AYACUCHO: AL RESCATE DEL BOSQUE DE TITANKAYOC Y LA PUYA RAIMONDI

EL COMERCIO SETIEMBRE 19, 2010

Ayacucho: al rescate del bosque de Titankayoc y la puya Raimondi

Dada la amenaza constante de la quema sistemática en la zona, el Gobierno Regional de Ayacucho, Cáritas y el Fondo Ítalo Peruano se han propuesto rescatar esta majestuosa especie y convertir a Titankayoc en un Área de Conservación Regional

Por María José Fermi

Después de una caminata de casi hora y media sobre los 4.600 metros de altura, uno llega a creer que es el fin. Sin embargo, cuando lo que nos espera en la parte más alta de la montaña es un impresionante bosque de puyas Raimondi, las fuerzas otra vez nos acompañan. Hay que decirlo de arranque: llegar al Titankayoc –10 mil hectáreas pobladas por la majestuosa planta que lleva el nombre del estudioso italiano– vale la pena pese al inmenso esfuerzo.

Saliendo de la ciudad de Huamanga se debe tomar la ruta que va hacia Andahuaylas. El tramo, antes afirmado, está ahora en pleno proceso de asfaltado. Después de una hora de recorrido (y parando a comer unos estupendos chicharrones en Condorcocca), el camino se bifurca y uno debe seguir por el tramo –este sí, únicamente afirmado– que conduce al pueblo de Vischongo, en el distrito de Vilcashuamán. Una hora y media después de salir de Huamanga se llega a la localidad de Chanchayllo (3.600 m.s.n.m.), primer punto obligado para quienes desean conocer la situación real de la puya Raimondi en nuestro país. A primera vista, el paisaje del bosque de puyas de Chanchayllo resulta espectacular: cientos de ejemplares de hasta doce metros de alto se elevan imponentes sobre las laderas de la montaña. Sin embargo, al acercarse, uno se percata de que casi la mitad de las titankas –nombre quechua con el que se le conoce a las puyas– están quemadas. De muchas de ellas solo quedan restos carbonizados en el piso.

Llamen a los bomberos
La quema de puyas –ya sea parcial o total– es una actividad que se realiza de manera sistemática en la puna peruana. No hay rincón del bosque que no haya sido atacado; ni siquiera las plantas que crecen en la misma punta del cerro –a más de 4.600 metros de altura– se salvan. Las razones son diversas. “El tallo de la puya Raimondi está rodeado de hojas llenas de espinas que se curvan hacia la base”, explica el ingeniero Walter Ascarza, de Cáritas Ayacucho. “Cuando los pobladores llevan a sus animales a pastar, muchos de estos quedan atrapados entre las púas y mueren”. La imagen de ovejas y carneros ensangrentados y enredados en la planta provocó el mito andino que decía que las puyas Raimondi eran plantas carnívoras. De esa creencia queda actualmente solo el recuerdo, pero sí persiste la quema de la parte baja de la planta (aproximadamente dos metros) para que los animales no se lastimen con sus hojas.

El quemado y la tala se dan, también, por los requerimientos de ampliación de fronteras agrícolas. Buscando aumentar sus terrenos de cultivo, los comuneros arrasan con lo que se les ponga al frente, obviamente, incluyendo a las puyas. Aunque sea difícil de creer, otra de las grandes amenazas para la puya Raimondi es el eucalipto. “Los pobladores queman y matan a las puyas para, en su lugar, plantar eucaliptos, una especie exótica que no pertenece a este ecosistema pero que les da madera, leña y protección contra los vientos”, sostiene el ingeniero Ascarza.

La quema de titankas está tan aceptada entre los comuneros que incluso hay los que creen que “cuando uno les prende fuego en la parte de abajo crecen más altas. Si no, se quedan chiquititas las puyas”, como dice Raida Barzola Ayak vecina de Chanchayllo. Esto, por cierto, ha sido desmentido por estudios botánicos.

Al caminar dentro del bosque de Chanchayllo –en el distrito de Chiara– se puede ver que al lado de las titankas carbonizadas se levantan pequeños eucaliptos recién plantados. Lo cierto es que, por momentos, da la impresión de estar en medio de un cementerio de puyas. Un poco más allá, sin embargo, dos de estas fascinantes plantas animan el panorama: están en plena etapa de florecimiento. Las puyas Raimondi viven entre 80 y 100 años y florecen solo una vez antes de morir. Sobre lo que parece un gran racimo de ocho metros crecen más de 33 mil florecillas blancas con más de 40 millones de semillas. Volando alrededor de estos gigantes y sacando hasta la última gota de néctar, se puede ver a un par de picaflores gigantes (de unos 30 centímetros cada uno). Pero aún falta por verse lo mejor.

Puyas en flor
A media hora de Chanchayllo está la comunidad de Vischongo (3.140 m.s.n.m.), un pueblito que, además de ser la puerta de entrada para el otro bosque de puyas, el Titankayoc, comercializa excelentes tunas y nísperos. Es preferible hacer la excursión al bosque temprano por la mañana, por lo que pasar una noche en los albergues que Cáritas Ayacucho ha acondicionado en Vischongo o en la comunidad vecina de Pomacocha es lo más recomendable. Desde Vischongo hay un estrecho camino que trepa el cerro colindante con el pueblo y que, quince minutos después, desemboca en la puerta del bosque. Desde este punto, a casi 4.200 metros de altura, solo queda caminar.

