Mi último cumpleaños”. Pero no voy a ir porque él mismo me ha dicho: ¡no vayas!
Tiene razón Melcocha cuando dice que a la gente hay que pedirle que haga lo opuesto a lo que uno quiere que haga. Consciente de ello quiero hacer un llamado a la teleaudiencia para que me sigan preguntando si me quedo dormido durante mis entrevistas, para que me sigan pidiendo que Rosario Ponce se siente en el sillón rojo.
Cuando le digo a un sastre que me haga un terno, nunca me hace un mameluco.
Ha desaparecido Ruth Thalía Sayas Sánchez, la primera concursante de El Valor de la Verdad. También han desaparecido otras seis personas menos famosas cuyas fotos aparecen en mi recibo de Luz del Sur.
Mucho menos importante es la desaparición del agraciado amiguito que, por incomodar un poco a los regios invitados, llevé como chambelán a un refinado cóctel de inauguración en el Cusco. Moraleja: despedirse siempre preventivamente de todos con un escueto: “¡No te pierdas!”
Nunca he sido feliz sin estar triste. Nunca he sido feliz pero al menos he perdido varias veces la felicidad. Si amas a alguien déjalo ir y dispárale por la espalda mientras corre.
Lista de cosas pendientes para hoy: aprender a usar mi nuevo i-pad, regresar al gimnasio tras quince días de flojera, recoger mis camisas de la lavandería, escribirle un e-mail a Santa Rosa de Lima con absoluta fe en que me contestará.
Mientras, como cada mañana, me desangro afeitándome y caen uno a uno, sobre el níveo lavabo, poéticos copos de espuma sanguinolenta veo de reojo en mi propio noticiero un reportaje de Marisel sobre la atroz facilidad con que se les quiebran los huesos a unos infortunados niños de cristal. Pienso en lo cruel que ha de ser que no te puedan abrazar porque te rompes.
Mírame y no me toques.
Así decía una tía cuando me veía atrapado en medio de otro episodio psicópata de aquellos. Mejor ni le digan nada. ¡Está de mírame y no me toques!
Pero hoy estoy de tócame y no me mires.
Ese es el estado en que me encuentro.
Tócame que soy realidad. Tócame que soy calidad. Tócame que soy cantidad. Tócame que soy vanidad.
No me acuerdo qué almorcé ayer. Inés siempre me exige que se lo diga. Tal vez debería preocuparme ante la posibilidad de que tamaños vacíos en la memoria reciente constituyan síntoma precoz pero tampoco me acuerdo a quiénes entrevisté ayer. Y esto último sí me parece normal porque cuando lo pregunto en las reuniones de producción –¿quiénes vinieron ayer?– nadie lo recuerda.
¿Acaso recuerdas tú, memorioso lector, a qué congresista entrevisté el último viernes? Claro que no. ¿Ya ves?
Lo que sí sé es que debo haber entrevistado a unas dos mil personas en estos dos años de insomne noticiero.
Quizá vaya siendo hora de que publique un grueso volumen intitulado “Dos mil Entrevistas Olvidables”.
El Chato Grados me dice que todo el dinero que gane en el programa servirá para pagarle una operación a su amigo, El Chivillo de los Andes, aceitunado y melancólico cantante vernacular que –por una aciaga coincidencia– murió en el más absoluto abandono la tarde del jueves mientras El Chato Grados desmenuzaba sus verdades más dolorosas con el único afán de evitar que echaran de su triste cama del hospital 2 de Mayo al malogrado cantante conocido como El Chivillo de los Andes.
Tras desplegar severa requisa en mi propio departamento he logrado reunir cerca de 40 libros que donaré a la biblioteca asháninka que está organizando un entusiasta grupo de jóvenes limeños. Varios de los libros que regalaré han sido escritos por amigos que quiero conservar. Los amigos, no sus libros.
No deberían arañarse porque también me estoy deshaciendo de varios escritos por mí que no pienso volver a leer ni a cañones. Estoy seguro de que en la verde espesura de la selva nos leerán mucho más que en la gris liviandad de Lima.
Mientras camino por el centro, un galifardo instalado en la acera de enfrente me grita ¡Valor! aflautando la voz. Así se llama mi programa de modo que no sé si deba tomarlo como una agresión. Pero una señora encopetada, de notoria base siete, se acerca como a consolarme y me dice: No le hagas caso. Tú eres brillante. Lleva puestos unos caros e inmensos lentes de sol como de soldador lo cual contribuye a que me convenza, por un momento, de que debo ser brillante.
Ha regresado de España el amigo que, más de diez años atrás, posó a mi lado, para El Comercio, disfrazado de Lord Alfred Douglas, blondo y andrógino efebo acompañando a un cabrísimo Oscar Wilde de lacia peluca, interpretado por mí. Afortunadamente para todos, ha regresado convertido en un apachurrable gordipepo. Una montaña de tallarines a la huancaína sellan nuestro jubiloso reencuentro de camaradería.
Acostumbrado a comer melcocha, el manjar blanco no me hace daño.
Arrasados por la Unidad de Acciones Tácticas de la PNP, asaltantes conocidos como “Los Atorrantes de Ate” se van de cara en su intento de asaltar a balazos una tienda de baterías en Lince. Es la nota principal de hoy y en el titular escribo, divertido, la expresión que le enseñara al mismísimo Alfredo Bryce la otra vez: “Batería seria”
¿Qué significa “batería seria”? –me preguntó. Le respondí “patota”. El lector veinteañero se preguntará, a su vez, ¿qué significa patota? Collera. ¿Y qué significa collera? Mancha. Es un buen consuelo constatar que el lenguaje envejece más rápido que uno.
“Tendrá que sentarse” fue el antológico titular que escogieron los colegas de América Noticias para informarnos que no se le podrá reconstruir el pajarito al pobre hombre que fuera mochado a cuchillazos por la amante en un hostal de Breña. “Mejor me hubiera matado” –declaró la infeliz víctima. “Tendrá que sentarse”. Viéndolo bien, el doble sentido de la frase es brutal. Qué mala es la gente.
“Siempre he sabido muy bien qué hacer con mis fracasos. El éxito, en cambio, es extraño, me desconcierta, es un enigma para mí” –dijo el poeta Walt Whitman quien, de vez en cuando, publicaba, sin firmar, elogiosas reseñas de sus propios libros.
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PERU 21 SETIEMBRE 9, 2012

Cómo quieres que te quiera

Domingo 09 de septiembre del 2012 | 00:07
La nueva estrella de la tele, Carla García, ha tenido ayer la elegancia de decir, en este mismo diario, que este humilde escriba es uno de los hombres de su vida. Guau. Que ella es una de las mujeres de la mía no necesito ni decirlo porque más obvio ya no podría ser. En junio del 2010, semanas antes de habernos visto en persona, iniciamos la demencial correspondencia que aquí reproduzco con su permiso para que entiendan por qué nos queremos desde antes de conocernos. O acaso para que se confundan más.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Hola Carla:
Tres palabras: Gracias, escríbete y grabamos. Gracias por invitarme a presentar tu buk, me lo estoy devorando sin masticar. Escríbete
una columna sobre lo que te canten los ovarios para una revistita chévere que
parece que dirigiré. Grabamos un reportaje contigo para el programa del viernes, di que sí y prometo solemnemente que te llevo a pasear en la 73.
Beto
Hola Beto:
Sí. A todo, absolutamente. Un único engreimiento: en el reportaje ¿seremos solo tu y yo, no? Si realmente necesitara explicarte por qué tú, diría que eres el único connacional que me puede hacer reír o llorar con una crónica, y que algunas veces, las mejores, estás rabioso y te sacas filo en el cuero ajeno.
Carla
Está bien, niña engreída, tú ganas. Hazme chambear. Grabamos mañana tipo hora de almuerzo, caminando por donde tú quieras. Tú, yo y Takle, el chico de la portada. Ti piacce?
Darling, tu plan suena excelente pero con respecto a mi cover dog, (que se computa más que Rintintín), hablamos de un espíritu libre de 35 kilos y con 4×4. Si quieres coordino para que lo saquen al parque a correr una maratón y luego lo encontramos y hacemos la finta de pasearlo, porque en la vida real nos lleva a los dos de cometas. Juntémonos a barranquear y contarnos mucho. Tipo 3 pm. La pelota está en tu cancha.
Cachete, sister. Tres pe eme de mañana contigo y cuatro y treinta con el espíritu libre de los 35 kilos. Dame las coordenadas y eso sí, ponte más guapa que de costumbre, o sea, sácate los ruleros que yo también soy visita. Ósculos.
El perro, que es mi Robin, está muy molesto contigo porque el cambio de planes lo condena a reducir su paseo vespertino a una raquítica hora. Suerte y relaja.
Te advierto que nuestra conversa no se circunscribirá a una charla de tías tomando chai latte en Dédalo. Ah, no. La idea es latear Barranquito y entrar a huecos. Y también que me muestres fotos de tu infancia que fue dulce, serena, triste y sola y se deslizó en la paz de una aldea lejana.
Fotos de niña no tengo muchas. Te mandaré una en la que salga con big man of the family y algunas otras mal escaneadas por mi tía.
Cara ambacciatrice: ¿Te ha contado big man of the family que le debo mi fanatismo con Fernando Vallejo? Cuando le entrevisté en Bogotá me recomendó la pela de Virgen de los Sicarios y luego de verla busqué el libro y desde allí me zampo cada puta línea que perpetra ese amargado maravilloso. Vallejo, se entiende. ¿Almuerzas, a veces, en Palacio? Una vez Chaparrón me invitó y nos sirvieron unas espartanas pechuguitas a vapor con bechamel grumé que hubieran sido la envidia del menú del Hospital Almenara. Espero que hayan cambiado de cocinero. Agarrémonos a sartenazos. Te reto.
Cocinar no, eso es trampa. Lateada si y feliz. Podemos ir parando por allí a hacer tonterías. Si había team “Free Winona Ryder”, team “Angelina” vs team “Jennifer” y Hombres Lobo contra Vampiros, yo necesito mi polo Team Beto, pero ya.
Esos polos suenan cool pero no existen. Me he vuelto un viejo cascarrabias y últimamente prefiero encerrarme, con mis calzoncillos largos, mis medias de lana y mis babuchas de Aladino. Cero glamour. Esta noche es nuestro estreno: ¡wiii! Atte: Winona Ortiz
Creo que se dice gracias. Así me enseñó mi abuela. Tu reportaje de anoche me hizo sentir reina por un día. Absoluta y feliz. Never complain, never explain. Besos.
Reina absoluta: You ain’t seen nothing yet. Mañana tu presentación de libro será el máximo delirio colectivo, eso sí te lo puedo firmar. Haré el programa desde tu fachada en micro-ondas, en vivo, completamente cholito aguantado y a sus plantas, rendido, un lechón.
Actividad nula ayer a lo largo de todo el día. Pardo’s Chicken proveyó y el resto de la jornada:camita. Sortear el corso de Wong, visitar a la viejita, forcejear con el perro. Los mortales somos todos tuyos. ¿Qué te saca el domingo?
Normalmente soy Chaclacayo pero hoy me da un culo de flojera. “Un Oso Rojo” es todo lo que asoma en mi horizonte. Cine argentino en uno de los LCD que regaló La esquina del Prepago para nuestro reality de baile “Bataclanas contra Monstruos”. Salí disparado esta mañana apenas escuché a mi room mate desperezarse. Caminé los 39 pasos que me separan del Golden King, cafetería de coreanos donde –cuando tengo valor para salir al mundo– desayuno como gente. Cuando no lo tengo, me contento con Nescafé Gold, leche de tarro y tostadas Pyc. Pero hoy sí salí, me terminé tu libro después de haberlo leído como siempre hago.
Sweet Garden es la versión Carla de Golden King. Cada vez que llego ahí, la señorita cajera tiene a bien hacer mierda a sus empleadores e informarme cuántas veces pasó Laura Borlini. Un día probé algo llamado bocadillo de carne crocante. Las panaderías importan unos chinos japoneses. Los tienen viviendo en las cocinas, escogen a los mejores y a los que sobran los hornean y luego rocían sus partes secas saladas sobre los pasteles. Créeme, casi pierdo la vida al primer mordisco. Cada vez que voy, intento escuchar el gemido de algún jaladito pidiendo auxilio. Pero juro que un día los salvaré a todos. Hacen buen café.
No me prestas atención. ¿Por qué no me has pedido que te explique lo que quiero decir cuando digo: “me terminé tu libro después de haberlo leído como siempre hago”? Lo que debí haber escrito era: “me terminé tu libro después de haberlo PRESENTADO como siempre hago”. Estoy hasta las huevas de mis dendritas.
Mmm…¿relees tus propios correos después de que los envías? Mandarinas para estar bien de la cabeza. Obraré algunos milagros hoy, pídeme lo que quieras. Besos, mi Marichalar.
¿Marichalar? ¿El marido sibarita de la infanta? ¿Me estás comparando con él? Acabo de verlo en Google imágenes y he sentido mis bonos despapayarse estrepitosamente en la Bolsa de Valores. Qué triste, mi vida. Y se mece la hamaca tendida de aquí para allá, de allá para acá. No importa. Igual estaré siempre aquí para darte ánimo, consuelo y solaz, archiduquesa.
¡No te pareces a Marichalar, lorna! Simplemente eres un tío elegante como él. Tú eres mi Capote, mi Seymour Hoffman. Mi Guruguru. Ya no llores, Blancanieves.
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PERU 21 SETIEMBRE 2, 2012

Dejarse de cosas

Domingo 02 de septiembre del 2012 | 00:07
Sacando la cuenta, a ojo de buen cubero, me he mudado, más o menos, veinte veces en los últimos diez años. ¿Cuándo me detendré? Muy pronto. El día en que encuentre un sitio en el que vuelva a sentirme en casa.
Miro la foto y me enternezco. Las máquinas de escribir ya no existen. Los cassettes ya no existen

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Atemorizante y pesada como una antigua pieza de artillería, la máquina de escribir marca Facit en que alguna vez tecleé mis primeros ilegibles balbuceos está sobre el escritorio, majestuosa, apenas iluminada por una lámpara de sodio. La foto es de 1987, fue tomada sin flash como parte de un ejercicio del curso de Fotografía I y es el único registro que me queda de la inocente recámara en que moré 25 años en la hoy desaparecida casa que mis padres construyeron para mí. Cassettes regados en torno a un mini-componente de doble cassettera, (tecnología de última generación), el afiche de un wildeano montaje del grupo de teatro Magia, rollos de película por revelar, un peluche de Garfield, 5 metros de poemas de Oquendo de Amat –tuve miedo y me regresé de la locura porque mis ojos eran niños y mi corazón, un botón más de mi camisa de fuerza–, alguna cándida historieta progre garabateada por mí y un puñado de lápices de diagramar almacenados en una lata de Pepsi, (el sabor de la nueva generación). Miro la foto y me enternezco. Las máquinas de escribir ya no existen. Los cassettes ya no existen. Miro la foto y me nostalgio. El grupo de teatro Magia ya no existe. Los rollos de película ya no existen. Miro la foto y me estremezco. Seguro que si me pidieran que hoy lo volviera a hacer, fracasaría en el intento: comprobaría con rabia que ya no sé mecanografiar, ni revelar, ni diagramar, ni siquiera dibujar, que alguna vez fue lo que mejor me salía sobre esta tierra.
(Y sin embargo me gusta esta vida nómade. Me gusta Facundo Cabral cuando canta aquello de que no es de aquí, ni es de allá, no tiene edad ni porvenir.)
Miraflores, año 2012. Observo con flojera la única, misteriosa cajita de cartón que dejé en el clóset, sin abrir, desde hace como diez meses, cuando aconteció mi última mudanza. Ahí atesoro mis objetos más preciados, los que salvaría primero del fuego: una caja de galletas Victoria muchas veces abierta y muchas veces vuelta a sellar. He ido dejando pasar los meses sin desembalarla y no sé muy bien por qué. Quizás porque mi barquito ha surcado mares tan encrespados que nunca sé cuánto tiempo iré a permanecer en cada lugar, quizás porque sé que volver a abrir semejante cofre de souvenirs privados me va a embarcar una vez más en otro de aquellos interminables viajes o quizás porque acomodar cada una de mis cositas entrañables dentro de los cajones del antiguo escritorio de nogal significa, en el fondo, que esta es mi nueva casa y que aquí me voy a quedar. Y yo, por el momento, no quiero quedarme en ninguna parte. Esta mañana me llegó un mail de la delegada de propietarios de este moderno edificio informándome de los acuerdos de la última sesión. Toda una elegancia suya tomarse el trabajo de copiarle tan secreto documento a un vulgar inquilino como el suscrito. Conclusiones de la asamblea: se acordó que será obligatorio el uso de bolsas negras para la basura, se contará con un carrito de supermercado para subir las compras a los departamentos, se buscará una decoradora para el lobby y se insistirá en el tema de la higiene de los vigilantes porque el mal olor ha disminuido pero no ha desaparecido, habiéndose comprobado que el uso del deodorizador de ambientes no lo disipa sino que, por el contrario, lo empeora. Dios mío, de cuántos acuerdos importantes me pierdo cada mes por no asistir a las sesiones y ser siempre tan mal vecino. Dios mío, tú eres testigo de que mi única moción habría sido pedirles encarecidamente que tuvieran la bondad de apagar todos sus diabólicos taladros, todas sus guitarritas eléctricas, todos sus procesadores de alimentos, todos sus woofers y sub-woofers y todas sus pretenciosas alarmas antirrobos para permitirme alguna vez dormir el sueño de los justos sin necesidad de volver a levantarme escuchando ruidos que nadie más escucha como una anciana cascarrabias que arrastra las babuchas hasta el teléfono para llamar de nuevo al risueño muchachón del serenazgo con aquella pedregosa voz tan poco engolada y tan lejana de cualquier locución promocional televisiva:
–Buenas noches, sereno moreno.
–Señor Beto, buenas noches. ¿Otra vez bulla?
–La respuesta es… verdura.
Voy a cumplir un año en este sitio y todavía no me he animado a decorarlo de acuerdo a mi estado de ánimo actual. Ni mucho menos a contratar a un decorador mariquita para que lo decore de acuerdo a los dictados de su buen gusto mariquita. Me niego a que el recinto donde duermo se asemeje a un cocktail lounge o al show room de una tienda de muebles de diseño. Conforme avanzan los años me simplifico, me vuelvo menos presumido y más previsible, me voy despojando cada vez más de tanto bonsái y tanto floripondio, de tanta escenografía wannabe. Vuelvo a mi cebollita primigenia como un cebiche reducido a su esencia en las manos brujas de Javier Wong. Mi máxima extravagancia es un gigantesco cuadro de Bendayán en el que dos gandules ribereños fuman Caribe y chupan aguardiente a granel. Y quizá un exquisito demonio blanco de Jonathan Adler hallado de chiripa en la mesa de saldos y miniyayas de Jallpanina en Pachacámac. Lo único vivo en este hogar dulce hogar es un puntual ramo de hortensias frescas con que honrar el altar de los ancestros y las papas Tomasa que germinan y echan tallos y raíces en el canasto por las muchas semanas en que nadie las cocina. Eso es todo. Lo demás es un capítulo de la serie Los Acumuladores: en la esperanza de que yo las comente en televisión, autores y editoriales me regalan sus últimas novedades y los libros se arruman y se reproducen uno sobre otro en todos los rincones, esperando a que me anime alguna vez a mandar a hacer la gran repisa de pared a pared que les tengo prometida.
(Y, sin embargo, me gusta más ser así medio provisional, errático, errante, errabundo, pasajero en tránsito perpetuo. Me gusta la Biblia en el capítulo en el que Dios le dice a Abraham que abandone la casa de sus padres, que se marche de su tierra natal, que chape sus cuatro chivas y se las pique. Que diga: patitas para qué os quiero y tome las de Villa Diego. Que se mande mudar al país que él le indique).
Miro la foto de 1987 y no salgo de mi asombro al comprobar que no conservo conmigo ni uno solo de los sagrados objetos que aparecen en ella. Ni el sombrero de copa, ni el esqueleto de dinosaurio de triplay, ni el reloj cucú. Ni la lámpara de lava, ni el cubrecama de blue jean, ni la casaca verde olivo que cuelga del respaldar de mi silla. ¿Dónde estarán ahora? Quizá se fueron a bordo de un camión de los Traperos de Emaús. Quizá quedaron sepultados bajo los escombros de la casa que construyeron para mí. En las ciudades de Estados Unidos en que he vivido, la gente que se muda prefiere viajar ligera y abandona gran parte de sus muebles y artefactos en la vía pública, los deja perfectamente alineados en la vereda para que algún pobre o forastero los recoja y aproveche. Es mi idea de propiedad privada favorita. Déjense de cuatro cosas. Al final, este juego lo gana aquel que de más cosas se consigue despojar. Las cosas son del que las necesita. (Pero la caja de Victoria es solo mía).
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PERU 21 AGOSTO 26, 2012

La piedra de la edad

Domingo 26 de agosto del 2012 | 00:07
Debo admitir que me gusto mucho más ahora que hace 25 años, aunque quizá ‘gustar’ no sea la palabra. ¿Me quiero más? Quizás

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
“La edad es lo más importante siempre y cuando seas un queso”.
Proverbio suizo
Numerosas distinguidas damas me han escrito a preguntarme los nombres de las tres cremas antiarrugas que, con insólita hidalguía, he confesado usar. Son para hombre, señoras, les aviso. Y les advierto también que no les van a funcionar igual que a mí, que estoy en ventaja pues heredé la piel de mi mamá, quien hasta los 83 nunca tuvo una arruga. No les voy a decir que cuando me levanto en la madrugada y me miro en el espejo, me encanta lo que veo porque, además, soy corto de vista y, felizmente, me levanto sin lentes y casi, casi no me veo. Sin embargo, debo admitir que me gusto mucho más ahora que hace 25 años, aunque quizá “gustar” no sea la palabra. ¿Me quiero más? Quizás. Me perdono más cosas, también. Y me caigo mejor, eso sí, simpatizo o empato o sintonizo mejor conmigo mismo. Estoy más a gusto aquí dentro, estoy más cómodo en mi pellejo ahora que cuando usaba el sobretodo negro, el peinadete pretendidamente wave y el arete de argollita que me pusieron a la ‘prepo’ en una colorida –y dolorida– crónica sobre el desenfreno y las fiestas de espuma en las playas del sur, cuando era un reporterito sentencioso, candelejón y sexualconfuso.
“Debo confesar que nací a muy temprana edad”. Groucho Marx
“Un adulto es un niño inflado por la edad”. Simone de Beauvoir
“Toma mucho tiempo llegar a ser niño”. Pablo Picasso
Me gusta cuando me descubro haciendo cojudeces de chibolo. Ayer, sin ir muy lejos, bailé La Gallina Turuleca. Celebrando el santo de mi despampanante co-conductora Marisel Linares, huimos con todo el staff a buscar el sol a Santa Clara en son de pollada danzant. Cuando el Merlot había comenzado a hacer sus primeros estragos y ya todos los últimos éxitos de Chino y Nacho habían sido ampliamente danzados, nuestra reportera Olinda Merzthal –que ha sido ‘burbujita’ de Yola como Beingolea– le hizo al DJ el pedido musical que todos nos estábamos temiendo: Yo conozco una vecina/ que ha comprado una gallina/ que parece una sardina enlatada. Y allí estaban, bien alineados en la pista de baile, coreografiando cual si tuvieran puestas sus respectivas pelucas de lana multicolor en la cabeza, todos y cada uno de los aguerridos zorritos cazadores con los que, día a día, compartimos las comisiones, las neurosis, las amanecidas, las rabietas, las pequeñas victorias, las frustraciones medianas, las grandes historias, las rendiciones de cuentas de viaje sobrevaluadas, las gastritis, las úlceras pépticas y las fotocopias del certificado de necropsia del último asesinadito de la jornada. Allí estábamos, haciendo el mismo rochoso pasito avícola que la eternal señorita Polastri nos enseñó: Pone huevos en la sala/ y también en la cocina, pero nunca los pone en el corral. La gallina (clap, clap, clap) Turuleca (clap, clap, clap)/ está loca de verdad. Por supuesto que las muy sazonadas coleguitas bailanderas se vengaron con saña de mis antiguos cafés y, haciendo caso omiso a mi venerable investidura, vinieron prestas a jalonear al jefecito ya picarón como si fueran una de esas infaltables tías chinches que te obligan a hacer el ridículo completo bailando con la prima solterona todas las variedades posibles de bam-bam, mayonesa, pasito tun-tun y aserejé. Tendrían que haberme visto en semejante trance: ¿_Dónde está esa galinita?/ ¡Déjala a la pobrecita!/ ¡Déjala que ponga diez!_ ¿Ridículo? Ridículo hubiera sido perdérmelo. Para todo lo demás está Master Card.
“Los hombres y los vinos. La edad agria a los malos y vuelve notables a los buenos”. (Espero, por lo menos, llegar a ser, algún día, un buen vinagre. Balsámico, si no es mucho pedir).
Esas inquietantes moiras de gimnasio. Las contemplo mientras, con el corazón en la boca, trato infructuosamente de botar los bofes montado en una caminadora enloquecida. Son musculares señoras a las que Arjona habría escrito no una canción sino una ópera completa. Visten brillosas lycras apretujadas, le dictan a la secre la lista de ingredientes del almuerzo –a voz en cuello– por el i-phone mientras endurecen las pompas en la elíptica y se contemplan de reojo en los espejos de Narciso, cerciorándose de la perfección del laciado bajo la vincha, del maquillaje ideal para asistir al matrimonio campestre de la nieta culisuelta. Para qué les voy a mentir: me parte el alma ser testigo de una batalla tan desigual y encarnizada. Tengo noticias para ustedes, reinas: tarde o temprano, la edad nos convertirá en lo que somos en realidad. Las contemplo y recuerdo que yo tampoco me estoy volviendo más joven, me pregunto si esto será envejecer con gracia y dignidad, ladies in red. El apetecible cuerpo de Jennifer López y el rostro célebre de la duquesa de Alba. Su edad es una cifra irracional. Acomedidos macetas, cholones power, les sostienen los nostálgicos tobillos en el aire mientras completan cien flexiones, las miran arquearse como arañitas patilargas sobre las resbaladizas pelotas de Pilates, alucinan a forro sintiéndolas transpirar Un Jardin sur le Nil by Hermès y sintiéndose más Ashton Kutchers que nunca, se esmeran en tratarlas cual si fueran chibolitas ricotonas. Y, en realidad, lo son. Por dentro, pero lo son.
“Nuestro corazón tiene la edad de aquellos que ama”.
Marcel Proust
Cuando un viejo amigo se casa, algo muere dentro de mí. No importa si es hombre o mujer, mayor o menor, si es mi amigo y se va a casar, lo normal es que la noticia no me genere alegría sino, más bien, rabia, mucha rabia. Lo normal es que a la sola llegada del parte se produzca mi clásica, unipersonal escenita de celos: No te cases, imbécil. Es mi personal manera de certificar si ese amor es verdadero. No el de los novios sino el nuestro. Porque la amistad, asústense, es amor. Amor nunca platónico, siempre correspondido. Y, muchas veces, es el único, el último amor que perdura. Si tu matrimonio no me parte el corazón, si no lloro en tu boda, a moco tendido, como si hubieras muerto un poco para los demás, quiere decir que me ha importado un rábano haberte perdido. Porque si alguien te gana es porque los demás te perdimos, ¿o no? Si no renegué porque el sábado te denegaron el permiso para salir a tomar un trago, como en los buenos tiempos, lo nuestro no está funcionando. Si te llenas de hijos y de obligaciones, de hipotecas y de deudas, y yo me regocijo en contemplar cómo te vas convirtiendo inexorablemente en señorona o señorón, cómo te lleva la vida, tan callando, quiere decir que no me apena nadita que hayas renunciado a tu primera libertad. Que, en el fondo, tú y yo nunca fuimos tan amigos como creímos, viejo.
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PERU 21 AGOSTO 20, 2012

Cuéntamelo todo

Domingo 19 de agosto del 2012 | 12:07
Si sabes contar, puedes contar tu vida como quien cuenta cuántas fichas te quedan en el juego. Puedes contar cuántos errores, cuantos tt, cuántos terrores, cuántos entuertos. Cuánto placer, cuánto dolor. Cuánta plata, cuánto amor. Cuánta pasa, cuánta fruta. Tú también cuentas. Inventa tu propio inventario. Si sabes contar, cuenta conmigo.
Número de veces que he ido al famoso Troca del Callao: 3. Número de veces que he hecho uso de sus servicios: 0
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Peso al nacer: 4 kilos 400 gramos. Número aproximado de entrevistas realizadas en el noticiero matutino: 1,200. Mayor número de veces que he releído un libro: 15. (Seda, Baricco). Edad en que aprendí a leer: 4. A nadar: 12. A manejar: 24. Edad en que saqué brevete: 40. Día de febrero en que nací: 28. Número de orden en la lista durante toda mi etapa escolar: 28. Edades que tenían mi mamá y mi papá cuando nací: 42 y 38. Número de presidentes del Perú que he entrevistado: 3. Veces en que he llorado la muerte de un gran amigo: 4. Número de hermanos que pude haber tenido pero se quedaron en camino: 3. Número de Humbertos Ortices que hay en el Perú: 6. Número de programas de televisión que he conducido en los últimos 12 años: 12. Número de títulos académicos: 0. Cursos que me faltan para terminar la carrera: 5. Años en el periodismo: 25. Pares de anteojos que poseo: 30. Ropas de baño: 0. Slaps o sayonaras: 0. Número de años de edad que me ha llevado la mayor de mis parejas: 6. Peso en mi momento de máxima gordura: 109 kilos. Máxima pérdida de peso: 40 kilos a los 14. Máxima talla de pantalón usada en la adultez: 40. Mínima talla de pantalón usada en la adultez: 30. Número de tazas de café que tomo al día: 5. Número promedio de palabras que tiene esta columna: 1,200. Horas que me toma escribirla cada sábado: 5. Talla de zapato: 44. Veces por semana que voy al gimnasio: 2. Películas que veo por semana: 2. Horas de TV que hago por semana: 20. Horas de TV que veo por semana: 4. Promedio de horas diarias que duermo: 7. Hora promedio en que me levanto: 5. Hora promedio en que me acuesto: 10. Número máximo de pollitos que he comido en La Granja Azul: 3. Número de cigarrillos diarios que fumaba a los 20 años: 10. Número de cigarrillos que fumo a los 44: 0. Número de veces que he fumado marihuana en el último año: 2 o 3. Número de veces que he comprado marihuana en mi vida: 0. Máximo de horas ininterrumpidas que he pasado escribiendo: 14. Horas por semana que pasaba en bicicleta cuando no tenía auto: 8. Horas por semana que paso en bicicleta ahora que sí tengo: 0. Promedio mensual de libros que leía cuando andaba en taxi: 3. Promedio mensual de libros que leo ahora: 1.
Número de años que le llevé a la menor de mis parejas: 10. Número de dientes que no son en realidad mis dientes: 6. Edad en que escribí mi primer cuento: 7. Edad en que publiqué mi primer artículo: 19. Edad en que publiqué mi primer libro: 36. Número de cremas antiarrugas que uso: 3. Promedio mensual de crónicas que empiezo a escribir: 8. Promedio mensual de crónicas que publico: 4. Número de enamoradas: 2. Veces en que estuve a punto de casarme: 1. Número de enamorados: 4. Precio de venta de mi primera novela: 35 soles. Edad que tenía la primera vez que trabajé en TV: 21. Libros míos piratas que he comprado en un semáforo: 3. Número de países que he visitado: 25. Personas que sigo en Twitter: 1,326. Personas que me siguen en Twitter: 175,883. Promedio de tweets que escribo por día: 10. Promedio de tweets que escribo cada sábado durante la emisión de El valor de la verdad: 40. Promedio de e-mails que recibo al día: 30. Promedio de horas diarias que paso frente a una cámara: 4. Promedio de horas diarias que paso frente a una computadora: 6. Frecuencia con la que telefoneaban mis amigos cuando vivía en EE.UU.: 1 día sí, 1 día no. Frecuencia con la que telefonean mis amigos ahora que vivo acá: 1 mes sí, 1 mes no. Número de teléfonos celulares que uso: 1. Número de i-phones, i-pods u i-pads: 1. Número de equipos de play-Station, Wii o Nintendo: 0. De hornos microondas: 0. Horas que transcurren desde que abro los ojos hasta que salgo al aire cada mañana: 2.
Cantidad de resultados que arroja hoy una búsqueda en Google Perú para “Melcochita”: 535,000. Para “Gastón Acurio”: 537,000. Para “Juan Luis Cipriani”: 639,000. Para “Monique Pardo”: 1’260,000. Para “Tilsa Lozano”: 1’550,000. Para “Gisela Valcárcel”: 1’740,000. Para “Nadine Heredia”: 1’750,000. Para “Susy Díaz”: 1’920,000. Para “Paolo Guerrero”: 3’900,000. Para “Mario Vargas Llosa”: 8’670,000. Para “Ollanta Humala”: 10’500,000. Para “Alan García”: 13’100,000. Para “Jesucristo”: 22’900,000. Para “Fidel Castro”: 31’400,000. Para “Dios”: 318’000,000. Para “Justin Bieber”: 401’000,000. Para “Barack Obama”: 934’000,000. Y para este humilde reporterito peruano del Perú: 2’130,000, (perdonen la tristeza). Número de veces que he acudido al estadio a ver un partido de fútbol: 0. Número de veces que vi el musical El Rey León en Broadway: 9. Número de veces que he acudido a la Plaza de Acho a ver una corrida de toros: 0. Número de veces que vi la película Shrek: 15. Número de veces que he apostado dinero en un hipódromo: 0. Número de veces que he apostado dinero en un casino: 0. Número de veces que vi la película El perfecto asesino: 24. Número de veces que vi Lo que el viento se llevó: 0. Número de partidos de fútbol completos que he visto en toda mi vida por TV: 2. Número de veces que he ido a las playas de Asia: 0. Número de veces que he consultado brujas o chamanes: 80. Número de veces que he consultado psicólogos o psicoanalistas: 0. Edad en que hice mi debut heterosexual: 17. Edad en que hice mi debut gay: 22. Edad en que salí del clóset para los amigos: 26. Edad en que salí del clóset en televisión nacional: 34. Total general aproximado de eventuales parejas femeninas: 10. Total general aproximado de eventuales parejas masculinas: ∞. Número de veces que he ido al famoso Troca del Callao: 3. Número de veces que he hecho uso de sus servicios: 0. Último templo heterosexual por mí visitado: 5 y ½.
Número de veces que he sido portada de ¡Hola!: 0. Número de veces que he sido portada de El Otorongo: 3. Número de veces que he sido portada de un diario chicha: 273. Número de veces en que he aparecido en la Encuesta del Poder: 1. Número de cómicos nacionales que me han imitado: 5. Número de veces que Magaly me ha entrevistado: 3. Número de veces que he entrevistado a Magaly: 0. Idiomas que hablo: 2. Temporada más larga con un programa de TV: 2.5 años (Enemigos…). Temporada más breve de un programa de TV: 42 días (¡Qué país!). Rating máximo alcanzado en la TV peruana: 30 puntos. (Bronca con Boloña, 2001). Rating mínimo alcanzado en la TV peruana: 0.8 puntos (RBC, 2007. Entrevista con actriz Gisela Ponce de León). Veces en que me he teñido el pelo: 2 (azul y rojo). Veces en que me lo he rapado: 2. Veces en que me he vestido de mujer para la TV: 3. Tatuajes que tengo: 0. Piercings: 1. Sueldo que ganaba como practicante de El Comercio en 1989: 0 soles. Sueldo que ganaba como reportero de Panorama en 1993: 1,500 dólares. Sueldo que ganaba como reportero de La Revista Dominical en 1996: 7,000 dólares. Número de liposucciones televisadas: 1. Regalías ganadas con el libro Maldita ternura: 6,000 soles aprox. Regalías ganadas con el libro Por favor, no me beses: 8,000 soles aprox. Pago recibido de la editorial Simon & Schuster por escribir el libro Las crónicas de Jackson Heights como negro literario de otro autor: 7,000 dólares. Sueldo mensual en Frecuencia Latina en el año 2002: absurdamente alto. Monto aproximado de pérdidas que me ocasionó el desastre de la discoteca de Iquitos: 300,000 dólares. Salario como ayudante de cocina del restaurant Lima’s Taste en Nueva York en el 2005: 20 dólares por hora. Años que viví exiliado: 4. Sin casa propia: 10. Sin auto: 10. Estado en que me encuentro a la fecha: 100% O.K. Boletos a Europa comprados: 1. Número de personas que viven conmigo: 0. Perros que me ladran: 3. Pareja actual: 0. Planes para esta noche: 1. Botellas de champán en la nevera: 2. Temperatura en Lima: 16 grados. Humedad relativa: 83%.
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PERU 21 AGOSTO 12, 2012

