LA REPUBLICA
08 de septiembre de 2008
En voz alta. Adiós, Rancho
Claudia Cisneros
He logrado convencer a mi hijo de 10 años de montar bicicleta en el parque. El amago de sol me ha convencido a las 2 caídas. ¿Qué hacemos después? Paso de Larcomar, de la chata cartelera o el improvisado teatro infantil. Hasta los 5 o 6, podía llevarlo a la granja o al zoo, pero a los 10 no le mueve una pestaña la idea. Recordé El Rancho , la pollería y centro de recreación de los 70, hoy en decadencia por los multicolores Norkys, o funcionales Pardos y Caravanas.
Hace unos años lo llevé a saltar en las sobrevivientes camas elásticas de El Rancho. Había que saltar en el centro para no caer atascado entre los resortes. Intentamos el trencito, pero ‘no había electricidad’. Los muñecos mecedores chirriaban como de pena en cada balancín. Recordé mis primeras salidas multigénero al flamante golfito de la ciudad, la magia de un juego sano y divertido.
Domingos de pollo y papas, sol, juegos con papá y mamá, una punzada en la cabeza por la tensión de coger al niño para que no caiga al hueco de las camas empernadas al cemento, me retrae al hoy. Acabo de leer que lo demolerán por un centro comercial y viviendas. La bicicleta bota a mi hijo una vez más.
El día a día es duro para un ciudadano de a pie, y más si eres empleado público nombrado, pues eres visto como un tramposo y un mantenido. Sin embargo, debo decirle que habemos de los buenos...claro somos pocos pero existimos. Dale una mirada a esta página y comprobarás que no te "estoy meciendo". (Su servidor no se hace necesariamente responsable respecto de las opiniones vertidas por sus colaboradores).
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