La primera parte del camino es alentadora, pues nos lleva montaña abajo. Después de cruzar un riachuelo, comienza lo difícil: subir el Ambrancaychayocc hasta pasar los 4.600 m.s.n.m. Perderse es imposible: el camino de tierra está bien señalizado y por partes hay hasta unas escaleras de piedra. La subida toma, más o menos, una hora y media –depende de cómo se ande físicamente–. Mientras se avanza en la subida, las puyas comienzan a aparecer, primero esporádicamente y, luego, rodeándolo todo. Uno llega a la cima casi sin aliento y, al ver el paisaje que lo espera, se demora aun más en recuperarlo. Hay titankas gigantes hasta donde la vista llega a distinguir. A diferencia de las puyas totalmente carbonizadas de Chanchayllo, las de Titankayoc están solo quemadas en la parte baja para evitar que el ganado ovino se enrede, por lo que es más fácil trabajar a favor de su conservación.

Área de conservación
Para detener la depredación sistemática de puyas Raimondi, el Gobierno Regional de Ayacucho, Cáritas Ayacucho y el Fondo Ítalo Peruano han desarrollado el Proyecto Conservación y manejo sostenible de la biodiversidad y fomento de ecoturismo en las comunidades campesinas de Chiara y Vischongo. ¿El objetivo principal? Lograr que el bosque de puyas sea reconocido como Área de Conservación Regional. “Si llega a recibir esta categoría, el bosque estaría protegido legalmente por la Constitución para mantener su biodiversidad”, explica Cristina Miranda, consultora en temas medioambientales. El Estado otorgaría, además, un presupuesto anual destinado a proteger y mejorar el Área de Conservación. “Con ese dinero planeamos tener guardabosques que eviten la quema de puyas, aumentar la señalización y mejorar los caminos para facilitar la visita de turistas”, dice Miranda.

Actualmente, el proyecto está siendo analizado por el Servicio Nacional de Áreas Naturales Protegidas por el Estado (SERNAMP) para su aprobación. Sin embargo, no solo en trámites técnicos hay que trabajar dentro del proyecto. “El problema con las personas que viven cerca al bosque –y que son las que, efectivamente, queman las puyas– es que no ven qué beneficios les puede traer el hecho de conservar las titankas”, dice Iván Yauli, uno de los responsables del proyecto de parte de Cáritas. Y es que es lógico: no ganan terreno para sus cultivos, no consiguen tanta madera y sus animales pueden resultar heridos.

¿Qué obtienen entonces a cambio de cuidar las puyas? “Lo que venimos haciendo es mostrarles a las comunidades que conservar la biodiversidad del bosque sí es algo bueno para ellos. El ecoturismo es una gran oportunidad de desarrollo sostenible para la gente que vive aquí”, señala Yauli. Desde el año pasado se vienen realizando talleres de sensibilización y capacitación con las comunidades vecinas, charlas dentro de los colegios y hasta concursos de dibujo y pintura sobre la puya Raimondi.

Además, se han implementado albergues ecoturísticos (uno en Chanchayllo, otro en Vischongo y un tercero en Pomacocha) administrados por las Asociaciones de Mujeres Emprendedoras de cada localidad. Si bien no se trata de hoteles cinco estrellas, en los albergues se duerme muy bien –gracias a ese silencio campestre del cual los habitantes de la ciudad nos hemos olvidado– y se come como los dioses, tanto en cantidad como en calidad. Dentro del menú están la puca picante, el caldo de cabeza de cordero o gallina, la quinua y la trucha frita. Raida Barzola demuestra que las Mujeres Emprendedoras la tienen clara: “nosotras queremos que nuestro albergue esté llenecito de gente que venga a ver las puyas. Por eso, después de las charlas, ya no estamos quemando y hasta agarramos las semillas y las plantamos”. Un nuevo futuro puede florecer para las puyas.

Turismo de altura
Biodiversidad e historia alrededor de Titankayoc

El ecoturismo y la visita a los bosques de puyas puede complementarse con un poco de turismo histórico. A solo media hora de Vischongo está Vilcashuamán, un pueblo que tiene un centro arqueológico inca en medio de sus calles: a una cuadra de la plaza central está uno de los últimos ushnu del país –una pirámide rectangular hecha de piedra en la que celebraba ceremonias el mismo Inca–. Además, la catedral de Vilcashuamán ha sido construida sobre un templo incaico (tal como sucedió con el Coricancha en el Cusco). A media hora de caminata desde este lugar está otro de los atractivos de la zona: los baños de Intihuatana, donde además se puede observar la piedra de los 17 ángulos.

Planta récord
Peculiaridades de la puya Raimondi

La puya Raimondi es una bromeliácea que únicamente crece en alturas mayores a los 3.000 m.s.n.m. Fue descubierta y estudiada por el naturista italiano Antonio Raimondi durante la primera mitad del siglo XIX –por eso lleva su nombre– y fue él quien la bautizó como la reina de los Andes del Perú. La titanka es la planta más longeva, la que da más flores y la que da más semillas de todo el mundo. “Crece solo en el Perú y Bolivia, aunque se podría decir que es mayoritariamente peruana, pues existen 27 parques a nivel nacional y en Bolivia solo dos”, cuenta Iván Yauli.
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EL COMERCIO SETIEMBRE 16, 2010

El 72% de los niños ayacuchanos vive en condiciones de pobreza, según estudio de Unicef

La investigación reveló, además, las serias discrepancias e inequidades en el interior del país

(Foto referencial/ Archivo El Comercio)
El Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef) y el Instituto Nacional de Estadística e Informática (INEI) presentaron en Ayacucho el estudio “Estado de la Niñez Indígena en el Perú”, el cual revela que el 53% de niños y adolescentes ayacuchanos entre 3 y 17 años son indígenas y el 72% vive en condiciones de pobreza.

Durante el evento, el Representante de Unicef Perú, Paul Martin, destacó que el objetivo del estudio es contribuir al diagnostico de las vulnerabilidades que enfrenta la niñez indígena.