Somos Millones

Domingo 12 de agosto del 2012 | 12:09
A mí solo me mataréis, pero mañana… ¡volveré y seré millones!” -dijo el cacique Túpac Katari. Y, hoy, todos los peruanos somos Millones. Todos somos José Millones Velásquez, el bravo suboficial de policía que anoche volvió a jugarse el pellejo por el Perú, enfrentó con serenidad 21 inmensas preguntas que ningún otro peruano se habría atrevido a contestar y le reveló al país todo lo que ocurrió en la sangrienta ‘Operación Libertad’, que les costó la vida a ocho jóvenes repletos de futuro. Nos reveló todo lo que ocurre al interior de nuestra Policía Nacional. Todo lo que ocurre en esa guerra infame que estamos perdiendo. Millones nos entregó un hermoso ejemplo de patriotismo al desnudar sin miedo lo que, en verdad, está ocurriendo en las entrañas de la patria.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Desde que, hace ya varias semanas, grabamos la inolvidable edición de El valor de la verdad de anoche, en la que el suboficial Millones compartió con las familias de sus compañeros muertos los 50 mil soles del premio, varias cosas inusuales nos ocurrieron. No es estratégico contarlas todas ahora, de modo que solamente mencionaré algunas que resultan harto elocuentes. Quienes hemos acudido al Hospital de Policía a visitar a los heridos de la ‘Operación Libertad’ sabemos que Seguridad del Estado los vigila día y noche incluso después de que han sido dados de alta. Y esa sola vigilancia a sobrevivientes de un ataque terrorista es suficiente síntoma de que algo grande se necesita ocultar. En la producción del programa tuvimos dudas sobre la conveniencia de permitir el ingreso de público aquel día. Algún informante oficial se podía infiltrar en las tribunas y complicarnos seriamente la existencia. Esto, por suerte, no ocurrió, pero sí hubo numerosas llamaditas de los personajes más variopintos intentando indagar sobre la naturaleza y calibre de las verdades reveladas, así que también pusimos especial cuidado en no promocionar las preguntas con demasiada anticipación. La tarde del viernes, distinguidos colegas del diario Expreso nos hicieron llegar –por interpósita persona– una propuesta desconcertante: “Les damos la primera plana del domingo, pero nos dejan ver el programa antes de que se emita”. Sonaba, ciertamente, como un obsequio generoso, una oferta imposible de rechazar. Pero, como nunca nos quedó clara la relación causa-efecto entre el titular de portada que ofrecían y el extraño avant premier que –como contraprestación– nos solicitaban, optamos por declinar con gentileza. Ese mismo viernes, en la tercera edición de La rotativa del aire, que conduce con el colega Armando Canchaya en RPP, doña Mariella Balbi desplegó conmovedores esfuerzos por poner sabe Dios qué preventivo parche o vacuna antes de que la fiebre se disparase y entrevistó telefónicamente a Daniel Maurate, un abogado que se caracteriza –dijeron– por defender policías y militares.
La muy singular y elíptica manera en que Balbi explicó a sus miles de oyentes quién era el suboficial DINOES José Millones constituye una verdadera clase maestra de acuciosidad investigativa y objetividad periodística. Esto fue –textualmente– lo que Mariella dijo: “Millones tiene un proceso de investigación en su institución porque dicen que él ha revelado… ha entregado información a terceros y fastidió un poco la Operación Libertad”. ¡Dicen! ¿Quiénes dicen?, ¿los generalotes que mandaron a ocho muchachos sin el mínimo equipamiento y con las armas estropeadas a una muerte horrenda y absurda? ¿Millones “fastidió un poco” la operación? ¿De qué manera podría “fastidiar un poco” la operación un valiente policía que, por ir a poner el pecho en defensa de todos los peruanos, recibió de Sendero un balazo en la cara cuando se disponía a saltar de un helicóptero en los dominios del sanguinario ‘Gabriel’, mientras que Madame Balbi –la chèrie– probablemente posaba para las páginas de sociales desde algún coctelito rififí o facturaba los derechos de autor de las recetas de quien en vida fuera Teresa Izquierdo?
Cuando le preguntaban al abogado Maurate cuáles serían las consecuencias de las respuestas de Millones, yo creí que se referían a qué iba a ocurrir, por ejemplo, con las promesas incumplidas de darles categoría de héroes nacionales a los caídos, con los ascensos nunca otorgados, con la infame atención médica, con las indemnizaciones jamás pagadas a los deudos, con los generales responsables del horror. Iluso yo. Lo que le estaban preguntando, en realidad, era: ¿Cuán terribles serán los castigos que le esperan a Millones? “Porque se supone que esta operación es secreta y no es pública, ¿no?” –continuaba carboneando la Balbi– “¿Acaso la institución no actúa antes? ¿Y no lo pueden separar inmediatamente?”. Y el abogado Maurate respondía, severísimo: “Millones recibirá la sanción que le corresponde. Seguramente se tomará la decisión de separarlo y de establecerle una pena privativa de la libertad”.
Habría que ser un completo idiota para no darse cuenta de que aquella entrevista escondía, en realidad, una obvia advertencia. Equivalía a decirle a Millones: “¡Donde quiera que estés… ríndete!” con un megáfono. Porque allí nadie se acordó de la noble capitana Nancy Flores, que enviaron a ser acribillada con vileza en la flor de su vida, ni del calvario de don Dionisio Vilca yendo por sí solo a la selva de Kiteni a recoger con sus manos a su hijo César en pedazos. Nadie se acordó tampoco del chiquillo Lander Tamani ni de ninguno de los otros seis muertos. Ni siquiera del ascendido, premiado y convenientemente silenciado Luis Astuquillca, que se salvó solito porque nadie se tomó siquiera el trabajo de acudir a rescatarlo. Nada de eso interesaba. Lo único que importaba era ajustar a Millones para que arrugue, para que retroceda, para que se acobarde. Lo único que les quedaba en su desesperación era tratar de ajustarlo, de trabajarlo al atarante, a la sustancia con aquella pantomima de “entrevista”: ¿Y lo que diga en el programa qué valor tendrá? –siguieron preguntando a ese abogado, tan imparcial. ¡Oh, será de mucho valor! –contestó él– ¡Estoy seguro de que el fiscal y el procurador estarán atentos para iniciar las responsabilidades administrativas y disciplinarias que correspondan!
Evidenciando que alguien le había soplado bien la pregunta pero mal la respuesta, la Balbi llegó en un momento a preguntar: Se sabe que Millones admitiría que ha coimeado… ¡Eso es un delito! ¿Cuál es la pena para un policía que coimea, doctor Daniel Maurate? Ocho, diez años. ¡O sea que se la juega! ¡Porque los funcionarios que cometen corrupción tienen el doble de la pena! –Pero si él se arrepiente… * …es posible que tenga una pena suspendida. Si él se arrepiente… En un momento cumbre de esta genuina joya del periodismo hablado, Balbi llega al extremo de decir, muy al desgaire, casi como por casualidad, que el suboficial Millones ha ido a El valor de la verdad porque *“está aprovechando de tener una CTS mayor”. Y es allí donde, quizás sin darse cuenta, Mariellita darling se desbarranca aparatosamente por un acantilado y va a parar con sus huesos hasta esas abisales profundidades donde la filosofía Alberto Kouri vive y reina y se enseñorea: Todos estamos por nuestro billete. Nadie es honesto. Todos tenemos un precio. Todos somos cobardes. Todos somos pusilánimes. Nadie es generoso. Nadie es patriota. Nadie es bueno. Ese es, pues, el perfecto pensamiento mafia: la soñada corruptosofía, la corruptocracia que nos iguala a todos en el fondo de la bacinica donde, por fin, todos podemos volvernos la misma mierda. No, señores. No, señoras. No, jóvenes y niños. No. Mil veces no. De ninguna manera. Lo que vimos anoche ha sido glorioso, épico. La más hermosa e impagable lección de grandeza nunca antes vista. Cuando Millones dijo que daría su vida por el Perú y esa respuesta fue verdad, nos brotó a todos una escarapela en el corazón y fueron unánimes las lágrimas de la esperanza. Adelante entonces, apóstoles de la impunidad, socios de la muerte, grandes oficiales de las tinieblas. No les tenemos miedo. Adelante: atrévanse a tomar represalias contra Millones. Cánsense de amenazar. Cánsense buscándolo por aire, mar y tierra. Métanse con él y se meterán con todos nosotros. Todos nosotros somos Millones.
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EL COMERCIO AGOSTO 7, 2012

Los bora, una comunidad que va más allá de una polémica de TV

Toda una controversia se dio a raíz del calificativo de “piojoso” que recibió uno de sus miembros desde un canal de Chile
, Iquitos, Chilevisión, La Red, Intrusos, Los Bora, <span>Loreto</span><span>Loreto</span><span>Loreto</span><span>Loreto Italia</span>
(Foto: Archivo El Comercio)
RENÉ ZUBIETA @renezp
Redacción online
Mucho se ha hablado en los últimos días del pueblo indígena Bora, ello a raíz del calificativo de “piojoso” que se le dio en el programa “Intrusos” de la televisora chilena “La red” al nativo Aroldo Miveco, quien es parte del ‘reality’ Amazonas, producido por Chilevisión.
Ya ha habido también diversas reacciones en ambos países. El embajador de Chile en el Perú rechazó “categóricamente” la ofensa y el productor del citado programa expresó, en comunicación con el embajador peruano en el país vecino, su “profundo malestar” y sus “sentidas disculpas” por lo ocurrido. Sin embargo, una de las conductoras de “Intrusos” descartó hoy las burlas hacia la etnia.
En tanto, en Loreto, el presidente regional Yván Vásquez Valera llegó a plantear incluso, refiriéndose a los participantes del ‘reality’ que se grababa en Iquitos: “Que estos señores salgan inmediatamente antes de que los saquemos”. Y pese a todo, un nativo identificado como Walter Flores señaló a RPP que en la aldea bora no se han sentido ofendidos por lo ocurrido: “Nosotros en realidad hemos recibido con risas, porque todos podemos tener piojos. Y decir ‘piojosos’ es cosa común que se tiene en la selva”.
Más allá de todo el incidente, lo cierto es que –aunque de una manera que no es la adecuada- se ha puesto en la boca y en los ojos de muchas personas a la comunidad bora.
¿QUIÉNES SON LOS BORA?
Según información oficial a la que accedió elcomercio.pe, los bora provienen del actual territorio colombiano, pues se encontraban asentados junto al pueblo de los Huitoto en las márgenes del río Caquetá. Sin embargo, fueron traídos a territorio peruano por patrones caucheros entre 1880 y 1914, época del ‘boom del caucho’. Actualmente, datos del censo del 2007, indican que 748 peruanos pertenecen a este pueblo.
En la actualidad su aldea su ubica en el distrito de Pebas, provincia Mariscal Castilla, en el departamento de Loreto, abarcando una extensión referencial de 37.604,93 hectáreas a los largo de los ríos Putumayo, Ampiyacu y Yahuasyacu. Se encuentran divididos en clanes como los Aguaje, Pelejo, Caraná, que individualmente son liderados por un curaca, cargo que se transmite hereditariamente de padre a hijo varón primogénito.
SU ESTILO DE VIDA
Su economía depende de la horticultura de roza y quema, la caza y la pesca. Su alimento fundamental es el casabe, que es una suerte de pan producido a partir de la yuca amarga. También se dedican a la artesanía y difunden sus danzas, pinturas y cocina como atractivo turístico.
El pueblo está representado por la Federación de Comunidades Nativas de la Cuenca del Ampiyacu y se está incorporando rápidamente a la sociedad peruana a través de acciones de misioneros y básicamente por sus actividades comerciales entre Pebas e Iquitos.
Uno de sus más reconocidos miembros fue el pintor Víctor Churay, quien estudiaba Historia en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A través de sus pinturas, representaba las costumbres y vivencias de su pueblo. Fue encontrado muerto en Lima el año 2002.
“MUCHO NACE DE LA IGNORANCIA”
Sobre el tema opinó también James Regan, docente investigador en la Maestría en Estudios Amazónicos de la Facultad de Ciencias Sociales de la universidad San Marcos y miembro del Centro Amazónico de Antropología y Aplicación Práctica. Según señaló a elcomercio.pe, es importante reconocer a estas comunidades nativas, porque sus formas de vida pueden enseñar mucho.
“Yo creo que mucho nace de la ignorancia, de no conocer a estos pueblos y de no respetar su forma de vida. Creo que estos pueblos tienen derecho de ser diferentes, derecho de mantener su idioma y costumbres. Nosotros podemos aprender mucho de lo que es el ser humano conociendo otras formas de vida”, refirió.
* Mávila Huertas calificó de "gran ignorancia" burlas a nativo bora
La periodista y la productora de TV Michelle Alexander, del documental “Amazonas, la ruta indomable” lamentaron las ofensas emitidas en la televisión chilena

Michelle Alexander y Mávila Huertas criticaron a presentadores de TV chilenos. (Video: elcomercio.pe)(http://elcomercio.pe/espectaculos/1452569/noticia-mavila-huertas-califico-gran-ignorancia-burlas-nativo-bora)
Tras rechazar “categóricamente” los calificativos despectivos que el programa de TV chileno “Intrusos” dirigió hacia el nativo bora Aroldo Miveco, la periodista Mávila Huertas y la productora Michelle Alexander coincidieron en señalar que dicha actitud fue el resultado de una gran e imperdonable ignorancia.
Mávila, quien de la mano de Alexander estrenará este domingo 12 de agosto el documental “Amazonas, la ruta indomable”, dijo convencida que, “cuando la gente comete una gran falta de respeto sobre un tema como ese, es producto de una gran ignorancia. Es imperdonable que entre pueblos hermanos nos tratemos de esa manera. Es una mala leche que tiene su origen en un desconocimiento”, indicó en conferencia de prensa.
“El presidente regional de Loreto decía algo que yo también descubrí. La gente que no es de ese lugar siempre piensa que la naturaleza es una despensa que hay que aprovechar; pero cuando hablas con la gente de la selva, con historiadores y antropólogos, y conoces finalmente la esencia y el alma del hombre amazónico, te das cuenta que ellos tienen una mirada maravillosa de su entorno, son uno más, ninguno está por encima del otro, y esa es una gran lección”, remarcó la conductora de “América Noticias”.
De otro lado, Michelle señaló convencida que “Intrusos”, de la televisora chilena La Red, pauteó el programa de tal forma que había que burlarse de los nativos de la etnia bora.
“Es un escándalo lamentable de un canal donde hacen mofa. Se les pasó la mano, creo que es un tema básicamente de productores, que imagino ya no deben estar trabajando. Desde un principio estaba pauteado así, no era simplemente ir a grabar en un lugar exótico, bonito y emocionante, sino buscar aquellas cosas de las cuales pudieran burlarse. Hay una clara muestra de falta de respeto e ignorancia total”, enfatizó Alexander.
* Chilevisión canceló las grabaciones del 'reality' "Amazonas" en el Perú
El equipo de producción del programa regresará entre hoy y mañana a Santiago de Chile. El presidente regional de Loreto saludó la decisión
Amazonas
Amazonas. (Foto: Chilevisión)
Tras la polémica en torno al ‘reality’ “Amazonas”, la cadena Chilevisión decidió cancelar las grabaciones que se venían realizando en la ciudad de Iquitos.
Según informó el portal Glamorama, el equipo de producción del programa regresará a Santiago de Chile entre hoy y mañana; es decir, una semana antes de lo previsto.
“El canal privado tomó la decisión tras las críticas y el ambiente hostil que surgió en los medios de comunicación y en el Congreso por el trato dado en televisión a los indígenas que participan en el programa”, informó el citado medio.
Al conocer la noticia, Iván Vásquez, presidente regional de Loreto, consideró que la decisión de Chilevisión era la más saludable. “Sabemos que están pensando cancelar, que se han retirado. En buena hora. (Por lo ocurrido) ameritaba que se retirasen. Dadas las condiciones no correspondía que se quedarán, no era lo mejor”, dijo Vásquez a Canal N.
Cabe mencionar, que la cancelación de las grabaciones de “Amazonas” no implica la cancelación de las emisiones, pues, se cuenta con material grabado a lo largo de más de un mes de trabajo en la selva peruana. Además, la final del “reality” se hará en vivo en la ciudad de Santiago de Chile.

* Conductora chilena sobre los bora: "Si alguien se sintió afectado, pido las disculpas del caso"
Julia Vial, integrante del programa “Intrusos”, dio su versión tras polémica

Julia Vial se pronunció en el programa "Intrusos". (Fuente: La Red)
Julia Vial, la conductora del programa “Intrusos” que utilizó la palabra “piojosos” en supuesta alusión a los bora, pidió disculpas a las personas que se sintieron afectadas con sus declaraciones; sin embargo, aseguró que estas fueron malinterpretadas.
“Si alguien se sintió ofendido por los supuestos dichos que yo dije, le pido las disculpas del caso, porque esa no fue nunca mi intención. Pero yo jamás traté a los boras de piojientos. Quien ponga esas palabras en mi boca, está mintiendo”, declaró Vial.
Durante la emisión de esta tarde de su espacio televisivo, Vial aseguró tener “especial cuidado y sensibilidad” con los temas de discriminación y dar opiniones únicamente relacionadas al tema de “farándula”.
“Claramente mis dichos no fueron esos y no tienen ninguna connotación política, sino farandulera con respecto a un programa de televisión (“Amazonas”). Insisto, mis opiniones fueron sobre los participantes chilenos y jamás haría un comentario de ese tipo contra los bora porque respeto muchísimo a los pueblos originarios. Nunca nos hemos aprovechado de la tribu bora, los que están exponiéndolos son otros”, aseguró Vial.
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LA REPUBLICA AGOSTO 6, 2012

Beto Ortiz lanzó duros calificativos a chilenos que ofendieron a nativo de Bora


beto
"No se sabe qué clase de parásitos pueda tener la conductora. Su sola sugerencia es ofensiva”, expresó sobre animadora sureña que llamó piojosos a comunidad de Los Bora.
El periodista Beto Ortiz, conductor del matutino ‘Abre los ojos’, criticó a animadores del programa 'Primer Plano' de Chile por haberse burlado del pueblo originario Los Bora, de Perú.
Y es que dicho espacio, que se emite por el canal Chilevisión, el pasado viernes trató con desprecio a Aroldo Miveco, un nativo que es guía en un reality de ese país que se graba en Iquitos. Incluso tildaron a la tribu, a la que pertenece, de piojosos.
“No se sabe qué clase de parásitos tiene esa conductora. Su sola sugerencia es ofensiva”, expresó Ortiz.
El polémico animador cuestionó además a su colega en el país del sur, quien se mofó de la vestimenta de Miveco: “Francamente, hay que mirar con un poco de indulgencia a estos habitantes de Pelotillehue, que han hecho alarde de ignorancia que produce vergüenza ajena. El tarado que conduce, y que tiene una corona de plumas, dice que se ha enamorado de un Bora Bora, cuando es una isla de la Polinesia. Mi querido imbécil, ya que tienes Internet para entrar a Playboy, entra a Wikipedia e infórmate antes de abria la boca”.
Cabe recordar que Miveco participó en el reality ‘Amazonas, perdidos en la selva’, en el que supuestamente conquistó a la actriz chilena Constanza Varela.
* ‘Primer Plano’, el programa que se burló de los Bora, sancionado varias veces en Chile

El programa que se burló de tribu los Bora

Es reincidente por vulneración de la dignidad de las personas. Hace dos años recibió multa histórica.
El programa ‘Primer Plano’, de Chilevisión, que trató de la peor forma a un miembro de la tribu Bora en Perú, suele crear conflictos, generar controversias siendo capaz de denigrar a las personas. La última de sus víctimas fue el nativo Aroldo Miveco, quien es instigado luego de sostener “un romance “con la actriz chilena Constanza Varela en el reality ‘Amazonas, perdidos en la selva’, que se grabó en Iquitos.
El programa dejó entrever que Miveco solo sería capaz de entender, cuando se le pregunta, si le hablan en “idioma peruanito”. Y no fue todo. En un set de televisión, se mofaron de él. “Tendremos a un verdadero Bora, pero lo que no ha salido es que todos están llenos de piojos”, expresaron entre risas.
SANCIONES Y REINCIDENCIAS
‘Primer plano’ es considerado como uno de los programas con sendos cuestionamientos por el Consejo Nacional de Televisión (CNTV) de Chile. Así, en el 2010 lo sancionó con 300 UTM (Unidad Tributaria Mensual), equivalente a 11.169.300 dólares, por haber afectado la dignidad de una modelo.
El 29 de enero de ese año, ‘Primer plano’ llevó como entrevistadas a la modelo argentina Nataly Masinari y Anita Alvarado, debido a que ambas tuvieron un enfrentamiento en una discoteca. El programa no tuvo la mejor idea que llevarlas a su set de televisión para exacerbar el conflicto. Además, exhibió la agresión física que hubo entre ambas.
Las consecuencias no se hicieron esperar y el CNTV decidió sancionarlo. Hasta ese momento, el organismo encargado de velar por el correcto funcionamiento de la TV en Chile multaba con tope de 200 UTM, pero en este caso se estableció una sanción mayor teniendo como respaldo una disposición de la Ley 18.838 (del CNTV): la reincidencia en las faltas. Y es que según el acta que el Consejo aprobó el lunes 19 de julio del 2010, se indicaba lo siguiente: “En los últimos 12 meses, el programa ‘Primer plano’ ha sido sancionado en tres oportunidades, en razón de sendas vulneraciones a la dignidad de las personas, lo que denota al respecto una evidente contumacia”.
El Consejo hizo notar que los excesos del programa eran previsibles para el canal.
En el 2009, ‘Primer plano’ recibió una multa de 200 UTM por la cobertura de la muerte de una joven en la casa del futbolista Gary Medel. Y más: En agosto de ese año repitió sanción y monto por “trato lesivo” a Tatiana Merino, una sexy modelo. Y mucho más: En enero del 2010 le impusieron 80 UTM por “vulnerar la dignidad” de la profesora de lenguaje Angélica Sepúlveda, ex participante reality ‘Mundos opuestos’. (con información de Observatoriofucatel.cl/CNTV)
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PERU 21 JULIO 22, 2012

Música para picones

Domingo 22 de julio del 2012 | 12:07
Tomando en cuenta los últimos sucesos derivados de la siempre fiera competencia televisiva, creemos oportuno compartir estos cinco sencillos métodos –muy en boga– para evitar tragarse el sapo del éxito ajeno y no tener que admitir jamás que tu odiado rival te gana con roche.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
1. Mi rival hace trampa.
En caso de derrota, no se muestre triste ni abatido, indígnese. Vocifere. Impugne inmediatamente los resultados. Grite: ¡No vale! y azuze a quien tenga a la mano a servirle de coro. Aunque, a primera vista, puede parecer muy infantil, lo cierto es que este recurso ha demostrado ser uno de los más infalibles pues lo usan con éxito en todo el mundo hasta los más famosos perdedores de elecciones presidenciales. Si ya le ganaron, no hace falta que empeore usted su humillación reconociendo su fracaso. No dignifique jamás a su contendor. Si le hicieron creer que en eso consistía la grandeza, lo engañaron vilmente. Qué hidalguía ni qué ocho cuartos. Busque la sinrazón, búsquele tres pies al gato. Échele la culpa al árbitro, a la altura, al Senamhi, al imperialismo yanqui, al formato, a las computadoras de la ONPE. Haga su peor berrinche, ponga el grito en el cielo, chille, eso es, ahora chille más fuerte, muy bien, al público le encanta el melodrama, conmueva a su auditorio, ponga en escena la madre de todas las pataletas.
2. Mi rival no existe.
Cuando le pregunten si se siente usted preparado para enfrentar a su rival, responda con su mejor cara de asombro y extrañeza: Perdón pero… no lo recuerdo. ¿Quién es esa persona? Me suena remotamente familiar. No la conozco, pero me suena. ¿Quién es? No importa si toda la ciudad, el país –y el mundo– entero hablan de él, usted nunca pronuncie su nombre, no lo mencione jamás. Si por alguna razón no le quedara más remedio que referirse a él, busque la manera más fría e indirecta de hacerlo: “No puedo estarme preocupando de lo que hace cualquier hijo de vecino”. O refiérase a él de modo genérico, indefinido. Ejemplo: “No tengo tiempo para estar pendiente del trabajo de otros”. De ese modo, su rival se sentirá tan ninguneado, tan mermado, tan herido en su autoestima, orgullo y dignidad, que se deprimirá y gemirá y llorará y llorará durante siete días y siete noches hasta quedar absolutamente hundido en un pozo ciego de amargura. Y eso es justo lo que usted necesita para volver a ser dichoso, ¿se da cuenta?
3. Mi rival no da la talla.
¿Acaso usted compite con sus iguales? Por favor. Ya lo dijo Felipe Pinglo, señor, los seres no son de igual valor. ¿Es usted superior a su rival? Pero, ¡por supuesto! ¿A quién se le ha ocurrido la peregrina idea de colocarlos en idéntico nivel? ¿En qué cabeza cabe que son ambos de la misma categoría? Por favor, usted ya está en otro level. Figura entre los máximos, es un bravo entre los bravos. Mírese al espejo. ¿Se da cuenta? Usted es otro lote, beautiful people, harina de otro costal. Esa persona de ahí abajo lo que busca es igualarse, intenta en vano empinarse hasta llegarle a los talones, necesita desesperadamente codearse con usted, no se lo permita, de ninguna manera. Subestímelo. Desprécielo. Mírese a sí mismo como Muhammad Alí y mire a su competidor por encima del hombro, mírelo como Muhammad Alí miraría a ‘Chiquito’ Rosell si se subieran juntos en un cuadrilátero. Trabaje usted a la fufulla y el atarante. Ínflese como un pavo. Pavonéese. Subraye siempre, y de todos los modos posibles, esa oceánica, galáctica diferencia que los separa.
4. Mi rival me da pena.
Cualquiera que haya sufrido una derrota aplastante sabe lo horrible que es. Tan horrible como un puñetazo en la boca del estómago cuando uno está en lo mejor de su más espectacular coreografía. Esa es la exacta sensación del fracaso inesperado: un golpe brutal que lo deja a uno boqueando, doblado en cuatro, sin oxígeno. Cuando ya no le dé resultado el desdén ni la negación de la maldita realidad, siempre le queda el manido recurso de la superioridad moral. El viejo truco de “no te pego nomás porque me das pena”. ¿Sabes qué? No me voy a rebajar a devolverte el golpe. ¿Sabes qué? No me voy a ensuciar las manos contigo. ¿Sabes qué? Tú me podrás ganar pero, en el fondo, muy en el fondo, sabes que yo soy mejor, que mi producto es más noble, más puro y más cristalino. Tú me podrás ganar, pero yo soy limpio y tú eres cochino y, por eso, mi conciencia y mi alma están tranquilas porque Dios está de mi lado y anoche me dijo que está muy molesto contigo.
5. Mi rival (también) es inmoral.
Desde que Montesinos la consagró, esta es la salida favorita de los más célebres pobrediablos y mediocres de exportación. Me ganó pero… es ateo. Me ganó pero… es fumón. Me ganó pero… es cabro. Me ganó pero… es puta. Si no puedes con tu enemigo, empapélalo. Miles de titulares de la era más sucia de nuestra historia reciente ilustran esta deplorable pero muy acendrada costumbre nacional que asoma a diario hasta en las más triviales conversaciones: “Sí, él es muy talentoso pero, no es por hablar mal, ¿no?, a mí me han dicho que…”. Ya lo dijo el ácido Gore Vidal: Cuando un amigo triunfa, algo muere dentro de mí. Así, la insoportable frustración que produce la dicha del otro, el premio del otro, la victoria del otro, es consolada con gran eficacia por el providencial mecanismo de la sospecha. ¿Alguien hizo algo sobresaliente? Hummm… hay que sospechar. ¿Alguien alcanzó un logro inesperado? Hummm… hay que investigarlo. ¿Alguien va primero en la carrera? Hummm… hay que hacerle un antidoping. En el Perú, cuando alguien triunfa, la pregunta no es: ¿Cuántas horas trabajará? No. La pregunta es: ¿A quién se estará tirando? Ese es el espíritu. Si no me creen, vuelvan a escuchar el comentadísimo mantra de Beto Kouri que a tantos compatriotas ha sonado a música celestial: Todo ser humano tiene su video. Todo ser humano está en proceso de putrefacción. Si todos somos inmorales, nadie es inmoral. Si todos somos corruptos, nadie es corrupto. Si todos somos choros, nadie es choro. ¿Ah, sí? Señores pasajeros, damas y caballeros, con el debido respeto que todos y cada uno de ustedes se merece, ¿saben qué?, sírvanse pasar un rato por la casa del carajo con semejante filosofía de vida que yo, modestamente, me rebelo.
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PERU 21 JULIO 19, 2012

Nosotros juzgamos menos

Domingo 15 de julio del 2012 | 12:03
Atención, escépticos y pinchaglobos, aquí les van mis respuestas a sus preguntas más frecuentes sobre El Valor de La Verdad.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
1. ¿No te parece indigno que la gente ventile sus dramas?
Esa pregunta presupone que lo digno sería ocultar, maquillar, disimular, esconderse toda la vida tras el disfraz de la decencia inmaculada. No haría periodismo si no creyera en la necesidad de cuestionar y desenmascarar. La dignidad comienza por aceptarte ante los otros con tus más soberbios bemoles.
2. ¿Quiénes pueden ir al casting?
Todos. Basta con ser mayor de edad, estar libre de antecedentes policiales, problemas de alcoholismo, drogadicción o tratamiento psiquiátrico. Y tampoco pueden ser amigos míos, así que dejen de llamarme.
3. ¿Es necesario haber tenido un pasado turbio o una vida desenfrenada para participar?
No. Muchos de nuestros mejores concursantes son personas absolutamente comunes y corrientes que, sin embargo, quieren librarse de un gran secreto en sus vidas. O ciudadanos honestos y probos que se animan a confesar debilidades pequeñas, triviales y hasta risibles con las que nos podemos identificar.
4. ¿Por qué no hacen el programa en vivo?
Es una estricta regla del formato. Hacerlo en vivo sería un riesgo. Las reacciones que el participante o sus allegados podrían tener ante determinada situación límite son impredecibles, y lo más sensato es tratar de tenerlo todo bajo control.
5. ¿Por qué el participante no tiene el polígrafo conectado durante el programa?
Porque sería someterlo a mucha presión. Pasar la prueba del polígrafo ya es, de por sí, una experiencia intensa. Y sentarse en el sillón rojo, también. Aplicar las dos cosas juntas sería demasiado. La prueba del detector de mentiras se aplica poco tiempo antes de la grabación del programa y, a manera de constancia, las cámaras realizan apenas unas pocas tomas al inicio del test.
6. ¿De cuántas preguntas consta el test? ¿El concursante las conoce de antemano?
Antes del test del detector de mentiras, el postulante no sabe qué le van a preguntar. El poligrafista le formula entre 50 y 80 preguntas y consigna en una tabla las respuestas al lado de los resultados del polígrafo. El día de la grabación, solo el jefe de investigadores y la locutora del programa tienen acceso a esa tabla. El participante ya sabe lo que le espera, y solo debe volver a responder 21 preguntas de ese mismo cuestionario. No hay lugar para la sorpresa.
7. ¿Cómo llegan a preguntas tan específicas? ¿Lanzan preguntas al azar hasta acertar con la verdad?
Las preguntas se basan en una investigación previa y en una evaluación psicológica del participante. Familiares, amigos, parejas, empleadores… todos son entrevistados para poder elaborar el más completo perfil de la persona que va a concursar. Terminamos conociendo al competidor como si lo hubiéramos parido. O incluso más porque algunos padres salen sorprendidos. Ninguna pregunta es casual.
8. ¿Harán programas especiales con famosos? ¿Artistas, políticos, deportistas?
Hemos grabado ya excelentes programas con un político y, también, con una artista, pero seguimos esperando a que cumplan con su palabra los dos congresistas que se comprometieron públicamente a participar: Omar Chehade y Verónica Mendoza. No tarden. La espera desespera.
9. ¿Es necesario que vayan parientes y amigos? ¿Cómo saben que son los verdaderos familiares?
El sofá de los seres queridos es un elemento muy importante del programa porque le añade calidez, humor y drama. El participante elige a las tres personas con las que desea estar acompañado, y nosotros verificamos debidamente sus identidades en Reniec.
10. ¿Es relevante el orden de las preguntas?
Absolutamente. Las primeras preguntas son apenas una gimnasia de calentamiento. A medida que el competidor va escalando la montaña, se va encontrando con pendientes cada vez más empinadas, y si decide continuar, enormes peñascos, y si se descuida, también el abismo.
11. Si ya escucharon las respuestas, ¿para qué sirve el polígrafo? ¿Cuál es la necesidad de usar la voz en off para confirmar? ¿Por qué no lo confirma el mismo conductor?
Tanto el concursante como el conductor ignoran el resultado del test. Si yo lo supiera, podría sucumbir a la tentación de intentar salvarle la vida a algún competidor que me inspirara simpatía o compasión. Y en ese supuesto negado, al no saber qué aconsejar, podría condenarlo. La voz en off es, en realidad, la voz del detector de mentiras. La verdad que el concursante responde no siempre coincide con la verdad del polígrafo. Cuando no coinciden, significa que el concursante miente y se acaba el juego. Y, a veces, yo soy el que se queda más picón con ese resultado.
12. ¿El polígrafo puede equivocarse? ¿Hay formas de engañar al polígrafo?
¿Un bisturí puede equivocarse? No, el que puede equivocarse es el cirujano. El instrumento tiene entre el 95 y el 98% de confiabilidad, pero todo depende de la destreza y experiencia del poligrafista. Y el nuestro las tiene. No se cansen buscando, en Google, trucos para burlar el detector, como aquel de ponerse tachuelas dentro de los zapatos. Nuestro poligrafista se las sabe todas. Pasarán la prueba descalzos.
13. ¿Están los concursantes obligados a responder todas las preguntas ante el polígrafo o, llegado el caso, pueden abstenerse?
Tanto en el test como en el set, todas las preguntas deben ser respondidas con un sí o con un no. Son respuestas inaceptables: paso, no sé, sin comentarios, depende…
14. ¿Qué pasa si el concursante está seguro de que ha dicho la verdad, pero el polígrafo arroja que la respuesta es falsa?
Esto puede suceder cuando se trata, por ejemplo, de asuntos del inconsciente. Ejemplo: ¿Amas a tu país? ¿Es tu esposa el amor de tu vida? El concursante puede responder que sí, pero el detector registrarlo como mentira. Quizá lo dijiste sin convicción o te olvidaste de aquel gran amor de juventud que te marcó la vida.
15. ¿Firman algún tipo de contrato previo?
Así es, para evitar eventuales malentendidos. Tanto el competidor como sus allegados firman una serie de documentos de compromiso antes de sentarse en el estudio.
16. ¿Es necesario el público en el set?
Por supuesto, como en todos los juegos. ¿Sería lo mismo un partido de fútbol con las tribunas vacías?
17. ¿Puede el conductor leer la siguiente pregunta luego de que el concursante decidió retirarse?
De hecho. Y cuando ven lo fácil que era, todos se jalan de los pelos. No estoy impedido de hacer lo que las normas del formato no me prohíben.
18. ¿Es posible que el concursante sea un gran actor y todo lo que esté diciendo sea falso?
No, porque sus respuestas son sometidas a un estricto proceso de verificación de datos. Las únicas personas que podrían burlar al detector son los locos o los psicópatas absolutos, pero estas personas (que aparecen cada vez con más frecuencia) no logran pasar los filtros, rara vez llegan al polígrafo pero, si lo logran, de allí no pasan. Ninguno consigue llegar al programa.
19. ¿Te ofenden las comparaciones con Laura Bozzo?
A mí no, pero parece que a ella sí. El viernes, a la salida del teatro Marsano, se lo preguntaron a ella y contestó: ¡Ya no me jodan con eso! Suscribo su elegante respuesta al 100%. Hay un carrito sanguchero de regalo para el idiota número 80 mil que me repita la pregunta.
20. ¿Y quién eres tú para juzgar la conducta de los demás?
Nadie. Aun frente a las respuestas más tremebundas hago mi mejor esfuerzo por juzgar menos y escuchar más. Funciona. Anímense ustedes también y hagan la prueba un día de estos.
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PERU 21 JULIO 8, 2012

Miss Miserias

Domingo 08 de julio del 2012 | 12:06
Todos esperábamos que, en el pasado reciente, nuestra Miss Perú Mundo, Melissa Paredes, hubiera sido, como mínimo, una abnegada misionera de las Madres de la India o una doctora summa cum laude en Egiptología, pero no. Resulta que, en vez de eso, se había contentado con ser “Miss Colita Ventanilla”. Tamaña decepción nacional la precipitó a tomar una aciaga decisión, y Melissa anunció amargamente su renuncia a aquella soñada corona que había ganado en tan buena lid, no sin antes pedir perdón al pueblo peruano por el pecado nefando de haberse tomado unas fotichis de cara al muro en diminuto y lúbrico disfraz de ‘conejita’. Mientras tanto, en la otra orilla, Cindy Mejía, nuestra mesocrática y abracadabrante Miss Perú Universo 2012, pasaba piolaza y sonreía con su sonrisa perfectísima, soberbia catedral gótica de orfebrería Multident, al tiempo que de sus labios emergían frases para el bronce, iluminando al mismísimo sol con su inconfundible mirada bovina.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
“En el Miss Perú nos dan un rol de preguntas las cuales repasamos con un profesor” –le dijo Miss Cindy a Gonzalo Pajares, en comentadísima entrevista concedida a este mismo diario, el viernes último. Su sincera respuesta –pocos lo entendimos– era, en realidad, una elegante y diplomática protesta ante la evidencia innegable de una trampa despiadada. El cazurro colega no le había entregado a nuestra reina todas las preguntas con la debida anticipación, como hacemos siempre todos los periodistas del mundo. Hasta el más tonto sabe que cualquier entrevistado necesita las preguntas, mínimo, una semana antes para poder ir a la Biblioteca Nacional a consultar obras y prepararse como es debido. Pero, al no tener el balotario a tiempo, Miss Cindy no había podido repasar con el profesor, como es su costumbre. Qué barbaridad. ¿Cómo no la iban a jalar, delante de todos, en tan complejo examen si ni siquiera sabía sobre qué temas le iban a preguntar? ¿Acaso ella era una sabia, una iluminada, una adivina? No era culpa suya no haber estudiado, abusivos.
“Tengo una cirugía en las bubis: me puse una talla 34B y, por lo pronto, no me haré ninguna otra cirugía más”. Excelente, Miss. Pero prométenos que, apenas se logre inventar ese único implante que te hace tanta falta, te ofrecerás a la ciencia como primera voluntaria.
“Yo fui luz en medio de tinieblas y Dios resaltó mi belleza interna y externa”.Con ustedes, la oración de Miss Cindy. Oh, Señor que has creado todo lo bello de este universo del que muy pronto seré reina: bendice mis bubis 34B y bendice también mis incisivos, mis caninos y mis premolares. Bendice a mi dentista Jesús Ochoa, que los creó con sus manos prodigiosas. Bendice mi manicure francesa, mi pedicure sueca, mi depilación brasilera y mi trenza española. Y como la belleza externa es efímera, te pido que me hagas igualmente bella por dentro. Por eso, bendice también mi regia tiroides, mi hermoso páncreas, mi píloro perfecto, mi linda vesiculita, mis glúteos fabulosos y mi cerebrito chiquirriquitito. Amén.
“Mis principios son sólidos. Máximo me tomo un maracuyá sour”. Obvio. Cualquier historia necesita un principio sólido. Lo que hay que cuidar es que este no vaya seguido de un desarrollo líquido y de un final gaseoso. La celebridad de Miss Cindy ha tenido un espléndido arranque: la controversia. ¿Y qué vendrá después? Por lo menos tiene muy en claro que ninguna dama decente deberá jamás permitir a nadie avanzar más allá de los decorosos límites que impone el imperativo del cóctel único. Dependerá de su aclamado recato que su carrera prometedora no se le evapore en instantes, entre los dedos, como la acetona.
“No sé si era el patito feo de la familia pero, mientras iba creciendo, me fui convirtiendo en un cisne”. ¿Y ningún miembro de su distinguida familia habrá nacido cisne para irse convirtiendo en patito? Pucha, cómo hablan. Qué mala es la gente.
“Me encanta ser el centro de atención porque bailo muy bien”. No solo es sencilla y perfil bajo, sino que le encanta ser el centro de atención. No solo es inteligente y bella por dentro y por fuera y 34B y un cisne y una luz en las tinieblas sino que, encima, es modesta y baila muy bien.
“Salgo con un empresario que vive en Estados Unidos. Más que guapos, me gusta que sean interesantes, que conversen”. Haces bien, amiga. No es por ser prejuiciosos, pero la verdad es que los chicos guapos no tienen conversación. Pobres. Son guapos nomás y ya. Salir con un empresario, en cambio, está en toda moda. Sobre todo si es un empresario feo porque, cuanto más feo, mejor conversación. Pero lo más interesante de todo ha de ser eso de salir con un empresario que vive en Estados Unidos porque, como tú vives en Lima, mostro, ni siquiera tienes que estresarte tratando de ser muy interesante ni estar haciéndole tanta conversación. Es lo ideal.
“Laura Huarcayo es una Barbie Malibú”. Todos los cuarentones que, de niños, hemos jugado con muñecas sabemos perfectamente que 1971 fue el año en que Mattel lanzó al mercado aquella legendaria Barbie bronceada de ropa de baño celeste que todavía tenemos –con caja y todo– sobre nuestros tocadores. Pero, en 1971, Laura Huarcayo no había nacido así que… más respeto, por favor.
“Ahora que tengo la corona, Alfredo Benavides y Carlos Vílchez me van a tener que respetar”. ¡Pardiez con los bellacos juglares de este país monárquico! ¡Os ha llegado la hora! ¡Tendréis que respetar a la reina, plebeyos!
“No me considero difícil: soy sencilla e inteligente”. Pucha, Miss Cindy, qué suerte la tuya. Yo, en cambio, no me considero fácil: soy complejo e imbécil, alucina. Qué autocríticos somos, ¿no? Qué locazo.
Ahora, presten mucha atención, que lo que viene es el extracto más polémico de la entrevista con nuestra máxima soberana de la hermosura total en la transcripción fidedigna de la grabación realizada por el colega Pajares y que –para hilaridad y solaz de la muchachada– puede escucharse en la web de este diario. Sintiéndome parte del minoritario segmento poblacional al que Miss Cindy alude tan extensa como sesudamente, he querido eximirme de mayores comentarios en salvaguarda de mi objetividad periodística. Considero, además, que intentar añadir algo a sus hondas disquisiciones podría estropear la asombrosa perfección de esta genuina gema del humor involuntario:
Gonzalo: ¿No tendrías ningún problema en que… si tu hijo es gay, si tu hija es lesbiana…?
Cindy: En mi caso, si el día que Dios me permita tener hijos, yo creo que, en mi caso, no pasaría, porque yo creo que estas cosas se dan, tal vez, es por falta de un padre o porque sufrieron una violación o porque viven con la madre, hermanas y empieza el amaneramiento, o no lo sé, ¿no? La verdad es que no profundizo mucho en el tema.
Gonzalo: Ajá.
Cindy: El día que tenga mis hijos los voy a entregar a Dios por completo, y les voy a dar una buena crianza, que tengan el padre al lado, la madre al lado, y tener el apoyo total, ¿no?, porque siempre tiene que haber la comunicación.
Gonzalo: Ajá.
(Antes de que empiece el amaneramiento o no lo sé, yo también preferiría no profundizar mucho en el tema y, si a ustedes no les molesta, entregársela a Dios por completo en este instante. Para que no sufra. Ya no sufras, Dios. ¿Dios?, ¿estás ahí…?).
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PERU 21 JULIO 4, 2012

"Ya no me llaman la atención la euforia, la locura"

Miércoles 04 de julio del 2012 | 12:42

Tan calmado está Beto Ortiz (al menos en apariencia) que desde este sábado lo tendremos en un nuevo programa en la TV: el reality El valor de la verdad.

Foto: Rochi León.
Beto Ortiz,Periodista
Autor: Gonzalo Pajares.
gpajares@peru21.com
Beto Ortiz duplica sus obligaciones. Además de conducir el noticiero Abre los ojos (de L a V, 6 a.m.), estará al frente del reality El valor de la verdad (sábados, 11 p.m., Frecuencia Latina), donde someterá a los participantes a un interrogatorio que premiará su talento para ‘deshumanizarse’: decir siempre la verdad.
¿Mientes con frecuencia?
(Ríe). Con la frecuencia que la supervivencia exige. Toda la vida social, para ser pacífica y vivible, necesita de una serie de convenciones que, en realidad, son mentiras. La diplomacia, las buenas maneras, los buenos modales son, básicamente, mentiras. La mentira es necesaria. ¿Muy necesaria? Uno puede ir prescindiendo de ella, pero esto requiere una dosis de agallas adicional. Es mucho más cómodo tener una doble vida que sincerar nuestra existencia.
¿Es indispensable la verdad?
Sí, porque es uno de los pocos valores que nos quedan. Igual, no puedo pontificar sobre la verdad porque, quizás, yo no la diga toda. Por ejemplo, yo no me paro frente a cámaras y digo: “Buenos días, me cago de sueño, no sé qué hago acá, quiero seguir durmiendo (risas)”. Cuando un entrevistado me miente y yo pongo cara de ‘¡oh, qué interesante!’, solo estoy siendo educado, aunque tenga ganas de decirle: “No me metas el dedo, todos se dan cuenta de tus mentiras”.
Hay mentirosos encantadores.
Si son narradores de historias, uno los escucha felices. ¿Políticos encantadoramente mentirosos? Algunos han sido presidentes (ríe). ¿Alan? No te metas con la familia de mis amigos (risas). No creo que haya un presidente que no mienta. Y si a Toledo se le notaba era porque no sabía mentir (risas).
¿El periodismo dice la verdad?
Debe ‘tender’ a la verdad, porque afirmar que ‘decimos’ la verdad es muy pretencioso; es mejor decir que ‘tratamos’ de encontrarla, que hacemos nuestro mejor esfuerzo. Ahora, los hechos son verdaderos o falsos, no hay medias tintas: te emborrachaste o no.
En la ficción sí hay que agradecer la mentira…
Si está bien contada, claro. La literatura te permite contar cosas inventadas y tan inverosímiles que parecen inventadas. Por ejemplo, Vargas Llosa dice que nunca hay que contar una historia que sea demasiado insólita porque la gente puede no creerla, aunque esta sea verdad. Yo, por ejemplo, fui a un night club en Marraquech (Marruecos), esperando música africana y me encontré con un peruano cantando “Lima está de fiesta/ la canción criolla se viste de gala”. No puedo escribir esto porque nadie me lo creería.
¿Por qué nos interesa saber si una persona miente o no?
Porque nos identificamos con ella, porque uno se pone en sus zapatos: todos tenemos dilemas laborales, económicos, sexuales. Algo tan simple como “amas a tu pareja” o “te consideras una buena persona” resulta dificilísimo de responder. Un concursante de la versión gringa del programa perdió al responder la última pregunta. Y, aunque no buscaremos a personas de vidas enrevesadas, no los evitaremos: mira el programa del sábado (ríe).
Te sometiste al polígrafo. ¿Recuerdas la pregunta que te hizo Nicolás Lúcar?
Sí, me preguntó si les daba droga y alcohol a los niños para mis reportajes. Pensaba que su pregunta iba a ser más amistosa pero se mandó. La respuesta salió al aire. Fui cancherazo a la prueba y, en el interrogatorio, me sentí tan invadido como cuando uno va al urólogo (risas).
¿Qué tan cínico eres?
No creo que lo sea. El cinismo implica una cierta insensibilidad hacia lo que pasa, y yo le creo a Kapuscinski cuando dice que los cínicos no sirven para el periodismo. No puedo ser cínico porque serlo implicaría ser mal periodista y yo no soy malo.
Hoy tienes la imagen de un muchacho tranquilo…
No es una imagen, es lo que soy… por ahora (ríe). Ya no me llaman la atención la euforia, la locura.
Pero quienes no te quieren dicen que el programa puede reflotar tu lado mórbido…
Eso es lo que secretamente están deseando. En realidad, el morbo les gusta a ellos (ríe). Me gustaba el morbo, pero hasta de eso uno se aburre, se empalaga. El otro día me preguntaron si yo era el loco de pelo azul que hacía que las vedettes se pelearan en barro y respondí que sí, que lo era, pero en ese momento, pues uno no se queda fosilizado en el tiempo, uno muta.
Es decir, ya no extrañas tu pose de maldito…
No, porque es una manera desesperada de recibir atención, y yo no necesito más atención de la que tengo. Por ejemplo, trato de zafarme de la farándula literaria, que es más ponzoñosa y más angurrienta que la farándula-farándula.
¿Quién llegaría más lejos en el polígrafo: Ollanta o Nadine?
Si tengo que hacerle barra a alguien, espero que sea Ollanta Humala (ríe).
AUTOFICHA
- Nuestra televisión es ruidosa, estridente, pacharaca, ordinaria, vulgar, truculenta, ignorante. Sin embargo, la gente que la mira no siempre quiere ver algo estridente.
- Gustavo Faverón es un crítico; yo, un cronista. ¿Faverón ha escrito un libro? Como leo libros muy malos, es probable que lea el suyo (ríe).
- El valor de la verdad se permite pausas, silencios, momentos que resultan dramáticos, de tensión. Esto no significa que haremos uso de la histeria, de las jaladas de pelo.
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PERU 21 JUNIO 25, 2012

¡(Re)tiraos!

Domingo 24 de junio del 2012 | 12:07
Advertencia: El presente artículo se refiere única y exclusivamente a las relaciones sexuales entre jóvenes muy jóvenes. Nada más. No incluye a sus padrastros, profesores de lengua, catequistas, tíos cariñosos, esperpentos de Internet, viejos verdes, mujeres barbudas, jorobados ni enanas.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Si mi francés no ofende vuestras susceptibilidades, reconocerán que la frase nos salió redondita: A la hora de tirar, el Estado se debe retirar. Es una verdad de fe. Una ley de la naturaleza. ‘Techito’ Bruce y monseñor Cipriani están de acuerdo. Cabría añadir, sin embargo, que a la hora de tirar, también la Iglesia se debe retirar. Y considerando que monseñor Cipriani y ‘Techito’ Bruce los representan, quisiéramos aprovechar esta oportunidad para pedirles respetuosamente a ambos –como a todo el resto de políticos, reserva moral de la patria– que se retiren de las camas de los jóvenes, si son tan amables.
Mi primera-primera vez fue a los 16 años. Mi segunda-primera vez fue a los 21. De mi tercera-primera vez no hablaré en público. Mi primera-primera vez fue un rito colectivo. No me malentiendan. Estaba en quinto de secundaria y, tal como lo mandaban las tradiciones de la época, fui –junto a un nerviosón grupo de amigos bastante pavarottis– a uno de esos prestigiosos lupanares de la Carretera Central. Sexo sin amor, se entiende. Esa era la regla. Yo calculo que un tercio de los buenos muchachos de mi generación debutó con la enamorada; el otro, con la empleada de la casa, y el otro, en un burdel. Calculo también que la gran mayoría afiló el lápiz desde mucho antes de tener Libreta Electoral, lo cual significa que infringimos las leyes peruanas de modo flagrante, pero ni siquiera nos dimos por enterados. Sobre la arrechura adolescente es imposible legislar. Cuando uno tiene dieciséis años, la ley no rige tu deseo. Todo lo contrario. En esos días, todo el día, el deseo es ley, dura ley. Mi primera-primera vez estuvo llenecita de fantasmas, de demonios. O mejor dicho: del aprendido terror de irme al infierno. El infierno, esa cojudez. Me ahorraré los pormenores de la sesión de lavados previos y todos los demás detalles bochornosos. Tendamos sobre ellos un manto de pudor. Salí sin pena ni gloria de aquel lenocinio de acre olor con un cigarrillo mal prendido en la boca y una pregunta unánime revoloteando las cabezas de la triste manchita: ¿Y eso nomás era? Bah. Tanta vaina para eso. Tuve que reunir valor durante otros cinco años para atreverme a mi segunda-primera vez que, aunque me aclaró algunas duditas, no fue menos feliz que la anterior. Es difícil hacer el amor, pero se aprende. Estamos hablando de 1989. Comprar condones en la botica daba roche. Y muchas farmacias cristianas –como la Deza– los consideraban inmorales y no los vendían. No existía el Messenger ni el Facebook. La gente amiguera tenía 20 amigos, no 3,867. Ni los celulares ni el lubricante personal habían llegado aún a Lima. Rock Hudson había muerto de “la peste rosa” y Freddy Mercury ya la había contraído. La sola posibilidad de amar a alguien del propio género era condenarse automáticamente a morir a causa de aquel bíblico castigo. Y vaya que los santurrones de la época capitalizaron, como hoy y siempre, la histeria colectiva. Aquí nadie entendía el significado de “gay”, y los pocos que sí estaban convencidos de que era garantía de plaga egipcia. Solamente para atreverse a ser un maricón secreto había que ser diez veces más macho que para salir del clóset hoy en día. Pero, una vez más, la pasión movió montañas. Nos movimos al ritmo, ritmo de la noche. De mi tercera-primera vez, ya se los dije, no diré nada. Y Alaska y Dinarama siguieron cantando: ¿A quién le importa lo que yo haga? En fin. Continuará.
Pretender dictar una ley que le diga a la gente a qué edad debería comenzar a tirar no es malo ni bueno, es inútil. Y discutirlo es más inútil todavía. Perdemos el tiempo en competir haciendo burbujas de baba porque aquí, mientras nosotros los viejos nos desgañitamos creyendo que les ponemos las reglas sobre el cuándo y el cuánto, el dónde y el por dónde… ellos, los jóvenes, continúan tirando jubilosamente cuando y cuánto, dónde y por dónde les canten las pelotas. Y salvo hablarles cara a cara y sin temores, no hay nada más que podamos hacer al respecto. Que sean capaces de decidir de modo inteligente dependerá en algo de sus padres, en más de ellos mismos y en nada de los padres de la patria. Perdemos el tiempo creyendo que con leyes les metemos miedo. Perdemos el tiempo porque aquí, en el maravilloso reino de la doble moral, los viejos jamás nos vamos a poner de acuerdo. Hacemos un papelón monumental enarbolando nuestro conmovedor letrerito de “Do not fuck” porque los chicos ya no nos están prestando atención, ya se aburrieron y se fueron por un chiquitingo. No sabes absolutamente nada de la vida ni del amor si no sabes lo que la palabra chiquitingo significa: un rapidito, un quicky, un choque y fuga. Cada vez que llego al trabajo de mal humor, no falta quien susurre: “Parece que no tira, hace tiempo no la ve”. Cuando me voy con un nuevo camarógrafo de viaje, surge la incógnita: “¿Y por qué se lo lleva a él? ¡Seguro que están tirando!”. Y cuando le sonrío a cualquier invitado: “¿Ya viste cómo miraba al entrevistado? Se lo quiere tirar, ¿no?”. Tan sencillos y didácticos ejemplos me sirven para enunciar una verdad de Perogrullo: ustedes están pensando en sexo todo el día. Sobre quienes más la pegan de moralones y rezanderos. Una mañana, en el set del noticiero, la congresista Lourdes Alcorta me dijo que a ella le parecía inapropiado que mi twitter fuera @malditaternura, que debería cambiarlo porque se prestaba a malas interpretaciones. Le dije que mi twitter se llama así porque así se llama mi única novela que, dicho sea de paso, también se presta a malas interpretaciones. Y que yo mismo, cada vez que abro la boca, también me presto a malas interpretaciones, y eso, para serles sincero, me importa un cuerno. Si uno va a vivir preocupado por las malas interpretaciones de los demás –¡en Lima!–, está reventado desde el saque. Yo podría llenar esta página listando las malas interpretaciones que en Lima se hacen sobre cómo hablan, cómo se visten, todo lo que hacen o dejan de hacer Alcorta, Bruce, ‘Vitocho’, Rimarachín, ‘Papá’ Chuiman, el perrito y la calandria. Podría llenar este periódico completo. ¿En serio creen que el número que escriban en la ley –15,17 o 21– va a ser el número de años que los jóvenes esperarán para iniciar su vida sexual? Presiento que no sois modernos. La exitosa ministra Ana Jara, sin ir más lejos, la misma que debutó escandalizando, con su aparente conservadurismo, a las Manuelas, se acaba de pronunciar a favor de la despenalización de las relaciones sexuales entre adolescentes. Pero eso no es nada. También me ha mandado esta semana un coqueto mensaje de texto a mi celular. Un mensaje que, a la letra, dice: “Te ves encantador con tu corbata michi… Estás riquísimo.” ¿Riquísimo yo? Ministra, cof, cof, por los clavos de Cristo, soy un ser humano. No me incite usted a la concupiscencia.
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PERU 21 JUNIO 17, 2012