“El estudio enfatiza avances a nivel nacional y regional. Sin embargo, también refleja serias discrepancias e inequidades al interior del país (en salud, educación, registro de identidad y pobreza) que deberían ser parte de la agenda futura y un desafío para los próximos años”, dijo.

DIFERENCIAS MARCADAS POR EL IDIOMA
El estudio muestra la situación de desventaja en la que se encuentran los niños y las niñas que aprendieron a hablar en quechua, aymara o una lengua amazónica, en comparación con los que tienen como lengua materna el castellano.

Otros datos que se desprenden sobre Ayacucho es que el 36,6% de la población regional (209,768 personas) tiene como lengua materna el castellano, el 63% (361,622 personas) aprendió a hablar en quechua, y quienes lo hicieron en aymara o una lengua amazónica no superan el 0,1%.

La publicación identifica características de la población indígena (el 16% de la población nacional) y de los distintos grupos étnicos que la conforman: quechuas (83% de la población indígena), aymaras (11%) y amazónicos (6%).
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EL COMERCIO ABRIL 25, 2010

El cuy a la leña sostiene a uno de los mejores restaurantes en Ayacucho

Este plato reina en un barrio lleno de restaurantes típicos, donde destaca Las Flores, negocio que hace 30 años fundara Gloria Zaga y que hoy se jacta de su enorme poder de convocatoria

Por Martín Huancas

Huamanga. Una compra inesperada, un sueño misterioso, pero sobre todo una fe inmensa y una buena sazón fueron los primeros ingredientes que utilizó Gloria María Zaga para fundar hace 30 años Las Flores, el mejor restaurante típico de Ayacucho.

Sin embargo, el camino para llegar a tal sitial no se presentó alfombrado con pétalos de rosas. Tipos con rostros cubiertos con pasamontañas y dueños de restaurantes empachados de envidia quisieron quebrar este negocio familiar, pero lo único que lograron fue fortalecerlo, tanto que ahora la dueña está pensando en dar el salto e ir a conquistar la capital con su cuy en la bandeja.

LA MULTIPLICACIÓN DE LOS CUYES
La historia de este negocio comenzó con la compra de 135 cuyes, carne típica de nuestra gastronomía, durante un encuentro misterioso precedido de un sueño. Doña Gloria, mujer piadosa, asegura que la ayuda divina tuvo que ver con esa inesperada adquisición, ya que ella no sabía siquiera cómo criar ese roedor andino. Tres de sus cuatro hijos trabajan hoy en el negocio, mientras que la cuarta le ayuda a rezar, pero desde un convento en Nicaragua.

La mano derecha de Gloria es la hija que lleva su nombre. Ella administra el negocio familiar y lo ha convertido en un restaurante de tres pisos con mirador hacia un hermoso valle. Tan rentable es el rubro gastronómico que en los últimos cinco años otros trece restaurantes que ofrecen el mismo producto han abierto en la zona. “La competencia ha aparecido en los últimos años. Eso nos ha impulsado a crecer y mejorar la atención. Esto lo aprecian los clientes que vienen aquí”, afirma Gloria hija.

Para mejorar la atención al cliente, Las Flores recibe pagos mediante tarjetas de débito y crédito y, además, sus ambientes han crecido al punto de tener capacidad para unas 200 personas. Por si fuera poco, ya empezó a operar el servicio delivery.

PASEMOS A LA COCINA
La carta de Las Flores no es variada, pero al público no le importa. Todos van por el cuy a la leña, preparado bajo estrictas medidas de higiene y siguiendo un proceso definido de cocción. En la cocina se guarda como secreto de confesión la combinación de ingredientes usados para aderezar el cuy.

“Pocos son los que vienen aquí y no comen cuy; para ellos tenemos truchas, chicharrones y lechón. Pero la mayoría no se resiste a la tentación de probar el cuy; la presentación del plato vence los últimos resquemores”, sonríe la hija de Gloria.

El proceso que acaba en el plato del ávido comensal no comienza en la cocina sino en el criadero de cuyes de la familia, así como en las comunidades campesinas cercanas, que proveen exclusivamente al restaurante.

Son las tres de la tarde de un viernes y la gente no deja de llegar a Las Flores. Así como de la cocina de Gloria no dejan de salir los cuyes a la leña que saciarán el hambre más intenso.
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De: comandohaya@gruposyahoo.com [mailto:comandohaya@gruposyahoo.com] En nombre de Estrella del Sur Ayacucho
Enviado el: miércoles, 09 de diciembre de 2009 03:29 p.m.
Asunto: [Comando Haya] FW: 9 de Diciembre/Independencia de HISPANOAMERICA

Estrella del Sur / Italo Villaverde Huaita
INDEPENDENCIA DE HISPANOAMERICA (1810 - 1824)
El 9 de diciembre de 1824 se llevó a cabo la gloriosa batalla de Ayacucho, gesta heroica que selló para siempre la independencia del Perú y de América del Sur luego de permanecer durante tres siglos bajo el dominio colonial español.

Después de la batalla de Junín, Simón Bolívar dejó el mando de las tropas a Antonio José de Sucre. Por su parte, el virrey La Serna nombró al general Canterac como jefe de estado mayor del ejército realista. El 7 de diciembre de 1824, Sucre estableció su cuartel general en las pampas de Ayacucho. El ejército patriota estaba formado por 6 000 hombres y una pieza de artillería, mientras que los realistas contaban con unos 10 000 hombres y 11 piezas de artillería.

La mañana del 9 de diciembre, los soldados de los dos ejércitos se despidieron fraternalmente, pues muchos de ellos eran familiares o amigos. Después de pasar revista a las tropas, Sucre arengó a sus hombres para el combate con las siguientes palabras “¡Soldados! De los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur, otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia”.

El combate empezó a las diez de la mañana. Las tres divisiones realistas atacaron furiosamente, haciendo retroceder a los patriotas. Sin embargo, el joven general Córdova, al notar cierta indecisión de la tropa se colocó al frente de sus soldados en plena batalla y les arengó: “¡Adelante! ¡Armas a discreción, paso de vencedores!” y avanzó en forma decidida y audaz, iniciando una ofensiva que arrollaría al enemigo. Al mediodía, la intensidad del combate había disminuido; el ejército realista se encontraba desorganizado y a la una de la tarde la batalla había terminado con la clara victoria patriota. El virrey La Serna resultó herido y fue apresado junto a Canterac y otros tres mil doscientos soldados.

Al término de la batalla, Canterac y Sucre suscribieron la Capitulación de
Ayacucho, sellando de esta manera la independencia del Perú y América

ESTRELLA DEL SUR /9 de Diciembre del 2009
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INDEPENDENCIA DE HISPANOAMERICA (1810 - 1824)
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BATALLA DE AYACUCHO (9 de diciembre de 1824)
El general D. Antonio José de Sucre derrotó al virrey La Serna en el campo de Ayacucho, que en lengua quechua quiere decir "Rincón de los Muertos". La derrota española supuso la independencia del Perú y del Alto Perú, este último llamado posteriormente Bolivia.

Batalla de Ayacucho. Pintado por Antonio Herrera Toro hacia 1890, según boceto de Martín Tovar y Tovar.

ANTECEDENTES
Después de la victoria conseguida sobre el teniente general Canterac en la batalla de Junín el 6 de agosto de 1824, el ejército de Simón Bolívar llegó penosamente en su persecución a las orillas del río Apurimac. Bolívar o no pudo por estar destruidos los puentes o no quiso cruzar el río; lo cierto es que ordenó al general Jose Antonio Sucre hacerse cargo de todo el Ejército Unido mientras él se retiraba a la costa.

Las intenciones de Bolívar ante esta polémica decisión son inciertas, pues algunos ven en su retirada personal el temor a un enfrentamiento con el ejército realista, acampado y reunido frente a él en Limatambo, mientras que otros lo interpretan como su deseo de organizar en Lima el gobierno de la naciente República a la vez que pedía refuerzos a Colombia. El caso es que las órdenes dadas al general Sucre eran las de organizar los cuarteles de invierno en Andalhuaylas y Abancay, pues se acercaba la temporada de lluvias y no era previsible ningún movimiento por parte de las tropas realistas.

Mientras tanto, el virrey La Serna comenzó una intensa actividad: reunió más reclutas, intensificó su instrucción y reorganizó su ejército, que quedó de la siguiente manera:

• 9.800 soldados de Infantería, divididos en tres columnas al mando de los generales Valdés, Monet y Villalobos.
• 1.500 jinetes de Caballería, al mando del brigadier Ferraz, encuadrados en las siguientes unidades: los Granaderos de la Guardia, los Húsares de Fernando VII, los Dragones de La Unión, los Dragones de Lima, el Escuadrón de San Carlos y la Compañía de la Guardia del Virrey.
• 16 cañones de Artillería organizados en cuatro baterías, al mando del brigadier Cacho.
• El teniente general Canterac fue nombrado Jefe de Estado Mayor del virrey, sin mando de unidad, siendo su segundo el general Carratalá.
Reorganizado el ejército, el virrey decidió dirigirse hacia Huamanga, que distaba 85 leguas de Cuzco. Marchó por un camino quebrado y sin apenas provisiones, pues Canterac las había consumido en su retirada anterior. El 29 de octubre llegaron a Jaquira y, desde allí, por las cumbres de Chuquibamba y Mamara, llegaron a Huamanga el 16 de noviembre. Como anécdota, una partida volante del intendente del ejército, don Francisco Martínez de Hoz, se hizo con el equipaje del general Sucre, abandonado precipitadamente por los independentistas al abandonar uno de los pueblos del camino.

El 18 de noviembre el virrey reunió su ejército en las alturas de Matará y retrocedió sobre el río Pampas, con ánimo de cruzarlo y ocupar los altos de Unipa. Su intención era atraer a los rebeldes hacia un lugar favorable para el ejército real en la batalla que se avecinaba. Pero al comenzar la marcha desde el río, supo que los independentistas estaban yan en posesión de las cumbre de Unipa, por lo que retrocedió hasta la otra orilla del río.

El general Sucre no quería arriesgarse a una batalla en campo abierto con los realistas, debido a la superioridad numérica de éstos, por lo que siguieron una serie de días en constantes maniobras y escaramuzas en las que el general Sucre trataba de llevar a los realistas a un lugar favorable para él.

PREPARATIVOS
En sus marchas y contramarchas, el Ejército Unido llegó a la pampa de Ayacucho, al este y en las cercanías del pueblo peruano de Quinua, a tres leguas de Huamanga, el 6 de diciembre de 1824; contaba con 5.780 soldados de infantería y caballería y una sola pieza de artillería. En su despliegue, ocupaba el valle llamado de Ayacucho, de unos 800 metros de largo por 600 metros de ancho.

El ejército realista llegó a Ayacucho persiguiendo al enemigo el 8 de diciembre de 1824. El virrey La Serna ocupaba las alturas de Condorcauqui, una posición inmejorable situada enfrente del valle y separada en parte de él por un barranco practicable para la infantería, pero de difícil acceso a la caballería; no obstante, ésta podía pasar por un espacio llano de unos 200 metros. La posición de los rebeldes independentistas, aunque dominada, tenía sus dos flancos asegurados por sendos barrancos, y en su frente la caballería realista no tenía espacio para obrar de un modo uniforme.