Papi

Domingo 17 de junio del 2012 | 01:04
Me llamo Humberto, como mi padre, pero nunca he usado su nombre. Nunca he firmado nada como Humberto. Si alguien grita Humberto por la calle, no volteo. Humberto es él, no yo. Tampoco lo he llamado nunca Humberto como si fuera un amigo del barrio y no mi padre.
Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Siempre le dije papá. Nunca le dije papi. Mi mamá se refería a él como “tu papi” pero, aunque lo intenté muchas veces, nunca me salió llamarlo así. Nunca me han llamado papá porque no lo soy y, a estas alturas, es poco probable que lo sea. El hombre que amo, sin embargo, siempre me dijo papi. No me dirán que no es enternecedor. El hombre que amo es padre. Quiero a mi padre, desde luego, pero el hombre que amo no es mi padre. El hombre que amo es más mi hijo que mi padre. El hombre que amo es más mi hermano que mi padre. Un poco hijo, un poco hermano, un poco amante. Yo no tengo hermanos ni hijos. Y muy pronto, tampoco tendré padres. Seré otro miembro más de esa tribu secreta que va por el mundo aullando, como un rebaño de perros, de animales domésticos en repentina libertad. El hombre que amo no tiene papi. Perdió a su padre siendo muy niño y es quizás por eso que siempre me dijo papi. El hombre que amo es padre, pero no sé si sus hijos lo llaman papi o papá. El hombre que amo es padre, y sus hijos, por obvias razones, no son míos. No sé parir y, si pudiera aprender, creo que no querría. Aunque siempre me queda el premio consuelo de que los hijos del hombre que amo me llamen tío. Pero yo no puedo ser tío de nadie. Ni del hijo del primo ni del hijo del vecino. Estoy un poco cansado de ser el eterno padrino. El payino de niños ignotos que solo veré para sus santos y para Navidad. Me llamo Humberto y no tengo raíz, ni semilla, ni retoño, ni lirio, ni media naranja. No tengo a mi incomparable compañero; en consecuencia, no tengo perro que me ladre. Mi dinastía es de a uno. Soy el último eslabón de mi cadena. Mi fortuna reside en que nadie se disputará ninguna fortuna de mi testamento. Nadie se arranchará, a dentelladas, mis restos. Esa sí que es una simple bendición. Tengo la fe del agapanto que resiste humildemente en el agüita del florero. Tengo la certeza de que mi apasionante historia se acaba conmigo.
Para mi papá, el de hoy será, sin duda, el último día del padre. No la estoy haciendo trágica, es verdad. Conozco muy bien el rostro de ese mal que ensombrece mi casa desde hace veinte años y tengo muy claro que ha llegado a la recta final. Conozco muy bien el rostro cenizo de la muerte cuando asoma. Reconozco, a lo lejos, su música tristísima de fiesta patronal. Mi papá ya ha perdido la vista, la ilusión, las ganas, el equilibrio, la fuerza, la razón. Permanece tendido y aguarda la llegada de los que no vendrán. No me resigno al desenlace indigno. Me duele su pavorosa soledad. No me resigno, pero tampoco me rebelo. No me aferro, no me flagelo, no me abrazo a su pierna, no opongo resistencia, no lo fuerzo a quedarse contra su voluntad. Cuando sienta que debe irse, caballero ilustre, tenga usted por seguro que, con la discreción y elegancia que lo caracterizan, sin aspavientos, lo dejaremos ir entre flores amarillas. No estoy seguro de que morirse sea del todo malo, como no estoy seguro de que nacer sea, siempre, bueno. El hecho de que puedas reproducirte no significa necesariamente que debas hacerlo. A ver, ¿en nombre de qué extravagante ilusión de larga vida tienen hijos ustedes?, ¿de que pretencioso complejo de eternidad? ¿Tienen hijos por tener una réplica de ustedes mismos o por el puro miedo a quedarse solos del todo? Confiesen. ¿Tienen hijos para tener quién los cuide cuando envejezcan? Qué crueldad. Tengo una noticia de último minuto: todos ustedes están más solos que Dios. Tengo una noticia negra y definitiva: todos ustedes se están muriendo. Mi padre es mi único padre, yo soy su único hijo y seré su único huérfano. Mi madre murió hace cuatro años, mi padre se está muriendo y yo no necesito un análisis para saber de qué me voy a morir. ¿Y eso es malo o bueno? Simplemente es. Y hay que dejar que así fluya y así sea. El padre de mi madre murió el 14 de febrero de 1968. Catorce días más tarde nací yo. Nací en medio de un duelo, de trajes negros, de un océano de pena. No solo yo, todos lloraban cuando nací. El padre de mi madre era escritor y periodista, tenía la frente muy amplia, los lentes muy gruesos y el sentido del humor muy negro. A ese viejo yo lo quiero como si lo hubiera conocido, estoy seguro de que hubiera leído todo lo que yo escribo así como yo he leído todo lo que él ha escrito. No se hubiera perdido jamás mi noticiero. Tengo una foto suya, de joven, bastón y sombrero, en mi comedor. Una hermosa foto sepia que mandó como premio un señor aijino al que le gustó algo mío que leyó. Dicen las primas más viejas que el abuelo Max y yo caminamos exactamente igual, que nos reímos tan parecido que casi da miedo. Ah, las familias unidas. ¿Se sienten ustedes a salvo con su familión? La madre de mi madre tuvo diez hijos. La madre de mi padre tuvo nueve. Pero cuando mi madre y mi padre enfermaron, el bullicioso y reilón ejército de sus hermanos brilló, durante décadas, por su ausencia. Las excusas parten el alma: Es que no quisimos verlos así, no tuvimos el valor, sabrás perdonarnos, es que queríamos recordarlos hermosos y felices como antes eran. Oh, las familias felices. Cuando la enfermedad entre por tu puerta, tus hermanos saldrán corriendo por todas tus ventanas.
¿Estaré más solo yo que no tengo hermanos? Lo dudo. Ninguno de los ejemplares hermanitos de mi padre lo ha visitado más de una vez al año. Algunos de ellos no lo han vuelto a ver en seis o siete. Ninguno ha pasado una sola noche en vela para cuidarlo. Ninguno se ha sentado a darle de comer en la boca. Ninguno lo ha bañado, ninguno lo ha vestido, ninguno sabe los nombres de las pastillas que toma, ninguno le ha llevado un talco de regalo, ninguno le ha cambiado el pañal. A ninguno le importa que ese hombre se pase las noches y los días insomnes gritando sus nombres: ¡Bertha, Esperanza, Antonieta!, ¡Salomón, Salomón, Salomón! Y como quiera que estamos enfrentados en una estúpida y misérrima batalla legal por ellos iniciada (y que no tiene sentido detallar), pasarán los meses y los años mientras las apelaciones van de corte en corte y de aquí hasta el Tribunal Constitucional, y mucho me temo que la próxima vez que nos veamos las caras será en su funeral. Seguro que irán para expiar sus culpas y darse golpes de pecho. Desde ya les solicito la mínima delicadeza de no acercárseme ni a 100 metros, por el amor de Dios. Cuando mi madre murió, la dimensión absurda del dolor me impidió llorar. Recibí cientos de abrazos de pésame, impávido, impasible, sin derramar una sola lágrima. Estuve esperando callado la boca. Veinticuatro horas más tarde, cuando llegó el hombre que amo, cuando volvió de viaje el hombre que es papá, que no tiene padre y que quizá por eso me llamaba papi, yo estallé en sus brazos como un niño pequeño, indefenso, inconsolable. Voy a necesitarlo para llorar el día en que mi padre muera. Y probablemente también en todos los demás días de mi vida. ¿Acaso no somos todos, al final, unos niños perdidos buscando a sus padres en la oscuridad?
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PERU 21 MAYO 27, 2012

Pluma contra pluma

Domingo 27 de mayo del 2012 | 02:34

El mejor enemigo de un periodista es otro periodista. Argolleros, mezquinos y rencorosos, los coleguitas insistimos en cultivar un retorcido espíritu de cuerpo. Aquí, un veloz repaso por algunas tristes querellas en la vieja quinta de la prensa nacional.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
El exclusivo Chifa Internacional se ha demorado unos minutos en entregar el apetitoso pedido a domicilio que ha hecho nuestra gordis más chanquis, Rose Marie, otrora brigadier general del colegio, otrora conciencia moral de la nación. Es el día de la madre y la lideresa de opinión está muy mortificada pues ha invitado a su venerable progenitora a almorzar y la moto del chijaukay no tiene cuándo llegar. Es entonces que Rosa recuerda que ella no es una ciudadana más y decide hacer sentir sus influencias en la opinión pública, ustedes saben, todo su peso editorial. Va hacia la computadora y escribe en su Twitter que el chifa no llega, que su mamá ya tiene hambre y qué barbaridad, que alguien haga algo pronto. Por supuesto, no faltan los chupamedias que se toman la molestia de llamar o de ir a reclamar el pedido de la celebrity abismada por tan chiferas tribulaciones. “¿Para eso le servirá su poder?” –me pregunto, leyendo sus públicos lamentos–, “¿para que no se le enfríe el chancho con tamarindo, el kam-lú wantán?” Y hete aquí que no puedo resistir la tentación de reírme de tamaño despliegue de folklore periodístico y, en ánimo 100% chonguerito, la parodio twitteando: “¡Auxilio! ¡Mis alitas de Kentucky no me vinieron extra-crispy! ¡Alguien haga algo!”. Huy, no. Sacrilegio. Herejía. Blasfemia. Con esos airecillos sabihondos y sentenciosos que le conocemos de sobra, nuestra pomposa gordis apela a su recurso más manido y efectista, (¿qué cosa? ¿a una mujer?, ¡¡¿¿a una MADRE??!!) y se victimiza hasta el martirologio: “No esperaba menos de ti. Burlándote de mi madre justo hoy. Finísimo”. ¿Burlándome de tu madre? ¡Me estaba burlando de ti nomás, por los clavos de Cristo! De ti y de tus devaneos de jueza suprema y no de tu señora mamacita, sería incapaz. Qué falta de Cayetano y de correa. En fin. Hay, en la prensa –Miyashiro dixit–, vacas sagradas de las que no te puedes reír así nomás sin pagar con sangre tu osadía. Vacas sagradas que se sienten con derecho a despotricar contra todo y contra todos, de decirnos cómo debería ser el mundo y de hacer rodar cabezas a sus magnos pies. Pero, cuando alguien se atreve siquiera a mencionarlas por casualidad, allí sí que te la hacen supertrágica. Olvídense: ¡Inaceptable atentado a la libertad de prensa! ¡La democracia en riesgo! ¡Más respeto que soy tu madre! En fin. Como veremos más adelante, nuestra resabiosa gordis me pasaría pronto la factura. Por ahora, el rico ejemplito nos pinta de cuerpo entero.
“No hay gremio más miserable que el de los escritores” –me dijo, el otro día, Osvaldo Cattone, que es, a la vez, teatrista y escritor. Cómo se nota que nunca ha sido periodista. Por regla general y salvo raras excepciones, los periodistas perdemos la mayor cantidad de nuestro tiempo ejerciendo el divertido pero inútil periodismo para periodistas. Nos maleteamos, nos metemos cabe, nos odiamos siempre. Veamos: A Aldo Mariátegui –que, en persona, es el tipo más divertido y encantador que hay– los coleguitas lo odian a priori. Él, sin embargo, no pierde oportunidad de lanzarle cuchillos, desde su columna, a Álvarez Rodrich, que es más chévere y buena gente que Gian Marco. A Magaly –a quien no tengo ninguna razón para amar– le canibalizan los ampays en portada, le pelan las muelas cuando da entrevistas exclusivas, pero apenas cae en desgracia, salen todos a morderla en manchón. Ninguna ONG de periodistas la defiende porque, claro, o sea, no es De Althaus, ¿manyas? Es Magaly, te malea. Al director de este diario, sin ir más lejos, varios semanarios lo han puesto en portada más veces que a Tilsa Lozano. A Raúl Vargas no se cansan de insultarlo incluso ahora que está en una clínica luchando por su vida (¡Arriba, Gordo!). A Butters, todos los canales lo entrevistan a diario, pero ninguno lo contrata porque es “demasiado confrontacional”. La propia Rosa María fue desterrada –por periodistas– a la Siberia de un canal semiclandestino. Al enorme Guillermo Thorndike lo llenaron de insultos el mismo día de su funeral. ¿Quién lo hizo? César Hildebrandt, por supuesto, quien también odia a Vargas Llosa y a Fernando Ampuero y a Cecilia Valenzuela y a Martha Meier y a todo El Comercio y a todo el resto del periodismo y, salvo a su novia y a su perro, a todo el resto de la humanidad.
Magalizada al máximo en su desesperación por no morir, la revista Caretas –esa decrépita señora– ha dedicado, en los últimos años, sus carátulas a la cobranza de amarillentas facturas. Lo sé mejor que nadie porque ya me han dedicado dos de las más cagonas y no me extrañaría que me obsequiaran una tercera con la cual completar la decoración de mi baño de visitas. Al principio no entendía mucho esa violencia chicha. He trabajado en Caretas en años bastante mejores que estos, cuando engalanaban sus páginas grandes firmas como la de Mario Campos, y he trabajado varias veces sin cobrar, como ha de hacerlo todo aquel que trabaje para los Zileri. Pero, como en toda antigua hacienda familiar, cualquier ofensa al amito es castigada con crueles azotes y este insolente esclavo emancipado cometió, pues, un pecado mortal: escribir en 2007, en estas mismas páginas, que ojalá el sucesor del gran Enrique en la dirección de la revista fuera el talentoso Jaime Bedoya y no el pobre Marquito Zileri. Mi temor era que pasara con Caretas lo que inevitablemente pasó: terminó convertida en un instrumento de revanchitas y miserias personales con una Unidad de Investigación dirigida por un atormentado pobre diablo que les pide platita “prestada” a sus entrevistados y con un suplemento del jet set que les para la olla, un encarte conocido en el argot como Reos & Reas porque por sus portadas ha desfilado lo más fotogénico de las páginas policiales. Ahora, si uno quiere leer artículos bien escritos en una revista, tiene que leer Etiqueta Negra, Gestión, Poder, SoHo, Cosas, Asia Sur, ¡Hola!, Correo, Bash, cualquier cosa menos Caretas, que hoy tiene el mismo brillo que su director: ninguno. Triste final para la que alguna vez fue la revista más importante del país.
El mediodía del viernes, Nicolás Lúcar –que también ha sido escarnecido en tapa de Caretas– me llamó a compartir una primicia que no me entristeció. Me dijo que, en virtud de una orden de captura, Marquito Zileri había sido detenido por la policía y llevado a la fuerza a declarar en el juicio por difamación que le sigue el exministro toledista Javier Reátegui, cuyos familiares fueron falsamente involucrados en febrero de 2011 con el clan de los Sánchez Paredes a causa de una irresponsable confusión en las fotos de una boda, y esa sola “investigación” sirvió para que Marquito tomara –en plena campaña electoral– la sabia decisión de “denunciarlo” en portada, vinculando vilmente a la familia de Reátegui –y, por extensión, a Toledo, el candidato puntero– con presuntos narcotraficantes. La detención de Marquito era noticia. Y, como a esa hora ya no estaba al aire, la twiteé, por supuesto. Y, al instante, como suele ocurrir en los así llamados líos de blancos, sobrevino el desproporcionado contraataque. Todos los miembros, simpatizantes y wannabes de La Cofradía de la Prensa Politically Correct me saltaron en mancha cual película 300, encabezados, no faltaba más, por una inusual Leónidas con sangre en el ojo: la ardidísima Rosie y su nuevo ayayay: un lóbrego crítico literario al que nadie empelota. Todos, al unísono, me desmintieron aullantes, iracundos. Y, cual si también se apellidaran Zileri y vivieran en Casuarinas, celebraron jubilosos mi aparente patinazo dando de volteretas. Tan unánime fue el abucheo virtual que hasta yo mismo llegué a creer que acababa de difundir una mentira pues las ediciones web de varios medios prestigiosos me rectificaron airadamente. Pero al poco rato llegó a mi bandeja de correo el documento que ilustra esta nota, la orden de UBICACIÓN Y CAPTURA del REO CONTUMAZ Marco Enrique Zileri Dougall firmada por el juez Raúl Rodolfo Jesús Vega, titular del 15 Juzgado Penal de Lima, por el delito contra el honor –difamación– de Javier Edmundo Reátegui Roselló. Pido perdón a los bulliciosos festejantes por la horrible decepción que sé que habrá de causarles constatar que no patiné. La información es absolutamente cierta. Siéntanse libres de cubrir las incidencias del caso con la independencia y objetividad de siempre. Hacía 5 meses que Marquito era citado por la justicia, pero no le daba la gana de ir. Pero aquí nadie tiene corona. Ni siquiera un Zileri, caray. ¡Este Perú ya no es el de antes! Que Dios nos ayude, como dijo Hurtado Miller, ¿verdad, Rosie?
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PERU 21 MAYO 20, 2012

Miénteme

Domingo 20 de mayo del 2012 | 12:07

La verdad es nuestra materia prima. Parece un lema presuntuoso pero es así. O debiera serlo. No es que la poseamos almacenada como un panadero que se abastece de costales de harina. Los periodistas –algunos, claro– tratamos de buscar la verdad, más bien, como modestos buscadores de oro. Cabe la posibilidad de que, raras veces, gozosamente, la encontremos. Pero para que eso ocurra hace falta botar el bofe tirando lampa durante horas, escarbando entre cerros de roca, lodo y cascajo. ¿Es más difícil mentir o decir la verdad?


Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Me armé de valor y decidí someterme a la prueba del polígrafo. El famoso detector de mentiras, ese mismo. Todos los días hago denodados esfuerzos para que mis entrevistados me digan la verdad. ¿No era justo acaso que, por una vez en la vida, hiciera yo también el esfuerzo consciente de decirla toda, a cualquier precio? El mejor pretexto, como siempre, fue la grabación de un reportaje. Periodismo gonzo, para variar. La idea de pasar el test me generaba, a decir verdad, muy poquito nerviosismo y muchísima curiosidad. Sabía que mis amigos y las personas más allegadas se habían mostrado más que dispuestas a colaborar con el éxito de la prueba y habían enviado, de lo más felices y contentas, sus propias baterías de preguntas al investigador. No estamos hablando aquí de eventuales compañeros de oficina sino de amigos de toda la vida y también personas de aquí –y también de fuera– que me conocen como si me hubieran parido, que hasta han compartido departamento conmigo, que me han visto en pijamas y seguramente han tenido que escuchar, a medianoche, ajetreos y estertores en el dormitorio contiguo. El alto grado de intimidad de las preguntas estaba más que asegurado. Pero yo, normalazo. ¿Qué nueva cosa terrible podían preguntarme que no me hubieran preguntado ya? Llegué relajado, en jean y zapatillas al canal la tarde del miércoles. Recontra canchero, superfresh. Sabía, por las películas, que me iban a llenar de cables y sensores, pero no me importaba. Sabía también que me iban a hacer muchas preguntas incómodas y comprometedoras, pero eso tampoco me preocupaba gran cosa. Alguito de experiencia tengo en esas lides: llevo como 25 años respondiendo a miles de preguntas horrorosas de los coleguitas de espectáculos del Perú. Vamos, ¿cuán malo podía ser? Todos los días, muchos de mis entrevistados tienen que hacer un titánico esfuerzo para salir airosos en su perenne afán de venir a contarme mentiras inmensas como catedrales. ¿No era acaso justo que, por una vez en la vida, me colocara adrede en ese estrés, en esa encrucijada consciente de evitar caer en las fauces de la mentira?
Mi proverbial serenidad zen, sin embargo, duraría poco. Por mucho que traté de olvidar el detalle de que una decena de camarógrafos, sonidistas y luminitos serían privilegiados testigos de aquel feroz interrogatorio al que estaba a punto de someterme, bastó con me colocaran los neumógrafos en el tórax, el tensiómetro en el brazo y los electrodos galvánicos en los dedos de una mano para que mi cuerpo decadente comenzara a experimentar una creciente e inexplicable sensación de incomodidad, de murciélagos en el estómago. Mientras me instalaban toda aquella cablería, comencé a sudar como sudo normalmente ante los reflectores, y temí que ese solo detalle ya sería tomado como un síntoma de nerviosismo sospechoso. Me atormenté repasando mentalmente todo aquello que nunca hay que hacer ante tan crucial circunstancia: no cruzar los brazos, no morderse los labios, no cruzar las piernas, no mojarse los labios, no agarrarse la oreja, no mirarse las uñas, no mover una pierna, no agarrarse la nariz, no juguetear con el anillo, no desviar la mirada, no agarrarse la nuca, no hablar muy alto, no hablar muy bajo, no temblar, no tartamudear, no ajustar, no respirar. “¿Estamos en el año 2012?” –me interrogó mi interrogador Carlos Villantoy de ITIEL, exmarino y psicofisiólogo forense o, lo que es lo mismo, perito poligrafista. Le respondí, ponderadísimo, que sí. Esa estaba papayita. Pero las siguientes preguntas multiplicaron el voltaje de sopetón: ¿cuántas parejas sexuales ha tenido en toda su vida? Me quedé de piedra pero contesté. Mi respuesta suscitó un suave murmullo de risitas nerviosas entre los presentes. ¿Estamos en el Canal 2? –volvió a bajar la tensión para luego contraatacar con furia: ¿se ha acostado usted, en los últimos meses, con alguna persona de su equipo de producción? ¿Qué día es hoy? Pero la tortura apenas estaba comenzando: ¿está usted actualmente enamorado de alguna persona de su equipo de producción? En ese momento fui presa de un súbito acceso de tos convulsiva. (Mentira).
Y mientras el polígrafo iba midiendo mis pulsaciones, mi presión sanguínea, mi ritmo cardíaco, los cambios en mi respiración, mi temperatura y mi transpiración, el implacable señor perito observaba sin parpadear hasta mi más imperceptible rubor, titubeo o microexpresión facial, sin quitarme aquel atemorizante ojo sacador de encima. Debo admitir que ha sido la entrevista más interminable de mi vida: ¿En verdad trabajó usted como cocinero en Estados Unidos o fue eso producto de su imaginación? ¿Realmente vivió en una casa rodante como se vio en un reportaje del 2004? ¿Ha mentido alguna vez intencionalmente en televisión nacional? ¿Acudió usted en 1999 al programa de entrevistas de Raúl Romero con la intención deliberada de arrebatárselo? ¿Le incomoda tanto su propia desnudez que necesita siempre apagar la luz? ¿De qué reportaje se avergüenza? ¿Ha consumido drogas ilegales en los últimos meses? ¿Se sintió alguna vez sexualmente atraído por Medina, Maicelo, Cisneros, del Águila, Leiva, Miyashiro…? Las respuestas, muy pronto en Abre los ojos. ¿Mentí en alguna de mis respuestas? ¿En cuántas?, ¿en cuáles? Eso lo sabré mañana lunes, cuando, mordiéndome las uñas, acuda a las oficinas del temible poligrafista a recoger personalmente mis resultados, en sobre cerrado, cual si se tratara de un análisis de sangre. Con la emoción propia de un diagnóstico de embarazo no deseado. Tan extrañamente escalofriante fue la experiencia que me quedé todo el resto del día con la inconfundible sensación de haber sido –si no violado– por lo menos manoseado contra mi voluntad. Y esa noche, mientras dormía, soñé que caminaba a lo largo de todo el Jirón de la Unión en hora punta, total y absolutamente desnudo.
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PERU 21 MAYO 13, 2012

Los abrazos rotos

Domingo 13 de mayo del 2012 | 12:08

Reyna de Vilca dice que Ana Camargo tuvo suerte porque a ella le trajeron a su hijo Ivo entero, aún con vida. Trinidad de Páucar y Rosario de Castillo sienten lo mismo por Natalia de Falla porque hasta pudo conversar con Gerson, despedirse. Nadie sabe cómo será estar en los zapatos de estas madres. Salvo Ana de Bazán que las envidia: “A los hijos de ellas sí los sepultaron y tienen dónde llorarlos mientras que el mío, el mayor Bazán, no aparece todavía”.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Reyna y César. “Mi corazón está muerto”
Madre: Tu nombre viene lento como las músicas humildes. La casa de los Vilca parece la casa de una familia de damnificados. Las donaciones nunca paran de llegar. Operarios cargando colchones entran y salen. Cargando mesitas de centro, sillones que don Dionisio Vilca arrincona con esa misma fuerza con la que cargó los restos de su niño César –el héroe– por la selva. Con esa misma rabia. Como si la ausencia de un hijo pudiera calmarse con un nuevo juego de confortables, como si alguien tratara de amoblarles la desolación. En esta casa el dolor es una nube que tizna las paredes, que empaña los espejos, que asfixia. Reyna Vilca no está. Se ha ido temprano a un homenaje que le han hecho a su hijo muerto en La Molina. Más víveres. Alguna vecina golpea la puerta para avisar que Reyna se desmayó y está en la clínica. Son los únicos recados que reciben. El teléfono está descolgado. Ya no resisten más entrevistas, más pésames, más abogados, más promesas. Cuando iba a la TV, la señora Vilca reclamaba con fiereza, estaba convencida de que su hijo estaba vivo. Pero ahora es apenas una mustia sombra de aquella mujer embravecida. Ahora la vemos llegar caminando despacito y sentarse ante la cámara como una autómata, vencida. Sus labios están cuarteados. Todo duele. “Mira mi boca, está toda seca, reventada”. Su corazón también.
Charo y Ciro. ¿Cuándo va a pasar este dolor?
No hace falta preguntárselo para saber que la señora Charito se pasa la vida sentada en este rincón. La huella de su cuerpo ha quedado repujada como un bajorrelieve en el sillón, en esta esquina de la sala de la que ella no quiere moverse porque aquí está el altar de velas y flores que ella ha levantado para Ciro, su crío perdido, el infante difunto. La vida se ha detenido para siempre en esta casa de La Punta. El silencio es una burbuja aciaga que solo logran romper los pasos nerviosos, casi imperceptibles de un perrito Yorkie sobre el parquet. Algún amigo de la familia se los regaló para conjurar en algo esa soledad brutal que cala los huesos. La reportera gráfica sabe que a esta mujer ya se le ha preguntado absolutamente todo lo preguntable y por eso se ha limitado a entregarle un marco y una fotografía para que los ensamble. Doña Charito lo hace con naturalidad, como si lo hiciera todos los días, como si su máxima habilidad en esta vida consistiera en ponerle marco a las fotos de su hijo. Viéndola maniobrar pienso que allí sentada, mirando pasar las noches y los días, quizá se haya ido convirtiendo en una máquina de extrañar, en una máquina de pensar en Ciro.
Mientras la contemplo no puedo evitar acordarme de mí mismo poniendo en la mesa de noche, en la billetera, en todas las habitaciones de la casa para acompañarme fotos de mi mamá que ya no está conmigo. Charito voltea el retrato y vuelve a mirar la sonrisa limpia de su hijo Ciro con una ternura infinita. Esa mirada de madre que tiene el poder de quebrar al hombre en niños. La contemplo sumergida en ese helado océano de ausencia, y no puedo evitar pensar en mí. La veo allí detenida y muda y se me antoja pensar que su pequeño Ciro todavía corretea libre por esos pasillos vacíos así como danza en mis sueños mi mamá que siempre está conmigo. Como si respondieran a una orden sobrenatural, las campanas de la iglesia que está justo enfrente comienzan a doblar. El tañir del bronce lo inunda todo y se eleva como una furiosa pregunta en el aire. ¿Para quién será más triste el día de las madres? ¿Para un huérfano de madre como yo o para ella que es una madre huérfana de hijo? Perder a tu madre es perder tu origen, tu centro, tu raíz, tu principio, tu luz, el sol que evita que pierdas órbita. Pero perder a tu hijo ha de ser comenzar a esfumarte, a desintegrarte, a desaparecer empezando por lo más bueno, por lo más puro que tenías. Perder un hijo ha de ser la hecatombe indecible, el horror supremo. No en vano no existen palabras en el idioma para designar a los padres de un hijo que murió. No en vano ni el mismo Dios pudo tolerar tamaño dolor y lanzó toda su desesperación de animal herido sobre la tierra.
Natalia y Gerson. “Algún día será justicia”
No hay pena comparable a la de enterrar al hijo. Pero para Natalia sí la hubo. Días después del funeral de Gerson, apareció un horrendo video que ella fue obligada a ver. En el colmo de la maldad, los policías se habían grabado a sí mismos flagelando a su hijo con sus garrotes, masacrándolo sin piedad. Otra cámara, no menos impiadosa, grabó a esta madre espectando la agonía sin nombre. La filmaron cubriéndose la boca frente a la pantalla, ahogando el pavor con sus manos. Ningún ser humano aceptaría pasar por un tormento semejante pero Natalia, siguió en pie y se convirtió en el mástil del navío cuando su esposo Marco abandonó su empleo para dedicarse a la sagrada misión de desentrañar la verdad. Para ello tuvo que convertirse en detective y abogado. Natalia se las ingenió para parar la olla, sacando de donde no hubo. Comenzó de nuevo, como cuando era niña, a ayudar a su madre en el puesto del mercado, convirtió su casa en un depósito que alquiló a los ambulantes: carritos sangucheros, quioscos de “Se hacen llaves”. Y con esas providenciales monedas, alquilaron un Tico en el que Marco taxea por las noches.
Hasta hace poco, la habitación del hijo permanecía intacta. Su cama tendida, sus pósters de fútbol y su ropa en los cajones. Ya no. Llegó el momento de hacerle campo a la única luz de sus vidas duras: el hijo de su hijo, el pequeñín al que tienen que seguir recitando mentiras piadosas. Que su papito vuelve pronto, que está trabajando muy duro en Estados Unidos para poder comprarle el carrito electrónico que tanto le pidió. Que justo ayer llamó por teléfono y dejó dicho que lo extraña. Los esposos Falla saben que, pese a que nunca lo conocí, su hijo Gerson no es, para mí, una noticia más. Por alguna razón es un ser especial y por eso –aunque nunca voy a ninguna– he acudido a su misa. No he dudado en colocar su retrato junto a Lippy, Juanjo y Bruno, en mi altar personal de los amigos más queridos que partieron. Y me entristece doblemente que Gerson encontrara la muerte en San Borja, mi barrio, la patria chica en la que yo viví. En Magdalena, en la pared de su casa hay una gigantografía con su foto colgada en el lugar donde más le gustaba pasar las horas: chateando al pie de su computadora, muy cerca a la puerta que da a la calle, una puerta que no tiene timbre pero que Natalia deja siempre abierta, por si alguna vez lo ve volver.
Trinidad y Nancy. “Yo le dije que no fuera”
Todo el tercer piso de esta enorme, hermosa casa de La Molina ha sido convertido en un departamento muy acogedor. Es el departamento que, con tanta ilusión, mandó construir y decorar la señora Trinidad para que allí viviera su adoración, la niña de sus ojos, la capitana de la Policía Nancy Flores Páucar. En el ominoso vacío de lo que antes fue su dormitorio, romper el hielo parece imposible. Inés, la fotógrafa, no puede evitar la incómoda sensación de estar profanando el templo de un dolor privado. La señora Páucar se sienta al borde de la cama de su engreída. Se sienta despacio, muy erguida, las manos sobre el regazo, auscultando cada rincón del cuarto, como asegurándose de que cada cosa esté en su lugar, haciendo acopio de una dignidad conmovedora. Dos muñecas idénticas, vestidas de bobos y festones, contemplan la muda escena desde sus veladores. El rudo casco y el arma larga de la capitana parecen objetos absurdos en medio del candor de ese edredón floreado. “Yo conocí a su hija” –le dice Inés. Y le cuenta que viajaron juntas cuando ella integró la escolta de la primera dama Elianne Karp. Pero hay un no sé de qué de recogimiento en ese lugar y la conversación no aflora. Inés le jura que le robará apenas un instante y se irá por donde vino. Le alcanza el retrato de su orgullo mayor, su preciosa hija Nancy, nuestra capitana, la inolvidable Azumi, el corazón guerrero alcanzado por un proyectil cobarde, traicionero. Trinidad la estrecha contra su pecho, pierde su aparente firmeza y se inclina, la acuna entre sus brazos como cuando era una bebé. Se enternece, de repente, se suaviza. Se entristece pero no llora. Sabe que es la columna que sostiene toda esa casa de tres pisos, que no puede darse el lujo de quebrarse y no se quiebra. “¿Sabes qué? Yo le dije que no fuera. Las mamás tenemos un sexto sentido y cuando ella me llamó a decirme: mamita, voy a volar a la zona, ya vuelvo, no te preocupes, yo sentí una corazonada. ¿Tú eres mamá, Inés? Entonces sabes de lo que hablo. Yo sentí el peligro y le dije: ¡no vayas, hijita! Pero ya ves. Nada se puede hacer contra la muerte. ¿Tú eres mamá? Abraza muy fuerte a tu hijo mientras puedas”.
Ana e Ivo “Me arrebataron a mi único amigo”
Como si fueran gemelos, compartían una cama camarote en el único cuarto de la casa que habían conseguido techar. El papá jamás quiso vivir allí y la otra hija, menos. El proyecto de familia nuclear abortó. Pero Ana e Ivo habían vivido y trabajado juntos toda la vida. Más que mamá e hijo, eran confidentes, compañeros, cómplices. Cuando ella vendía menú, él preparaba la limonada. Cuando ella traía ropa de Tacna, él la ayudaba a venderla entre las amigas. Cuando ella fabricaba disfraces, él se dedicaba a limpiar la casa. Cuando aún no tenían baños, él se encargaba de acarrear el agua. La vida en aquella casa en los arenales, camino a Cieneguilla, florecía gracias a esa prodigiosa dinámica de dos. Hija única y solitaria desde siempre, Ana Camargo sentía, a veces que, más que su hijo, el travieso Ivito era el hermano menor que siempre reclamó. El chiquillo que llenaba la casa de música y de risas. Y también de bichos: perritos hiperactivos y un montón de peces de colores que, como fulminados por una tristeza animal, murieron todos, uno tras otro, a la muerte de Ivo, dejando apenas una tortuga languideciendo en el fondo de la pecera abandonada.
Ya no hay razón para continuar pero hay algo que impide que esta mujer se rinda. Su rabia. Cómo no arder de rabia cuando el defensor de los asesinos de tu hijo te dice: “haga su show, señora, haga su show.” Todos la admiramos al verla rugiendo como una leona a la salida del juicio donde condenaron a prisión al chofer pero absolvieron a esa extraña Empresa Orión. Ana solo sonríe al recorrer las fotos que Ivo tomaba. Solo suspira al recordar que antes de 28 de julio del año pasado habían ido juntos a Tiendas “34l” para comprarle ese primer terno con el que iría orgulloso a cubrir la transmisión de mando. Ahora la casa toda parece agonizar bajo una grave pátina de polvo. Ana sabe que está sola una vez más y en nada encuentra alivio ni consuelo:“Si yo estuviera segura de que cuando me muera lo voy a encontrar me moriría ahora mismo, pero ni siquiera de eso estoy segura.”
Ana y Felipe. ¡Ay, mi cholito! ¿Dónde estás?
Para que la foto de su hijo, el mayor Bazán, salga publicada en un diario una vez más, la señora Ana Soles ha venido desde Chimbote, tantas horas en un autobus, aferrada a esa cartera en cuyo interior va la foto de su cholito. Una foto de él en uniforme de gala pero también esa otra que todos vimos cuando lo de Bagua, esa escena que parecía sacada de una película de terror, su hijo Felipe con el torso desnudo y el miedo tatuado en el rostro, llevado a empellones por una turba de nativos enardecidos. La gente de mi producción la recibe y trata de hacerla sentir cómoda. Es la única a la que no podremos retratar en su casa de modo que la invitamos a sentarse en sala ajena. Ella se alisa la falda, trata de acomodarse el peinado, se alista nerviosamente. Le entregamos el retrato, lo coge. No, no lo coge, se aferra a él. Nadie sabe qué decirle. El suyo es el único de los hijos muertos al que nadie ha encontrado, al que nadie ha rendido honores, al que nadie ha sepultado. Alguien sugiere un minuto de silencio, un abrazo, una oración, por el amor de Dios, alguien haga algo. ¿Adónde miro? –pregunta la señora Ana y de pronto sus ojos se posan sobre los ojos de su niño en la fotografía y el llanto contenido estalla como un volcán. Perdóneme, señorita. Perdón, perdón. Y desde el abismo de su pena le sale un “ Ay, mi cholito! ¿dónde estás?”
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PERU 21 MAYO 6, 2012

He visto

Domingo 06 de mayo del 2012 | 12:07

He visto a los monstruos del crepúsculo lanzar por odio a los jóvenes al fuego. Y llamar a este fuego, sagrado. He visto manos decrépitas arrancar de los labios del muchacho, su sueño. Y llamar a su fantasía, vicio. Y decirle esperanza de la patria en una patria sin esperanzas. Luis Hernández.


Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
He visto un señor vendedor de periódicos de San Martín de Porres recogiendo, con sus manos callosas de albañil, los restos despedazados de su hijo policía de veintidós años mientras una reportera quizá demasiado excitada por su espectacular primicia, describe lo indescriptible para el Perú entero.
He visto que una avenida llevará ahora el nombre de César Vilca Vega, el nuevo mártir. He visto unas pancartas llamándolo héroe a lo largo de otra avenida que llega hasta el Jockey Plaza. He visto a su padre reconocer los parches del sagrado uniforme de la patria “porque estaba roto y yo mismo se lo parché.” Lo he visto llorando encogido, como un niño, preguntándole a esa misma reportera: ¿Y yo para qué quiero un hijo héroe, señorita?
He visto a otro mártir como él, Yenuri Chiguala Cruz, convertido en Premio Nacional de la Juventud del Ministerio de Educación y también en una calle de Miraflores y en un dorado busto de yeso en mitad de la Avenida Túpac Amaru por donde todos los días pasan miles de personas que ya ni se acuerdan que Yenuri Chiguala Cruz fue, en realidad, aquel “niño héroe” que el camión de la leva se llevó en 1995 de la puerta de su casita en Comas directamente a la guerra del Cenepa para que, derribado a la primera explosión, muriera de tétanos a los 14 años (y fuera ejemplo para la juventud).
He visto a cuarenta y tres muchachos morir asfixiados y quemados vivos, atrapados en esas horrendas ratoneras llamadas centros de rehabilitación. He visto, por décadas, a chicos drogarse en las calles para engañar al hambre y al frío. He visto padres que condenan a sus hijos a estos infames depósitos humanos porque “se han enviciado con los videojuegos”. He visto demasiados pacientes salir de estas casas peor de lo que entraron: masacrados, violados y muertos. He visto prósperas fortunas amasarse en este negocio sucio y ruin.
He visto que, cada vez que esta desgracia nos vuelve a suceder, el Ministro de Salud automáticamente culpa a los alcaldes. He visto que, cada vez que esta desgracia nos vuelve a suceder, los alcaldes automáticamente culpan al Ministro de Salud.
He visto lanzar a la muerte a una chica estudiosa, buena y bella desde el estribo de una Coaster en movimiento solamente porque intentó evitar que le roben el i-pod que había comprado con su trabajo.
He visto lanzar a la muerte a un chico estudioso, bueno y bello desde lo alto de una tribuna contra el concreto de un estadio solamente porque llevaba puesta una camiseta blanca y azul.
He visto una niña llamada Romina quedar cuadripléjica por las balas que unas bestias le dispararon en la Vía Expresa. He visto el infierno que reflejaban los ojos de sus pobres padres, tan jóvenes y tan indefensos que es imposible no pensar en que podrían ser mis hijos.
He visto el rostro amoratado de Nelson Máximo, un niñito de 10 años que hoy está a punto de quedar ciego a causa de los puñetazos brutales que le propinó un miserable llamado Luis Torres Oré, el dueño de un maldito carro que el niño rayó jugando.
He visto las siglas MSX? tatuadas en la cara interna de los labios inferiores de Oscar Barrientos, el joven chalaco de 19 que, este verano, asesinó de un balazo a su padre por ninguna razón en particular, solo para lograr ser admitido en las internacionales filas de la Mara Salvatrucha.
He visto un Gran Maestro de Ajedrez



















de menos de 20 añosdormir en los parques en Brasil, ser abandonado a la intemperie en Rusia, resignarse a integrar el equipo de México y, finalmente, mudarse del todo a Cuba de donde espera nunca regresar.
He visto salir de los arenales a un prodigio del golf infantil que, sin embargo, tiene que mendigar pasajes para acudir a las competencias y acostumbrarse a las miraditas de desprecio con que siempre lo premian en los grandes torneos de los grandes country clubes de Lima.
He visto a un chico desempleado de Jesús María salvarse milagrosamente de la horca en Kuala Lumpur por haber intentado ganarse cinco lucas llevando un kilo de cocaína entre sus ropas.
He visto a un chiquillo trujillano apodado Gringasho, un sicario cuya asombrosa y publicitada eficacia pistolera es tal que, cada vez que lo capturan, las grandes bandas lo rescatan a balazos de todos los candorosos albergues donde intentan reeducarlo aunque hoy esté prófugo y nadie sepa a cuánta gente haya matado hasta el momento, con tan solo dieciséis añitos.
He visto a un apuesto y fotogénico flete arrodillarse histriónicamente delante del entrevistador después de haber asesinado por plata a su mejor amigo, destrozándole la cabeza a golpes y estrangulándolo con el cable de una computadora.
He visto doblar sus espaldas por el peso brutal del trabajo a los niños de los lavaderos de oro de Huaypetue en Madre de Dios, a los niños cargadores del Mercado de Fruta del Agustino, a los niños de las ladrilleras, a los niños picapedreros, a los niños recicladores, a los niños acróbatas de asfalto que mendigan en todos los semáforos de San Isidro, ancianos prematuros que, tarde o temprano, terminarán con las vértebras molidas.
He visto que hoy continúa en las primeras planas la misma desgarradora foto del Mayor Bazán que sigue desaparecido, tres años después de la matanza de Bagua.
He visto un no sé qué del Paco Yunque de Vallejo en la apacible bondad de Clinton Maylle, un escolar de 14 años que quedó paralítico a causa de una fractura en la columna ocasionada por la atroz pateadura que –por “cholo”- le dieron sus compañeritos del salón.
He visto que, pese a que sus madres peregrinan juntas por todos los canales, arrodillándose ante cuanto periodista se digna escuchar sus súplicas, tres amigos de San Juan de Lurigancho, Gustavo Ferreri, Micky Díaz y José Carlos Matta están a punto de cumplir un año presos en vano, acusados de la muerte de un bebé que murió de muerte natural, varias horas antes de que ellos se enfrascaran en una absurda bronca de barrio a la que atribuyen el hecho, injustamente.
He visto al solitario, estoico, glorioso, casi mitológico suboficial de policía Luis Astuquillca sobrevivir al odio mortífero de unos y al abandono mortífero de otros y regresar sin aliento y con la vida pendiéndole de un hilo solo para poder abrazar a sus padres, sin poder disimular el abismo escalofriante de su tristeza, de su inescrutable amargura.
He visto al abucheado titular del Interior Daniel Lozada extenderle su bendición ministerial televisada y de hacerle no una sino, tres, tres señales de la cruz en la frente: por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos, líbranos señor, Dios nuestro.
Y hoy he visto a un presidente pontificando con aprendida elocuencia y envidiable serenidad, dictando el titular ideal para “El Peruano” frente al bosque de micrófonos y de cámaras, diciendo una frase que acaso habría que grabar en bronce en la mismísima puerta de Palacio:
“Nosotros estamos con la conciencia tranquila”.
Nosotros no.
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PERU 21 ABRIL 29, 2012

Fabulosidad del poder

Domingo 29 de abril del 2012 | 12:07
Muchos creyeron que la rebuscada palabreja era una invención del controvertido diseñador de modas Gerardo Privat, pero lo cierto es que la fabulosidad existe. Proviene del latín fabulositas y alude –como es obvio– a la condición de todo aquello que es fabuloso, maravilloso, extraordinario. ¿Están los fabulosos Humala deslumbrados por el indiscreto glamour del poder, por los fastos y oropeles de Palacio y por las celebrities globales con las que ahora se codean?

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com
Que Nadine es regia no solamente es una verdad indiscutible. A estas alturas es ya un dogma de fe. Es más que regia, es rAgia. Por eso, no es casualidad que la única entrevista que haya concedido en nueve meses de gobierno (de su esposo) haya sido la exclusiva que brindó a la revista ¡Hola! Modelando con donaire los sentadores diseños de Ani Álvarez Calderón para el lente de la socialité Marina García Burgos. Inclusión social que le dicen. Si eres periodista y no trabajas para ¡Hola!, te pelaste: espérate sentado, poblador. Se equivocan, sin embargo, quienes creen que la aparente fascinación de la First Lady por los viajes y la ropa de diseñador podría configurar ciertos preocupantes síntomas del síndrome de new rich. Que se sepa, pobres nunca han sido. Ni ella ni Ollanta podrían –ni querrían– jactarse de haber vendido tamales o lustrado zapatos por las calles como sí lo hizo el self-made man Toledo quien, como pocos recuerdan hoy, envió a Ollanta como agregado militar del Perú en París, ciudad donde la pareja aprovechó para seguir estudios de ciencias políticas en La Sorbonne y conoció a Javier Pérez de Cuéllar y a su esposa Marcela Temple. Ella fue, precisamente, la encargada de anfitrionar aquel comentadísimo almuerzo de mediados de julio del año pasado en el que prestigiosas damas de la sociedad limeña, como La Mona Jiménez, Isabel Larco, Cocoa Becerra y tantas otras (que, probablemente, habían donado víveres en secreto para la campaña de Keiko en los pueblos jóvenes), admitían oficial, resignadamente en su selecto círculo a una absoluta ganadora, a una divina como Nadine. Siempre lo dijimos, chola: divina total. Nuestra fashionista Giulia Sammarco lo recuerda muy bien porque estuvo allí y vino al programa por primera vez para contarnos todo lo que vio con ojos de testigo. Nadine se sintió en aquel ágape como pez en el agua. Welcome to our wonderful world, sweetheart. Como te ven, te tratan, decían las abuelas. Nos parece fabuloso. Que persevere en imitar a Cristina Kirchner solamente en el notorio afán de no repetir jamás el mismo vestido. Que no la imite en absolutamente nada más.
Y, a propósito, ¿qué fue del proletario jean gastado y el polito blanco, ah? ¿Estábamos en cámara escondida quienes nos la creímos? Vamos, tampoco nos pongamos demagógicos. Total, es el presidente, ¿no? ¿Por qué tendría que mantenerse en un permanente look de entrecasa, cual si padeciera de un incurable complejo de pobrete? ¿Por qué no puede ser del jet-set? En los días de la (contra) campaña, los mismos diarios que hoy lo idolatran dedicaron una enorme portada a cada pequeño gustito que el candidato y su esposa se daban: hasta su bonito reloj de pulsera Tag Heuer fue objeto de encendidas y huachafas discusiones. Hoy, que toditos sus antiguos detractores parecen estar de apasionada honey moon con el poder, nadie se atreve a objetar que la familia presidencial en pleno, con staff de asesores y ayayays incluidos, se haya tomado una muy merecida vacación de semana santa en el único hotel de Cusco con estación propia del tren a Machu Picchu y por cuyos jardines privados corren las aguas del río Urubamba: el fastuoso Tambo del Inka, Luxury Collection Resort & Spa del Valle Sagrado, cada una de cuyas espléndidas suites cuesta seiscientos dólares por noche y permite al afortunado huésped una larga serie de exquisitas indulgencias, tales como servicio de mayordomo, sábanas de 400 hilos, baños de mármol con tina de hidromasajes y artículos de tocador de la afamada marca Gilchrist & Soames. Me consta porque coincidí con ellos en Cusco. En otro hotel, eso sí. Como decía Tres Patines: tú estabas ahí, chico. ¿Me parece mal? Siempre que quede absolutamente claro quién lo paga o quién lo invita, fabuloso. Si va a hacer las cosas bien y necesita inspiración, por mí que veranee en Palma de Mallorca.
Ollanta Rocker. Parecerá una divertida coincidencia, pero Las joyas de la familia (Family Jewels) es el nombre del pacharaco reality show del archifamoso y chonguerísimo rockero Gene Simmons, el demonio del grupo KISS. Recién aterrizado, el citado melenudo declaró que –además de venir a cantar– llegaba con un equipo de 12 personas para filmar veloces “documentales” sobre el Perú. Ah, qué lindo. Pero muchos sospechamos cuando lo vimos saludar al presidente haciéndole una ridícula reverencia como si fuera Benedicto XVI. ¿Ninguno de los candelejones, boquiabiertos asesores de la corte se percató de que, con esa aparente venia protocolar, se estaba burlando –no tan sutilmente– de él y de toda la aparatosa pompa palaciega? ¿O, para qué creen, si no, que metió sus cámaras a Palacio de Gobierno? ¿Para contribuir a la difusión de la Marca Perú en el extranjero? Marca Perú, las pelotas. La cadena de TV para la que trabaja Simmons: A&E, no es precisamente NatGeo ni Discovery Channel. A&E es un canal de puro entretenimiento y fue eso exactamente lo que el astuto Gene hizo: entretenerse payaseando un rato ante el cambio de guardia y otro rato ante el glorioso pabellón: mofarse un poquito, al estilo de Borat, de lo que –para ellos– ha de ser una republiqueta bananera cuyos gobernantes tienen tiempo para hacerle honores al primer pelucón loco que les toca la puerta.
Quizá la pareja presidencial también ignore que la esposa del pintoresco rockero tampoco es Barbara Walters. Doña Shannon Tweed saltó a la fama, literalmente, como una conejita. Fue la Señorita Noviembre 1981 de Play Boy. Como ya es tradición, también fue efímera novia del dueño del circo, Hugh Hefner, y protagonizó un sinnúmero de películas eróticas de bajo presupuesto entre cuyos sugestivos títulos figuran “Conducta Indecente” y “Víctima del deseo”. ¿Y? ¿Tiene, acaso, algo de malo? En absoluto. Nos parece excelente que, en el ocaso de sus carreras, las actrices porno y los metaleros base seis decidan por fin dignificarnos con su excelentísima presencia. Que vengan todos y, si es posible, que cada uno de ellos haga algo bueno por el Perú e infiltre dentro de su séquito a un deudo del VRAE, a un damnificado de Iquitos, a un intoxicado por Doe Run, a un deudo de Paita, a un damnificado de Chosica, a un desplazado de Kepashiato, y así sucesivamente. Los primeros fans de la nación ya tienen en su álbum a Elton John, a Mick Jagger y a Bono. Que más superstars sigan viniendo al salón dorado. Que no paren de venir. La pregunta es si con tanto policía y soldado muerto por Sendero Luminoso, esa frívola fotito palaciega es oportuna.
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PERU 21 ABRIL 15, 2012

Ordinarias bendiciones

Invito a un escritor que admiro a mi programa porque quiero entrevistarlo. Él me envía una amable carta y, pretextando extraña distonía neuro-vegetativa, me dice elegantemente que no, gracias. Tratando de mantener la calma y cierto decoro, le respondo entonces, por escrito.

Y cómo estaré de alineado que, a medida que avanzo, mi cerebro convierte en televisión todo lo que me cuentas

Beto Ortiz,Pandemonio
Siempre hay que tener más curiosidad que vergüenza. Ese sí que es un buen lema. Aunque no me queda claro si te refieres a tu leve dolencia o a lo de salir en la TV, que por ahí van. Una cosa no quita la otra así que sánate con calma. La invitación está hecha. El Perú puede esperar. Te he esperado 10 años, puedo esperar 15 días. Lo mismo le dije al distribuidor exclusivo de Honda en el Perú cuando me advirtió que los trámites de registro de mi camioneta demorarían dos semanas. He esperado 10 años sin placas y con la palanca en neutro. Va a ser aterrador volver a manejar en Lima, una década después de haberme comido mis últimas cuatro ruedas con tuco tallarini en Hallandale, Florida. circa, 2002. Son las 10.55 de la noche en Radio Felicidad. Te parecerá gansísimo pero hoy manejé moto por primera vez. Bueno moto no, cuatrimoto que es como montar bici con rueditas, creo. Anduve pasándole a todo por encima con mis llantones como un nuevo rico limeño o como un bulldozer. Fértiles tierras. Ríos, quebradas. Estoy en el Valle Sagrado y, como en la canción de Jarabe de Palo, todo me parece bonito. La luz, el frío, los choclos, la ausencia de gentita. Me he quedado en las bucólicas casitas de Sol & Luna, ¿conoces?, parece el jardín de Santa Rosa, todo florecillas y colibríes, todo un retiro espiritual. Uno podría encerrarse acá unos meses y escribir algo simpático. O leer algo simpatico, por lo menos. Me traje tu ultimo libro, conste. Te estoy leyendo por todo lo alto. A miles de metros de altura. Y cómo estaré de alienado que, a medida que avanzo, mi cerebro convierte en televisión todo lo que me cuentas. Un episodio por personaje. 48 minutos de tiempo artístico, 12 de comerciales. Puff. De la tele no guardas muy buenos recuerdos, ya lo sé.

Ayer, al comprarme la bonita antología de cronistas peruanos de Alfaguara hice un extraño descubrimiento. O, para decirlo como lo diría Fuguet: tuve una epifanía. Me di cuenta que estoy perdiendo la envidia, oh, no, mi prodigiosa capacidad para codiciar el bien ajeno…se está extinguiendo. Pucha, qué impotencia sentí. No sabes. ¿Califica eso también como síntoma de tercera edad? Otro suceso alarmante: la gerenta del Ateneo Grand Splendor de Buenos Aires, que es amiga de Corbacho, me propuso el año pasado que escribiera algo, cualquier cosa, que me la publicaban allá con bombos y platillos. Pero ya ves, no lo hice. Yo hubiera sido Premio Nobel de Física pero el sol, las cervezas, los días jueves, los huesos húmeros…ya tú sabes. Sucede que lo busco y que cuando está a punto de llegar, lo esquivo, lo toreo. Que le quito el cuerpo al teclado porque sé que me va a pesar. ¡Ni que fuera una balanza! En fin. Sucede que me canso de ser hombre. Tranquilo, Neruda. Me canso, ganso. ¿Califica eso también como síntoma de tercera edad? Ayer fui a ver a mi viejo después de varias semanas. Ya está perdiendo la vista. Fue duro verlo tropezarse con las paredes y los muebles. Y pasarse todo el aguadito del domingo malhumorado, reclamando: Prendan la luz, carajo, prendan la luz. Nos olvidamos de pagarla, viejo. Nos la han cortado. Pero de eso es mejor no escribir. Siempre será más cómodo y más seguro para todos. Mejor callarse. No escribir. Pero dale, hagamos muchos libros, eso sí.

Es pajísima tu idea de que yo vuelva a escribir algo sobre Luisito. Sobre todo ahora que habrá la película y seguro que hasta el video-game de él. ¿Por qué yo, ah? ¿Tanto se me nota lo fan? Suena de puta madre. Conversémoslo. Y gracias, pucha. No te hubieras molestado. Tengo que ponerme a escribir un libro sobre cualquier tema de afuera, (este es un sabio consejo de Nicolás Lúcar) Deja de hablar de ti mismo y vencerás. ¿A quién? No sé. Estuve en la estación de Santos Lugares donde el Lucho saltó. ¿Para qué tomarse el trabajo de ir a visitar el sitio donde tu ídolo se mató? Qué sé sho. Me tomé uno de esos trenes argentinos que se quedan sin frenos. Ocurrió en el viaje ese que hice en agosto del 2010 justo antes de que Caretas me pusiera convertido en Jeffrey Dahmer en la tapa. Ídolo es nombre de vals. Ídolo tú eres mi amor/ Préstame tus agonías/ Que aunque mueras de dolor/ No serán como las mías. Pobre Luchito. Le recé una chanson d’amour y me regresé por donde vine. Es pajita viajar solo en esos casos. Una vez, por hacer hora, me fui en un tren Amtrak de Miami a California. Me demoré un huevo y me gasté el otro en boletos. Haciendo escalas, claro. Durmiendo en esos garrapatientos moteles Super 8 que, a menos que seas Kerouac, no tienen ni mierda de literario. Me acuerdo que viajaba en vagones bar, esos en los que vas sentado en una mesa frente a la ventana, viendo la vida pasar. Viajaba escribiendo todo lo que apareciera y escribí como 50 páginas a mano y, de puro templado, se las mandé por correo aéreo a un causa al que jamás le llegaron, de modo que no me pidas detalles porque se me han esfumado. Lo primero que desaparece del libro es el nombre del autor, dice el poeta Billy Collins. En mi caso, lo primero que desaparece es el nombre de mi entrevistado de ayer. Nunca sé quién es. La carta, por llamarla de alguna manera, la mandé desde la estación final en Bakersfield, un pueblito pintoresco, un pesebre de pastorcitos en el que tiene lugar la existencia de varios de mis primos. Una aldea apacible en la que yo hace rato que me habría lanzado a la vía del tren. Una aldehuela que queda en la casa del carajo. Quizás era chévere esa carta, debí haberla fotocopiado.

La casa del carajo, es decir, en le cul du monde. Así le gusta decir a los cubanos o más precisamente a la distinguida coleguita cubana María Elvira Salazar. Está conmigo aquí en el Qosqo. Le estoy retribuyendo la hospitalidad que tuvo conmigo en Miami en lo que llamaremos mi período azul. Ha traído también a sus dos niñas que son como dos conejitos asustados. Ahora que trepamos cerros se asustaban de todo y se abrazaban: veían una abeja, un toro negro o un niño pobre y se abrazaban. Yo las miro, me pongo en el lugar de su mamá y también me abrazo a mí mismo, ahíto de pavor. ¿Cómo sera eso, no? Pero la tapa de todo fue la cena. La altura las tumbó a las tres y se quedaron profundamente dormidas con los ojos en blanco sobre la mesa del restaurant de un hotel ridículamente pomposo, un hotel de Dubai en el corazón del Urubamba. Podía haberlas llevado a cualquier otro sitio más decente pero pensé que sería el cague de la risa que, de buenas a primeras, se apareciera el presidente. Mala idea. No apareció. No fue divertido. O fue divertido pero no para mí sino para todo el resto de comensales que se pasaron la noche contemplándome remojar resignado las chaplas en mi triste caldito a las tres quinuas mientras mis tres damitas alcanzaban nivel REM de profundo carmesí. Ya son las 12 y 10 en Radio Ayahuasca, (que existe, ojo, está en Nauta, Loreto) y nos hemos olvidado de hablar de la amnesia pero –acuérdate, Hermelinda– lo haremos pronto. Ahora no. Ahora lo que toca es irse a la horizontal porque mañana al alborear chambeo de guía en la nueva maravilla. Eso parece el nombre de un grupo chicha. La Nueva Maravilla. Machu Picchu, claro. Machu Picchu again and again, hasta el hartazgo. ¿Entonces? ¿cómo quedamos? Quedamos en juntarnos donde Humberto Sato apenas tú recuperes tu equilibrio y yo vuelva a perder el mío. ¿Cómo quedamos? En la medida de lo imposible, como amigos.
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PERU 21 ABRIL 8, 2012

Carta a Don Dios

Prefiero equivocarme creyendo en un dios que no existe que equivocarme no creyendo en un dios que existe. (Blas Pascal)

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Estimado Don Dios:

Quiera usted que al recibo de la presente se encuentre usted gozando de buena salud luego de que supiéramos, por boca del paisano Vallejo, que estuvo usted enfermo, grave y nos alarmáramos. Imagínese nomás el desasosiego que cundió la vez aquella en que el alharaquiento señor Nietzsche llegó al extremo de decirnos que usted había muerto. ¿Cómo se atreve a publicar semejante cosa sin la menor verificación de los hechos, por el amor de usted? No era verdad, gracias a usted. Qué irresponsable Friederich. Qué burdas calumnias de la oposición. Pero qué pronto se desmoronan si nos remitimos, por ejemplo, al fastuoso amanecer que hoy ha logrado producir usted en Machu Picchu. Caramba. Qué alarde de maestría el suyo. Qué derroche de genialidad. Qué manera de excederse en superpoderes. ¡Pasu Diablo! Perdón: ¡Pasu Dios! Qué contundente desmentido a sus detractores. Imposible estar seguro de algo, imposible dudar. ¿Cómo contemplar este azul inalcanzable y no dudar de mi presente fulgurante, de mi oscuridad y de mi luz, de mi agua y de mi desagüe? Siempre he preferido responder que soy independiente cada vez que me toca enfrentar la clásica pregunta de ¿en qué creo? Pero el salvaje poema de hoy te ha quedado tan excelso y cojonudo que no puedo menos que perder la objetividad y declararme tu simpatizante. Devoto no, tampoco hincha ni mucho menos fanático. Eso jamás. Nada de histeria. Nada de disfraces. Perfil bajo, más bien. Mejor ser tu infiltrado en los bajos fondos, tu doble agente, tu admirador secreto. No te prometo que me vaya a durar mucho pero por lo menos hoy puedes darlo por descontado. Hoy es esta clara mañana de resurrección en que me he sentado al filo de tu precipicio perfecto para mirarme. Para mirar mi vida y no por contemplarte. Por lo menos hoy me he detenido aquí en la roca más alta para cerrar el hocico de lobo y escuchar el silencio majestuoso de tu aullido. Para admirar tu talento, altísimo. No pido mucho. Solamente quiero que me respondas una pregunta. Una sola. Lo malo es que no sé cuál es. Hay entrevistados a los que es inútil preguntarles nada. ¿Escucharás acaso el eco de este torpe amago de plegaria?, ¿mi oración de labriego? Causa de todas las causas: dame una señal. Háblame. ¿Estás ahí? Habla, causa.

No sé si estés o te hayas ido pero prefiero equivocarme escribiéndole a quien no le importo que equivocarme no escribiéndole a alguien a quien sí. Y ya que nos hemos tardado tanto en fumar la pipa de la paz, hagamos que valga la pena y cantémonos todos los salmos de una vez. Cantemos aquella que ponía siempre a llorar en coro a las damas de San Borja: Señor, me has mirado a los ojos/sonriendo has dicho mi nombre/en la arena he dejado mi barca/junto a ti buscaré otro mar. Señor, señor del altar mayor. Señor ten piedad de tu hijo que es miope, asmático, neurótico, hipotiroideo. Señor, no soy digno de que entres en mi casa pero siempre podemos sentarnos a conversar en un café. Se ha perdido la mística, señor, se ha perdido la ilusión, se ha perdido el do de mi clarinete. Se ha perdido el real sentido de las cosas, señor, pero dicen que lo tiene el bonete rojo. ¿Yo, señor? No, señor. ¿Pues quién lo tiene? Sabe Dios. Lo único que yo sé es que estoy en falta. Y cuando digo falta quiero decir deuda y no pecado que no sé lo que es. Estoy en deuda porque se me ha pasado agradecerte la generosidad y la gentileza. Se me ha pasado agradecerte por todas las maravillas que últimamente me caen del cielo. Por la lluvia fantástica de anoche, claro, pero también por las cosas buenas que me llueven, por los trabajos que me llueven, por los halagos que me llueven, por los abrazos que me llueven de tanta gente que ni conozco y que nada me debe, de tanta gente a la que yo debería pedirle autógrafos, de gente a la que yo debería prenderle todas mis velas porque cuando hablo me escucha y cuando escribo me lee y, a veces, hasta me cree. ¿Y quién carajo soy yo, animalito de vos, para que nadie me crea, ni me escuche ni me lea?

Se me ha pasado también agradecerte por algunas otras cosas. Por la soledad elegida. Por el requiem de Mozart. Por el helado de lúcuma. P. Por los años bisiestos. Por las sábanas limpias. Por el agua de mar salada que, después de un revolcón de ola, me salió por la nariz. Por la misericordia de los diarios chicha que nunca volvieron a interesarse por mi. Por todos los insultos que me engrosaron el cuero. Por todos aquellos que alguna vez me abandonaron para que los ilumines con la luz que cubre lo perdido. Por todos los amigos a los que no he dejado de querer aunque ya no nos hablemos. Por todos los amigos que me han durado décadas y sin embargo están como nuevos. Por la infinita bondad de los manatíes. Por las hortensias lilas. Por las burbujas del champán. Por los días en que junté los sencillos para comprarme una lata de café y por los grandes sueldos que me permitieron la extravagancia de dejar propinas absurdas. Por los aromas que me devuelven siempre a la cocina de mi vieja, el aroma de la albahaca de los tallarines, el aroma del maní tostándose en el fogón con la papa seca, el aroma del caramelo de la crema volteada que se horneaba en baño María, prodigiosos anuncios que preludiaban el festín de los domingos y que hacían olvidar todas las escaceces y toditas las tristezas. Por Rita y por Willy que llevan sobre sus hombros, sin quejarse nunca, una antigua y crepitante cruz que es solo mía. Por mis necesidades que se esfuman, día a día, porque no sé si ya tengo más de lo que necesito o porque no me doy mucha cuenta que lo que no tengo es porque no lo necesito. Por la gente a la que sigo amando aunque se fue porque cuanto más los tengo en mi interior, más los necesito. Pero sobre todas esas cosas, porque hoy subí con dolor hasta la cumbre del Huayna Picchu y, con el corazón en la boca, con el sudor mezclándose en los ojos con las lágrimas, contemplé tu creación. Y vi que todo lo que habías hecho era bueno. Por ejemplo, el silencio, el dolor, los besos, mis padres, la risa, mi país. Y vi que todo lo que habías hecho era bueno. Por ejemplo, yo.

Adiós, Dios. Vaya con usted. Y que usted se bendiga.
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PERU 21 ABRIL 1, 2012

Gane dinero mientras duerme

Cumplido el primer año de noticias matinales, decidimos absolver las preguntas frecuentes del público acerca de nuestro informativo. Como muchas quedaron sin respuesta el domingo pasado, hacemos un esfuerzo adicional por contestarlas todas en esta segunda y última entrega que, esperamos, sea de vuestro completo agrado.

Beto Ortiz,Pandemonio

Considerando las barbaridades que a veces te dicen, ¿cómo haces para no reírte en la cara de algunos de tus entrevistados?
Hago lo mismo que hacía de chico para evitar los ataques de risa en la misa. Pienso automáticamente en cosas tristes. La miseria, la guerra, la hambruna. Claro que también hay invitados tristes y, a veces, me pregunto cómo hago para no llorar. El viernes último, sin ir más lejos, estuve a punto de hacerlo –y me atrevería a decir que Mulder también– cuando el ameno congresista Martin Belaunde se arrancó con una chocha perorata acerca de lo asombrosamente inteligente que era su sobrinito Vitochito cuando era chiquitito. Acabáramos. Uno no ha leído a James Joyce para esto. Para esto, uno no ha leído a James Joyce.

¿Y cómo haces para no dormirte cuando te toca un político mortalmente aburrido?
Si, pese a mis denodados esfuerzos, insiste en ser un plomazo –caso perdido–, dejo la siguiente pregunta anotada, desconecto por completo y ocupo mi mente en repasar de memoria las cosas que tengo que hacer durante el resto del día: pagar la luz y el cable, llevar la bicicleta al taller, hacer supermercado, ver la muestra de Bendayán, ir a la podóloga. Cuando noto que deja de mover los labios por más de tres segundos, leo mi pregunta de emergencia y sigo organizando mi agenda: recoger las camisas de la lavandería, etcétera. Pero al siguiente titubeo lo despacho: muchas gracias, chau, cuñau. Cariños por casa. Pausa y volvemos con más deportes.