El virrey La Serna deseaba que los independentistas le atacaran, pero el general Sucre no parecía estar dispuesto a ello, pues sabía que Simón Bolívar se acercaba a marchas forzadas con dos fuertes columnas que, según sus noticias, habían llegado ya al Cerro de Pasco. Pero el virrey, sabiendo que en aquellas ásperas sierras no tenía suficiente forraje para los caballos, y temeroso que los rebeldes se retirasen una vez más, decidió atacar. Por su parte, el general Sucre había recibido una carta de Bolívar en la que éste le decía: "Expóngase usted, general, a todas las contingencias de una batalla antes que a los peligros de una retirada.", por lo que, temeroso de ser tachado de cobarde si rehuía el combate y deseando la gloria de una posible victoria sin Bolívar, decidió aceptar la batalla. Desplegó sus tropas de la siguiente manera:

• Derecha: División del general Jose María Córdoba (2.300 hombres), formada por los cuatro batallones: Bogotá, Voltigeros, Pichincha y Caracas.
• Centro: División del general Guillermo Miller, formada por dos regimientos de caballería: Granaderos de Colombia y Húsares de Yunín.
• Izquierda: División del general Jose de La Mar (1.580 hombres), formada por cuatro batallones: 1°, 2°, 3° y Legión Peruana.
• Reserva: División del general Jacinto Lara (1.700 hombres), formada por tres batallones: Rifles, Vencedores y Vargas, desplegados detrás del centro.
El virrey La Serna desplegó las tropas realistas en las faldas del cerro Condorcauqui, frente a la línea de los independentistas, de la siguiente manera:
• Derecha: División del mariscal de campo Jerónimo Jerónimo (2.006 hombres), formada por cuatro batallones (Cantabria, Centro, Castro 1° Imperial) y dos escuadrones de Húsares.

• Centro: División del mariscal de campo Juan Antonio Monet (2.000 hombres), formada por cinco batallones: Burgos, Infantes, Victoria, Guías y 2° del Primer Regimiento (el de Fernandinos); y el escuadrón de Alabarderos del Virrey.
• Caballería: División del brigadier Valentín Ferraz, desplegada entre el centro y la izquierda.
• Izquierda: División del mariscal de campo Alejandro González Villalobos (1.700 hombres), formada por cinco batallones.
• Reserva: División del general José Carratalá (1.200 hombres).
• Artillería: Seis piezas con la división del mariscal Valdés; el resto delante de la línea.

El general Sucre arengó a las tropas y recorrió las filas diciendo a los soldados: "De los esfuerzos de este día depende la suerte del Sur América. Este será un día de gloria que coronará nuestra constancia ... Soldados: ¡viva el Libertador! ¡viva Bolívar, el Salvador del Perú!". Tan animadas palabras produjeron un efecto eléctrico y fueron seguidas de "vivas" entusiastas procedentes de las tropas.

LA BATALLA
La primeras horas del día se pasaron con fuegos de artillería y de los cazadores. A las diez de la mañana los realistas situaron al pie del cerro Condorcanqui cinco piezas de artillería. El general Sucre ordenó a sus tiradores forzar la nueva posición artillera, y ésta fue la señal de comienzo de la batalla.

El mariscal Valdés (derecha) ordenó a sus batallones atacar la división del general La Mar (izquierda). Los españoles atacaron con tal ímpetu y empuje que obligó a los batallones de La Mar a ceder y retroceder. En la refriega, un batallón de Valdés se adelantó más de lo debido y sufrió un potente ataque enemigo que le mató a su jefe, el coronel Rubín de Celis; por su parte, los dos escuadrones de húsares de Valdés, San Carlos y Flanqueadores de la Guardia, también fueron batidos en esos primeros momentos.

Visto el éxito del ala derecha, los mariscales Monet (centro) y Villalobos (izquierda) adelantaron sus divisiones para atacar el centro y derecha de la línea enemiga. Sin embargo, esta maniobra fracasó gracias al contraataque que realizó inesperadamente el general Sucre. En efecto, el general Sucre, que observaba la batalla desde un lugar llamado la Sabaneta, se dió cuenta de que las tropas del centro realista no estaban aún ordenadas y que el ataque del general Valdés aún no se había resuelto. Por ello ordenó al general Córdoba (derecha) que atacara al centro de la línea realista protegido por la caballería del general Miller, mientras reforzaba la maltrecha división del general La Mar, primero con el batallón Vencedor y luego con el Vargas, dejando al batallón Rifles en reserva.

Recibida la orden de ataque, el general Córdoba desmontó su caballo, desnudó su espada y lo mató. Luego arengó a sus tropas diciendo: "Soldados, yo no quiero medios para escapar y sólo conservo mi espada para vencer. Adelante, paso de vencedores.". Y así comenzó la carga de la división del general Córboba, que se lanzó cayó sobre dos batallones del general Villalobos protegido por ocho escuadrones del general Miller.

Al verlo, el brigadier Ferraz comprendió el peligro en que se encontraba Monet de ver envuelta su ala izquierda, por lo que lanzó a la carga los cuatro escuadrones que tenía disponibles, pues los demás aún no habían descendido al valle, contra la caballería enemiga. Los escuadres de Miller retrocedieron un momento ante el impetuoso ataque de los realistas, efectuada a unos cien pasos de distancia de la línea de infantería propia; pero la infantería del general Córdoba continuó inalterable su carga, acabó con la caballería de Ferrar, que tuvo que retirarse con graves pérdidas y arrolló la infantería realista.

El mariscal Monet corrió en ayuda de la tropas de Villalobos con su división, pero sus fuerzas fueron atacadas por las tropas del general Córdoba, que también las desbarató. Tras breves minutos de lucha, el mariscal Monet resultó herido, varios jefes realistas fueron muertos y los soldados se dispersaban con pavor. En tan desesperada situación, el teniente general Canterac, que mandaba la reserva, se arrojó en los más recio de la pelea para contener la fuga de los realistas, tratando de recomponer y formar dos batallones realistas. Pero el general Córdoba, apoyado por el general Lara y sus tropas, los atacó, impidió su acción y desbarató al batallón Gerona, mientras que en su ataque, el general Miller, al mando de los Húsares de Junín y la caballería colombiana, ponía en fuga al regimiento de caballería realista Granaderos de la Guardia. El general Córdoba trepó con sus batallones las ásperas faldas del Condorcanqui e hizo prisionero al virrey La Serna, que tenía seis heridas, aunque todas leves.

El general Lara marchó por el centro con la reserva y continuó la persecución. Desechas ya las fuerzas realistas del centro y la derecha de los generales Monet y Villalobos, solo quedaba el general Valdés luchando briosa y desesperadamente en la izquierda. Viendo lo inútil de sus esfuerzos, logró, por medio de una hábil maniobra, situarse a retaguardia del ala izquierda enemiga y atacarla con decisión. Pero todo fue en vano, porque el general La Mar, que se había unido a la persecución de los realistas, sostuvo con firmeza el ataque y rechazó a las fuerzas de Valdés con el apoyo de la caballería de Miller. Como resultado, las tropas del general Valdés tuvieron que retirarse precipitadamente hacia las cumbres de Condorcauqui. Valdés trató de suicidarse, pero, rodeado de algunos cuantos jefes y oficiales españoles, se unió al teniente general Canterac, quien pudo replegarse a las alturas con unos 200 escasos hombres de caballería.

La derrota española fue completa y absoluta. La fuerzas realistas perdieron unos 1.800 muertos y 700 heridos, catorce piezas de artillería, dos mil quinientos fusiles y muchos artículos de guerra; la mayor parte de la tropa realista se escapó furtivamente abandonando las armas. Por su parte, las pérdidas de los rebeldes independentistas fueron 310 muertos y 709 heridos. Tan sangrienta batalla duró unas cuatro horas y revela el tesón y ensañamiento con que se combatieron ambos ejércitos.

El comportamiento del general Córdova, que destrozó la mayor parte del ejército español, fue magnífico. Fue ascendido a general de división en el mismo campo de batalla ¡¡¡... con apenas veinticinco años de edad ...!!!.

El general Miller, en su Memorias, dice lo siguiente sobre la batalla de Ayacucho:
"Sucre, expuesto durante la acción á todos los peligros, porque se halló donde quiera que su presencia fue necesaria, hizo pruebas de la mayor sangre fría, su ejemplo produjo el mejor efecto.- Lamar desplegó las mismas cualidades y con una enérgica elocuencia conducía los cuerpos al ataque y los conservaba en formación. El heroísmo de Córdova fue la admiración de todo el mundo.- Lara estuvo brillante de actividad y de disciplina.- Gamarra ostentó su tacto habitual.- Los coroneles O'Connor, y Plaza, los oficiales de los cuerpos. Carvajal, Silva, Suárez, Blanco, Braun, Medina, Olavarría que hicieron alarde de tanto valor en Junín, se distinguieron otra vez en Ayacucho".

LA CAPITULACIÓN DE AYACUCHO
Tras la batalla, el teniente general Canterac quedó sin fuerzas realistas disponibles a sus órdenes, sin posibilidad de replegarse a ningún sitio y con el virrey preso. Por ello, cuando a media tarde se presentó en el campamento un emisario del general La Mar con proposiciones de una honrosa capitulación, no tuvo ningún reparo en aceptar la rendición de todo el ejército español y la evacuación del territorio peruano.

Monumento a la victoria de Ayacucho
A las cinco y media de la tarde el comandante Mediavilla, ayudante de campo del mariscal Valdés, se presentó en el campamento del general Sucre para proponer la capitulación. Tras él se presentaron los generales Canterac y Carratalá, acompañados por el general La Mar, quienes ajustaron con Sucre las condiciones del tratado, que se firmó a las 14:00 horas del día siguiente, 10 de diciembre. Sin embargo, aunque la capitulación se firmó en Huamanga entre Sucre y Canterac, al documento se le puso fecha del día 9, como si hubiese sido firmado inmediatamente después de la derrota en el mismo campo de batalla.

DOCUMENTOS: Capitulación de Ayacucho
El texto de la capitulación tenía 18 artículos. Se referían a la entrega que los españoles hacían de todo el territorio del Bajo Perú hasta las márgenes del Desagüadero, con todos los almacenes militares, parques, fuertes, maestranzas, etc; al olvido de los rebeldes de todas las opiniones en favor del Rey; a la obligación de costear los rebeldes el viaje a todos los españoles que quisieran regresar a España; a la de permitir a todo buque de guerra o mercante español, por un periodo de seis meses, de repostar en los puertos peruanos y retirsarse al Pacífico tras ese plazo; a la entrega de la plaza del Callao en un plazo de veinte días; a la libertad de todos los jefes y oficiales prisioneros en la batalla y en otras anteriores; al permiso para que los oficiales españoles pudieran seguir usando sus uniformes y espadas mientras permanecieran en el Perú; al suministro de algunas pagas atrasadas a las tropas realistas; y al reconocimiento de la deuda que el Perú tenía contraida con el gobierno español.

También se estipuló que todo español o soldado realista podía pasar al ejército peruano con el mismo empleo y cargo que tuviera en las filas realistas; y que cualquier duda en la interpretación del convenio se resolvería siempre en favor de los españoles.

La capitulación afectó al virrey La Serna, al teniente general Canterac, a los mariscales de campo Valdés, Carratalá, Monet y Villalobos, a los brigadieres Ferraz, Bediya, Pardo, Gil, Tur, García Camba, Landázuri, Atero, Cacho y Somocurcio; y a 16 coroneles, 68 tenientes coroneles, 484 oficiales y más de 2.000 soldados prisioneros.
Solo quedaron el general Olañeta en el Alto Perú y el general Rodil en El Callao defendiendo la causa realista española en América del Sur.