¿Cuál es el más grave efecto secundario de tener un horario tan cruzado?
Engordar. El primer mes de noticiero engordé tanto que los ternos que acababa de comprar no me cerraban y el último botón de la camisa reventó al aire en más de una oportunidad. Mi endocrinólogo me explicó tan aterradora metamorfosis. Resulta que la hormona del crecimiento o HGH –que se produce durante el sueño nocturno– tiene como una de sus funciones la de eliminar por la noche la grasa extra que has ido acumulando durante el día, logrando pérdidas de 800 gramos y hasta un kilo cuando duermes bien. Esa es la buena noticia, pero vaya que las malas son muy malas: 1) la HGH es vampira y solo aparece cuando el sol se fue, 2) tu cuerpo segrega cada vez menos HGH mientras menos joven te vuelves y 3) la HGH alcanza su máximo nivel en la fase REM de sueño nocturno profundo. Y para llegar a ese level requieres sueño continuo, ininterrumpido. Si duermes de a puchitos, no la produces. Si trasnochas, tampoco. Si duermes de día, menos. Sin HGH te vas convirtiendo en una IBM. Inmensa bola de manteca. Dormir una hora menos duplica tus posibilidades de enchanche. Y una hora menos de sueño REM te las triplica. Además, cuanto menos duermes –obvio– tienes más horas para tragonear. Yo me vanagloriaba de no cenar, pero no me daba mucha cuenta de que estaba desayunando dos veces: una a las cinco y otra a las diez. Pregúntenle a mi equipo de producción cuántos triples, cuántos plátanos de la isla y cuántos paquetes de Pícaras se aplican desde las doce de la noche, en que llegan al canal, hasta las doce del día, en que se van. Oink.

¿De qué depende el modo en que trates a un invitado?
Me gustaría responder que los trato igual a todos, pero no es verdad. Al pintor Gerardo Chávez tuve ganas de abrazarlo y a Cecilia Bracamonte la besé en los labios, pero a Popy Olivera le salté a la yugular antes de que terminara de decir good morning, y a Pocho Alarcón, a quien no conozco ni en pelea de perros, le ladré como un rottweiller con hidrofobia simplemente porque esa mañana me levanté con el hígado revuelto. Me agarró cruzado. Mala suerte. Soy un ser humano, como dijo el hombre elefante.

¿Te haces amigo de tus entrevistados?
No. Periodistas y políticos no deben ser amigos. Salvo raras excepciones, les doy la mano y les digo “buenos días”, y cuando salimos al aire les vuelvo a decir “buenos días” como si nos acabáramos de encontrar. En los cortes comerciales previos a la entrevista no les hago conversación para evitar que empiecen con “por favor, no me vayas a preguntar esto ni lo otro”. Prefiero el silencio. Les presto uno de mis diarios y sigo en lo mío. Es un programa de entrevistas, no un encuentro de camaradería. Créanme: dejas de ser periodista el día en que el presidente acude a tu fiesta de cumpleaños y te lleva un whiskicito.

¿Quién es el invitado que más has disfrutado?
Un perro. No se ofendan, es así. Una vez entrevisté a una abogada invidente que llegó acompañada de su lazarillo y sentí tanta admiración por la nobleza de aquel amigo tan distinguido, que le puse una silla en el set y fue una gran alegría sentarlo a mi lado. Es un programa que recuerdo con cariño quizá porque él fue el más honesto de todos. No me cansaré de repetirlo: los perros son mejores que la gente. Mucho mejores.

¿Qué es lo peor de levantarse de madrugada?
Meterme a la ducha a las cinco como si fuera un recluta del Leoncio Prado.

¿Odias a tus competidores?
Increíblemente, no. Aunque no necesariamente los amo a todos, sí tengo buenos amigos entre ellos. Augusto Álvarez Rodrich ha sido mi jefe aquí y es un buen pata. Con Ana Trelles nos conocemos desde la prensa escrita de los 90. Y aunque andamos distanciadillos, hace como 20 años que quiero muchísimo a Claudia Cisneros y la extraño, y estoy seguro de que ella lo sabe, muy en el fondo de su corazón salvaje.

¿De qué se quejan más tus invitados?
Del frío. El aire acondicionado está siempre a todo meter y mi set es un frigorífico del camal de Yerbateros. Lo siento, el director tiene calor. Los camarógrafos usan casacas acolchadas en verano, mi sexagenario coordinador lleva mitones de abuelita y mis coconductoras tiritan envueltas en chales y mañanitas. Será la adrenalina, será la ducha caliente que me deja los poros abiertos o será el café hirviente del amanecer, pero lo cierto es que durante la primera hora de programa no dejo de sudar a chorros. La maquilladora se gasta una caja diaria de kleenex mentolados. Los políticos también se quejan de que no sirvamos desayuno. Si saben de algún catering lechucero, pasen la voz.

¿Qué es lo peor que has hecho o te ha ocurrido durante una entrevista?
Salir al aire con la almohada marcada en la cara. Tener un asistente moviendo cables debajo de mi mesa y moviéndose entre mis piernas mientras hablo. Tener que explicar al invitado siempre que no hablo solo, que estoy hablando con mi productor y lo escucho por el audífono. Preguntar una soberana estupidez por hacerle caso a una sugerencia anónima del Twitter. Llegar después que el entrevistado y encontrarlo durmiendo sobre la mesa de conducción. Tener que insertar un sonido de grillos para llenar los vacíos del buen Kenyi. Disimular la risa en pantalla cada vez que Baz, nuestro novel líbero asistente de estudio/anfitrión/micro-ondero vuelve a tropezarse consigo mismo y rueda por los suelos. Y, quizás el peor de todos: detectar, al aire, un lúbrico beso de colorete en el borde del vaso en que, sin darse cuenta, tomaba su agüita un excelentísimo ministro. Olvidamos cambiarle el agua a la entrevistada anterior.
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PERU 21 MARZO 25, 2012

300 noches sin dormir

¿Te sientas sobre un cojín para verte más alto en TV? No. La razón por la cual me veo un poquito más alto cuando estoy sentado es el volumen de mi poto. Este es el tipo de preguntas frecuentes del público que uno tanto disfruta absolver de modo que, al celebrarse el primer aniversario de nuestra bienaventurada incursión noticiosa mañanera, las respondemos cara a cara y sin temores. No se repriman. Envíen las suyas.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

¿A qué hora te acuestas? Como me levanto a las cuatro y media para –con la mitad del cerebro entumecido- preparar preguntas para las seis u ocho entrevistas que me esperan, yo tendría que acostarme a las ocho y media de la noche para poder completar mis ocho horas de sueño reglamentario. Esto, por supuesto, es ridículo. Ni un niño de primaria se va a la cama a esa hora. ¿Por qué no preparo mis entrevistas el día anterior? Porque los invitados suelen confirmar entre gallos y medianoche así que muchas veces me voy a dormir sin tener idea de quién viene mañana. Mi hora promedio para irme al sobre es entre diez y diez y media de la noche con lo que acumulo un déficit diario promedio de dos horas de sueño. Si no encuentro la manera de hacer siestas llegaré al viernes arrastrándome, con una horrible deuda de diez horas por dormir y ya sé que pasaré el fin de semana en un coma profundo. Si hago siesta por la tarde, lo más probable es que ésta se vuelva interminable y me acabe despertando a la medianoche y me pase el resto de la noche en vela lo cual me condenará a una especie de jet-lag crónico que me provocará sueño en los momentos más impertinentes o, lo que es peor: desembocará algún día–me temo- en lo que los neurólogos conocen como la enfermedad de la bella durmiente: la narcolepsia o síndrome de Gelineau, un trastorno estudiado desde 1880 por el médico Jean Baptiste Edouard Gelineau, una falla en la arquitectura del sueño que se caracteriza por una repentina y excesiva somnolencia diurna que hace que la persona pueda llegar a dormirse en cualquier momento y lugar sin poder evitarlo.

Yo puedo dormir en cualquier momento y lugar. Siempre he podido. Es una deformación profesional de reporterito peruano del Perú. Duermo en los aviones desde antes de despegar y me despierto con el golpe del aterrizaje. Duermo todo el vuelo. No importa si es a Trujillo o a Madrid. Duermo igual de bien solo o acompañado, con fiesta patronal o con bombardeo ecuatoriano. Duermo en hamaca, en hierba o en carro. Y los más prestigiosos editores dominicales pueden dar fe de que, cuando me quedaba dormido en las amanecidas de edición, me quitaban la silla para que no me acurrucara a jatear y, apoyado en la pared, me jateaba parado. Pero hoy, durante el día ya no sirvo para nada y me duermo impajaritablemente en los carros, en las reuniones editoriales, en los cines así vaya en matiné y en todo tipo de eventos sociales por lo que ya no tiene sentido invitarme a ninguna parte. Eso sí, los sábados y domingos, por suerte, puedo levantarme tardísimo así que marmoteo como hasta las seis.

¿Cuántas corbatas tienes? Trescientas diecisiete. Y ninguna es de canje, por si acaso. Trato de que sean estridentes, excéntricas o absurdas para balancear un poquito el previsible casimir gris y el almidón. La mayoría las he comprado en amazon.com aunque también es cierto que muchas de ellas fueron regaladas y no sé por quién. En más de una oportunidad, en suntuosos paquetes con listón y sin tarjeta, me ha llegado a la recepción de mi edificio una que otra regia Hermès, Hermenegildo o Ferragamo. No sé cuál será el mensaje cifrado que encierran o si esconden un micrófono o un chip pero, sea como sea, merci, corbater@ desconocid@.

¿Te quedas dormido en tus entrevistas? No estoy durmiendo, estoy tuiteando. Todas las mañanas recibo un promedio de quince mensajes de gente que me dice: ¡Ajá, has pestañeado! ¡Te estás quedando dormido! ¡Abre los ojos! Aprovecho esta humilde tribuna para aclararles el misterio: si notan que mis párpados superiores descienden un poquito no es que me duerma sino que bajo un poco la mirada para leer la pantalla de mi fiel ápol. Es increíble lo útil que puede resultar una laptop con wi-fi durante una entrevista en vivo. No solamente para revisar información que me hayan preparado de antemano sino, por ejemplo, para buscar el significado de una palabra en el diccionario de la Real Academia, explorar, en segundos, el prontuario de algún tinterillo resina que roba cámara en el enlace micro-ondas o consultar con los expertos cuando algún académico se engolosina con un tutti frutti de tecnicismos indescifrables. Esto me pasó, por ejemplo, durante una entrevista con el destacado economista Kurt Burneo a quien, dicho sea de paso, hemos invitado mañana. Una vez, durante la campaña, Kurt se arrancó con un súbito speech acerca de la ausencia de fundamentos macroeconómicos que explicaran la súbita caída en la inversion bursátil del 12% considerando la optima situación de los estados financieros de las empresas que cotizan en la bolsa y…cuando yo ya comenzaba a extraviarme por los meandros inconmensurables del waddafuck?, un providencial ex ministro amigo, Alfredo Ferrero, apareció en el twitter como un ángel salvador para hacerme la traducción simultánea al español de todo lo que Burneo me decía, gracias a lo cual pude hablar su dialecto y quedar como un rey. Pero como no todo puede ser buena leche en este establo, también están los que no tienen nada mejor qué hacer en este mundo que romperte las pelotas, esos madrugadores trolls que, a falta de vida propia, se dedican a tratar de lanzarte anónimas cáscaras o bajonearte, especialmente cuando entrevistas a sus máximos ídolos. Esto ocurrió la semana pasada con el ex procurador y frustrado padre de la patria Ronald Gamarra quien, durante toda mi entrevista con el juez San Martín se la pasó waripoleándolo y abucheándome: ¡Oh, qué brillante magistrado! ¡Buhhh, qué mal entrevistador! ¡Oh, qué jurisconsulto esclarecido! ¡Buhhh, qué pregunta lamentable! Y así, sucesivamente. Pero bastó con que, a la octava gracia, le cayera su lapo en la nuca para que se quedara mudito en siete idiomas hasta el día de hoy, seguramente confiado en que lo defenderá la Sociedad Protectora de Aves Zancudas en Extinción o alguna otra influyente organización para la salvaguarda de los derechos de los seres indefensos. Es una regla de hierro en la TV –y en el twitter- la de no contestarle nunca a psitaciformes de menor vuelo pero veces hay en que uno, como todos, se encabrona y revienta. No siempre se puede poner la otra mejilla. Y aunque mientras escucho alegatos ajenos no me las rasco a dos manos como muchos psicoanalistas ni juego al sudoku como ciertas juezas anticorrupción, debo confesar que, unas pocas veces y frente a invitados excepcionalmente sosos o soporíferos, he conjurado el tedio mortal leyendo, de reojo, las prosas prodigiosas de Paredes Castro.

¿Por qué será que mi vieja te adora? No solo la tuya. Yo no tengo club de fans sino club de madres sustitutas. ¿Por qué será? Quizá porque a los hijos problema se les quiere más que a los normalitos. Tal vez me ven como la oveja negra que volvió al redil, la traca que se quitó las tetas, el interno del Centro Victoria que se rehabilitó, el que pasó de vender mentitas en overol a sentarse a la mesa con los importantes de la patria, el bala perdida que se encontró. El otro día, mientras disfrutaba de su crema volteada en una mesa contigua del Rincón Chami, una dulce octogenaria tuvo a bien descifrarme el enigma: ¿Ya ves lo fácil que era portarse bien, hijito? Sí, señora. Recemos. Recemos porque Dios nos conserve alguna serenidad.
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PERU 21 MARZO 18, 2012

Vallejo no es triste

Dejando entrever que le parecía un poco demasiado tristón, un olvidable columnista forastero dijo esta semana que Vallejo, a sus 120 años, “había influido de manera negativa en el inconsciente colectivo de los peruanos”. Bah. Si las cosas fueran así, el réquiem de Mozart tendría que haber sido una pachanga arrabalera y el caballo del Guernica de Picasso sonreiría con todas sus muelas. Aquí, extraídos de la endemoniada pluma del mismísimo César Abraham: 22 argumentos que rebatirán a los que –en la intensidad– creen ver pena. Y como a él le gustaba decir: ¡Hasta cuando leamos, ignorantes!

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Vallejo no es triste, es cholo: Hay ficus que meditan, melenudos trovadores incaicos en derrota, la rancia pena de esta cruz idiota, en la hora en rubor que ya se escapa, y que es lago que suelda espejos rudos donde náufrago llora Manco-Cápac.
¡Cuya o cuy para comerlos fritos con el bravo rocoto de los temples! (¿Cóndores? ¡Me friegan los cóndores!) Fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (Perdonen la tristeza).

Vallejo no es triste, es tierno: Y quiero, por lo tanto, acomodarle al que me habla, su trenza; sus cabellos, al soldado; su luz, al grande; su grandeza, al chico. Quiero planchar directamente un pañuelo al que no puede llorar y, cuando estoy triste o me duele la dicha, remedar a los niños y a los genios.

Vallejo no es triste, es difícil: Hitos vagarosos enamoran, desde el minuto montuoso que obstetriza y fecha los amotinados nichos de la atmósfera. ¡Qué venablos y harpones lanzaré, si muero en mi vayna!

Vallejo no es triste, es generoso: Yo vine a darme lo que acaso estuvo asignado para otro; y pienso que, si no hubiera nacido, otro pobre tomara este café!

Vallejo no es triste, es feroz: Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza ¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora? Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente ¿Hablar, después, de cuarta dimensión? Un banquero falsea su balance ¿Con qué cara llorar en el teatro?

Vallejo no es triste, es juguetón: —Si te amara… qué sería? — Una orgía!

Vallejo no es triste, es solidario: ¡Amado sea aquel que tiene chinches, el que lleva zapato roto bajo la lluvia, el que vela el cadáver de un pan con dos cerillas, el que se coge un dedo en una puerta, el que no tiene cumpleaños, el que perdió su sombra en un incendio, el animal, el que parece un loro, el que parece un hombre, el pobre rico, el puro miserable, el pobre pobre!

Vallejo no es triste, es jodido: Melancolía, saca tu dulce pico ya; no cebes tus ayunos en mis trigos de luz. Melancolía, ¡basta! Mi corazón es tiesto regado de amargura; hay otros viejos pájaros que pastan dentro de él… Melancolía, ¡deja de secarme la vida, y desnuda tu labio de mujer…!

Vallejo no es triste, es chonguero: ¿Quién no se llama Carlos o cualquier otra cosa? ¿Quién al gato no dice gato gato? ¡Allá, las putas, Luis Taboada, los ingleses; allá ellos, allá ellos, allá ellos!
Oh, estruendo mudo ¡Odumodneurste!
¡Es como si se hubieran puesto aretes!, ¡es como si se hubieran orinado!

Vallejo no es triste, es subversivo: La cólera que quiebra al hombre en niños, que quiebra al niño en pájaros iguales, y al pájaro, después, en huevecillos; la cólera del pobre tiene un aceite contra dos vinagres.

Vallejo no es triste, es mundial: Pues de lo que hablo no es sino de lo que pasa en esta época, y de lo que ocurre en China y en España, y en el mundo. (Walt Whitman tenía un pecho suavísimo y respiraba y nadie sabe lo que él hacía cuando lloraba en su comedor)

Vallejo no es triste, es dark: ¡Muramos; lavad vuestro esqueleto cada día!

Vallejo no es triste, es actual: ¡Cómo, hermanos humanos, no deciros que ya no puedo y ya no puedo con tanto cajón, tanto minuto, tanta lagartija y tanta inversión, tanto lejos y tanta sed de sed! Señor Ministro de Salud: ¿qué hacer?

Vallejo no es triste, es sexual: He soñado una fuga. Y he soñado tus encajes en la alcoba. A lo largo de un muelle, alguna madre; y sus quince años dando el seno a una hora. He soñado una fuga. Un “para siempre” suspirado en la escala de una proa; he soñado una madre; unas frescas matitas de verdura, y el ajuar constelado de una aurora. A lo largo de un muelle… Y a lo largo de un cuello que se ahoga!
Esta niña es mi prima. Hoy, al tocarle el talle, mis manos han entrado en su edad (…)«Me he casado», me dice. Cuando lo que hicimos de niños en casa de la tía difunta. Se ha casado. Se ha casado. Tardes años latitudinales, qué verdaderas ganas nos ha dado de jugar a los toros, a las yuntas, pero todo de engaños, de candor, como fue.

Vallejo no es triste, es nutritivo: Tahona estuosa de aquellos mis bizcochos pura yema infantil innumerable, madre.
¡Y cuándo nos veremos con los demás, al borde de una mañana eterna, desayunados todos!

Vallejo no es triste, es locazo: Esas posaderas sentadas para arriba. Ese no puede ser, sido. Absurdo. Demencia. Pero he venido de Trujillo a Lima. Pero gano un sueldo de cinco soles.

Vallejo no es triste, es religioso: Oh, Dios mío, recién a ti me llego hoy que amo tanto en esta tarde; hoy que en la falsa balanza de unos senos, mido y lloro una frágil Creación. Y tú, cuál llorarás… tú, enamorado de tanto enorme seno girador… Yo te consagro Dios, porque amas tanto; porque jamás sonríes; porque siempre debe dolerte mucho el corazón.

Vallejo no es triste, es sabio: De todo esto yo soy el único que parte. De este banco me voy, de mis calzones, de mi gran situación, de mis acciones, de mi número hendido parte a parte, de todo esto yo soy el único que parte. Algo te identifica con el que se aleja de ti, y es la facultad común de volver. Algo te separa del que se queda contigo, y es la esclavitud común de partir. ¡Alejarse! ¡Quedarse! ¡Volver! ¡Partir!

Vallejo no es triste, es huérfano: He almorzado solo ahora, y no he tenido madre, ni súplica, ni sírvete, ni agua.
Mi padre está desconocido, frágil, mi padre es una víspera. Mejor estemos aquí no más. Madre dijo que no demoraría. Ya no tengamos pena.

Vallejo no es triste, es dulce: Miguel, tú te escondiste una noche de agosto al alborear. Pero, en vez de ocultarte riendo, estabas triste. Y tu gemelo corazón de esas tardes extintas se ha aburrido de no encontrarte. Y ya cae sombra en el alma.

Vallejo no es triste, es solo: Olvídame y sosténme por el pecho, jumento que te paras en dos para abrazarme; duda de tu excremento unos segundos, observa cómo el aire empieza a ser el cielo levantándose, hombrecillo, hombrezuelo, hombre con taco, quiéreme, acompáñame…

Vallejo no es triste, es genio: Ello explica, en fin, esta lágrima que brindo por la dicha de los hombres. ¡César Vallejo, parece mentira que así tarden tus parientes, sabiendo que ando cautivo, sabiendo que yaces libre! ¡Vistosa y perra suerte! ¡César Vallejo, te odio con ternura!
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PERU 21 MARZO 11, 2012

Nadie te quita lo bailado

Una vedette molida a golpes por un matón cobarde y algunas bobas infidelidades le robaron la primera plana a tu absurda muerte, Jossie Tassy. Déjame, en desagravio, dedicarle esta página a tu marciana alegría, a tu belleza, a la velocidad extraordinaria de tu vida.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Querido José Antonio:

¿De modo que la noticia es cierta? Maricón loco, no lo creo. Que te hayas accidentado quizás, que se te haya pasado la mano, de repente pero que hayas decidido acabar así con tu hermosa vida, ¿Tú?, ¿el rey del Roller Boogie, el Perseo de Oro, el chalaco del chaleco, el más guapo del barrio?, ¿el más talentoso, el ladilla, el jodón, el glamoroso? Me estás jodiendo. ¿Te has matado? ¿Tú?, ¿tremendo street fighter y con la depre?, ¿tú, un soñador desempleado?, ¿tirando la toalla y yendo a la ferretería a comprar un vulgar sobre de Campeón? Eso es lo que han declarado impresentables malandrines de la cuadra al noticiero. Perdóname pero yo no les creo, José Antonio. Porque siempre me gustó más decirte José Antonio que Jossy, porque Jossy me sonaba un poquito demasiado cabrini. Nada de Jossy, José Antonio como el valsecito del ayer: José Antonio, José Antonio, ¿por qué me dejaste aquí? Cuando te vuelva a encontrar que sea junio y garúe. De modo que la noticia es cierta y de verdad te has muerto, dejándonos más cojudos todavía a todititos los cojudos que, desde siempre, te admiramos calladitos desde la barra, golpeando el humo y haciendo girar solitarios los hielitos del trago extinto hace tres horas. Me acurrucaré a tu espalda bajo tu poncho de lino. Nos habíamos reído tanto de la letra cursi de ese vals tan gay, José Antonio. Éramos tantos los que nos moríamos por ti, conchatumadre.

Nos moríamos por ti desde siempre, desde aquellos días en que no había Messenger ni Facebook y mirarse a los ojos en mitad de la calle como los machos constituía la única forma posible de comunicación. Antes de que el lóxoro fuera un cortometraje galardonado en la Berlinale, era la manera más brillante de huevear a los matacabros, quéxere báxara gréxere, la jerga secreta de los supervivientes, mi amiga es léxera, ¿estás con el búxuru? ahí viene tu máxara, el esperanto obligado de los vituperables disidentes de la clase reproductora, de la Gran Logia Heterosexual. Nos divertíamos a escondidas como cristianos perseguidos antes de que fueran a arrojarnos al foso de los leones. Pero en nuestras catacumbas, por suerte, no reinaba una completa oscuridad: teníamos luces negras, cortadoras, estroboscópicas y láser. First I was afraid, I was petrified. La discoteca era la guarida del hurón, el refugio antiatómico, el lugar donde podías evitar con éxito la vida. Bailábamos Like a prayer clandestinamente, Oh l’amour en función repeat, Luna de Miel (de Virus) hasta el colmo del calambre por deshidratación: Tu imaginación me programa en vivo, llego volando y me arrojo sobre ti. Eran las noches en que los bares no tenían letrero ni fachada porque se entraba con miedo y sin hembrita, con clave secreta o santo y seña, se entraba con capucha y por atroya, cuando no había Picas con Happy Hour ni Lolas con Ladies’ Night. Cuando la cosa era muchísimo menos fashion de lo que se supone ha de ser ahora. Entonces te encontrabas con un conocido y era: Buses, ¿qué haces por acá? ¿Yo? Acompañando a mi primo, ¿y tú? Yo vine a hacer un reportaje. Ah, sha. Tranquila, María Teresa Braschi.

Como bien recordarás el veintiúnico y glorioso güirito compartido data de mediados de los noventa. Buenos Aires del Callao, un sábado cualquiera después de haber terminado mi edición de una nota sobre tu persona -por supuesto-para La Revista Dominical. Quebrantando la arcana norma que prohíbe involucrarse tanto con la fuente. Pero yo ya te había visto un millón de veces para entonces, desde una década atrás o quizá más, desde los ochenta te había visto caracterizado de Fiordaliso interpretando La Vida no es así en aquel mítico local del gremio de carniceros de la avenida Tingo María en Breña: La vida no es así. Con sueños que terminan sin comenzar. Hay que apretar los puños y pelear. No te desanimes. Busca quien te ayude. Y vive. Te había contemplado lip-syncheando A Mi Manera tras largas colas en La Peña El Tondero de Teodoro Cárdenas en Lince donde, a partir de las cuatro de la mañana, te vendían escabeche, arroz con pollo y huancaína en tu platito descartable. Te vi en el Acuario que quedaba detrás del Hiraoka de La Marina. Te vi en Miraflores, en el lugar apodado La Espalda, en El Inti, en el Escrúpulos y en el My Way y también en el Danker de la Residencial San Felipe donde las mujeres bailaban lentos cheek to cheek, estrictamente ataviadas de macario y guayabera. En La Lima Que Se Va de la avenida Venezuela jamás te vi, allí solamente vi achoris estibadores poniéndoles cerros de cajones de chela a las muñecas bravas, bailando llorarás y llorarás sin nadie que te consuele al son de lastimeras orquestas chanca-la-lata en pleno toque de queda, burlando a las patrullas del ejército, de toque a toque hasta que otro día más horrible aún amaneciera.

Pero mi recuerdo más glorioso de ti se remonta al verano de 1989. Estamos en la discoteca Studio One, en el sótano del Cholíbiris de Benavides y para lograr ser admitidos hemos entrado por el pampón de la vuelta con nuestros cortes de pelo Depeche Mode y nuestras camisas negras cerradas hasta el último botón, hemos repetido la palabra mágica del día y nada permite presagiar que la noche de la iguana acabará a las patadas con otra batida relámpago de la Policía Nacional. Delito contra el orden, las buenas costumbres y toda esa nota de la moral pública y privada. Son las dos de la mañana y, a esas alturas, ya debo estar intoxicado de Vodka Bambarén cuando apareces en escena transmutado en Alejandra Guzmán: Que tienes boca de azúcar eso ya lo sé. Que quemas con quemadura de veneno y miel. Tu baile se confundía contigo o la música se disolvía en ti o te disolvía en el éter y había allí un absoluto no sé qué de magia inenarrable. Te seguí hasta la pista de baile del Perseo que quedaba en la 24 de Aviación, San Borja, a pocas cuadras de la casa de mis papás. Te seguí hasta el Zeus del óvalo Arriola. O mejor: hasta el Zeus del óvalo te seguí, Arriola. Y allí estabas en el centro de los reflectores. Por eso voy a ser por ti, por ti: eternamente bella, bella. No me gustan los transformers. O, por lo menos, no demasiado. No sueño con travestis en encajes. Perdónenme si no les odio ni les amo. Pero contigo, José Antonio, cómo te explico. Nada era igual contigo haciendo el Vogue de Madonna en traje de época en el escenario hidráulico del Gitano de Berlín. Y luego en el Splash, en el Voglia, en el Company, en el Imperio, en el Steps, en el Sagitario y así que pasen cien años y cien mil cabros. Puta madre. ¿De modo que la noticia es cierta, José Antonio? ¿Así que en lo mejor del tono te nos has largado? No te preocupes, cuñau, burbujito, sister, causita, bellecita, bebita, dancer in the dark. Total. Inolvidable ya eres. Nadie te quita lo bailado.
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PERU 21 MARZO 4, 2012

Dos varones solos

Esta es una crónica de Buenos Aires escrita a cuatro manos con otro rabioso incomprendido: Luis Corbacho. Léanlo a él en las letras cursivas. A mí, en las letras ordinarias. Y hagan de cuenta que somos un dúo musical y que cantamos tan bien como Páez y Sabina.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Ahora que todos mis viejos amigos tienen cónyuges, críos, créditos, aefepés y apafas, tomo siempre la sensata precaución de tener un plan perfectamente diseñado para huir de mi propio cumpleaños. Protagonizar unos de esos célebres actos de desaparición que malhumoran a los broadcasters, tronar los dedos y borrarme como el mago Houdini o la bruja Endora, más bien. Le cuento mi plan a una amiga esperando que me llame al orden y me disuada pero me dice anda vete, huevón, te lo mereces, has generado en 3 meses más titulares de lo que otros noticieros logran en 3 años. Me lo merezco, le digo, y si nadie me lo regala, me lo regalo yo. Se ríe y me pregunta: ¿de cuándo a cuándo te irías, papacito? Y, en cuestión de minutos, como por arte de magia o brujería, hay un boleto electrónico esperándome en mi bandeja de entrada. Asunto: ¡Feliz cumpleaños, maricón gordo! Carajo. Qué bonito. Estas cosas no le pasan a todo el mundo–pienso y sonrío al constatar mi inmensa suerte de tener salud, dinero y… un boleto de avión para este viernes.

Le mando un correo a Beto contándole algunas buenas noticias sobre mi nuevo libro y le pregunto, a modo de formalidad, que cuándo se da una vuelta por Buenos Aires. Al toque me contesta, me felicita por la buena nueva y me dice que le gustaría pasar su cumple aquí conmigo. Le ofrezco alojarse en mi depa, pensando que no aceptará. Me dice que sí, que no es una estrella sino una estrecha y que ha pasado largas temporadas durmiendo en sofás. Me pongo nervioso: nunca nadie más que yo duerme en mi pequeñísima morada y Beto, para mí, es una estrella y no una estrecha. Salgo a trabajar y el ex enemigo de mi ex novio se queda solo en casa. Mi intimidad parece expuesta: mis cajones, mi nevera, mi clóset y mis muebles de baño y cocina están ahí para él. Pienso si revisará todo, o si le dará igual. Ocho años al lado de un paranoico me han dejado así, paranoico.

Bajo del taxi que me ha traído del aeropuerto de Ezeiza y toco el intercomunicador de un moderno edificio que tiene el aire sofisticado que imaginaba. Es muy temprano y Luisito baja a recibirme con una inmensa sonrisa y unos shorts a cuadros que podrían ser boxers o pijamas. Nos damos un abrazo diplomático, discreto que, sin embargo, me contagia su alegría. De todas las personas que conozco en el planeta, ¿por qué he elegido venir a pasar mi santo con Corbacho? No lo tengo del todo claro. Quizás porque no tengo más familia que un papá que me confunde con su hermano. O porque sospecho que una pena gigante se avecina. O por lo mucho que nos parecemos en lo ermitaños y desenamorados. Esa es la palabra. Somos una pareja de desenamorados. Mientras subimos, miro su imagen y la mía multiplicadas en los espejos de las paredes y el techo del ascensor. Él ha de medir veinte centímetros más que yo y pesar unos 30 kilos menos y contemplándonos uno frente al otro, de repente, me imagino dentro de uno de esos salones de espejos de las ferias y pienso que yo –perfectamente-–puedo ser su reflejo exagerado o viceversa.

Vamos a una discoteca en Palermo. Beto me dice que ya no va a discotecas, que le resultan aburridas. Unos tragos más tarde baila de manera desenfrenada en el centro de la pista. Nunca lo había visto tan libre, relajado, feliz. Verlo contento me pone contento. Siento que lo quiero. Me sorprenden el orden y la pulcritud de Beto. Cuando sale de la ducha deja el baño impecable, como si estuviéramos en un hotel y acabaran de hacer la habitación. Su ropa y sus cosas permanecen siempre en la maleta. No deja nada botado, fuera de lugar. Le pregunto si es un obsesivo de la limpieza y me dice que no, que su casa es un desorden total. Luego, me explica que durante sus años de exilio y austeridad en Miami vivía de prestado, como intruso en los sofás de amigos o conocidos que lo dejaban alojarse siempre y cuando no molestara. Por eso Beto no molesta y pasa desapercibido, como si fuera un angelito.

Más que un perfecto anfitrión, Luis es el chico más educado y amoroso que he conocido. Con la excepción de mi madre, nunca nadie se había preocupado tantísimo por mi completo bienestar: ¿Necesitas más almohadas? ¿Está bien el aire acondicionado o te lo bajo un poco? ¿Quieres que pidamos una pizza o prefieres empanadas? ¿Coca-Cola normal o zero? ¿Te gusta ese jabón o necesitas algún otro? Quédate tranquilo, Luis, por Dios que no necesito absolutamente nada. Nada salvo salir a caminar un rato por el barrio de San Telmo que, de hecho, hierve de turistas como todos los domingos. ¡Vamos!–me dice, entusiasmado. Lo que no me dice es que las oficinas de la revista que él edita quedan allí, en San Telmo por lo que mi plan debe resultarle tan excitante como lo sería para mí un tour por la fulgurante Jesús María. Almorzamos una obvia parrilla y nos regodeamos admirando esos otros lomitos que también abundan. Fantaseamos en voz alta y nos recagamos de la risa. Por la noche dejamos grabando El Óscar y nos vamos al teatro a ver “Lluvia Constante” con Rodrigo De La Serna, el potro aquel que hizo de amigo del Ché en los “Diarios de Motocicleta”. El escaso espacio entre las butacas obliga a Luisito a encoger las piernas hasta adoptar una perfecta posición fetal y quedarse profundamente dormido. Los aplausos lo despiertan.

Estamos en el bar del Hotel Alvear, el más caro y elegante de Buenos Aires. Brindamos con champagne por el cumple de Beto, en un escenario que no podría ser más glamoroso. Nos quedamos hablando durante horas, con el tiempo suspendido en el aire. Le cuento que hace mucho no me sentía tan a gusto con alguien, le digo que es una pena no vivir en la misma ciudad que él. Me dice que me quede tranquilo, que terminaré viviendo en Lima porque es evidente lo mucho que amo a esa ciudad, y porque es notorio que en Buenos Aires, lejos de la prensa chicha, me aburro como un hongo.

Vamos de compras a Paseo Alcorta y, con premeditación, conduzco a Luis hacia una tienda que, a juzgar por la cantidad de perfumes que he visto en su baño, debe encantarle: L’Occitane de Provence. Nos entretenemos olisqueando infinidad de potingues como dos tías pitucas y al descubrir que esos bonitos pomos que he comprado son, en realidad, un regalo para él, se asombra como se asombran los niños de cinco años. Me da un besito en el cachete y me dice: “Me haces muy feliz.” Me quedo de piedra. Debo haber dado miles de regalos y nunca me habían dicho nada lejanamente semejante. Por la noche no salimos, permanecemos en su precioso loft y nos sentamos juntos en el sofá para ver por fin los Academy Awards. Comemos, bebemos y fumamos. Nos reímos muchísimo. Y súbitamente presas de una rara hambruna, nos zampamos la caja entera de bombones La Ibérica que me encargó. El tiempo a su lado transcurre fácil y suave. Se lo digo. Y para que no se le olvide, se lo escribo. Solo nos falta el perro y la frazadita compartida. Si él se pareciera a Paolo Guerrero y yo me viera como Bernie Paz, ¿seríamos la pareja perfecta?

Antes de terminar su cumple, Beto me confiesa que está triste porque alguien no le escribió. Resulta increíble verlo tan vulnerable al afecto. Luego nos vamos a dormir, cada uno en su cama pero a pocos metros de distancia, y siento que finalmente, luego de tanto tiempo de ausencias, no estoy tan solo.
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PERU 21 FEBRERO 26, 2012

Fórmula 44

A punto de cumplir la respetable edad de Gloria Trevi y Gastón Acurio, del Príncipe Felipe y Nicole Kidman, de Alejandra Guzmán y Roberto Martínez, de Niurka Marcos e Iván Thays, de Fernán Altuve, Diego Bertie y Kurt Cobain (si aún viviera), me he animado a escribir mi impostergable lista de asuntos pendientes que habré de pegar con imanes en la refri. A mis 44, estas son las 44 cosas que quiero hacer antes de morir, (porque después ya para qué).

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

1. Probar ayahuasca y conocer en persona a mi reptil, felino o pájaro guardián.

2. Terminar los cinco cursos que –desde 1990– me faltan para sacar mi título en la universidad o, en su defecto, seguir soñando en vano con el honoris causita.

3. Hacer entrevistas con grandes personajes en un auditorio inmenso a la manera de James Lipton pero sin cámaras.

4. Tener un hijo peruano y/o adoptar uno guatemalteco, africano o chino porque en Perú no califico.

5. Entregarle al presidente Humala el libro de pasta dura que le compré el día que lo entrevisté: “Amor, pobreza y guerra” de Christopher Hitchens.

6. Cantar “Cardo o ceniza” a dúo con Eva Ayllón, (en un karaoke).

7. Cantar “Este secreto” a dúo con Pelo Madueño, (en una bombaza).

8. Tomar clases de canto con el tenor Francesco Petrozzi.

9. Comprarme una bicicleta espectacularmente aerodinámica y estúpidamente cara.

10. Regresar a Roma si y solo sí termino el curso intensivo de italiano que dejé botado en el Raimondi.

11. Volver a dibujar todos los días como cuando era niño y no escribía.

12. Publicar un libro con mis recetas de cocina para gente solitaria, íntegramente ilustrado por mí.

13. Volver a hacer el Camino Inca en cinco días y, al terminar, subir al Huayna Picchu.

14. Recuperar el físico necesario para volver a hacer el Camino Inca de cinco días y subir al Huayna Picchu, al terminar.

15. Matricularme otra vez en un gimnasio este lunes, sin falta. Y, si es posible, asistir y también entrenar hasta caber de nuevo en un jean talla 34 aunque sea por última vez.

16. Encontrar la secreta alquimia del chilcano perfecto.

17. Besarle la mano a Juliette Binoche. Darle la mano a Clint Eastwood.

18. Darle la mano a todo aquel que tenga algo por perdonarme todavía.

19. Escribir una canción desgarradora que los amantes canten a voz en cuello. De preferencia, un vals criollo o un bolero cantinero que pueda ser interpretado por mi afamada colega Lucía de la Cruz.

20. Dirigir una película extremadamente melodramática que cuente la historia de un amor tempestuoso que desafía las normas sociales y horroriza a la aristocracia limeña. Starring Jonathan Maicelo y Jason Day en los roles protagónicos. Título tentativo: “Amor en los Conos Nortes”.

21. Escribir un libro que termine con la frase “Y murieron felices para siempre.”

22. Conocer Constantinopla o, lo que es lo mismo: Estambul. Conocer Ceilán, o lo que es lo mismo, Sri Lanka.

23. Viajar en globo sobre el Valle Sagrado y surfear en Caballito de Totora.

24. Aprender a tocar el violoncello.

25. Tocar la puerta de la casa que un día perdí y hacerle a su dueño actual una millonaria oferta que no pueda rechazar.

26. Tener un programa de radio en el que pueda conversar con todos los solitarios y solitarias que quieran llamarme de madrugada y contarme sus cosas.

27. Leer el Quijote.

28. Leer, por lo menos, un par de horas al día. Todos los días. Hasta haber leído, por lo menos, la mitad de los libros que me quedan por leer.

29. Raparme a coco cuando mi incipiente calvicie ya no se pueda disimular. Y cuando eso ocurra, volverme a dejar la barba aunque ahora sea cien por ciento blanca.

30. Regresar a Lisboa si y solo si termino el curso intensivo de portugués que dejé botado.

31. Dirigir un periódico muy bien escrito. Y llamarlo “El Hocicón”.

32. Viajar a Chachapoyas y recorrer Kuélap, Karajía, La Laguna de las Momias, el Gran Pajatén, Leymebamba…

33. Que algún día pongan mi foto en la galería de truhanes ilustres que hay en la barra del Bar La Tertulia del pintor Gerardo Chávez en Trujillo.

34. Regresar a Berlín si y solo sí termino el curso intensivo de alemán que dejé botado en el Goethe.

35. Enmarcar mis peores titulares chichas de los 90 y mis dos portadas cagonazas de Caretas y decorar con ellos el baño de visitas de mi depa.

36. Quedarme a dormir, por lo menos, una noche en una casita que está en lo alto de la copa de un árbol de 27 metros en medio de la reserva natural de Tambopata.

37. Colgar una hamaca en mi balcón para dormir a la intemperie en las noches de mucho calor.

38. Escribir, por lo menos, un par de horas al día. Todos los días. Hasta haber escrito, por lo menos, la mitad de los libros que me quedan por escribir.

39. Estrenar mi primera pieza (teatral) en el Segura en cuyas añejas tablas fui Benvolio y también Capuleto en algún remoto verano.

40. Conducir un programa concurso del tipo “¿Quién quiere ser millonario?” O, en todo caso, reeditar el inolvidable “Lo que vale el saber”.

41. Volver a vivir en Nueva York y, si no es mucho pedir, también en Iquitos y en Florencia y en San Borja y en Barcelona.

42. Entrevistar a Charly García, a García Márquez y a Carla García. Y también a Fátima Buntinx, la protagonista de Las Malas Intenciones.

43. Dictar talleres de crónicas en cárceles que están repletas de gente que tiene tanto qué contar.

44. Enamorarme –imposible y ridículamente-–de nuevo. Y, de preferencia, de ti.
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PERU 21 FEBRERO 19, 2012

Soltero serio y solvente

Para incluirme entre sus innumerables y selectos miembros a nivel mundial, “Desperate Singles”, una infalible página web de contactos para solitarios en desesperanza, me ha pedido que escriba mi perfil personal para ver si alguien muerde el anzuelo antes de que se me pase el Metropolitano. En caso de que les parezca divertido, este es el texto que les he entregado.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Lo primero que debes saber sobre mí es que las alarmas de los autos me sacan de quicio. Todas las alarmas pero muy en especial aquellas que se componen de una secuencia de seis ruiditos distintos, a cual más idiota: wuu wuu, tiru-riru-riru, ñek ñek ñek. Si le has instalado esa mierda a tu toyotita y se larga a sonar y no la apagas rápido debes saber que, en cualquier momento, puedo perfectamente salir al balcón con mi escopeta recortada. Tus derechos terminan donde empiezan los de los demás. Adoro, en cambio, la música del señor Eric Satie de modo que puedes poner, a todo volumen, sus Tres Gimnastas y repetirlos al infinito y más allá. Lo mismo podríamos decir de Nino Bravo, Leonard Cohen, Bebé, Pelo Madueño y los hermanos Zañartu. Pero si estoy en un restaurant cualquiera y de pronto irrumpes con tu conjuntito criollo ten la plena seguridad de que seré espléndido a la hora de pagarte para que te calles. Puedo escuchar música el día entero pero apreciaré la cortesía de que te quites los headphones cuando te esté hablando. A menos que tengas que recorrer largas distancias en el Metropolitano, no entiendo esa mortal necesidad de vivir con los audífonos permanentemente incrustados en el cráneo como si fueran un respirador artificial. Puedo escuchar música pero también puedo apagarla y disfrutar del placer del silencio por un fin de semana completo. Créeme: aquí dentro hay mucha más música de la que tu i-pod podrá nunca almacenar. Las palabras, por ejemplo. Háblame. Dime cosas. He de ser bueno escuchando lo que los otros hablan porque hasta me pagan por hacerlo. Parece que ya hay demasiada gente escuchándose a sí misma y ya no quedan más vacantes. Cucho: yo te escucho. Escúchame. Respóndeme cuanto te haga una pregunta suelta por más que parezca capciosa o comprometedora. Valora mi humilde gesto de hacerte tantas preguntas gratis. Ten en cuenta que últimamente cobro por preguntar.

Verbaliza. Articula. Ladra. Rapea. Desconfío de la gente que no habla nunca pero desconfío más aún de la que habla demasiado. No me gustan los exitositos que nunca tienen suficiente. Mi slogan es igual que el de aquel banco pero al revés: confórmate. Serénate, angurriento. Déjate algo para la gente. Aquiétate. Deja de estar siempre queriendo comértelo todo. Déjate un cariño, basura. Si ya no te entra, no te entra. Créeme. Esa es una ley de la naturaleza. No hay necesidad. No hay necesidad de doce millones de dólares como le dijo alguna vez al Doc, el famoso broadcaster. Nadie necesita doce millones. Nadie necesita uno. No necesito casa de playa por la misma razón por la que no necesito congresos de escritores ni discotecas gay: me aburren los ghettos. Me pudren los sitios para socios. Me repugna la ostentación. Le tengo alergia a los carnets. La prepotencia me endemonia. La ignorancia me encaracha y, sin embargo, soy un ignorante en múltiples especialidades, casi en todas pero puedo barajarlo mal que bien porque tengo un don el Dom Pérignon el de la floritura y el verso perverso, el del Versace. El lenguaje remeda al conocimiento, te espolvorea de bamba sabiduría y, más que en el garage o en el closet, mi única elegancia –si acaso alguna poseyera– ha de estribar en algunos poemas de la concha de su madre que he leído. Soy buen pobre pero, cuando me da la gana, hablo y cocino rico y, en consecuencia, si te gusta comer rico, acabas de sacarte la lotería conmigo. Vas a gemir de placer si pruebas mi ensalada griega de pulpo acebichado. Vas a pedirme a gritos, mesándote los cabellos, entre lágrimas, que me case contigo pero lo siento mucho, no creo en el matrimonio heterosexual y en el otro, menos. No creo en el amor eterno y eso de hasta que la muerte nos separe me suena a la sentencia inapelable de un juez sin rostro brutal. O, más precisamente, creo que el único amor eterno es el de Dios pero no puedo publicarlo mientras no verifique los datos de su existencia con Stephen Hawkings.

Soy un periodista serio, sabrás disculpar la deformación profesional aunque no puedo evitar sentirme un comediante involuntario cada vez que digo que soy un periodista serio. Sé lo que es un bouillabaise y qué sabor tiene pero, en el fondo, soy el gourmand del pan coliza con Dorina, soy el Ferrán Adriá del atún Florida. Me gusta dar propinas a escondidas en los supermercados que las prohíben. Me gusta dar propinas exageradas porque me garantizan el amor de los extraños. No tengo tarjetas de crédito por prescripción médica mas no por tacañería, todo lo contrario: soy de billetera alegre. Si me enamoro de ti lo suficiente probablemente seré tu rey mago y te asfixiaré de regalos como si fuera navidad todos los días. Si me tiemplo a la mala es posible que hasta pueda terminar, sin darme cuenta, manteniéndote feliz a ti y también a tu vieja, a tus hijos, y a todas tus demás parejas. No soy celoso. No pido mucho. Lo perdono todo. Me he rehabilitado de mi propensión a perder el tiempo en el rencor y, a estas alturas, lo perdono absolutamente todo excepto el abandono. Ahí sí que no hay ninguna negociación. La cosa caduca en un plazo razonable: un mes. Si dejaste de verme o llamarme en un mes, muy buenas noches y hasta mañana. Y que pase el siguiente. Más reglas no tengo. Algunas mujeres creen que si se me acercan lo suficiente me volverán normal. Algunos hombres creen que si se me acercan demasiado se volverán cabros. Todo lo contrario. Sucede exactamente lo contrario. Vuelve a leer si no te ha quedado del todo claro. Y ya está. Creo que eso es todo cuanto tengo que informar. Espero de la vida, entre otras pocas cosas, una principal: que tenga la gentileza de ahorrarme la humillación de llegar a anciano. Caso contrario, he tomado la precaución de firmar un pacto secreto con dos amigos: sacrifíquenme en aras de la investigación científica el día en que ya no me pueda limpiar el poto por mí mismo. Por lo demás, mido un metro setenta y cinco y peso cien kilos. Calzo 44. Soy piscis, mono en el horóscopo chino, hipotiroideo, angloparlante y circunciso. Tengo ojos de tiempo, manchas de edad en el dorso de una mano, pelos por todas partes y el tabique desviado, razón por la cual duermo con la boca abierta y, por las noches, me asemejo a un cadáver recién acribillado. Si igual te sigo pareciendo guapo, hazte ver. Si igual te sigo pareciendo un buen partido, llámame.
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PERU 21 FEBRERO 12, 2012

La noticia tarda

Hoy se viene a descubrir los indignantes abusos del Hogar Santa María pero pocos recuerdan que esa noticia tiene, por lo menos, 22 años de antigüedad.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Agosto de 1990. Carlitos e Igor abren el diario “Ojo” y se ven retratados en la página central. Allí están. Les han puesto una banda negra sobre los ojos. Para proteger su identidad, dicen. Los niños no deben salir en los periódicos, dicen. Y mucho menos cuando son victimizados. Parecen un par de mapaches, un par de chicos malos de Rico Mc Pato con ese antifaz pero ellos saben que esos dos pequeños son ellos y se tocan de nervios, verse allí les produce un estallido de traviesas carcajadas. Pero la noticia de la que son inocentes protagonistas es infame y sublevante. Se ha denunciado por abuso sexual a las autoridades del albergue en que sus propios padres, atenazados por la miseria, los internaron. La prensa –venciendo grandes presiones– investiga, busca testimonios y pruebas de que el Hogar Santa María guarece entre sus muros, disfrazados de buenos samaritanos, a unos miserables dedicados a la violación sistemática de menores varones provenientes de familias en extrema pobreza. El principal acusado es Luis Gastelumendi Angeles, presidente de la así llamada Sociedad Apostólica Santa María que de apostólica no tiene nada pues carece de vínculos con iglesia alguna. Un grupo de valientes abogadas feministas ha escuchado el clamor de la madre de una de las víctimas y se ha hecho cargo inmediatamente del caso. Pero en el Estado no se observa ninguna reacción, el Ministerio de la Mujer aún no existe, el concepto “inclusión social” no ha sido inventado todavía, el Inabif se revuelve en un pantano de burocracia y abandono, el Congreso se la rasca y el Poder Judicial silba y mira hacia otra parte. Entre las abogadas feministas hay una muy landosa y combativa. Ella –que ni en sus más audaces fantasías se imagina que será congresista algún día– se llama Rosa Mavila y ha citado en su oficina a un periodista mocoso que –como le sucederá tantas veces a lo largo de su carrera futura– pagará muy caro por meter las narices en lo que no le incumbe. Rosita no lo sabe pero el tema que está a punto de explicarle, con papeles en mano, le significará a ese reportero novato su primera y traumática censura y lo hará perder el primer trabajo remunerado de su vida, su amada chamba de cronista de suplemento dominical.

Febrero de 2012. Carlitos e Igor ya son adultos casados y acaso están viendo la tele con sus hijos. De pronto, una noticia del informativo de las diez les eriza los pelos: un niño ha sido violado en el Hogar Santa María. El informe muestra la imagen de un muchacho sin camisa, a priori un pandillero, un supuesto malhechor al que presentan como el culpable. “Yo soy choro, no soy mostro” –se defiende pero igual tiene look de malandro y se va preso. Una borrasca de malos recuerdos tortura las mentes de Carlos e Igor cuando vuelven a ver en la pantalla, como si fuera un espectro del pasado, al mismo Luis Gastelumendi Angeles que ambos conocen tan de cerca. Sin asomo de preocupación en el rostro, el huidizo Gastelumendi declara que “ya todo está en manos de la policía”, que el niño violado “está bien”, (¿?), dicho lo cual emprende rauda carrera en su camioneta y adiós. Los colegas están tan entretenidos con el chivo expiatorio de turno que no le prestan demasiada atención a este anciano con pinta de curita y sin más preguntas, lo dejan ir. Las autoridades también. En sus casas, Carlos e Igor seguramente sienten rabia, sienten ganas de volver a declarar. Pero si no los escucharon entonces, ¿por qué tendrían que hacerlo ahora? Veintidós años después, nada ha cambiado en el Hogar Santa María. Veintidós años.

Es 1990 y Alberto Fujimori ya ha asumido la presidencia que le arrebatara a Mario Vargas Llosa con no poca ayudita del diario Página Libre que dirige una leyenda: Guillermo Thorndike, el papá de Augusto. En las páginas de aquel inolvidable matutino progre, editorializa el latin lover Diego García Sayán y el latin brother Eloy Jáuregui ataranta al lector con sus acrobacias de estilo, el espigado surfer Phillip Butters fatiga estadios como redactor de deportes y un siempre bronceado Rafo León escribe la Falsa Calumnia que ilustra un colegial imberbe de La Inmaculada: el mismo Andres Edery que hoy, treintón, ilustra esta columna. Sentado frente a un monitor enorme como un frigobar, me he amanecido escribiendo el resultado de varias semanas de pesquisas en torno al Hogar Santa María. Lo he visitado muchas veces acompañado del fotógrafo Sengo Pérez que ha retratado de espaldas a los chicos cuyos testimonios son la columna vertebral de nuestra denuncia periodística. Converso durante horas con otra brillante y guapa abogada que ha decidido llevar este caso hasta las últimas consecuencias: la doctora Isabel Rosas de Demus que hasta escribe artículos en revistas cuando, finalmente, una fiscal decide someter a exámenes médico-legistas a un grupo de 18 niños elegidos al azar y resulta que 12 de ellos habían sido abusados. Mi escritorio es un hervidero de expedientes, certificados, atestados y demás documentos probatorios. Al ver todo esto, Kike Sánchez Hernani, mi editor me dice que será el tema de portada del suplemento, lo que en el argot se conoce como la “nota abridora” y le asigna nada menos que seis páginas que quedan chicas para contar tan siniestra historia. El viernes, día de cierre de edición, en lo que antiguamente se llamaba diagramación y fotomontaje, reviso las pruebas de página cuidando que las leyendas de las fotos sean las correctas, corrijo por última vez las galeras de texto que acaban de ser fijadas con pegamento industrial en el machote, contemplo orgulloso mi reportaje en el fotolito de la portada y me voy a casa con varias noches en vela a cuestas y también una sonrisa. Pero ese domingo ocurre lo inimaginable: aparece una foto de Marylin Monroe en la tapa. Esto no puede estar sucediendo. Parado ante el quiosco hojeo, nervioso, el suplemento de arriba a abajo pero mi informe no está por ningún lado. Siendo como soy, un jovenzuelo idealista, siento que el mundo se me viene abajo. Vuelo a la redacción del diario y, al no encontrar ninguna explicación, renuncio a los gritos, entre iracundo y lacrimoso. Me llevo de recuerdo mis originales inéditos, (que en alguna caja de mudanza han de estar todavía). Como ocurre en cada nueva censura, comparto mi información con otros periodistas que sí puedan publicarla. Pero la furia y la frustración estaban lejos de menguar pues pronto me enteraría de la verdadera razón por la cual mi informe había sido vetado. Resulta que mi viejo profesor de derecho penal, José Santos Chichizola era el abogado defensor del principal acusado Luis Gastelumendi. Como todos recordarán, Santos Chichizola había sido el juez del caso Banchero y como Guillermo Thorndike había investigado aquel crimen para escribir su famoso y espléndido libro, se habían hecho grandes amigos. La prodigiosa labia de Santos Chichizola, supongo, fue suficiente para persuadir a aquel oso mayor que era mi director de arrojar toda mi investigación al tacho de basura. Mi inocencia periodística había llegado a su final definitivo.

Es febrero del 2012 y ahora soy director de un noticiero. Y como también puedo leer el teleprompter decido que, veintidós años después de haberla investigado en vano, es justo y necesario narrar esta vieja noticia nueva para que la escuche todo el país. Son las 7 y 35 de la mañana y estamos de vuelta en “Abre los Ojos”: Clausuraron el Hogar Santa María, por fin. La noticia tarda, pero llega.
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PERU 21 FEBRERO 5, 2012

¿Es Thays comiendo?

Pese a que acaba de publicar “El orden de las cosas” –muy probablemente su mejor novela– y pese a que ha conducido “Vano oficio”, prolongado bostezo cultural de Canal 7, esta semana el incomprendido escritor Iván Thays (Lima, 1968) alcanzó –en apenas un par de días– una descomunal notoriedad limeña que no había logrado en 20 años escribiendo y publicando libros en algunas de las editoriales más prestigiosas.

Beto Ortiz,Pandemonio
bortiz@peru21.com

Su ignoto rostro y su transgresora melena, aparecieron por primera vez en las tapas de los tabloides y en los noticieros, al tiempo que su nombre era invocado con pasión por personalidades de la talla del Gordo Gonzáles, Tommy Portugal, Martha Chávez y La Tigresa del Oriente. Pero, ¿es realmente un talibán el tal Iván? ¿o es que nosotros –los peruanos– nos hemos convertido en locos fundamentalistas del olluco, la arracacha y la papita nativa? A ver, respondámonos con preguntas.

¿Es Thays el primer peruano que se atreve a decir que nuestra comida es “indigesta, poco saludable y un petardo de carbohidratos”? No. Tampoco será el último. Pero está claro que, en la cotidiana elegancia de un ají de gallina casero, nadie busca “saludable”, todos buscamos “rico”: el sabor de tu niñez, el aroma de tu casa, la sazón de tu mamá. O de tu abuela o de tu nana. Si no fuera por eso te daría lo mismo comer aji-no-men. Y bueno, si te da lo mismo, mejor mátate. Cuando salieron por ahí con el chiste de que iban a inventar un impuesto a la comida chatarra en el marco de una gran cruzada nacional contra la obesidad, (en este país de millares de niños desnutridos), se generó un divertido debate en las redes sociales. La pregunta que se caía de la sartén era una sola: ¿Y no serán comida chatarra algunos de nuestros nuevos y comestibles símbolos patrios? ¿Un pan con chicharrón refrito en galones de aceite con su camotón y su cancha más será menos tóxico que una pizza personal super suprema? Si una Bembo’s de carne a la parrilla es comida chatarra, ¿qué será un cau cau de grasiento mondongo con papa y arroz? ¿Será más sano un tallarinzazo verde con su sábana apanada y su papaza a la huancaína más que 2 piernecitas de pollo extra crispy de Kentucky con cole slaw? ¿Cuántas calorías tiene una de esas domingueras montañas de jalea de mariscos con yuca frita, sarandaja, chifles, canchita, mayonesa y salsa tártara? ¿Serán extra light, la chanfainita, el adobo, el aeropuerto, la salchipapa, los picarones, la papa seca con fideos (“Manchapecho” o “Sopa Seca”), el tacacho con cecina, la patasca, la patita con maní? ¿Algún nutricionista trujillano habrá recetado una dieta de shámbar, sublime sopón de los lunes, hecho a base de pellejo de chancho, jamón ahumado, costillitas, habas, trigo, frejoles, garbanzos y cancha? Claro que no. Pero eso a quién mierda le importa. Es rico y es nuestro y por lo tanto es santo y bueno y viva el Perú, carajo. Se acabó la discusión. Una rosa es una rosa y la U es la U. Además, para poder decirle al mozo que te sirvan todo sin papa y sin arroz y que te los reemplacen por ensaladillas de berros, arúgula o repollitos de bruselas hace falta ser demasiado marica.

¿Es Thays un escritor realmente conocido? No. Narradores conocidos en Perú solo hay tres: Vargas Llosa, Ribeyro y Bryce. Conocidos porque te los machacan desde el cole y no necesariamente porque las masas los lean con furor. ¿Apostamos un tacu tacu montado a que no me pueden decir 3 títulos de Thays? Si no tienen google a la mano, perderán. Pero, ¿qué importa? ¿Es lo mismo ser un escritor conocido que un buen escritor? No. Y no solo no es lo mismo sino que nunca ha hecho falta ser bueno en algo para ser famoso. Algunos de los mejores escritores fueron ninguneados en su tiempo y nunca ganaron un mango en derechos de autor. Lo malo es que tampoco el anonimato es, necesariamente, garantía de gloria eterna. ¿Pertenece Thays al star system literario? Por supuesto, si así no fuera no sería invitado fijo a cuanta feria, encuentro, taller o mesa redonda se celebre aquí o en Guadalajara. Pero para eso no basta con publicar libros. Como ocurre con casi todo en Lima, en el ambientito de la literatura también es básico preocuparse por tener los amigos adecuados y vaya que Thays los tiene. Y todo indica que, además, los disfruta lo cual constituye todo un mérito de su parte. Me disculparán en este punto pero tengo la ligera impresión de que todos esos cónclaves de escritores estreñidos –que, aunque la peguen de campechanos, se toman a sí mismos tan en serio– son la cosa más pomposa y aburrida de la tierra.

¿Es Thays el mejor publicista del publicista Gustavo Rodríguez? Al comienzo creí que sí. Sospeché de lo que parecía ser el primer psicosocial libresco. No sé si son patas pero me pareció que el autor del célebre spot minero de Oblitas y el hoy enemigo público número uno podían haberse puesto de acuerdo. Pero esta polémica que comenzó el jueves como un comentario a priori de la novísima novela culinaria de Gustavo ha llegado a la tarde del sábado convertida en una conversación monotemática: Thays, Thays y más Thays. Todos los columnistas de los diarios se siguen ocupando de Thays lo cual demuestra que es mejor publicista que escritor y no tan buen publicista de los otros como de sí mismo. Ya nadie menciona la novela de Gustavo pero ni falta que hace, igual venderá como cancha salada. Iván es además y, sin ninguna duda, el más exitoso discípulo de la doctrina Medina aplicada al business editorial: pégale a Gisela y triunfarás. Perdonando el símil extremado, Iván sabía que Gastón mordería la carnada y así fue. Y los dimes y diretes entre ambos terminaron pareciéndose peligrosamente a la bronquita entre Larissa Riquelme y Tilsa Lozano: “¿Quién es ella? ¡No la conozco!” Por favor. Es imposible que un peruano que lee como Gastón no sepa quién es Thays que, además, ha de tener la misma edad. Como es imposible que un tipo inteligente como Thays crea realmente que la cocina peruana es una “mezcla inexplicable de ingredientes que cualquier nutricionista debería prohibir”. Acabáramos. Esa debe ser la opinión más estúpida que ha dado en su vida. Equivale a decir que un cuadro es una “mezcla inexplicable de colores” o un poema, “una mezcla inexplicable de palabras”. Nada qué explicar. Espero que Iván, en el fondo, tampoco se crea realmente que “le ha hecho un bien al país desnundando su talon de Aquiles” como escribió a guisa de amarga respuesta al cargamontón. Tranquilo, pelucón que estás demasiado joven para sonar así de frustrado. Pero eso sí: ni la tía Veneno de los agachaditos del Parque Cánepa ni el regio Tanta de Madrid van a perder un solo cliente a causa de lo que tú escribas o dejes de escribir en tu nuevo blog. Los peruanos no leemos, remember?

¿Es Thays un mal peruano, un traidor a la patria? Por favor. El bebe que es llorón y la mamá que lo pellizca. No la hagamos tan trágica, tampoco. ¿Irse a “El País” de España para hablar mierda de tu país será, acaso, lo mismo que irse a la casa del vecino para hablar mierda de tu vieja? Bueno. No es tanto lo que dices, Iván. Es dónde lo dices, cómo lo dices y sobre todo: para qué lo dices. No tengo pruebas suficientes de que así sea, pero si para divertir a tus potenciales lectores europeos no se te ocurre idea menos cagona que irte a maletear a los tuyos en casa ajena entonces –solo entonces– cómete bien rico tu apanado y métele un rocoto, caballero.
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PERU 21 ENERO 22, 2012

Todos estábamos muertos

Escrito y publicado en mayo de 2003 cuando se hiciera público el informe de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación, este artículo es el testimonio de un simple reportero que, como millones de peruanos, tuvo que vivir y trabajar en aquel país convulso, aterrado y sangrante que era el Perú de inicios de los 90, cuando nada parecía poder salvarnos de la espiral de violencia enloquecida en la que nos habían sumido las viles hordas asesinas de Abimael Guzmán, uno de los terroristas más sanguinarios de la historia de la humanidad.

Beto Ortiz, Pandemonio
bortiz@peru21.com

Ahora que esos mismos criminales imperdonables intentan disfrazarse de demócratas para infiltrarse de nuevo como un cáncer en nuestras vidas, este viejo alegato adquiere, de pronto, una inquietante actualidad. No podemos olvidar lo que ocurrió. Y la mejor manera de honrar la memoria de esos miles de peruanos que murieron víctimas del terror es cerrando filas contra Sendero Luminoso, Movadef o como mierda se llamen. Librando la feroz batalla de las ideas para evitar que más jóvenes idealistas sigan siendo embaucados por la misma monserga de odio ciego. Recordándoles, con cada página de nuestra historia, la suerte inmensa que tienen de vivir en este Perú imperfecto pero esperanzado y no en aquel otro donde sólo había matanza, tiniebla y desolación.

Salir del cine de ver Arma Mortal y que, a pocos metros de la puerta, un Volkswagen vuele en mil pedazos. (Y empezar, desde ahí, a sospechar de todos los carros que humean demasiado). Llegar un día cualquiera a tu oficina y enterarte que la señora de la computadora de al lado no pudo venir hoy porque ayer la asesinaron a pedradas en un viaje de trabajo a Huancavelica. (Encontrar, al día siguiente en una revista, la foto de lo que quedó de ella en doble página central). Aprender que cuando revienta una bomba hay que tirarse al suelo con la boca abierta para que tus tímpanos no estallen (y decorar todas las ventanas de tu casa con tiras de esparadrapo para que –cuando ocurra– no perezcas degollado por esos cuchillos voladores que son los vidrios que arroja la onda expansiva).