LOS "AYACUCHOS"
Después de la batalla de Ayacucho, los derrotados regresaron a España. El 2 de enero de 1825 el virrey La Serna se embarcó rumbo a España en la fragata francesa Ernestina, junto con los mariscales Valdés, Villalobos, Maroto y otros. Dias despues el teniente general Canterac embarcó hacia España con Las Heras. Una vez llegados a la península fueron acusados de traidores y cobardes. Fernando VII y sus consejeros no podían explicarse de otra manera la derrota sino achacando a estos infelices la responsabilidad de la catástrofe.

Aun cuando no fueron ellos los que determinaron la caída del imperio español en América, desde ese momento se conoce como «ayacucho» a todo aquel que, en el último momento «arruga» y no enfrenta con gallardía y valentía la batalla crucial.
La capitulación ha sido llamada por el historiador Juan Carlos Losada como "la traición de Ayacucho" y en su libro "Batallas decisivas de la Historia de España" afirma que el resultado de la batalla estaba pactado de antemano. El historiador señala al mariscal de campo Juan Antonio Monet como el encargado del acuerdo: afirma que este general se presentó en el campamento enemigo a las 08:00 horas del 9 de diciembre; allí conversó con el general Córdoba, mientras sus oficiales confraternizaban con oficiales independentistas. Según el historiador este fue el último intento de acordar la paz, que Monet no pudo aceptar pues le exigian reconocer la independencia. El historiador afirma que Monet regresó al campo enemigo a las 10:30 horas para anunciar el comienzo de la batalla.

El señor Losada afirma que la batalla fue una comedia urdida por los generales españoles; perdida toda esperanza de recibir refuerzos desde la Metrópoli, sin fe en una victoria sobre los rebeldes independentistas, imposibilitados para firmar la paz sin reconocer la independencia del virreinato, y defraudados por el fracaso de los liberales constitucionalistas en España y por el regreso del absolutismo, pues los generales y oficiales españoles del virrey La Serna no compartían la causa de Fernando VII, un monarca acusado de felón y tiránico, símbolo del absolutismo, el señor Losada dice que los generales urdieron la comedia para regresar a España en calidad de vencidos en una batalla, no como traidores que se rindieran sin luchar. Por ello afirma que “los protagonistas guardaron siempre un escrupuloso pacto de silencio y, por tanto, sólo podemos especular, aunque con poco riesgo de equivocarnos”. Una capitulación, sin batalla, se habría juzgado indudablemente como traición.

Por el contrario el comandante Andrés García Camba refiere en sus memorias que los oficiales españoles apodados más tarde "ayacuchos" fueron injustamente acusados a su llegada a España: "señores, con aquello se perdió masónicamente" se les dijo acusatoriamente, -"Aquello se perdió, mi general, como se pierden las batallas", respondieron los jefes españoles.

FUENTES:
• www.venezuelatuya.com/historia/batalla_de_ayacucho.htm
• www.analitica.com/bitblioteca/sucre/ayacucho.asp
• www.efemeridesvenezolanas.com/html/ayacucho.htm
• Enciclopedia Wikipedia.
• Pi y Margall. Historia de España del siglo XIX. Tomo II. Pág. 626-631.
• Juan Carlos Losada. Batallas decisivas de la Historia de España. Ed. Aguilar, 2004. Pág. 249-263.

La batalla de Ayacucho
Artículo principal: Batalla de Ayacucho

Batalla de Ayacucho. Óleo sobre lienzo de Martín Tovar y Tovar.

La Batalla de Ayacucho, fue el último gran enfrentamiento dentro de las campañas terrestres de las Guerras de Independencia Hispanoamericana (1809-1826). La batalla se desarrolló en la Pampa de la Quinua en el departamento de Ayacucho, Perú, el 9 de diciembre de 1824. La victoria de los independentistas, significó la desaparición del último virreinato que seguía en pie, el del Perú, y puso fin al dominio colonial español en Sudamérica; sellando así la independencia del Perú con una capitulación militar que se transformaría años más tarde en tratado diplomático firmado en París el 14 de agosto de 1879. Antes del inicio de la batalla, el general Antonio José de Sucre arengaba a sus tropas:
"¡Soldados!, de los esfuerzos de hoy depende la suerte de América del Sur; otro día de gloria va a coronar vuestra admirable constancia. ¡Soldados!: ¡Viva el Libertador! ¡Viva Bolívar, Salvador del Perú!."

Antonio José de Sucre

El dispositivo organizado por Canterac preveía que la división de vanguardia rodease en solitario la agrupación enemiga cruzando el río Pampas para sujetarla, mientras el resto del ejército realista descendía frontalmente desde el cerro Condorcunca, abandonando sus posiciones defensivas. Sucre se dio cuenta inmediatamente de la arriesgada maniobra, y con la división de Córdova acometió directamente a la masa desorganizada de tropas realistas, que sin poder formarse para la batalla descendían en hileras de las montañas. Los violentos choques de las formaciones de línea empujaron a los dispersos tiradores de la división de Villalobos, quienes arrastraron en su retirada a las masas de milicianos sin que tampoco el grueso de la división de Monet ni la división de Reserva, que permanecían en la montaña, tuvieran alguna oportunidad de participar en la batalla.