Descubrir el aciago olor de la muerte en la Plaza de Armas de Satipo alfombrada horriblemente de cadáveres púrpuras e hinchados. (Confundirse ante la cantidad de horror que el filo incomprensible de un machete es capaz de esculpir sobre un pobre cuerpo humano). Olfatear, como un sabueso, todos los sobres que te llegan, en busca de aquel temible olor a avellanas que es el síntoma inequívoco de que alguien que te odia a morir te ha enviado una carta bomba. (Una le llegó a ese abogado tan prestigioso y le arrancó un brazo, otra a Melissa, la chica practicante del diario “Cambio” de quien, sobre las losetas, no quedó un solo rastro susceptible de ser reconocido).

Escuchar todas las noches, sin falta, en el noticiero el coro ronco y lastimero de los nuevos miembros de la interminable procesión de las viudas y los huérfanos llorando en quechua nuevas tragedias que nadie me traduce y que no entiendo. ( Y luego ese sonsonete imbécil de los políticos –tan longevos– repitiendo naderías: “repudio enérgico”, solidaridad con los deudos”, “comisión investigadora del Congreso”, para después irse a tomar un pisco sour con la falsa al bar del “Maury”).

Ver pasar delante de ti, como en una pesadilla, a un sereno de Miraflores que lleva en brazos a una niña con pijama de franela toda estampada de ositos y de sangre. Al muchacho que corre como un poseso entre la densa humareda de Tarata en llamas y repite un nombre, desesperado: Gustavo o Enrique o Miguel o como quiera que se llamara el hermano al que nunca más volvió a encontrar. A la anciana que regresa cojeando días después a rescatar de entre los escombros un sobreviviente cuadro de la última cena. Al señor Cava que marcha –ausente, como un zombie– por el centro de la avenida Larco llevando en las manos una flor blanca y la foto de su hijo, el atleta, muerto. A la pequeña Vanesa, la hija de la vendedora de cartera de la esquina, aprendiendo de nuevo –y sonriente– a caminar con una diminuta y terrible pierna ortopédica. (Todos estábamos a una cuadra, todos estuvimos a punto de pasar por allí, todos conocíamos a alguien que vivía o moría en esos edificios que se desmoronaron como fueran de galleta. Los blanquitos no sabíamos realmente por qué lloraban tanto todas esas mamachas en los despachos de los corresponsales. No teníamos la más remota idea de qué trataba todo aquello hasta esa noche. Tarata fue nuestro once de septiembre).

Quedarse otra vez a oscuras y sentir miedo. Oír una sirena y sentir miedo. Abrir de mañana el diario y sentir miedo. Sentir miedo de amanecer muerto en el Perú. Sentir miedo de amanecer vivo. Sentir miedo de que nunca acabe el miedo. Sentir miedo de que las llaves medio quemadas que encontraron entre las cenizas en la fosa de Cieneguilla abran la puerta de la casa de Amaro Cóndor, el estudiante de La Cantuta asesinado por militares: ver al fiscal forcejear con la chapa ante los flashes y rezar porque no abra, que no abra, que no abra y la llave abre, maldita sea, otra puerta más que da directo al mismo espanto al que nunca nos cansamos de volver.

Sentir miedo de salir a la calle sin documentos y que un policía nos detenga a la vuelta de una esquina, nos encierre en cualquier sótano hediondo y nadie vuelva a saber nunca de nosotros. Sentir miedo de haber tenido la mala suerte de haber salido a comprar el pan y pasado cerca del lugar del atentado o de llamarnos igual que algún buscado por la justicia y que ese error tan clamoroso, (cometido por un juez inapelable, encapuchado), sea reconocido por el Estado después de ocho años de tenernos sepultados vivos, tallando virgencitas sobre huesos de pescado o pedazos secos de jabón Bolívar, en una celda en la que hay que dormir sentado porque no hay espacio para echarse ni manera de contar el tiempo porque no hay cómo saber cuándo es de noche y cuándo de día.

Sentir miedo al enterarnos, por boca de un ex -miembro del Grupo Colina que tras haber “ejecutado un operativo”, es decir, tras haber asesinado a mansalva a los peruanos y peruanas de todo los tamaños que les mandaban asesinar, les tocaba, a veces, meterlos a la maleta e ir a enterrarlos a algún cerro perdido en las afueras y que cuando, entre gallos y medianoche, estaban logrando a duras penas tapar la fosa, la tierra comenzaba a sacudirse bajo sus botas porque, carajo, alguno de los muertos seguía vivo y, puta, qué palta, había que echar tierra más rápido para que no se te fuera a escapar del hueco ese rechucha.

Sentir miedo al ponerse a pensar cuántos torturados y cuántos muertos que ya nadie llora habrán sido lanzados a los abismos o fondeados en el mar para que nunca los puedan contabilizar siquiera las estadísticas. Sentir miedo de que cualquier ser querido nuestro llegue a estar, por mala suerte, alguna vez a merced de alguno de esos comandos de élite que, como parte de un entrenamiento altamente especializado, tienen que criar un cachorrito recién nacido, alimentarlo y cuidarlo amorosamente y años después matarlo a puñaladas, abrirle el vientre y comerse todas sus entrañas, embadurnándose de pies a cabeza para no ser considerado un cobarde sino, más bien, todo un patriota.

Sentir miedo al escuchar el testimonio feroz de Exhaltación Vargas, el sobreviviente insospechado de esa carnicería absurda y enloquecida que fue la Masacre de El Frontón, de esos ríos de sangre de los que tanto hablaba Villanueva del Campo, ¿Se acuerdan? Sangre que mancha más que la tinta indeleble de las mesas de sufragio porque ha manchado para siempre –y diga lo que diga– las manos aspaventosas de Alan García que ahora se desvive por convencernos de la decidida lucha que –comandando a esa caterva abyecta de asesinos– dice haber librado por la pacificación.

Sentir miedo de nuevo cuando alguna autoridad vuelve a restarle importancia al rebrote terrorista y recordar automáticamente la imperdonable y criminal ceguera que hizo presa del honestísimo y gallardo presidente Belaúnde cuando, a inicios de los 80, se refirió a los sanguinarios senderistas como “abigeos” ¡Abigeos! ¡Es decir: ladrones de ganado! Abigeos que le costaron al país tantas decenas de miles de muertos que acaso se hubieran evitado –también– con gobernantes menos candelejones, tibios y cacasenos.

Sentir miedo cada vez que vemos aparecer otro absoluto cretino declarando sandeces inauditas y comparables a las que perpetraba Valentín Pacho, connotado líder sindical, conspicuo miembro de la Izquierda Unida y orgulloso delegado del Perú en todos los besamanos a Fidel, muy recordado por haber dicho en 1989 que de llegar su variopinta alianza al poder y en aras de la lucha contra la pobreza sería menester “fusilar a todos los empresarios”, comentario que, como puede verse, marca distancia de modo tajante con la lógica homicida de Sendero.

Sentir miedo de evocar las lágrimas viriles –y culposas– de Monseñor Cipriano al anunciar su hondo pesar de que todos los emerretistas de la residencia del Japón hubieran muerto (de un infame tiro en la nuca, ahora lo sabemos ¿lo supo él?). Pensar que pastor tan humilde de corazón y noble y bueno y misericordioso haya sido durante tantos años la única alternativa que tuvieron los ayacuchanos más pobres para defender “es cojudez” que eran sus choleados derechos humanos, francamente, da indignación.

La misma indignación que, personalmente, me genera comprobar el nivel extraordinario y casi unánime de estupidez que exhiben la mayoría de comentarios hechos al informe Final de la Comisión de la Verdad por políticos, periodistas, analistas, columnistas y onanistas: que está sesgado, que refleja un enfermo deseo de venganza, que no hay que hurgar en las heridas del pasado, que nadie los ha nombrado jueces, que no existe la figura de responsabilidad política, que no condena suficientemente a Sendero, que no se puede poner en el mismo nivel a las Fuerzas Armadas o –por último y esta es mi favorita– que los comisionados cobraron mucha plata y que con esa plata la Municipalidad de Lima hubiera podido inaugurar nuevas obras. Ave María.

¿Quién dijo que el Acuerdo Nacional no era posible? Señoras y señores, bienvenidos a la soñada concertación: Paniagua, Fujimori y García, Flores-Aráoz, Cabanillas, Rey, la Chávez y Barrón, por fin todos en ronda y de la manito. Y en la angurria electoral, hermanitos. Suave, locos, aquí no ha pasado nada. ¿Cuántos muertos dijo? Nooo, imposible. Aguanta tu carro. Qué va a ser. ¿Sesenticuánto? No, no se pasen, pues.

No puedo creer que ese sea el tono de la discusión. No han entendido nada. O mejor dicho, no han aprendido nada. Todo lo que he escrito líneas arriba –aunque se queda irremediablemente corto –intenta describir el Perú que me tocó en suerte. Y si, yo hubiera querido vivir en un país en el que matamos sin cesar no fuera indispensable. En el que no hubiera que caminar chapaleando en sangre. Pero ya lo dije, esto es lo que me tocó. Un país sumamente rico en homicidas. Me subleva. Como a todos, espero. Yo creía que la guerra nos había legado 25,000 muertos. Ahora resulta que fueron más de 69,000 ¿vamos a enfrascarnos ahora en discusiones aritméticas? ¿Políticas, morales, religiosas, filosóficas? ¿Vamos a competir entre todos para saber cuál de nuestros asesinos es el menos asesino? La Comisión de la Verdad y la Reconciliación ha trabajado duro y parejo para poder darnos a los peruanos la peor de las noticias. Todos se quejan, en consecuencia. Todos chillan. El médico nos dice que tenemos cáncer y no se nos ocurre mejor cosa que pegarle. Es horrible lo que nos dicen. Pero nos jode tanto porque es verdad y desde esta página, sin influencia alguna, lo agradezco de veras. No sé si cobraron mucho o poco, no sé si se dejaron llevar en algún momento por su corazoncito progre, se están a favor o en contra de Toledo, no me importa. Les creo. A toda esa gente que se quemó las pestañas y se rompió los lomos para que ahora todos conozcamos esto que somos. A la practicante de leyes que se fue hasta la punta del cerro para recoger un testimonio olvidado, al testigo que venció el miedo y, estallando en llanto, contó su historia veinte años después, a la digitadota que, acaso, obvió la fiesta del sábado y se amaneció tipeando interminables listas de difuntos llamados “N.N. Juan” y N.N. María” o al estudiante de periodismo que aprendió a no tener miedo de seguir investigando. A todos ellos, eternas gracias. La Comisión de la Verdad nos ha revelado una auténtica tragedia: nos mataron miles de hermanos y, en vez de llorarlos, no se nos ocurre otra cosa que negarlo, que decir que es mentira, que debe tratarse de un error y que, por último, no es nuestra culpa. Pero nadie es inocente. Porque el asesino tiene nombre de país. Nos han revelado, como iba diciendo, nuestra hecatombe en todo su esplendor. Sorpresa. Todos estábamos muertos.

PERÚ21
Domingo 31 de Agosto 2003
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PERU 21 ENERO 15, 2012

Estimado nominado

Nos llevaron con engaños. Habíamos sido nominados antes pero a la premiación jamás llegábamos. Esta vez, en cambio, sí nos invitaron y, con la amarga experiencia de otros años, esa sola llamada, lógicamente, equivalía a un definitivo e impajaritable And the winner is…

Beto Ortiz, Pandemonio
bortiz@peru21.com

Lógicamente nos alegramos y así, imbuidos de un entusiasmo comedido que, de la boca para afuera, se asemejase a la serena satisfacción del deber cumplido, llegamos incluso a entretener la loca idea de que quizá había llegado el momento de abandonar nuestro viejo cinismo tumba-la-rumba para aprender por fin a alegrarnos con el tipo de cosas con las que se alegran todos los demás animalitos del Señor. Nótese cómo estoy hablando de mi en primera persona del plural: nos alegramos. Redacción mayestática, que le dicen. Tremenda huachafería. Pero preferible a hablar de uno mismo en tercera persona como futbolistas: Beto Ortiz está contento con el triunfo. Cacasenos recursos de los que uno debe valerse cuando –como en los sucesos que pasaré a narrarles a continuación– resulta demasiado doloroso para el ego decir: yo. Como, por ejemplo, en la siguiente, ilustrativa frase: yo creí que había ganado pero no.

Una llamada telefónica fue el inicio de mi lacerante Gólgota privado. A fines del 2011, un buen año en el que –perdonando la humildad– me había ido mejor que nunca, un periódico, (al que, a partir de aquí y para no herir susceptibilidades, llamaremos El Periódico), había tenido la generosidad de incluir mi nombre en dos de sus listas de candidatos a lo mejor de la tele. Me habían puesto a competir con Gisela en la terna de aspirantes a La Figura del Año, ímprobo desafío que, como puede verse, equivalía a batirse con Vanessa Tello en la categoría El Poto del Año. Íbamos muertos desde el saque. La segunda terna, sin embargo, lucía humanamente alcanzable: mejor noticiero. Si pasamos por alto el pequeño detalle de que El Periódico es dueño de un canal de televisión en el que yo no trabajo, el único inconveniente era un factor que parecía un gazapo del redactor: me habían postulado con “el otro” noticiero, es decir, con el que antes hacía en “el otro” canal de modo que, si ganaba, el enemigo podría terminar beneficiándose con esa victoria ajena. En fin, qué me importaba. A todos los hijos se les quiere igual. Lo importante no era competir sino ganar. La actitud era completamente ¡Sí se puede! y en ese estado mental me encontraba cuando sonó mi celular y una voz aterciopelada de flight hostess me dijo: Lo estamos llamando de El Periódico para solicitarle su correo electrónico en caso de que sea necesario convocarlo a la entrega de los premios. O sea: no se nos emocione mucho todavía. “Me vas a terminar escribiendo, mamita” –pensé. Y dicho y hecho: semanas más tarde, el providencial e-mail arribó a mi bandeja de entrada, refiriéndose a mí con un verso que ahuyentó cualquier pensamiento adverso y trajo a mis pies todo el universo: Estimado nominado.

Tenemos el agrado de invitarlo –continuaba diciendo la tarjeta virtual– a disfrutar del brindis de culminación de Los Premios que se llevará a cabo junto a la sesión de las fotos de los ganadores. Era un mensaje ambiguo, sí, y confuso también pero en aquel momento Kodak no me iba a detener en análisis gramaticales. Acostumbrado como estaba a que, al final, nunca me invitasen a las galas de ninguna argolla, sentí brotar en mi almita emprendedora la misma chisporroteante algarabía de la pujante Flor Regional de Huaraz a la que un día le entregan la banda de Señorita Fotogenia en un Miss Mundo. ¿Y ahora? ¿Qué te vas a poner? –me preguntó, muy sofocada, mi amiga Giorgetta, asesora de imagen de toda una pléyade de celebridades del tercer mundo –¡No puedes ir en terno, no seas ridículo! El terno es tu uniforme de trabajo, todos los días te pones lo mismo, mejor anda en mameluco! Y, de inmediato, sacó una montaña de revistas de moda para demostrarme que tenía que ir casual pero elegante pero divertido pero ejecutivo pero informal pero versátil pero distinguido. Arrancó la página de un GQ y me dijo: vamos a copiarnos con roche este look. ¡Giorgetta, no me jodas!, peso 40 kilos más que el modelo de la foto y no me pienso poner jean negro con zapatos amarillos. ¿Acaso no tienes zapatos rojos? Okey, ponte los anaranjados. Fin de la discusión ¿Tienes una camisa lila? Giorgetta, esto es demasiado. ¡En Europa nada es too much, estúpido! Te recuerdo que esto es Jesús María. Cállate, ¿dónde hay un blazer azul? Tengo este pero es de pana, hace 30 grados, me voy a cocinar al vapor. No importa, el look es el look. ¡Necesito una corbata lila con naranja! ¡Y medias lilas! ¡Y un pañuelito para el bolsillo del saco! Yo no uso esa vaina, comadre, no soy Chehade. Cállate. Nos vamos en este mismo instante a comprarte un pañuelito de seda donde sea. Y mañana, first thing in the morning, reservamos un privado para 20 en Amor A Mar para celebrar. La vanguardia es así.

Al anhelado cónclave –que, contra lo que había pensado, no era en el Lincoln Center sino en un amplio estudio de fotos denominado “La Maloca”– llegué, como chancón, más temprano que las propias anfitrionas en mallita. El que sí estaba en su puesto era el disc jockey que rellenaba el vacío ominoso haciendo alarde de peruvian chill out. Me senté, solito mi alma, a una de las cuatro mesitas tipo bar que había allí para esperar. Y para sudar como un elefante con mi lindo pañuelito en el bolsillo del traje de invierno, haciendo malabares en lo alto de aquella banquita en la que, a duras penas, cabía un pequeño porcentaje de mi jubilosa humanidad. En esas andaba cuando, para salvarme del tedio y la molicie, llegó Gianmarco en zapatillas, completamente de entrecasa, me dio un abrazo, recogió un par de trofeos sin mayor trámite, como quien recoge su ropa de la lavandería, payaseó ante la cámara, nos contó un chistorete y se fue. Las horas comenzaron entonces a transcurrir con oleaginosa lentitud y Manuelcha Prado caminaba en círculos. Como el solitario actor que fungía de maestro de ceremonia no tenía micrófono había que estar muy atentos a lo que dijese como cuando uno juega bingo pro-fondos en la parroquia o espera su turno en el Hospital de la Solidaridad. Se procedió a entregar el premio al mejor restaurante nuevo –en ausencia– a Gastón y el chef Rafael Piqueras, que había dejado las ollas en el fuego, salió chutando. Y cuando un melancólico mozo escanciaba lánguidamente su champán y me apertrechaba de sanguchitos llegaron, por fin, dos caras conocidas, Anita Trelles y Pilar Higashi, muy guapachosas ellas, superproducidas. El fotógrafo del evento se nos acercó a pedirnos que posemos juntos frente a los ventiladores. Pelos al viento. La cuenta regresiva llegaba a su fin. El momento de gloria había llegado. De repente, un aciago pensamiento me asaltó: Wait a minute! Ana y Pilar hacían un noticiero. Yo hacía otro. Era imposible que hubiéramos ganado al mismo tiempo. Oh, shit. Sin dejar de pelar las muelas para las fotos, mascullé:

- Oye, Anita, aquí hay algo que no cuadra: si tú y yo estamos nominados en la misma categoría, quiere decir que uno de los dos NO ha ganado.

Descubriéndose, de súbito, en medio de una joda de Tinelli pero sin perder el garbo ni un instante, la agraciada coleguita respondió :

- ¿Uno de los dos nomás? Qué optimismo. Sonríe, baby, estás en cámara escondida.
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PERU 21 ENERO 8, 2012

Figuritas favoritas II

Segunda y última entrega de nuestro personal diccionario de los grandes hechos y personajes que marcaron el pulso del año que se fue.

Beto Ortiz, Pandemonio
Marco Zunino: Nos podrá caer bien o mal pero, no jodamos, ¿un peruano en el papel protagónico de “Chicago”? ¿Un Billy Flynn limeño en Broadway? Eso es más de lo que ningún actor nacional soñó nunca alcanzar.

Marca Perú: Nos quedó clarísimo en Perú, Nebraska: los peruanos nos caracterizamos por nuestro derecho a comer rico y a correr unos tubazos. Los peruanos, qué duda cabe, tenemos todos programa propio en Plus TV.

Markarián: Su temperamento, su liderazgo y, sobre todo, su voz en off en el comercial de una gaseosa pusieron a todo un país a soñar. Hasta que nos despertamos.

Martín Belaúnde: Confiesa que invertirá gastos de instalación en su carro. Inspecciona el Monumental, La Herradura, el Tren Eléctrico. Es el cadáver de todos los sepelios. Se perfila con fuerza como el Brad Pizza del congreso.

Matamos Menos: Yo te había invitado para que me cuentes cómo habían hecho para financiar la campaña de Keiko con una rifa en la que nadie reclamó sus premios. Nada más. ¿Qué pasó por tu cabeza, Jorge Trelles? ¿En qué estabas pensando cuando lo dijiste? Muchas gracias.

Mocha: ¡Cualquier fin de semana de éstos te caigo por Montevideo, embajadora! ¡Tenemos que ir al Mercado del Puerto a aplicarnos un asado parrillero, un chivito, unas morcillas, unos chinchulines, unas mollejas que pa’ qué te cuento!

Mordaza, ley: “Agradézcansela a Bayly” –me dijo un triunfante Javier Bedoya de Vivanco con su mejor sonrisa de jojolete.

Nadine: Cuando veas un retrato de Ollanta y te parezca que está solo, mira de nuevo. Allá atrás, colgando alguna bolita en el árbol de navidad estará Nadine, con sus mejores galas. Te lo garantizo.

Nocturnos, programas: Convertidos en líderes de opinión, los actores conquistaron su derecho a editorializar. El periodismo no será más patrimonio exclusivo de los abogados.

Oblitas: Su memorable spot, o mejor dicho, su vergonzosa oda a las empresas mineras y su patética lógica de plumón y pizarrita lo consagraron como el modelo de publicidad electoral más idiota de la historia.

Olón: Ortiz de Zevallos me explicó que toda la arena que se llevó la marea, tarde o temprano, volverá. Yo le creo. Es una cuestión de yin y yan. De eterno retorno. Del devenir inexorable de las cosas. Sentado en una piedra yo te espero, oh, arena.

Paolo: Os demorásteis demasiado en admitir que él es el máximus. Herejes. Sin saber nada de balompié os lo vengo repitiendo hace centurias.

Paracas: De nada sirvieron los aterradores testimonios de los sobrevivientes del incendio. A la hora de apagar el único fuego que les preocupaba: el del escándalo, los extinguidores de Paracas Double Tree Hotel by Hilton sí que funcionaron a la perfección.

Pepa Baldessari: Francamente, hubiéramos preferido que nos enseñaran otro poto. Cualquier otro poto, caballero.

Pierina: Una niña víctima de un crimen macabro que pareció sacado de la mente diabólica de Stephen King y una etérea opinión pública que se aburrió de ella en 15 días y pasó a otro tema.

PPKuy: Peter Paul donó su excedente de cuyes de peluche para una chocolatada. Si vendía los cuadros de su sala, acababa con toda la pobreza del país. “PPKuy ¿Qué es esa vaina?” –se preguntó Toledo.

Procuratroll: Cuando le dije a Julio Arbizu que se parecía al Loco Vargas sonrió con cierta complacencia. No se parece, ES el Loco Vargas. Luego de que un piano le cayó encima.

Raffo: No es injuria repetirlo porque hasta él lo sabe. Si va preso, su delito principal será haberse esmerado siempre tanto en ser así de antipático y chinchoso.

República, La: Quizá el detalle pasó desapercibido pero el aviso publicitario de su relanzamiento es el primero en la historia de este país que muestra a una pareja gay sin fines de mofa.

Romina: Las bestias que la dejaron lisiada no saldrán nunca de prisión pero, ¿y si le hubiera pasado lo mismo a la hija de algún “importante”?, ¿habría vuelto a convocar Humala a aquel famoso Consejo Nacional de Seguridad que ha sesionado dos veces en medio año?

Rómulo: Por fin la juventud peruana podrá leer su inspiradora biografía. De los creadores de Vaticano, Polvo en el viento, muy pronto en nuestras librerías; Rómulo: Maestra vida, camará.

Rosales, Blanca: Ahora que es la Reina y Señora del Canal 7, se limitará la doña a la propaganda presidencial, ¿o volverán acaso, como con Toledo, a comprar cantidades industriales de enlatados tan frescos como La Familia Ingalls y Ultramán?

Schiaffino, Pedro Miguel: Si Gastón es el Maradona de la cocina peruana, Pedro Miguel es su Leo Messi. The next big thing. Como decía el comercial de Cerelac: cuando yo sea grande, ya verán.

Tapia, Carlos: Cuando se peleó con Rosa Palacios me pareció un poco grosero. Lo respeté bastante más cuando se peleó con el régimen. Será recordado por haber sido el primero en advertirnos acerca de dos peligros inminentes: Favre y Villafuerte.

Tapia, Jessica: La sigo siempre porque sus twitts son verdaderas clases maestras de periodismo:“Quiero ir a cubrir el Foro Economico Asia Pacífico. Que sea en Hawaii no es mi mayor motivación. Tengo experiencia y bikini.”

Tamalito: Óyeme, Ciro Taype: si Tamalito puede pegarla de cebra estilizada, para tu próximo desfile de verano anda confeccionándome una zunga atigrada. Con concha y pana.

Terrucos: ¿Por qué les maltratan sus sagrados derechos? ¿Por qué les recortan sus libertades constitucionales? ¿Por qué no los dejan ir de shopping a Fifth Avenue, a Les Champs Elysées? ¡Pobechitos los tuquitos!

Vargas: Loco, ¿cómo ves a Chile? ¡Con los ojos! (Un grande. Mi respuesta favorita del 2011)

Villafuerte: Lo que da miedo no es escuchar a Tapia asegurar que Villafuerte es más peligroso que Montesinos. Lo que da miedo es el motivo: Montesinos sí es inteligente.

Villarán: A veces uno se da el lujo de aceptar un desafío solamente porque está absolutamente convencido de que NO lo va a lograr. Pero la vida –con su retorcido y extraño sentido del humor– nos sanciona con un triunfo multitudinario. ¿Y entonces? Run, Forrest, run!!

Waldir Felipa: La conejita Belén jugaba a ser Demi Moore pero nuestro Ashton Kutcher de Chincha nos duró menos que lo que dura una pirueta. O un gemido.

Yanacocha: Cocha= lagunita. ¿Yanacocha?, ya no cocha. Cocha ya no.

Yotún: Ya se sabe que los chapes del Loco Vargas son chacota pero los sublimes escarceos entre Yoshimar Yotún y Giancarlo Casas al borde de la cancha fueron el acontecimiento homoerótico del 2011. A todos nos pasa alguna vez.
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PERU 21 ENERO 1, 2011

Figuritas favoritas
Nuestro personal diccionario del año que se va.

Beto Ortiz, Pandemonio
Aduviri: “El señor es nuestro huésped” –dijo el gerente. Y nos quedamos todos con el aymara adentro.

Alexis: “-¿Tú conoces Rusia? – No. – ¿Vao? -¡Vao pe’!” Así me resumió el congresista GP Josué Gutiérrez la historia secreta del affaire ruso del hermanísimo Alexis.

Alvarito: Si gana Humala, invertiré mis ahorros en el Perú – dijo. En qué sector productivo los andará invirtiendo, ¿no? ¿Espárragos, papas nativas, caracoles?

Anicama, marido de la: “Las señales de cable son libres y son de todos, están en el aire. ¿Telefónica ha pagado los 250 millones de impuestos que le debe al estado? Ladrón que roba ladrón tiene mil años de perdón”. Eloy Yong se llama. Remember that name.

Apoteósico: Grito de locutor en off. Apotéosico: del latín apotheosis: deificación. En el mundo clásico, concesión de la dignidad de dioses a los héroes. En la pista de baile, el héroe se transforma en dios. O en conejito.

Baca, Susana: ¡Y Baca Er! ¡Y Baca Er! –pronosticaron. Y Baca cayó. O mejor dicho, vacó. Igual te queremos, Susy.

Beso Benetton: No sé a ustedes pero a mí, la foto del imán besando al papa no me escandalizó tanto como la foto de Ollanta posando feliz con el rosario que Cipriani le obsequió.

Biblia: Libro sobre el cual un candidato muy embalado jura lealtad a un auditorio de ilusionada gente progre de la que se irá deshaciendo paulatinamente conforme se afiance en el poder.

Butters: Si él dice que no es homofóbico, le creemos. Y no lo discriminen que ustedes tampoco están libres de tener un hijo así. Así como Phillip, digo.

Ciro: Fue el más buscado de la historia y lo encontraron pero todavía hay quince mil desaparecidos en el Perú. Es año nuevo y los seguimos esperando.

Cachapútec: Siempre he pensado que eso es lo que, en realidad, le estaban diciendo quienes llamaban Pachacútec a Toledo en la campaña. Tiene sentido.

Cacho: Humildad. Extraños son los caminos que la vida eligió para enseñárnosla, Cachito.

Camiseta: Y la tragedia Oyarce nos enseñó que ninguna camiseta vale una vida. Pero parece que sí vale una amistad, ¿o me equivoco, chino?

Catre: Quién diría que lo único realmente memorable que logró Rosario Ponce en sus 15 minutos de fama fue una frase calentona para la historia: “Precioso, quiero romper el catre contigo”. Que me manden ese mensajito. Alguien. Pronto. Por favorcito.

Cayetana: La dulce y cruel colegiala de Las Malas Intenciones se convirtió en el lindo símbolo de nuestra época más fea y en el personaje más inquietante del cine peruano.

Chávez, Martha: Dice que jamás volverá a una entrevista conmigo porque cuando armó su bullanga en el Congreso yo la comparé con una tamalera. Aquí, mis rendidas disculpas. A las distinguidas tamaleras.

Chau, Canáan: Una mañana Rey salía de mi set y Chehade entraba. En eso, el primero exclamó: “¡Chau, Canáan!” y el segundo le contestó: “¡Chau, Montesinos!”. Nunca entendí del todo tan críptica despedida.

Chehade: Una infidencia que espero no le cueste el puesto a nadie: Cuando gestionábamos la entrevista exclusiva con Omar, uno de sus asesores me confesó que, para protegerse del chuponeo telefónico, se referían a mí –en clave- como El Señor De Las Corbatas. ¿Y a Chehade? A él le decimos La Princesa. (Me puse celosísimo).

Comeoro: Llámenme prejuicioso pero desde el instante en que tuve a Amado Romero sentado delante de mí, desde que abrió la boca, no pude evitar preguntarme en silencio: ¿por qué siempre escogeremos gente así?

Conga: Tengo la impresión de que el presidente ha sido malentendido. Permítaseme fungir de traductor. Dicen que dijo “¡Conga va!” Me parece que lo que dijo fue: “¿Conga? ¡Bah!”

Damas a Trabajar: Acusado de regentar burdeles en Pasco, el congresista Néstor Vallqui de Fuerza 2011 se defendió recordando que él era tan defensor de los derechos de las mujeres que hasta había fundado “Damas A Trabajar”. Bueno…

Don Isaac: “Antauro es loco pero tiene la locura de Cristo que también fue un loco. Los grandes hombres son locos.” –me dijo el patriarca demostrando una vez más que, a su edad, está más cuerdo que todos nosotros juntos.

Facundo Cabral: “Olvidar las cosas malas también es tener buena memoria. El olvido es una cortesía de Dios” –decía Facundo cuando nadie imaginaba que un hombre así podría morir acribillado.

Fácil que: Entre los neologismos detestables engendrados por la juventud bravaza de Lima elijo los tres peores: “fácil que” como sinónimo de “seguro que”. “Lo es todo” como sinónimo de “lo máximo” y la estúpida muletilla “mal” al final de cualquier oración: quiero ir a Gótica mal, amo Pinkberry mal, me pica el poto mal. Cero cinco.

Gerson Falla: El peruano del año, si me perdonan la insistencia. No puede ser que ocho policías te maten a golpes, dejen huérfano a tu hijo y ahora sigan por la vida, tan campantes. No puede ser que Ariel Bracamonte y Rosario Ponce nos preocupen más.

Guardianes socráticos: Los soldados quizá no, pero, ¿recordará el primer mandatario la agitada biografía del viejo Sócrates? Para refrescar ciertos conocimientos recomendamos a los cadetes la entusiasta lectura del blog Alcibíades Enamorado.

Huevoduro Altuve: “Si gana Humala el más feliz de todos va a ser Alan García porque será el líder de la oposición” –nos dijo Fernán el 20 de mayo. Una oposición hoy tan feroz como la de todo el fujimorismo y la derecha. I love to hate you.

Ica: Sede de la primera y última sesión descentralizada del Congreso de la República. Será recordada solamente por el choque que dejó como saldo la hidrocefalia de la Chacón.

Inclusión Social: La letanía de Ollanta. Su mantra. Hay que repetirlo hasta que sea cierto. O hasta que el concepto quede absolutamente desprovisto de significado.

Lobby: Desde programas de TV financiados por presuntas bolsas de las mineras hasta narradores y editores generales que groseramente defienden intereses particulares. Nunca se cayó tan bajo. Ni con el doc.

1 comentario:

fernando bendezu dijo...

dios mia que bien escribe la gorda

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