En el otro extremo, la segunda división de José de La Mar más la tercera división de Jacinto Lara detuvieron juntas la acometida de los veteranos de la división de vanguardia de Valdés. La batalla estaba ganada para los independentistas, el ejército Real del Perú destruido, y el Virrey herido, fue hecho prisionero. A la una de la tarde, la batalla de Ayacucho había terminado con el rotundo triunfo del ejército de la libertad. El telón colonial había cardo para siempre en la pampa de la Quinua, escenario de uno de los momentos estelares de la humanidad. Pero siguieron sucediéndose los duelos de cortesía y de humanidad". Cuando el Virrey La Serna, herido y apresado entregó su espada, el General Sucre la rechazó diciéndole: "Honor al vencido. Que continué en manos del Valiente". Luego, los términos de la Capitulación no pudieron ser más generosos ni caballerosos. Así se mostró que la nobleza y la hidalguía eran tan sudamericanas como españolas.

Bolívar convocaba desde Lima al Congreso de Panamá, el 7 de diciembre, para la unidad de los nuevos países independientes. El proyecto fue ratificado únicamente por la Gran Colombia. Cuatro años más tarde la Gran Colombia a causa de una escasa visión institucional y del personalismo de Bolívar se desmembró siguiendo el proceso desintegrador del movimiento independentista. A raíz de la victoria de Ayacucho, en la que participaron 5.780 soldados,[27] el Mariscal Sucre entra triunfante en el Cuzco y liberta después las provincias del Alto Perú. En 1825 convoca a los representantes de dichas provincias para reunirse en asamblea, y con la aquiescencia de Bolívar ésta decide la creación de Bolivia. Es significativa la obra cumplida por el mariscal Sucre en Bolivia, especialmente en la organización de la Hacienda Pública y de la administración general. Se empeñó en promover la libertad de los esclavos y el reparto de tierras a los indios, y sobre todo en beneficio de la educación y la cultura. Ante el Congreso fue categórico al declarar que: "Persuadido de que un pueblo no puede ser libre, si la sociedad que lo compone no conoce sus deberes y sus derechos, he consagrado un cuidado especial a la educación pública".

En el transcurso de las 13 semanas que van del 3 de febrero al 5 de mayo de 1826, dio a Bolivia 13 decretos referentes a la creación de colegios de ciencias y artes, más institutos para huérfanos y huérfanas en todos los departamentos, y a establecer escuelas primarias en todos los cantones de la República. La historia recoge la cuenta de su orgullo: "La educación pública es lo que ha hecho más progresos. Los colegios quedan establecidos y marchan bien en todas las capitales de los departamentos, donde también se han abierto escuelas de enseñanza mutua que adelantan rápidamente. En 1829 la República requiere sus servicios para mandar el ejército que debe enfrentar la ofensiva peruana en el sur del Ecuador. Triunfa en la batalla de Tarqui y ofrece a los vencidos una capitulación que es modelo de generosa fraternidad americanista, fiel a su lema que "Nuestra justicia era la misma antes y después de la batalla". Su hija Teresita, que vivirá sólo 2 años, nació el 10 de julio de 1829. En La Paz había nacido un hijo natural suyo y de Rosalía Cortés, José María, el 13 de enero de 1826. La provincia de Cumaná, a la que guardó permanente afecto lo escogió como su representante al Congreso. En camino a Bogotá tiene conocimiento de la agitación separatista que José Antonio Páez fomenta en Venezuela.

En la difícil circunstancia de 1830, se destaca en el quehacer político por su consecuencia hacia la persona y la obra de Bolívar. El Congreso Admirable, reunido en Bogotá, lo elige su presidente en enero de ese año; en febrero, el mismo cuerpo le encarga una misión conciliadora ante el Gobierno de Venezuela.

La capitulación de Ayacucho

Capitulación de Ayacucho

Es el tratado firmado por el jefe de estado mayor José de Canterac y Sucre después de la batalla de Ayacucho, el 9 de diciembre de 1824.Sus principales consecuencias fueron varias:

• 1.º La Capitulación únicamente del Ejército bajo su mando.
• 2º La permanencia Realista en el Callao.
• 3º Perú, nace a la vida independiente, con una deuda económica a los países que contribuyeron militarmente a su independencia.

"Don José Canterac, teniente general de los reales ejércitos de S. M. C., encargado del mando superior del Perú por haber sido herido y prisionero en la batalla de este día el excelentísimo señor virrey don José de La Serna, habiendo oído a los señores generales y jefes que se reunieron después que, el ejército español, llenando en todos sentidos cuanto ha exigido la reputación de sus armas en la sangrienta jornada de Ayacucho y en toda la guerra del Perú, ha tenido que ceder el campo a las tropas independientes; y debiendo conciliar a un tiempo el honor a los restos de estas fuerzas, con la disminución de los males del país, he creído conveniente proponer y ajustar con el señor general de división de la República de Colombia, Antonio José de Sucre, comandante en jefe del ejército unido libertador del Perú. La Batalla de Ayacucho fue la última batalla del proceso emancipador. Bajo las órdenes de Sucre combatió una efectiva representación de la unidad continental en oficiales provenientes de Venezuela, Colombia, Ecuador, Panamá, Argentina, Perú, Bolivia, Paraguay, Brasil, Chile, Uruguay, Curazao, Puerto Rico, Guatemala y México; además de otros procedentes de distintas naciones de Europa.

Reconocimientos por la victoria de Ayacucho

El Panteón de los Héroes (óleo de Arturo Michelena).
Bolívar, quien redacta y publica en 1825 su Resumen sucinto de la vida del general Sucre, único trabajo en su género realizado por el Padre de la Patria, no escatima elogios ante la hazaña culminante de su fiel lugarteniente:

"La batalla de Ayacucho es la cumbre de la gloria americana, y la obra del general Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina". Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza".
"Usted. está llamado a los más altos destinos, y yo preveo que Usted. es el rival de mi Gloria.(Bolívar, Carta a Sucre, Nazca, 26 de abril de 1825) ".
"El Congreso de Colombia hizo entonces a Sucre General en Jefe, y el Congreso del Perú le dio el grado de Gran Mariscal de Ayacucho,".

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